Al cabo de veinte minutos divisan en el horizonte a un grupo de personas, en medio del camino. Otros diez minutos más y llegan... esta vez sí... al auténtico campamento de refugiados. Cientos y cientos de humanos y medianos hacinados en la linde, sentadas en la hierba con caras de derrotismo. Los hay con heridas de mordiscos, tumbados y retorciéndose de dolor. Las mujeres tienen muchas de ellas el vestido rasgado, y con esos girones han hecho torniquetes y bendas que ahora decoran las piernas de los más graves. Unas cuerdas atadas en los árboles cuelgan mantas, a modo de biombo. Es de suponer que tras ellas, los cuerpos desnudos de las mujeres heridas están siendo atendidas lejos de las miradas de los varones. En el centro del campamento improvisado, se ve un carromato.
Descendiendo del carro que os ha salvado la vida, y aproximándose al carromato de madera, los avezados pilotos se reencuentran con sus antiguos compañeros, Rufus y la odiada Capitana incluídos. Están en torno a una mujer gitana, manteniendo una tranquila conversación.
Fin de esta miniaventura, volvéis a juntaros. Dadme un segundo para poneros en la otra escena.