Partida Rol por web

Bennet sentía que el secuestrador estaba escapándoseles entre los dedos. La desaparición había sido reciente y aún tenían una posibilidad de atar cabos, e incluso tal vez consiguieran encontrar y salvar al hijo de McKnight. Si no conseguían capturar al secuestrador durante esos días, tendrían que pasar alrededor de tres meses antes de que aquel tipo volviese a actuar.

No le sorprendió que Smith y Skinner se marcharan sin más. Al fin y al cabo, él y Greenwrim estaban prácticamente solos, salvo por la ayuda de Lewis en los últimos días. Observó a su compañera tomando las fotos del vehículo, que tendrían que enviar al FBI, y se dirigieron hacia el concesionario de Dupré, esperando que el encargado pudiera darles algo de información. Durante el trayecto hasta el concesionario, ni siquiera habló con Greenwrim. A Bennet se le notaba alterado, molesto, como si hubiera ya perdido por completo el control.

-Espero que Dupré pueda darnos algún nombre -rompió el hielo el ranger, respirando hondo-. Al final, Jordan tenía razón, joder. Sabía que iban a secuestrar a un niño durante estos días, encajando con el período entre desaparición y desaparición... Tenemos que cogerlo ahora, Greenwrim. Si fallamos con el niño de McKnight, pasarán tres meses hasta que otro niño desaparezca. -"Y caerá sobre nuestras conciencias" pensó Bennet para sus adentros, aunque decidió no añadirlo, pues sabía que solo serviría para irritar a Greenwrim y era necesario que al menos uno de los dos mantuviera la mente fría.

Para llegar al establecimiento de Dupré, Max Jordan tuvo que cruzar Jefferson a pie por dos de sus principales avenidas. Sin embargo, dado el tamaño de aquella localidad, el paseo no le llevó más de veinte minutos. Habría sido una caminata agradable de no ser por el maldito bochorno. Jefferson podía ser una ciudad decadente y paleta, pero eso también formaba parte del pintoresco encanto del Sur. Al fin y al cabo él era un hombre blanco trajeado y por el mero hecho de serlo algunas personas incluso le saludaron al pasar.

Tal y como prometía la propaganda en el folleto, el negocio estaba dividido en un taller mecánico con aspecto de haber sido abierto antes de la guerra de Corea y un edificio bajo de una planta, estilo concesionario, pequeño pero más moderno. Delante del mismo había aparcados un par de docenas de vehículos dispares en sus modelos, años de fabricación y estado de mantenimiento.

El establecimiento parecía cerrado, sin embargo en el taller adyacente brillaba una luz y se oía música jazz. La tarde había dejado paso a la noche, la temperatura había descendido y unas tímidas gotas salpicaban el pavimento; pero con la lluvia la humedad se incrementó.

Los rangers aparcaron el coche casi en la puerta del taller y aquella maniobra alertó al dueño del negocio que apagó la música y salió a ver quién había llegado. Era un afroamericano de unos cuarenta años, de aspecto cuidado, atractivo incluso. Vestía un mono gris que, por su aspecto, dejaba claro que no lo usaba solamente para impresionar a las visitas: aquel individuo entendía de mecánica.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarles?

No sabía ni cómo, pero por fin la suerte parecía sonreírles al estar el negocio abierto a pesar de ser de noche y empeorar el tiempo, pudiendo así continuar con esa línea de investigación antes de que terminara de enfriarse. Con las prisas ni siquiera se dispuso a ojear el lugar por si encontraba alguna pista, sólo sacó de su bolso la placa de Ranger a medida que el hombre trajeado se acercaba para resumir las presentaciones.

Buenas noches, sólo veníamos a hacerle un par de preguntas.- Guardó la placa y echó una rápida mirada a Scott, comprobando si ya había calmado su ánimo o seguía alterado.- ¿Recuerda algún cliente que haya venido recientemente para comprar algún todoterreno o SUV de importación? O a su taller para un cambio de neumático.- Le gustaría mirar el registro para asegurarse ella misma, pero sabía que para ello necesitaba una orden que no tenía así que sólo le quedaba la cooperación de Dupré.

—¡Rangers! ¡Vaya! —exclamó Simon Dupré de buen humor—. Usted debe ser la agente que estuvo ayer en la biblioteca. Mi hermana Sandra trabaja allí, es bibliotecaria. Me dijo que… Bueno, me parece que tienen ustedes prisa —se puso algo más serio pero sin perder el buen talante—. Normalmente suelo vender o alquilar coches americanos. El único que se interesa por los vehículos de importación es el señor McKnight. Si la memoria no me falla no he vendido ningún modelo extranjero a nadie que no fuese él en este último año.

El agente Bennet observó el establecimiento. Definitivamente Dupré sabía de coches y, de entrada, su entusiasmo hacía pensar que se mostraría colaborador respondiendo a sus preguntas. Dupré les indicó que el único que se interesaba por los vehículos de importación era McKnight, lo que definitivamente no era la mejor señal, aunque el ranger comenzó a valorar otras posibles opciones.

-¿Recuerda si alguna vez McKnight compró o alquiló un coche de importación enviando a alguien de su servicio en vez de venir él en persona? -preguntó Bennet, pensativo-. Como los gemelos Pickett u otro hombre de confianza -lanzó el ranger el nombre de los guardaespaldas que solían acompañar a McKnight habitualmente.

—Cuando se trata de coches, el encargado es siempre Frank Pickett —afirmó el vendedor sin dudar ni un momento—. Ese tipo entiende del tema y regatea como un mercader persa —después de una breve pausa para observar el semblante serio de los rangers continuó: —Frank compró un Mercedes clase G a principios de junio. Al parecer la señora McKnight se había encaprichado con el modelo y me hizo traer uno desde Houston. Esperen un momento, aún guardo una foto que le hice para el archivo.

Simon Dupré entró por la puerta del concesionario, encendió algunas luces hasta llegar a la que debía ser su oficina y salió al poco con una carpeta de archivo.

—Es este. No es un todoterreno muy visto por aquí. Al menos yo solamente he vendido este.

Al ver la fotografía del Mercedes a Moira se le aceleró el pulso: aquellos neumáticos eran los mismos los que habían dejado la huella en el prado de Cypress Chapel o, al menos, unos idénticos. Sería necesario respaldarlo con las pruebas de laboratorio, pero su instinto le gritaba que era el 4x4 que estaban buscando. Cruzó la mirada con su compañero y Scott Bennet confirmó su teoría con un leve movimiento de su cabeza: un todoterreno de importación nuevo, de tamaño mediano con neumáticos de marca extranjera. Todo encajaba.

Saber que el dueño del vehículo que había secuestrado a Ben se trataba ni más ni menos que uno de los protectores de McKnight fue una revelación que no esperaba, cruzando una mirada significativa con su compañero. ¿Acaso McKnight estaba jugando con ellos para distraerlos? ¿Por eso se mostraba tan tranquilo con el secuestro? Las opciones eran tantas que le dolía la cabeza simplemente en contarlas… necesitaban reunirse. Ya.

¿Le importa que nos llevemos la fotografía? También necesitaremos el registro de encargo y compra.- Necesitaban tener esas pruebas para llevárselas a sus respectivos jefes y formalizar una orden. Tal vez fuera suficiente para que les dejaran registrar el vehículo si lo encontraban en las inmediaciones de su vivienda.

"Lo tenemos" se dijo Bennet para sus adentros, cuando Dupré les reveló que solía ser Frank Pickett quien se ocupaba de comprar o alquilar los coches para McKnight. Al dirigir una mirada hacia Moira, el ranger intuyó por su expresión que el vehículo encajaba con el tamaño de los neumáticos que ella había visto previamente.

Los Pickett encajaban bien en el perfil de un secuestrador lo suficientemente capacitado físicamente como para cargar con un niño desde el jardín de los O'Hara, atravesando el bayou hasta alcanzar la casa de la vecina y después continuar internándose en el bayou, sin llegar a cansarse. No obstante, Bennet sabía que no podían centrarse únicamente en teorías, por más que pudieran encajar bien. Ahora tenían la evidencia de las marcas de neumáticos y la confirmación de Dupré de que Pickett era quien se ocupaba de las compras y alquileres de vehículos de McKnight. A juzgar por lo que les había dicho Dupré, aquel vehículo había sido comprado por Pickett a principios de mes, por lo que no podía haberlo utilizado en otros secuestros que no fueran el de Ben.

-Gracias por su colaboración -le dijo a Dupré, forzando una leve sonrisa-. Como dice mi compañera, tendremos que llevarnos la fotografía y el registro de compra de vehículos para hacer una comprobaciones.

El estado de ánimo de la agente del FBI estaba por los suelos al llegar al Excelsior. Apenas si dirigió algún saludo a la señora Watson, pasando directamente a la habitación para darse un baño y tratar de remover toda la suciedad tanto física como espiritual que aquel caso le estaba dejando. Pero cuando se acercó al cuarto de baño, un nudo se le atoró en la garganta. Apenas veinticuatro horas antes, había estado bromeando con Max de robarle la bañera de su habitación...

Su cuerpo estaba agotado, pero su mente no quería descansar. Adele se lavó y cambió de ropa, dirigiéndose luego a los dueños del hotel para pedir algo de comida. -¿No tendrá por casualidad pastillas para dormir?- Pidió además a la señora Watson, sabiendo que le iba a ser imposible conciliar el sueño esa noche, y que era algo que necesitaba hacer si quería estar centrada el día siguiente. Dios, iba a tener que lidiar con el Juez Corman ella sola, quitándole más horas de las que tenía para encontrar a Benjamin McKnight. ¿Acaso podía algo salir bien esa noche?