Partida Rol por web

El frío no perdonaba. Pisar la nieve descalza llegó a resultar doloroso a Dana, hasta que tenía los pies tan helados que dejó de sentirlos, salvo por el incómodo hormigueo en sus pantorrillas. Se hacía complicado respirar, cada vez más, al ritmo al que debía ir para evitar que los lobos de la zona acabaran olfateándole y atacándole. El uso del poder se hacía cansado también, su paso cada vez era más torpe y su necesidad de entrar en calor crecía, así como la inquietud.

Finalmente, más vencida por su instinto de supervivencia que consciente de la situación, Dana llegó hasta la puerta de la magnífica hacienda de Gabriel Zaan, empujando la puerta dejándose caer prácticamente sobre ella y trastabillando al entrar, provocando bastantes ruidos.

El sudor se le había congelado en la piel, temblaba, y estaba tan embotada que avanzando por el extenso recibidor no se dio cuenta de que había sido bastante indiscreta...

Debía ser un ángel. No era tan arrebatador como Gabriel, pero al igual que con el vampiro, después de ver sonreír a aquel joven rubio, uno sentía que podía morir en paz. No obstante, el joven de rizos dorados y ojos tan dorados y luminosos como el sol, con el torso descubierto y la mirada seria y alerta, bajaba las escaleras con aire cansado y harto a la vez, atizador en mano y el brazo rígido...

Lo había conseguido. Había logrado salir del mar helado y ya no notaba el viento contra su desnudo cuerpo. Aún así, seguía sintiendo como si miles de agujas se clavaran por toda su piel. Cada inspiración hacía que le ardieran los pulmones. Manteniendo, además, activo su poder, solo había conseguido que sus fuerzas se agotaran mucho más rápido. Intentó hacerse un ovillo para conservar el poco calor corporal que pudiera quedarse.

Su poder se esfumaba...bueno, más bien ella estaba apareciendo, haciéndose visible al chico rubio que bajaba las escaleras completamente alerta. Le recordó a esas escenas de las películas antiguas en las que el dueño de la casa bajaba las escaleras a medio vestir y con algo a modo de arma en la mano. Era tan atractivo como esos actores de Hollywood y el escenario parecía el ideal. Si no estuviera completamente paralizada por los temblores que la dominaban, habría sonreido sin duda. Clavó los ojos en él, indefensa completamente. ¿Y si se había equivocado de lugar? ¿Pero...no era ese el lugar donde vivía Gabriel?

- A..aah... - Solo unos gemidos temblorosos consiguieron salir de sus purpuras labios cuando intentó hablar.

Donovan, cansado y harto de sorpresas espeluznantes después de aquel horrible día ya no era capaz de fiarse de nadie que fuera evidentemente mutante. Ni siquiera de los que no lo eran. Sujetando con fuerza su nueva arma y sintiendo que el peso de aquel trozo de metal le daba unas fuerzas y seguridad que en realidad no tenía, se había decidido a proteger a su familia y a si mismo de cualquier posible amenaza. Ella dormía en el piso de arriba y nadie más iba a subir a menos que, en todo caso, él hubiese abierto la puerta. Considerar indefensa a aquella embarazada fue un error, como también podría serlo el confiar en la chica aparentemente hipotérmica. Recorta la distancia a una velocidad de vértigo, como un felino que hubiese estado acechando a su presa y saltara sobre ella en el momento más inesperado, sin dar pie a reacción.

Lanza una patada que corta el aire junto al rostro de Dana, fallando su primer ataque, pero teniendo ya la pierna levantada gira sobre si mismo y termina haciendo impactar la dura suela de su bota contra la oreja de la chica. El cansancio y la enfermedad hacen que, no obstante, el golpe sea bastante débil.

La chica pelirroja pareció revivir al sentir el golpe contra su nariz. Éste le pareció mil veces más doloroso de lo que era por los efectos del frío aún vigentes en su organismo, de los cuales parecía estar deshaciéndose. La bendita chimenea estaba cumpliendo su función y la estaba devolviendo a la vida. No se esperaba para nada ese recibimiento. Había venido a pedir ayuda, no a que la trataran a patadas
literalmente.

Se levantó rápidamente del suelo, en el que quedó su mochila...y solo eso, la chica había desaparecido. Se había esfumado completamente como si de un truco de magia se tratase, no sin antes fulminar con la mirada al chico rubio.

Dana decidió buscar una posición detrás del chico, de la forma más sigilosa que pudo, aprovechándose de que el chico no podía verla. Se situó a una distancia prudencial (a un metro y medio/dos metros, cosa así) a la espera del momento ideal.

Donovan observa, atizador en mano, como la muchacha se esfuma. En un primer momento el temor le invade, la inquietud de no ver a la intrusa, pero fuera quien fuera aquella muchacha no subiría las escaleras... Sobre todo después de que el rubio de oro hubiese descubierto las mieles de su poder mutante, para él casi ilimitado.
Una primera orden, concisa, imposible de esquivar o ignorar.
-No te muevas.
Con fé ciega en sus capacidades y una voluntad inmensa para proteger a Dale, el actor confió en que la primera y la siguiente orden surtirían efecto.
-Muéstrate.
Al verla mostrarse, totalmente inmóvil, tragó saliva, asiendo el atizador por si acaso aquella intrusa estaba jugando con él...
-Di la verdad sobre quién eres y qué haces aquí...

Antes de que Dana se pudiera dar cuenta, estaba completamente parada y su boca se entreabría para comenzar a relatar lo que la había llevado a aquel lugar - Mi nombre es Dana - Por más que intentara resistirse, no podía evitar seguir hablando ¿Sería alguna habilidad que poseía el chico?. Continuó - Soy amiga de Viorica y Gabriel Zaan es mi maestro y mentor. Él me enseñó a hacer lo que has visto...Más bien lo que no - Habría sonreido de no ser por lo tensa de la situación.

- Viorica - Miró la mochila que descansaba en el suelo como indicándole algo al desconocido - Me escribió la carta que puedes encontrar en el bolsillo de la derecha. Gabriel me habló sobre un virus, el cual no es que tenga devoción por soportar. La carta...dice que aquí había gente que podía ayudarme. Vengo buscando a Dale Leigh Lantana - Finalizó.

- Pues te has equivocado de lugar, chica. - Responde el joven actor con terca sequedad, negándose aún a aceptar que aquella chiquilla pudiera no ser una enemiga después de todo lo vivido aquel día. Siendo realistas, hasta él mismo podría ser un enemigo para si mismo de encontrarse con el mutante adecuado en su camino. Y solo era cuestión de tiempo.

- Aquí solo estoy yo. Zaan y Viorica... - Donovan no era cruel. Si esa tal Dana había tenido contacto real con la pareja de enamorados... Bueno, no tenía porque hacerla sufrir de forma innecesaria. Eso y la huella imborrable de los últimos momentos de la pareja fue lo que le hizo relajar ligeramente el tono, cambiando la clara hostilidad por simple neutralidad. - Han fallecido hace unas horas. Mañana llevaremos a cabo los oficios.

Alza la barra de metal que aún sujetaba con fuerza y señala la puerta por la que la mujer habría entrado.
- Ahora, por favor, márchate y vuelve al pueblo. Si realmente eras amiga de Viorica, su familia te podrá acoger. Y tu habilidad - Aún no había encontrado el término adecuado para sus cualidades únicas como mutantes. Y la palabra "poder" le sonaba tan fuera de lugar y vulgar que no la utilizaría si podía evitarlo. - te mantendrá a salvo de las alimañas del bosque.

Dana estaba absolutamente impasible y sin moverse del sitio, visiblemente relajada al ver que el chico ya no mostraba una reacción de ataque. Tomó aire, llenando completamente toda su capacidad torácica, y suspiró. Todo aquello era demasiado problemático - ¿Piensas...que puedo permitirme el lujo de volver a mi casa? Volver significa esperar una muerte segura a manos de una enfermedad atroz que acabará llegando a éste lugar de una forma u otra. Eso si no ha llegado ya... Y por si fuera poco - Se retiró calmadamente el pelo de la cara, dejándolo detrás de la oreja, sin importarle lo más mínimo hallarse desnuda. Cruzó los brazos - Por si fuera poco parece que además se me tirarán encima Gelus Vírica y los Dizar...¿Sabes lo que es tener familia y amigos? - Parecía firme en su decisión de no moverse del sitio hasta obtener lo que quería.

Donovan apenas tarda unos segundos en asentir con total indiferencia, señalando la puerta con la vara de hierro que cargaba en su mano derecha.
- Sinceramente... Creo que te puedes permitir el lujo de salir de mi vista. - Responde con una frialdad que bien podría competir con la que reinaba en la noche, a su alrededor, y que él era incapaz de sentir. Tan avanzada estaba ya su enfermedad que incluso algunas gotas de sudor resbalaban desde el nacimiento de sus rizos de oro, perdiéndose en la línea de la mandíbula casi perfecta que remataba su rostro.
- Se lo que es tener familia y amigos. Y se lo que estar en constante peligro de muerte. Tu maestro y mentor, Gabriel Zaan, atacó mi casa sin provocación alguna destrozando buena parte de ella, convirtió a uno de mis compañeros en un monstruo sediento de sangre como él y ha puesto en peligro repetidas veces las vidas de las personas que mas me importan... Los ojos dorados de Donovan centelleaban con una fría rabia que parecía crecer por momentos, amenazando con consumir su calma y explotar en un brote de verborrea descontrolada. Otra de sus rabietas de joven malcriado.

- Entiendo a la perfección lo que es tener seres queridos, monina. Y por eso, si no te vas por las buenas de esta mansión, tendré que hacer que te vayas por las malas. - Deja un par de inspiraciones entre las frases antes de continuar, tratando de contener el tono de su voz, aunque sin hacer ningún esfuerzo real por lograrlo. - Hoy he pasado el peor día de toda mi vida... No quieres comprobar cómo soy estando de mal humor.