Partida Rol por web

Flame descendió por la pared para recoger el pedrusco por el que estaba luchando. En aquel plano parecía que no regalaban nada, y que todo lo que tenían que conseguir les costaría sudor, lágrimas y sobre todo sangre, mucha sangre. Por suerte, y aunque les había costado, empezaban a comportarse como un auténtico grupo e incluso eran capaces de compaginar sus técnicas para ayudarse entre sí. Con un mucha suerte, o con la bendición de Hala, quizá lograsen salir con vida de aquel encuentro y con el pedrusco, que más valía que fuera verdadero y no una joya falsa.

Hollín ascendió con una mueca de desagrado, todo lo expresivo que puede ser un rostro emplumado al que le ordenan hacer un trabajo peligroso. En Thánatos no hay pájaros. No hay vida. Aquellas alas negras llamarían la atención de todo aquel muerto viviente al que se le diese por mirar arriba. Un simple vuelo de reconocimiento ponía más en peligro a Hollín de lo que le hubiese gustado. Desapareció sobre la cresta del volcán de los tumuluarios, cuando el ángulo no permitía seguirlo con la vista desde la llanura.

Leiath y Aire aprendieron que acelerar no es tan útil para ejecutar la magia. Sus manos estaban pasadas de revoluciones, y pequeños errores de sincronía en los pases de manos, a escala superacelerada se notaban más. Tras varios intentos infructuosos, hicieron el conjuro en el mismo tiempo que les llevaba a velocidad normal. Las heridas de Alice curaron, el segundo orbe de fuego dió en su blanco y el monstruo siguió ardiendo.

Tybalt esperaba con la flecha en el arco a que Lady Arquette conjurase su esfera flamígera, y Flame y Onfale llegaron hasta el diamante. Cuando Flame intentó levantarlo, notó resistencia: alrededor de la base de la gema, el hielo formado lo había agarrado. Nada que no pudiese romper con fuerza bruta.

Lentamente, el golem empezó a trepar por la pared de hielo en dirección a Aire. Se detuvo al ver a la parejita de enamorados ante el diamante (si había un momento para que Onfale se declarase en matrimonio a Flame era esta), y decidió guardarse esas presas para el final. Para ello escupió una hebra que se fue extendiendo en forma de red hasta cubrir la base de la grieta, incluyendo a rubia de bote, eunuco y pedrolo.

Leiath sacó la varita, y curó a Aire. Y con esas fuerzas renovadas, lanzó el tercer orbe de fuego. Y a la tercera resultó la vencida. El gólem de telaraña cayó de la pared a... a eso, a la telaraña. Justo en ese momento, Lady Arquette terminó de conjurar la esfera flamígera para las flechas, y Tybalt se guardaba las flechas en el carcaj a velocidad superacelerada, pues ya no eran necesarias.

¡VICTORIA!

El cuerpo del gólem, envuelto en llamas por la grasa ardiente, aterrizó sobre la inflamable telaraña. El fuego se empezó a extender como si también estuviese acelerado. Flame y Onfale, enmarañados en el centro de aquel infierno, seguían tirando del diamante. No fue la fuerza de Flame, sino la pericia de Onfale (alias "dale una palanca al castrado y moverá el mundo"), la que desprendió el diamante del hielo.

¡Tenéis que salir de ahí!-dijo doña obviedades.

Ambos miraron a su alrededor. El fuego se acercaba peligrosamente a la cuerda del precipicio. ¡La cuerda de Aire, regalo de su madre, se iba a quemar por culpa de su magia de fuego! Aunque Flame siempre podría ir a la pared opuesta, y trepar por el hielo, Onfale no tenía más salidas que la cuerda.

¿Podría Flame cargar con él y salir por el lado sin fuego? Onfale y su equipo podrían llegar facilmente a las ciento setenta libras. La coraza y el espadón, treinta y ocho. La polea cinco libras más. La valiosa-valiosa leña recogida del barco del caos, cien libras. ¿Cuánto podría pesar aquel diamante?

Demasiado cerca del enorme diamante para hacer caso a lo demás. El perfumista casi salivaba. Sólo tenía que alargar la mano y tocar sus suaves perfiles. Fríos también. Tan gélido resultó su tacto que casi se quedaron pegado a él, una dulce forma de morir, pensó el mago. Entre la fortachona mujer y sus precisas indicaciones lograron sacarlo de su pedestal.

-¡VICTORIA!- Gritó Onfale casi al mismo momento que los demás vencieron al golem de telaraña. Sin embargo, el panorama que pudieron ver desde su posición no era nada halagüeño. No hizo ni falta que Flame y él se dirigieran el uno al otro, ambos eran viejos compañeros y con una mirada bastó para saber que los dos echarían a correr lo máximo posible para salir de allí de una vez por todas. La sorpresa vino cuando al intentar hacerlo, el mago vio que estaban apresados por una red de telaraña. El constructo, en su último estertor, les había jugado una mala pasada.

- Esta telaraña es muy inflamable.- Instruyó a la mujerona con su sapiencia. El mago comenzó a desplazarse con gran dificultad sobre la pegajosa sustancia que lo envolvía todo en dirección a la cuerda que amenazaba con quemarse.- La cuerda...- La urgencia hizo que el ex-esclavo diera el todo por el todo. Se contorsionaba de tal manera que conseguía avanzar medianamente rápido, liberándose de las hebras de telaraña que se le pegaban en la ropa, extremidades y su largo y cuidado pelo azabache.

Flame salió corriendo hacia la pared opuesta para poder escapar de allí, estaba dispuesta a cargar con Onfale y con aquel pedrusco también. A pesar de que no tenía muy claro que estaba haciendo allí, decidió que no tenía ninguna intención de morir. Además, seguramente el diamente no sufriría ningún daño por el fuego de aquel lugar. Solo habría que huir, esperar a que todo se apagase y regresar a por el diamante. Aunque para eso primero había que escapar de las telarañas y llegar a la pared. Esperaba que Onfale hubiese pensado como ella.

Leiath miraba acongojada cómo dos de sus amigos estaban atrapados en el infierno de llamas producidos por ellos mismos

Quería gritarles que subiesen rápidamente pero tenía miedo a alzar la voz demasiado y crear una avalancha... o quizás llamar la atención de más monstruos.

Pero por Hala, que cogiesen el diamante primero! Sabía que aquel maligno lugar no les iba a dar una segunda oportunidad.

Onfale y Flame se dieron prisa por cruzar entre la maraña de telaraña. Onfale, cuando toca huir (como se vió en la rampa del cráter) es el más rápido, y alcanzó la cuerda antes que el fuego.

¡Tirad!

Becky y algunos más izaron al eunuco recogiendo la cuerda. Por entonces, Flame ya estaba trepando por la pared. Habían conseguido salir de aquella trampa mortal con el diamante.

En el fondo de la grieta, el fuego seguía prendido, y aumentando su temperatura. En unos minutos, el calor afectó a la integridad de las paredes de hielo, haciendo que grandes cascotes se desprendieran sobre la grieta formando una piscina de hielo derretido y humo de fuego apagado.

El conjuro de acelerar agotó su poder antes del regreso de Hollín, que traía noticias frescas. Resulta que en el lado opuesto de la montaña no había elefante de hueso ni Kaevhas ni ná. Tan solo un puñado de huesos y calaveras rotas en el suelo. Parece ser que la parte comandada por el ettin encapuchado se había separado del grupo principal para investigar la desaparición de su esqueleto explorador.

Con todo, había un grupo de tumuluarios tribales descendiendo la montaña del modo ortodoxo, así que había que empezar a caminar por estas extensas llanuras de nieve.