Partida Rol por web

La inspección preliminar de esta especie de patio no fue demasiado fructífera. Los cuatro pasillos estaban oscuros como la boca del lobo, y para cuando el aire dejó de oler al polvo levantado por el derrumbe, solo quedaba un hedor a humedad fría. Y es que las Brumas, más densas, descendían desde el techo abierto y poco a poco empezaban a invadir estas ruinas olvidadas por el tiempo.

Por contra, los bloques inclinados de la antigua columna central tenían símbolos, tallados en bajo relieve, y que la erosión había disimulado. Nikeras halló también esta muestra de escritura decorando las paredes del recinto. De todas formas no era capaz de entender qué decían, pues estaban en un idioma desconocido.

Nikeras estaba agotado tras un par de horas de duro trabajo. Sin duda había estado despierto al menos veinte horas seguidas. Veinte horas frenéticas, corriendo para huir de Yuris Khan o de un malencarado diablillo, o cargando arena o alzando a peso a Zicko y su pesado arnés (por lo menos al druida nunca le había parecido tan pesado como en esta ocasión). Bordeando la extenuación, Zicko ya había sido rescatado. Además, la zona de tierra que iba desde el desnivel con las ruinas hasta las zarzas era lo suficientemente ancho para pasar la noche.

Nikeras estaba agotado. Con paso desganado se feu a un rincon, cobijado cerca de los matorrales, las raices de los cuales mantenian firmemente sujeta la tierra. Alli sentado, con la negra cabeza de Zicko en el regazo, examino los dibujos que habia hecho de los gravados*. MNodescubriendo más detalles que antes. Finalmente los dejo de.tro de su estuche porta pergaminos y se reclino en el suelo, cerca del cálido cuerpo del perro lobo. Prometiendose que solo descansaria un poco y bajaria para dar un vistazo a Nightshade... con ese pensamiento quedo dormido.

Nikeras despierta al sonido de un ruido cercano. Se trata de Yuris Khan, en forma híbrida. Está tratando violentamente de atravesar el cerco de zarzas que rodeaba el claro. Su voluminoso cuerpo se enreda en las matas, pero con su gran fuerza sigue avanzando poco a poco mientras la vegetación se va rompiendo por el empuje del licántropo. Tienen que salir de ahí enseguida. El primer impulso de Nikeras es palpar a tientas con la mano para localizar a Zicko. El druida se sobresalta cuando su fiel amigo le ladra ferozmente, y al girar la cara para verle se encuentra con su perro podrido, zombificado, hostil. Nikeras se aparta, hasta el borde del saliente, y al no hacer pie, cae al patio. Cae y cae, pero la tierra del derrumbe nunca frena su caída. Despierta sobresaltado, sudoroso. Es la cuarta pesadilla que interrumpe su sueño. Pero esta vez hay algo distinto. Veinte pies más abajo, el cuerpo inconsciente de Nightshade ha desaparecido. Ya solo quedan Zicko y Nikeras para enfrentar la situación.

 Como un resorte el empapado en sudor Nikeras se sentó. Tras pasarse las manos por el rostro, retirando una leve película de sudor que le corría por la frente, inspeccionó el entorno. Su corazón le latía desbocado en su pecho.

 Su capa, la cual había usado a modo de manta, estaba enredada entre sus piernas. Y su equipo esparcido a un par de pies de donde yacía. Con cara angustiada, Zicko miraba a su compañero. Para tratar de reconfortarle le lamia los dedos de la mano.

 Tras no haber señales de la pesadilla de Yuris Khan, el barbudo druida suspiró entrecortadamente, tragó con dificultad. En su pecho estaba instalado el miedo. Como una bestia acechante, esperando el momento propicio para saltar a la escena. Le escocían los ojos de dormir poco y mal, y sentía las articulaciones entumecidas. 

 Con calma, y lentitud, se incorporó una vez levantado tomó un trago de agua y dio otro a Zicko, lamiendo del chorro controlado que le tendía Nikeras.

 Luego se acercó hacia el agujero para dar un vistazo a Nightshade... No estaba. La sorpresa se instaló en el rostro del barbudo druida. Quien miró directamente hacia los túneles esperando un claro rastro de arena removida en cualquiera de los cuatro túneles.

 Su primer impulso era bajar, pero no serviría de nada. Él ya no estaba, bajar corriendo en su estado solo serviría para ponerlo todo en peligro. Además la sombra del miedo en su pecho le incomodaba. En lugar de eso se acercó junto a sus escasas pertenencias y se sentó. Cerró los ojos, concentrándose en su respiración. Intentando centrarse en eso tan básico, para ir alejando el miedo de sí. Buscaba expandir su mente, aunarse a Madre Tierra. Así paso un largo tiempo, reflexionando sobre los preceptos de Madre Tierra, ayudándole a relajarse y experimentar como parte e la gracia de esta le inundaba, dotándole de mayor confianza...

 Luego, tras un largo tiempo de reflexiones, se preparó para bajar y dar un vistazo...

Las ruinas seguían en el mismo estado que hace diez horas. Tan solo el imperceptible rastro de Nightshade en la tierra dejaba la imprensión de cambio. Se levantó, caminó en círculos... confuso, las huellas apuntan a todas direcciones, como si mirase a su alrededor tratando de ubicarse. Las pisadas terminan abruptamente, y son sucedidas por unas patas aviares, de pinzón. Nightshade se transformó y salió volando. No hay más pistas. Y aunque con ese tamaño podría haberse aventurado por cualquiera de los túneles, si quiso tener alas es posible que las usase para salir volando de aquel patio. ¿Pero entonces porqué no despertó a Nikeras? ¿Dónde se fue?

 Con el espíritu más calmado, tras la comunión con la naturaleza y viendo que Nightshade se había ido, tras andar desorientado por el arenal...

 ¿Cómo puede ser que no se fijara con la cuerda de tela que había colgando encima del montículo?

 En cualquier caso Nikeras se tomó un respiro y se lanzó una bendición de Madre Naturaleza, suplicando su abrazo. Poco a poco recobró el vigor perdido, recuperándose de los mordiscos e infortunios varios.

 Una vez gran parte de sus magulladuras han desaparecido Nikeras se adentra en los espinosos matorrales en busca de unas bellotas que le puedan servir para almacenar parte de la gracia de la naturaleza. Con un buen puñado de ellas en sus manos, canaliza en ellas parte de la gracia adquirida tras la comunión. Identificando cuales de ellas habían sido imbuidas dio una a Zicko y otra se la comió él, tras masticarla bastante.

 Una vez saciado el hambre, y recuperado en gran parte de sus magulladuras. Nikeras decidió explorar un poco más las entradas. Con el espíritu recuperado ató de nuevo la cuerda improvisada al cinturón en el arnés de Zicko y lo bajó a pulso. Luego se deslizó él por la cuerda y exploró más detenidamente la zona, tal vez Naizer dejara algún mensaje. O hubiera algún rastro nuevo en las entradas de los túneles. Ante los cuales agudizó su oído.