¡Silencio! Comencemos con este juicio...
El auditorio del hemiciclo calló. Cientos de Githzerais de piel moteada, muchos más de la cantidad habitual de público en este tipo de ocasiones. Sin duda la espectación venía del hecho de que los juzgados eran extranjeros exóticos venidos de otros planos. Tanto Fosco como Tremens tenían cabeza y manos atrapados en sus respectivos cepos. Por si acaso eran magos, se les bloqueó las manos con un blandiblú de pésimo olor, y sobre sus caras, un ciempies de la magia les recorría las mejillas una y otra vez (seguramente también estaban atontados por los malos olores).
El ciempiés de la magia es una sabandija oriunda del plano del limbo. Se alimentan de magia, magia en estado puro. Eso permitía a los prisioneros hablar con relativa calma. Pero en caso de pronunciar un sortilegio, los ciempiés de la magia se introducían en la boca a toda prisa, para devorar el conjuro incipiente que se empezaba a formar en la garganta.
Menos medidas tenía el camaleón Perezoso. Sobre una mesita, en el interior de una jaula, el familiar de Onfale se volvía rojo de vergüenza por tener a tantos desconocidos a su alrededor. Era muy incómodo.
Como valedora (es decir, el equivalente a un abogado sin título, alguien que habla en favor de los acusados) estaba en pie entre los cepos Uweya. En los juicios Githzerai no existe fiscal. Recae en el Juez las tareas de instrucción y acusación de los delitos. Quizás por eso estar en la platea confería cierto desasosiego y sensación de soledad.
Leeré los cargos...
Fosco Manosverdes... y Tremens sin apellido, quizás no consta por bastardía... Se os acusa del peor de los delitos, quitando asesinatos, violaciones y blasfemias contra Gith: ¡LATROCINIO!
Papá, quisiera decir que gracias a ellos pude volver al Limbo.
Lo sé, hija. Me contaste la historia. Te ayudaron a entrar en una vivienda y coger el medallón que antes te habían robado. No es un buen antecedente que los acusados tuviesen ese tipo de aptitudes y facilidad para los hurtos. Además, ya se les recompensó por ello.
Recordaron desde sus cepos. Habían perdido al resto de sus compañeros en la Aguja, y se habían teletransportado a gran velocidad atravesando el plano astral. Fueron recibidos como héroes. No como héroes de verdad, de los que salvan mundos, con multitudes aclamándoles, sino como el héroe cívico que salva a una ancianita de un incendio. Ese tipo de héroes. Eran relativamente famosos y medianamente respetados, una nota al pie de la octavilla dominical, dominada por las noticias de guerras distantes contra ilícidos azotamentes y githyankis.
En tales condiciones, se les otorgó a Fosco y Tremens una medalla por su gallardía. Hasta hubo una recepción para condecorarles. A partir de ahí, la buena vida. Vivían con todas las comodidades por cuenta del señor Juez. Comían manjares exquisitos y dormían en las amplias habitaciones para invitados, con grandes camas (sobretodo para la talla "Fosco") y mejor servicio. No todo era dulce. Las mujeres Githzerai dejaban mucho que desear a nivel de efusividad y belleza. Además, la ciudad límbica en la que vivían era todo un muestrario de rarezas, tecnología psiónica y extrañas costumbres. Era una vida fácil, en un lugar poco acogedor.
Y duró lo que tenía que durar, hasta que Fosco fue pillado como amigo de lo ajeno. El testigo que identificó a Fosco terminaba de declarar en estos mismos momentos. Fue el suceso que lo desató todo. Registraron las cosas de Fosco, y encontraron muchos objetos de dudosa procedencia. Algunas no eran cosas que se pudiesen justificar con un "lo compré con mi dinero". Eran cristales psiónicos, con la impronta mental cuyo patrón podía identificar a su creador. ¡Y pensar que Fosco solo los cogió porque parecían gemas valiosas! ¡Pero si además eran psiónicas valían muchísimo más de lo que se esperaba!
Tremens fue detenido por asociación: dos extranjeros que llegaron juntos al plano del Limbo, y solían pasar tiempo juntos (qué remedio, todos los demás eran asépticos y aburridos Githzerai). A Tremens no le encontraron ninguna mercancía robada. Había sido lo suficientemente listo para vender el fruto de su botín. No importó: el humano tenía grandes sumas de dinero en moneda Gith, cantidades astronómicas ganadas sin un oficio lícito conocido. Ese dinero, el de acuñación local, le fue confiscado, dejándole solo con moneda del Cárceri.
Los guardias que efectuaron el registro terminaron de desfilar, dando testimonio de lo que habían encontrado. Uweya nada alegó. No había defensa posible. Entonces se pronunció el siguiente testigo, un sabio, que añadió una pincelada pintoresca al juicio.
¡Protesto! ¿Y qué si la daga que le encontraron a Fosco es una reliquia de Vecna? Vecna es un dios mentiroso, no ladrón. Las creencias religiosas de los acusados deberían quedar al margen del juicio.
La daga de Vecna... El sabio la identificó, tras muchos intentos fallidos, como una daga de rechazo. El problema era que la daga trataba de disipar todo intento de identificación, tozuda, para guardar sus secretos. Las dagas de rechazo son armas inteligentes, de esas que te hablan si tienen algo que decirte. Desde el punto de vista histórico, esas dagas eran un regalo de Vecna a sus magos, para mantener un equilibrio con el poder de sus sacerdotes. Desde el punto de vista económico, más de veinte mil monedas de oro, y claro, a Fosco se le abrieron los ojos como platos antes de que la miríada de patitas de ciempies de la magia se los volviese a cerrar.
Tremens no sabía que Fosco llevaba esa daga, pero la reconoció enseguida. Era la que Becky echó en falta cuando cayeron por la catarata gigante hasta el océano de Demogorgón. Fueron muchos días viajando con Becky por los pantanos de Orthys, conocía esa empuñadura de sobra.
Y entonces, como un halo de inspiración, Fosco y Tremens pensaron a la vez, como si fuesen siameses, que tal vez el diminutivo Becky fuese un nombre que se escribía con uve.
La daga es importante procedimentalmente, hija mía. Si son siervos de Vecna, se les presupone maestros del engaño. En eso se fundamenta que se les denegara defenderse a sí mismos o llamarlos a declarar, pues cualquier cosa que salga de sus bocas no pueden ser otra cosa que mentiras. La daga también es importante por otro motivo... Volveré a ello más adelante. Ahora es tu turno. ¿Hay algo más que quieras decir en su favor?
Eeehm... bueno... Solo querría añadir que en la senda de los héroes no hay espacio para los actos incorrectos. Yo vi de primera mano a los acusados luchar valerosamente en el plano del Abismo...-se le encogió el corazón y perdió la fé en su inocencia cuando les recordó robando en la tienda de Quacko-y... nada más, papá. Solo quería añadir eso.
Muy bien. Fosco y Tremens... Por el acto probado de latrocinio, yo os declaro... ¡CULPABLES!
Se levantó un murmullo generalizado en el hemiciclo, no porque la sentencia fuese inesperada o polémica, sino porque este juicio tan claro ya se estaba prolongando demasiado.
Os condeno a la pena habitual para ese tipo de delitos-hizo un gesto el Juez de cruzar el dedo índice a degüello sobre su cuello-. Efectivamente. Como indica mi gesto Githzerai, os espera el peor de los castigos: el destierro.
Fosco y Tremens se miraron de reojo, todo lo que les permitía el cepo, y sonrieron con cara de pillos y la boca bien cerrada para no probar el sabor del ciempiés de la magia. No solo se iban de rositas, sino que al fin dejaban de ser la mascota de Uweya. Irían a un lugar mejor con mujeres más hermosas y costumbres menos extrañas.
Ah, sí... casi se me olvidaba. Podéis llevar con vosotros todas vuestras posesiones que llevabais al llegar aquí. Todas salvo la daga. Es una reliquia demasiado poderosa y oscura para dejarla en manos de gente irresponsable. Ordeno que sea llevada a la Gran Tualep, dónde será sellada con cuatro conjuros de protección, cerrada en una caja de Entropium y encadenado con hilos de metal estelar.