Partida Rol por web

En respuesta al masaje, a la muchacha se le fueron cayendo los párpados ocasionalmente, encontrando cierta paz entre los dedos del músico. Pero abrió los ojos con lo último, mirándolo y calibrando sus palabras...

Era un hombre ejemplar. Era lo mejor que podía sacar de ese hotel, y es posible que pudiera disfrutar en un futuro de una relación sana y feliz junto a él... Pero el recuerdo de Reisel, lo que había hecho por ella, lo que le había hecho sentir junto a él... Era fuerte. A veces recordaba la acojedora sensación de una cama, la cálida sensación de su cuerpo descansando junto al suyo, los fuertes brazos de éste estrechándola contra su pecho... Si aquello que Herkus le había demostrado no era Amor, ¿qué clase de panacea cruel había sido entonces...?

- Es sólo un crío... - musitó, con los ojos cerrados - Ha vivido como un perro desde que no era más que un bebé, por culpa de un don que no había pedido... Ahora tiene veintitrés años... Estaba empezaba a vivir... A disfrutar de una casa, de la familia, de los amigos... De comida, agua y techo. Lo más basico... - negó apesadumbrada - Pero para el resto sigue siendo algo equivalente a un perro de la calle... Nadie va a mover un sólo dedo por encontrarle una cura, porque a nadie le importa... Y por eso mismo no van a pensarse dos veces el eliminarle cuando tengan la ocasión, porque es más fácil acabar con el problema de raíz... que esforzarse en hallar un remedio... - tragó saliva, apretando los dientes con frustración, con lágrimas de rabia aflorando en sus ojos... Hablaba con parsimonia, indignada, pero muerta de sueño... - Encambio, si algo así llegara a ocurrirle a María... O a Donovan, o a Balaguer... Todo el mundo se armaría de excusas por evitar ponerles un dedo encima... - volvió a negar levemente después de secarse una lágrima de manera torpe - ...Pero esto es problema mío... Claro... Como si supiera encontrar una cura para... algo así... Vaya mierda... - gruñó, pesimista y con los ojos cargados... - ...Perdona, tío. Tines un merito enorme por lo que estas haciendo... Te quiero un montón... Eres increíble, y me fío de tí más que en cualquier otro... Pero siento egoista... Soy una mierda... - emitió una especie de gruñido somnoliento, y abrió los ojos otra vez - No dejes que me duerma... Tengo que hablar con Isenjal...

Una música poco reconocible para la africana, procedente de un molesto megáfono escondido en alguna parte de la habitación, la despertó.

Roan se sobresaltó bajo sus brazos, y en principio, por una grasa que debía llevar en la cara para evitar que su piel y ojos fueran dañados por el intenso frío que en ese lugar hacía, le fue difícil abrirlos y centrar la vista en su alrededor. No podía creerlo: De verdad estaban en aquel lugar. Todo había pasado de verdad. Por una parte aquello le estimulaba, pero su madre era capaz de ver en la mirada del niño que no muy en el fondo, estaba asustado.

- Hola mamá -con todo, el pequeño se inclinó hacia la mejilla de Nadra para besarla- Seguimos aquí... -observó que estaban en una cama de matrimonio. Todo era de hielo... Y frente a ellos había otra cama para dos. Totalmente vacía... ¿Habría soñado la joven madre después de la curiosa despedida del maltés...?

Sujeté a Roan con fuerza entre mis brazos, era más bien un abrazo y respiré profundo antes de abrir los ojos, de lo poco que dormí más bien porque me había quedado con la sensación de haber sido usada de algún modo o la seguía teniendo. Acaricié el cabello de mi hijo con ternura, lo único que me significaba algo real, mi único contacto con el amor, eso era, tenía que seguir pendiente de eso y no de los amores de otra índole o por lo menos los gustos.

-Sí, amor, seguimos aquí y por lo que veo, no nos vamos a ir pronto. ¿Qué sabes tú de este lugar? ¿Y qué pasó con aquellos muchachos a los que cambiaste?

Me incorporé lentamente en la cama y le hice incorporarse a él. Imaginaba que habría reglas que seguirse allí, que pronto tendríamos que ir a desayunar o si no, no le veía sentido a esa musiquita molesta. Nosotros de tierras tan calientes ir a parar allí que era el mismo infierno pero frío. Miré alrededor, quizás alguien viniera a buscarnos.

-Mejor que nos levantemos y nos aseemos, si es que es posible. ¿Vale? Mientras ve contándome todo lo que sepas.

Roan en cambio no parecía tener frío. Quizás se tratase de esa enfermedad de la que todos hablaban en aquel nido de locos... Imitó a su madre incorporándose también, era un niño de despertar enérgico, nunca se quejaba cuando tenía que ponerse en marcha, ni en las peores situaciones. Se pasó las manos por la cara quitándose la molesta grasa. Miró a su alrededor. Sólo había una puerta, ni rastro de baño.

- Ayer estaba muy cansado... Pero recuerdo que les devolví a su estado normal -observó los pies de la cama. Alguien había colocado cajas ahí, en todas decía "Nadra Oluwatobi"- Éste lugar... Bueno, todos los superhéroes tienen una base, mamá -sonrió- . La de Superman también era de hielo, ¿te imaginas que vive aquí? -comentó con ilusión en los ojos, levantándose definitivamente de la cama y mirando las cajas con creciente curiosidad, tomándose la libertad de abrir una y sacar su contenido- ¡Uah! ¡Es tu ropa! -oteó entre ellas, dando con una en la que ponía "Roan-Kale"- ¡Y la mía...! ¡Nos han traído nuestras cosas! ¡Nos quieren!

Roan se había visto movido de un lado a otro por una razón: No querían en ninguna parte ni a su madre, ni a su hermana ni a él mismo. Por eso salieron de Senegal... Por eso tuvieron que subir a aquella embarcación inmunda, y por eso había tenido que vivir separado de su madre. Una acogida, por extraña que resultara, no dejaba de ser algo magnífico para él...

Observé a mi hijo con lágrimas en los ojos pero con una sonrisa de oreja a oreja, preguntándome cuánto había hecho mella en él el hecho de haber resultado unos marginados por nuestra propia gente, por su propio padre. Vi las cajas y luego nuevamente a Roan, mientras hablaba de Superman, esbocé una sonrisa más clara pero cuando dijo que nos querían por haber traído nuestras ropas, la sonrisa se volvió una carcajada. Me acerqué a él y lo apreté entre mis brazos mientras le decía:

-No sé si nos quieran aquí, no tengo muy en claro como está el asunto en este lugar pero una cosa es cierta, hijo...-me arrodillé ante él, soltándole y tomándolo suavemente por los hombros.-Mamá te quiere y no dejará que nada te pase. Ahora, vamos a buscar a Superman, quizás pueda enamorarlo de mamá y hacer que alguien nos cuide de una vez en la vida.

Una vez que estuvimos listos, di la mano a Roan y salimos de la habitación, dispuesta a encontrar alguna respuesta más.