Le hubiera gustado decirle por dónde podía meterse su falsa sororidad, pero ya se había buscado demasiados enemigos entre esas cuatro paredes y no le apetecía seguir llenando el cupo. Además, lo más seguro es que si empezaba a reprocharle pagaría con la secretaria toda la rabia que estaba guardando.
Simplemente se marchó de la oficina, empezando a agradecer que el golpe de calor le devolvía al mundo real de sudor, pesadez y asco hacia aquél condado.
Tenía intención de marcharse hacia el hotel, meterse en su habitación y despegar todo lo que tenía sobre la cama. Pedir una copa de vino, darse un baño relajante sin hora de salida y ponerse a enlazar todo lo que tenía para crear un informe que enviar a Kopelson, pensando por la noche en volver a encender el teléfono y seguir con un nuevo asalto. Sin embargo pensar en los dueños, sus cuchicheos y más miradas de reproche le hizo detenerse a mitad de camino.
Oteó el aire para buscar otro lugar cómodo donde está, y fue su sentido olfativo el que encontró uno. En realidad no tenía mucha hambre, aquél episodio le había cerrado el estómago de pura rabia, pero tal vez un lugar más neutro le haría escuchar, ver y sentir lo que faltaba en sus anotaciones.
Giró sus pasos para dirigirse hacia el restaurante, rezando mentalmente no encontrarse con nadie que pudiera terminar de sacarla de sus casillas.
¡Me obligas, me obligas! :P
Aspecto revelado:
No le falta un prejuicio (Sheriff Smith, si se invoca en su contra me da un +2)
Aspectos creados:
Los poderosos mienten (invocación gratuito)
Separar la paja del trigo
Conducta sospechosa
Algo que ocultar
Al entrar desde la luminosa claridad del exterior, Moira se quedó deslumbrada por unos segundos, mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra del local. El local era bastante grande por dentro, hacía fresco a causa del potente aire acondicionado, sonaba música country a medio tempo y el aroma a comida cocinándose lo inundaba todo. Tan sólo había un par de mesas ocupadas y una tercera donde tres empleados descansaban antes de acometer sus tareas. El establecimiento estaba sin duda abierto pero, al parecer, la clientela de los sábados asomaba la cabeza algo más tarde.
Desde la barra le saludó un alegre ¡Buenas tardes! con voz femenina que, cuando fue capaz de enfocarla bien, Moira descubrió que pertenecía a una mujer que pasaba de los cincuenta y que mostraba evidentes claros latinos. Desde luego, ella no podía ser Auntie Skinner.
—Siéntese donde quiera, ahora mismo la atiendo. ¿Algo para beber? —preguntó con voz alegre y, ahora con más claridad, marcado acento hispano.
Cuando la agente Greenwrim se hubo acomodado, la camarera se acercó con su bebida y se dispuso a tomarle el pedido. Llevaba el largo cabello negro recogido en una cola de caballo, ropa oscura, un pequeño mandil negro y una chapita con su nombre Yolanda Díaz. Mientras la miraba con curiosidad se preparaba para tomar nota en una pequeña libreta.
El nombre hizo saltar las alarmas de Moira: ¡Yolanda Díaz! ¿No se llamaba así la madre de Carlos Díaz, el chico autista que habían acusado de secuestrar a Deborah Johnson, la última desaparecida?
Ale, deberes para el fin de semana.
Nunca había entendido porqué exactamente, pero los restaurantes familiares le transmitían una curiosa paz. Puede que fuera el hecho de ver las mesas ocupadas con familias, el llano de los bebes frente a un pudin de chocolate o los padres dándole unas servilletas para que pudieran pintar sobre ella, entreteniendo los minutos muertos antes de que llegara la comida. Le trasportaba a buenos recuerdos, a su casa, a su familia y a su propio hijo, no pudiendo aguantar una débil sonrisa a pesar de estar de mal humor.
Decidida a desconectar del trabajo durante un rato, se dirigió a una de las mesas cerca de la ventana para prácticamente dejarse caer sobre los asientos, deleitándose con el aroma de la comida y el ambiente. Sin embargo, con la llegada de la camarera recordó que no estaba de vacaciones sino a cargo de un caso importante, dándole un golpe crítico que difícil era esquivar, como si alguien no quisiera que desconectara.
Esto es Karma.- Resopló mientras miraba el resto de las mesas antes de dirigirse hacia la camarera, agradeciendo que dejara el vaso de cola a su lado.
Creo que pediré una ensalada.- Ni siquiera había leído la carta de menú pero era una comida estándar que podrías encontrarte en todos lados. Además, todavía no tenía demasiada hambre.- Y si tiene un momento…- Dejó el bolso sobre su mesa y sacó disimuladamente su tarjeta identificativa de Ranger, queriendo que sólo Yolanda pudiera verlo para no llamar la atención del resto. Estaba en su lugar de trabajo y la acusación era relativamente reciente, no le apetecía armar jaleo.- Me gustaría hacerle unas preguntas. Serán cinco minutos.
La sonrisa se le borró del rostro en cuanto vio la placa de Ranger. Miró nerviosa a los tres compañeros que charlaban en una mesa suficientemente lejos para que no las oyeran hablar.
—Lo siento, no puedo hablar, estoy trabajando, podrían despedirme —trató de disculparse—. Le traigo su ensalada y le recomiendo nuestras hamburguesas y nuestras costillas a la miel.
Yolanda anotó torpemente el pedido, tachando varias veces y se marchó a la barra con paso presto para cantar la comanda a la cocina. Después se quedó allí, tratando de esquivar las miradas de Moira. La mujer estaba visiblemente nerviosa, respiraba con agitación y las lágrimas se acumulaban en sus ojos que restregaba con el dorso de la mano. Era evidente el sufrimiento que le estaba provocando el que la madre de Deborah Johnson hubiera elegido a su hijo Carlos como chivo expiatorio.
Yolanda te va a traer la ensalada cuando esté lista, pero no lo he narrado por si quieres hacer otra cosa antes. Si la esperas a que venga describe tú misma lo que hace la pnj.
Mierda.
Estaba claro que el tacto no había sido su punto fuerte en esos momentos, cegada por el cansancio del día y la prisa al tener una pista importante cerca. Pero no era tan sencillo, sobre todo porque más personas sufrían al no controlar el momento y sus palabras.
Le dejó espacio mientras se marchaba sin saber si volvería a entregarle su pedido o incluso le escupiría en la salada alegando que es el “ingrediente secreto de la casa”. Quería darle tiempo para recomponerse, mirándola por el rabillo del ojo para comprobar que el silencioso dolor de una madre era una de las torturas más terroríficas que podía vivir. Suspiró, dándose también tiempo a sí misma a despejar su cabeza de todas las figuras que le habían molestado antes de intentar un nuevo asalto, esperando escoger esta vez las palabras correctas.
Lo siento, no quería molestarla en su horario laboral.- Fue lo primero que acentuó una vez dejó el plato sobre la mesa, agradeciendo la profesionalidad de la mujer al no mirarla con rencor aunque su incomodidad fuera evidente.- Llevamos varios días a cargo del caso y, si pregunta mi opinión, estoy completamente segura de que su hijo no estuvo involucrado en ninguna de las desapariciones.- Sabía que no podía dar datos de ese calibre, mucho menos sin pruebas, pero un chico autista de apenas 14 años no podía ser el artífice de la desaparición de tantos niños.- Sus testimonios serían clave para entender el por qué los acusaron, pero entiendo que sea un mal momento de preguntar.- Sacó de su bolsillo una tarjeta donde ponía su nombre y número de teléfono, dejándola en el borde de la mesa, cerca de Yolanda.- Cuando estén preparados, soy buena escuchando.- La miró por primera vez con una triste sonrisa antes de centrarse en su plato, no queriendo atosigarla más de la cuenta.
Motivo: Carisma
Habilidad: Bueno (+3) (3)
Dificultad: Competente (+2) (2)
Tirada: [1] [-1] [1] [-1] = 0
Resultado final: Bueno (+3) (3), Éxito
Aspecto revelado:
No le falta un prejuicio (Sheriff Smith, si se invoca en su contra me da un +2)
Aspectos creados:
Los poderosos mienten (invocación gratuito)
Separar la paja del trigo
Conducta sospechosa
Algo que ocultar
Yolanda Díaz se guardó con celeridad la tarjeta de la agente Greenwrim, al tiempo que echaba una mirada furtiva a sus compañeros, que continuaban de cháchara en la otra mesa. Su rostro se dulcificó y mostró un gesto de esperanza al escuchar las palabras de la agente de la ley. Las lágrimas resbalaron por su rostro y se las enjugó rápidamente, antes de que alguien se diera cuenta o de que se le corriera el rimmel.
—Siento haber sido tan maleducada... —se disculpó con un hipido, tratando de serenarse—. No sabe cuánto nos han hecho sufrir esa mujer diabólica, el sheriff, sus ayudantes y el juez Corman... Simplemente porque mi Carlitos jugaba con la pequeña Deborah, que Dios la ampare —se santiguó disimuladamente antes de proseguir—. Ya se olvidó esa bruja la de veces que su niña durmió en mi casa, que le di de comer, que la bañé e incluso que besé sus lágrimas cada vez que se tenía que refugiar con nosotros, cuando su padre regresaba cuete del bar y le daba una golpiza a su mamá —con los nervios, Yolanda comenzó a introducir palabras en español en su discurso—. Ahora mi hijo ha sufrido una regresión y ni terapia ni nada parece funcionar ya con él, pobrecito mío.
La señora Díaz luchaba contra las lágrimas y para ello comenzó a retorcer el mandil que llevaba y rompió el boligrafo que había dentro del bolsillo del mismo. El ruido al quebrarse la sacó de su estado de ira.
—Lo siento, agente. La dejo comer tranquila. Puede venir a casa cuando quiera, pero llame antes, tengo unos turnos complicados. Trabajo aquí de día y también fines de semana en un bar de las afueras. Pero no soy una puta, se lo aseguro; pongo copas, nomás —aclaró enseguida.
¿Qué haces a continuación?
En otras circunstancias, escuchar el nombre de Corman le hubiera resultado curioso pero ya entendía que todo estaba relacionado con ese hombre y sus lacayos, aunque la posición que tenía era tan delicada que debían de tener pruebas físicas más que suficientes para ir contra él.
Bebió un sorbo del refresco mientras miraba por la ventana unos segundos, queriendo fijarse en la silueta de la comisaría. Había estado hace apenas unos minutos, leyó los expedientes y se percató de que había datos que faltaban, como la situación de alguna de las familias. En Harrison era evidente la conexión entre todas ellas, pero aquí parecía que hubieran omitido esos datos o simplemente no los vieron de utilidad, ¿por qué entonces ocultar que eran familias desestructuradas? Además, con leer las propias anotaciones que escribían le hacía ver el anclado racismo que habitaba en sus palabras.
Me gustaría visitarlos mañana, ¿sería posible? – Le hubiera gustado ir hoy, pero imaginaba que Yolanda tendría que preparar a la familia y sobre todo a Carlos para la visita de desconocidos, además de que antes tenía que ir a hablar con sus compañeros. No quería dar un paso de interrogatorio tan grande sin antes unir toda la información que tenían entre todos.- Y una… una duda que tengo.- Iba a dejarla tranquila antes de que una pregunta sobrevolara su cabeza.- “La bruja del árbol”, ¿le suena ese nombre?
Aspecto revelado:
No le falta un prejuicio (Sheriff Smith, si se invoca en su contra me da un +2)
Aspectos creados:
Los poderosos mienten (invocación gratuito)
Separar la paja del trigo
Conducta sospechosa
Algo que ocultar
—La bruja del árbol —repitió en español casi en un susurro—. No sé mucho, pero he oído que la gente de aquí va a veces a ella para que le, ¿cómo se dice?, sí, para que le vea el futuro... —se quedó mirando la reacción de Moira, temiendo tal vez que la agente se echara a reír—. Mañana podríamos hablar, sí; pero en casa no. Carlos no está bien ahora mismo. No quiero alterarle más. Ruego que me comprenda, señorita. Dígame el sitio y yo iré con mucho gusto.
Yolanda sonrió por primera vez, aliviada por lo que parecía ser un atisbo de esperanza que provenía de aquella simpática policía. Deseaba abrirse más a ella, pero se contuvo en el último momento. Las personas como ella habían aprendido bien a no precipitarse ni a ilusionarse demasiado para no recibir luego golpes tan fuertes.
Finiquitamos aquí si quieres. Mueve a Moira donde quieras.
Por desgracia no conocía demasiado de Marion y los lugares que había visitado estaban descartados por completo para una reunión. Es más, la sola idea de pensar que tomaban todos juntos un café en la oficina del Sheriff le hizo soltar una breve carcajada.
Podemos quedar aquí mismo si quiere, ¿le parece bien sobre esta hora? – No sabía si trabajaba ese día y tal vez estar en un lugar más neutro le ayudaría a relajarse, además de poner parecer un grupo de personas tranquilamente comiendo y no un interrogatorio, camuflando su conversación con el jaleo general del restaurante.- Y no se preocupe, lo entiendo, aunque en algún momento me gustaría hablar si es posible con Carlos.- Le dedicó una delicada sonrisa.- Cuando esté preparado y con usted delante, por supuesto.
Miró al resto del local, sobre todo a la barra buscando a alguno de sus compañeros camareros o trabajadores. No quería que le echaran la reprimenda por estar demasiado tiempo charlando con ella.
Gracias por su colaboración.- En lo que quedaba de tiempo aprovecharía para comer tranquila, disfrutando de cada segundo libre sin el teléfono sonando o evitando mirar hacia la calle a través de la ventana para no encontrarse con la figura del sheriff o sus ayudantes, buscando esa burbuja de paz.
Cuando terminó dejó los cubiertos sobre el plato y pagó la cuenta, dejando una pequeña propina antes de coger su bolso y despedirse en especial de Yolanda, dirigiendo sus pasos hacia el hotel. No se olvidaba que tenía un informe que redactar y un jefe al que contentar, esperando que los datos que había obtenido fueran suficientes.
Cuando terminara de escribir, encendería de nuevo el móvil.