Dryden escrutó unos instantes a Balaguer, y finalmente sonrió de nuevo, satisfecho.
- Un joven que no se anda por las ramas, con las cosas claras... Me alegro, muchacho. Me habrías decepcionado si hubieras aceptado o rechazado inmediatamente mi oferta...
Se puso en pié y se dirigió hacia un arcón de madera dispuesto a los pies de la cama, lo abrió y sacó los cuchillos en su funda, tendiéndoselos por el lado en que Amber no le "peinaba".
- Espero que me perdones por haberte puesto a prueba. Estarás de acuerdo en que Jolene y Amber son un tesoro demasiado grande para cederlo porque sí. Ella es todo, pero la gente sólo ve que es hermosa y rica... Quería comprobar que tú veías lo realmente importante que hay en mi hija, y así es - la voz reflejaba solemnidad, un tono adecuado para referirse a quien desde ese momento aceptaba como un miembro de su familia... - Vuelve de esa misión, hijo... Eres para Jolene, y ella te extrañaría mucho. Y hazme un favor: Intenta entenderte con Donovan. Es tozudo, pero tiene que entender una cosa... Que da igual los escrúpulos que uno tenga si lo que hay en tela de juicio es el hecho de proteger a la familia.
Una frase idéntica a la de Isenhall, con otras palabras.
¿Cuántas pruebas más habría de pasar en su vida? Para Balaguer todo era más sencillo, si él quería estar con Jolene así se haría, y en el resto del mundo sobraban los demás. No necesitaban de nadie, ni siquiera de su padre con su innecesaria presentación y palabras de agrado. Quizá todo era una mera charla intentando calmar las aguas bravas entre Donovan y él. Pero todo eso tenía una sencilla solución. No quería que Donovan le hablase y le riese los chistes, ni siquiera que de vez en cuando reprimiese las miradas de odio y de desprecio. Tan solo necesitaba que se acercase a su hermana, a Jolene. Con que intentase quererla sería suficiente para Balaguer. Cuánto amor profesaba Jolene hacia su hermano, pero qué poco de él hacia ella.
Tomó los cuchillos y los sostuvo con su mano libre. Se acuclilló para encararse con Amber.
- Pequeña, me voy a ir. Pero te quedarás con el abuelo. Cuando regrese quizá tú y yo podamos ir a ver a mamá un poquito. Sé que la echas de menos -murmuró mientras besaba su frente y acariciaba su cabeza-. Pórtate bien por mamá y por mí.
Se irguió y miró nuevamente a Arthur con actitud gallarda.
Su puto hijo ha sido una molestia todo este tiempo, y realmente no me importaría consumirlo...
- Seré una extensión de Jolene. Hable con Donovan si quiere solucionar algo. Gracias por la copa.
Antti abrió la puerta de su habitación. Muchas cajas de plástico se apilaban unas sobre otras, en su mayoría transparentes y llenas de libros. Tuonela, su guitarra, descansaba junto a la puerta sobre el amplificador, colocado sobre un plástico que lo protegía de la nieve, y sobre la cama descansaban un sitar hindú y un kantele...
- Mi habitación mola más porque es propia. Bueno... Los libros y buena parte de la ropa eran... De Falken... -suspiró. Iba a echar de menos a aquel viejo zorro con piel de cordero. Pero entonces llegó la pregunta. Una pregunta que muchos querían y no se atrevían a hacer... ¿Qué edad tenía Esa Holopainen...? Suspiró. Teniendo en cuenta que perdió la virginidad a los catorce años, perfectamente podría ser el padre de Alexandra- Pues... El cinco de mayo de 2003 cumpliré treinta y cinco... Pero gracias por lo de los veintiocho. Me siento un chaval, en realidad. Y sí... Los finlandeses tenemos el "sussi". Somos super hombres -una sonrisilla colorada. Hizo un ademan de invitarla a entrar- Si te quedas a echarte una siesta, te leo ñoñerías hasta que te duermas...
Alexa asomó la cabeza por la puerta antes de entrar. Desde luego la habitación relajaba con sólo verla gracias a esa iluminación tan cálida. El Antti-disturbios tenía razón: Era más guay que la suya. Dió un vistazo rápido y se paró en las cajas. No había conocido mucho tiempo al pobre Adrien... Pero le daba una pena terrible que hubiera acabado sus días así, apenas unos días después de la muerte de la jovencísima Alice...
Cita:
Abrió la boca y los ojos, sorprendida, mirándole atónita - Eres... No me lo puedo creer. Eres Tauro. Te pega - bufó una risilla, pasando al interior y mirando a Antti conforme entraba. Le había impactado, sí, pero sobretodo el hecho de que se mantuviera tan... magnífico. Se acercó a la cama, fijándose en los instrumentos...:
- Qué bonitos... - apreció, deslizando las yemas de los dedos por el borde helado de la cama conforme la bordeaba - Me encanta la música. Creo que es de esas cosas que no pueden faltarte en la vida, como el amor o la familia... No es necesario usar las palabras para expresarte. Es algo así como la pintura: La puede interpretar cualquiera... - sonrió y redirigió los ojos hacia el guitarrista un momento - Me habría encantado aprender a tocar alguno. Por eso no tengo otra que llevarme el discman a todos lados... - rió.
Se inclinó para observar más de cerca los instrumentos de cuerda, sin atreverse a tocarlos, apoyando las manos en las rodillas:
- Qué gracia. Los tienes aquí, sobre la cama, como si fueran tus niños o algo así... Aunque no es para menos: Son preciosos... Y hablando de niños... ¿Qué piensas leerme? - preguntó divertida, sentándose con cuidado junto a los instrumentos para quitarse los zapatos...
Acarició el mástil del sitar al acercarse a ella y sentarse al lado en la cama.
- Un sitar hindú... Regalo de mi padre, de sus correrías en moto. Siempre se ha cagado en mí por no ser un motero como él (no te dejes engañar por la Harley, ya has visto lo que la cuido). Fue su forma de decirme "vale, Esa, haz música como el puto Farinelli, pero asegúrate de meterla hasta en el último rincón del jodido mundo". No sabía si se refería a la polla o a la música, pero hice las dos cosas -se rió, apretando los dientes, algo avergonzado y cogiendo el hombro de Alexandra para atraerla hasta él y besarle la mejilla- Y éste, para darme más mala publicidad... -cogió el kantele, arrancándole algunas notitas- Una joya. Un regalo que me hizo Valdemar cuando me casé con Emma, su sobrina... Quiero mucho a ese tío, más que a su sobrina... Es maja, pero una boda por borrachera y drogas no es más que eso. Fue él quien me quitó las tonterías con la droga. Es como si fuese mi tío de verdad. Hasta me felicitó cuando nos divorciamos dos meses después. Y eso es todo lo que nos conocíamos: Dos meses y una semana de gira -se levantó entonces, cogiendo las fundas de ambos instrumentos y guardándolos cuidadosamente- . Así que, como ves, no tengo nombre: No me acuerdo de la primera chica con la que me acosté, ni de mi primer beso, ni de cómo llegué hasta al altar. No me acuerdo del nombre de ninguna de mis groopies y parece que he hecho de todo... Pero hay una cosa, nena, que no he hecho nunca... -puso a un lado las fundas con los instrumentos, y rebuscó en las cajas de libros, hallando concretamente uno, encuadernado a mano en cuero negro, con las páginas gastadas por el uso y escritas a máquina antigua. Luego se acercó a otra caja y extrajo de ella un estuche, abriéndolo y colocándose unas gafas de pastas negras- No te rías -ordenó, con una sonrisa divertida. Se aclaró entonces la garganta y, abriendo una página tras buscarla, comenzó a recitar:
En tu belleza y en tu pobreza hallé el mundo,
amor mío, cuando las alas de arena de tornados
infinitos y aguas tortuosas nos enredaron.
Amor mío: yo no era nadie,
perdido en remolinos de miel y fuego cuyo dulzor
se consumía agrio en mi lengua,
y al final la sal era ajena.
Era ácida tu ausencia cuando te vi venir,
era tu melena un augurio de palomas blancas,
luces estrelladas en los colores del mundo,
y en la palabra que de mi pecho no quería salir.
Eran, mi vida, las semanas baldías
persiguiendo preguntas que no hice
en piernas que no recuerdo... Cuando te vi venir.
Te habías vestido con tus desdichas
y eras la más hermosa en éste baile
de esperanza vaga y lástima errante.
Eras tú la luna y su humareda,
y así fumé de tu nombre y llené mi pecho de tu voz,
como una sombra de lo que necesito cuando te miro,
como un maremoto agitando los pilares de mi sangre.
Si fueras alondra desharía mi casa y haría
una columna de sus ladrillos para verte mejor en vuelo,
si fueras diablesa mataría a Dios
y a todos los ángeles del cielo
por merecer tu polvorienta majestad.
Y ahora que sé, querida, que caminas en mi misma tierra
yo que andaba maltratando al suelo por estar debajo mía,
lo beso por sentir tus pies cercanos.
La música, los versos y el furor de la carne
han callado su coro por leer los renglones de tus ojos,
y el orgullo muere por entenderlos, y yo, mientras,
me muero por perderme en cadenas que aún no has forjado.
Pasaste delante de mi, me azotaste con tu cola de fuego,
y la tinta que había escrito mi ser se borró por tí...
Hoy lamento y peno por no haber sabido antes de quién era el arte,
a quién mi lírica y mi ánima pertenecieran en el ocaso de mis vicios,
¡cuántos años pude buscarte y estuve sin hacerlo...!
Sabe mi bien que antes de tí no hubo nada,
tan solo un antifaz de risa fácil ahogada
en blasfemia de mi propio pecho y ensaladas de opio y ajenjo...
Sabe, mi bien, que antes de hacerte sonreír, yo no estaba...
Antti se quedó con la mirada entre las páginas del libro, sin aire. Y entonces miró, serio, a Alexandra.
- Por ninguna mujer, antes que por tí, le habría dado la razón a Falken... -mostró entonces la cubierta del libro, que efectivamente había sido escrita por el mismo Adrien...
Boda.
...
Cita:
Un búho común habría envidiado la manera de abrir los ojos que tenía la chica, que no perdió un sólo hilo de la explicación. En realidad no parecía molesta, quizás algo cortada, pues aunque entendía que todo el mundo tenía una vida anterior, a la húngara le preocupaba un poco el hecho de poder parecer una niña a ojos del macarra... Quizás él no lo sabía, pero hacía un par de semanas aún era virgen, y tenía veintiún años (de saberlo, o sentiría pena, o se cagaría en los putos muertos del que pillara). Lo más "terrible" que había llegado hacer era fumar alguna vez, pero en términos generales Czigany había aprendido a ser responsable, aunque nunca negaría que alguna vez le habría apetecido alguna locura...
Afortunadamente llegó a tomárselo con cierto humor, y se reservó su opinión para dejar que el hombre le mostrara qué era aquello que le faltara por hacer, no sin antes contemplar, bobalicona, lo bien que le quedaban aquellas gafas. Se apoyó en su hombro, espectante, dejando que el finlandés la deleitara con la lectura. Y cerró los ojos... Pero las pestañas no tardaron en humedecerse, y ella frotaba su mejilla contra su piel de manera cariñosa conforme seguía... Una vez concluyó y le mostró al autor, Czigani sonreía a éste con los ojos cargados y los labios apretados, aproximándose para posar un beso inocente en los labios del músico.
- Perdona... - se inclinó para secarse de inmediato una lágrima rebelde - Me pongo fatal con este tipo de cosas... Fatal de bien, quiero decir... No me hagas caso, en realidad me ha fascinado - se sonrojó, sorbiéndose un poco la nariz - Me contento de sobra con que nunca le hayas hecho algo así a nadie... - Rió un poco, colorada. Cuando volvió a apoyarse en su hombro y a enredarse en su mirada, la joven suspiró profundamente, contemplándole seria y de forma directa. Derrepente sentía que podía quedarse hay minuto tras minuto. Estaba bien. Disfrutaba de ese momento. No era justo contrastarlo con tanta desgracia... ¿O sí? Le parecía horrible tener que pasar las próximas fiestas en un lugar tan gélido y silencioso que cada día anunciaba una nueva muerte... ¿Cuándo anunciarían la suya? ¿O la de él? ¿Se marcharía como había hecho Herkus, cuando más lo necesitaba...?
Cuando notó que las dudas y el miedo la atacaban de nuevo, ésta se aferró al pecho del finlandés con un leve temblor en el pulso...
- Abrázame... - le rogó, cerrando los ojos y abrazándose a su torso bajo sus axilas como un gatito asustado, como si aún dudase de si el techo fuera a caerles encima, similar a un ataque de pánico, pero muy muy leve - No me sueltes...
Tirada: 1d100
Motivo: COÑ - Ya verás. Que me va a dar por tener niños...
Dificultad: 56-
Resultado: 43 (Éxito)
Descripción de la parte baja: Bien... Sigue cuajada, pero ha desarrollado grietas preocupantes. No molestan pero hacen cosquillas. El tanga sigue tirante, y la dueña reza para que no se note nada.
Cuando vio las lágrimas de Alexandra, Antti suspiró. Él tenía las suyas propias, pero se secaban en el fuego de aquellos ojos de agua... Dejó a un lado el libro en el colchón y tiró de una de las pieles que servían de manta en el Icehotel, echándola por encima de ambos. Había acertado abrigándose. Cuando ella se le abrazó y pareció angustiarse, Koivusaari simplemente dijo, en un aterciopelado susurro:
- Sshhh... Claro que te abrazo, nena... Claro que sí, no me voy a soltar de tí mientras duermas... -depositó un beso en su frente. Era un verdadero sueño poder protegerla, por fin desde tan cerca... Le acarició el pelo con una mano, visto el efecto relajante que tenía en ella, y con la otra fue hasta su espalda, estrechándola contra él y dándole un nuevo beso en la mejilla- Voy a estar aquí todo el rato, ¿eh? No me voy a ir ni te voy a soltar... Ya te lo he dicho antes... Estoy contigo... ¿Eh, muñeca? Duérmete tranquila... -otro beso, suave.
El cansancio, poco a poco, vencía a los nervios y Lex caía dormida en brazos del finés...
La primera vez que se despertó, fue por culpa de Antti, que estaba tirando de su brazo intentando que no lo notara, para alcanzar él una caja de la que extrajo la grasa que debían echarse en la cara y un par de antifaces para proteger los ojos. Esbozó una sonrisa una vez tuvo ambas cosas.
- Eh: No te he soltado, tal como te prometí... -abrió el tarro y suavemente masajeó el rostro de Lex, cubriéndolo con aquel bálsamo. Luego le puso el antifaz y él mismo repitió la operación con su cara.
La segunda vez fueron los recuerdos de Art y Marcos... La tercera fue Herkus dejándola... La cuarta lo que les ocurrió a Isabella y Alice... Pero en las cuatro veces, al agitarse en sueños, había sido Antti quien le retirara el antifaz y la despertara, para que le viese junto a ella, estrechándola en un abrazo aún más protector de como ya la tenía. No pareció importarle en absoluto que la chica lo despertase cada poco. Siempre reaccionaba más que con paciencia, encantado de ayudar. Clavaba sus ojos azules en los de ella y negaba con la cabeza, indicando que no había de qué temer... Le besaba y volvía a dejar que reposara la cabeza sobre su pecho, mientras él le masajeaba el cuero cabelludo para que volviera a relajarse...
Bueno, yo podría dormir para siempre
pero sería con ella con quien soñara...
Si pudiera dormir para siempre
podría olvidarme de todo...
Si pudiera dormir para siempre...
Al principio, Alexandra reaccionó con un gesto de repulsión cuando notó la grasa sobre la cara, arrugando la nariz y emitiendo un sonido de profunda desaprovación mientras que él la extendía cuidadosamente, pero pronto sonrió divertida cuando el finlandés terminó de llevar a cabo su fatal (aunque cariñosa) tarea, volviéndose a acomodar...
A cada desvelo, el siguiente sueño se hacía más difícil. Ella se removía angustiada entre las mantas, y cuando encontraba las ropas de Koivusaari se aferraba a ellas con las manos. Y cada vez que despertaba entre sollozos, él la cubría de besos y caricias cándidas, arropándola con la constancia y la devoción de un santo. Ella suspiraba, sudorosa, asentía y volvía a adormilarse junto al calor y la seguridad que atesoraban sus brazos, acompasando el ritmo de su corazón con el de los latidos que nacían de su pecho... Qué maravilloso era poder descansar con la evidencia de que él seguía vivo, aún cuando ella cerraba los ojos, pues para la húngara aquello era música para sus oídos...
Como respuesta a su vigilancia, durante la duermevela ella le pasaba la mano por el torso y frotaba su nariz de forma dulce contra él, hasta que volvía a caer dormida como un bebé... Consiguió dormir un rato más largo después del último desvelo, hasta que hubo un punto en el que lo que la despertó no fue otra cosa que el rugido voraz de su estómago. Se apartó el antifaz y abrió un solo ojo enfocando al guitarrista. No sabía si dormía, así que lo contempló dormir durante un rato, esbozando una sonrisa tierna y cerrando sus ojos otra vez... Pero al momento quiso salir de dudas, y se arrimó un poco más a él.
- ¿Estás despierto...? - susurro muy bajito, lo suficientemente bajo como para no despertarlo, si éste estaba dormido...
Antti, que había acabado cayendo también en una duermevela de las que hacen sentir el cuerpo blando y cálido, se había abrazado a Alexandra rodeándola con ambos brazos, descansando la cabeza de lado, con los labios en la sien de la húngara. Parecía estar conciliando un merecido sueño, pero ni siquiera al despertarse pareció que aquella paz, encerrada en cuatro bloques de hielo, se viera perturbada... Porque en aquella habitación estaba ella, y el mundo podía esperar en la puerta... Con todas sus dichas y todos sus males.
Antes siquiera de decir palabra, tomó aire por la nariz entreabriendo los ojos, encontrando el cabello negro bajo su mirada mientras su mano inmediatamente le hacía carantoñas en el hombro que le abrazaba, cosquilleándole de forma agradable.
- Hola nena... ¿Has dormido un poco aunque sea...? -esa voz cálida e inocente de quien acaba de despertarse, una voz tan desarmada que nadie la atribuiría al enorme finlandés...
Recordar que en partida estamos a 6 de Diciembre. Perdón por la demora, al final tendremos que empezar con un par de pjs de menos, pero ya volverán (espero por Dios XDDDD). Bienvenida, y ya sabes: Para cualquier cosa, la sección [DUDAS Y QUEJAS] :)
Alexandra levantó la vista nada más captar su movimiento, encontrándose con ese mar en calma que sólo le transmitían aquel par de ojos celestes. Sonrió somnolienta y asintió, volviendo a acurrucarse contra el cuerpo del finés, animada con los mimos. Se sentía culpable de haber estado despertándolo a cada poco, y le enternecía la enorme paciencia que había mostrado tener atendiéndola constantemente, sin escuchar ni una sola queja o ver una mala cara...
- Pero tú apenas has dormido... Lo siento - una sonrisa melancólica - Te pasa por querer dormir con una plasta al lado... - No parecía tener ninguna prisa por abandonar el calor de la cama. Salir al exterior significaba quedar cara a cara con la realidad, encarar a mucha gente. En cambio, aquel rinconcito cálido y apacible parecía un mundo aparte. La muchacha entreabría los ojos y contemplaba la habitación desde su postura. La luz ténue y el silencio la relajaban, y los brazos del finlandés le transmitían una seguridad y un calor súmamente agradables que conseguían dejarla casi en la innopia... Sólo tras un momento de reflexión "matinal", volvió a romper el silencio.
- ¿...Sabes? Tenemos un problema... - se incorporó levemente, de cara a Koivusaari, apoyando el codo sobre la almohada y la mandíbula sobre su palma. Comenzó a retirarle los mechones de la cara con suavidad... - Esta habitación es terrible... No me deja abandonar la postura - rió - La iluminación tan cálida, tan ténue... Las mantas... El silencio... La postura... ¿Estaba todo estudiado, eh, tigre? - rió de nuevo, plantándole un besito en la frente a Antti, sin dejar de masajearle - Puedes seguir durmiendo si quieres...
La luz anaranjada se reflejaba en sus cansados ojos pardos, que acariciaban al finés con la mirada... Una mirada que entrelazaba la ternura y la melancolía casi por igual. Su firma.
Okeeey!! Gracias! :D Cómo mola. Navidad en partida mientras en la vida real nos cocemos... XDDDDDDDD Esperemos que vuelvan esos dos personajes. A Madi la necesito de bola anti-estres xDDDDD
Antti sonrió divertido mientras dejaba de acariciar a Alexandra tan solo por un momento en que se desperezó y estiró los brazos hacia delante, sin levantarlos. Resopló una risilla algo melancólica aún pero con tinte burlón. Deliberadamente imitó la voz de Lex agudizando de forma ridícula e incluso repelente el grave tono que solía estilar:
- "Me pasa por querer dormir con una plasta al lado..." Ya... Fijo que todo el mundo diría que soy gilipollas, ¿hm? -alzó las cejas ante la última pregunta retórica, pasándole a su vez el brazo bajo la cintura aprovechando que ella se ladeaba de aquella manera. Le acarició la zona lumbar, de vez en cuando le frotaba la cintura con cierto jugueteo, pero ante todo se dejaba mimar por la húngara, y de mil amores. Parecía que él también estaba a gusto... Y que podría ser así hasta que atravesara esa puerta y recordara de nuevo todos los horrores de aquella guerra literalmente "fría". Los horrores y las cosas buenas, que por haberlas perdido no se hacían menos amargas...
Tragó saliva al verse invadido por aquella nostalgia, pero suspiró. Solo era una llamada a la puerta que no era necesario contestar. Sonrió ante la exposición del problema de Alex, incluso se rió, llevándose el antebrazo a los ojos con cierto aire perezoso, frotándose sin cubrirse la frente para no imposibilitar la labor de ella. También le había parecido (a su manera, claro está) bastante romántico el asunto de ser llamado "tigre".
- Tienes razón: Estamos jodidos. A mí no se me ocurre qué hacer para remediarlo, lo confieso.
Apartó el antebrazo y llevó la mano a la mejilla de la muchacha, acariciando el pómulo con el pulgar y acercándola hasta sí, haciéndola reclinarse sobre él, para robarle de forma espontánea y suave un beso. Un gesto que no tenía otra intención que demostrarle que no le importaba haber dormido poco si su despertar era al lado de aquella sirena...
Alexandra se mordía el labio inferior, negando con desaprovación la mala imitación de su voz por parte del guitarrista listillo, con una sonrisa divertida. Rió incluso con aquel "hm" tan natural en él, y acabó plantándole con suavidad la yema del índice sobre la frente, deslizándola en una caricia hasta la punta de la nariz, con una sonrisa que reflejaba un "Encima me imita. ¿Por qué lo soporto?".
Acudió embelesada al beso de Esa, reclinándose sobre él al tiempo que lo hacía su melena, la cual formaba una cortina color café, que caía junto al rostro del finlandés... Le besaba con suma delicadeza, como si temiera romperlo, y tras un beso largo continuaba con unos más cortos, hasta rematar la jugada con su característico e infantil besito esquimal. Quizás él no lo notara, pero ella se deshacía cada vez que le hacía muestras como aquella, hasta el punto de llegar a pesarle su propio cuerpo, extasiada...
Con Reisel había actuado con completa despreocupación, quizás por ser la primera experiencia, quizás porque ambos eran más jóvenes... Pero con Koivusaari era diferente. Era un hombre de los pies a la cabeza. Era maduro, era real y era para ella... Y a la húngara sólo habían dos cosas que la atenazaban en aquella estancia: Decepcionarle y poder ponerle en peligro.
Cerró los ojos, exhalando el aire mientras entrelazaba la mano que él posaba sobre su mejilla con la suya propia, inclinando su rostro para besarle la palma.
- Me gusta cómo hueles... - musitó para sí, sin abrir aún los ojos. ¿Qué podía hacer para dejar a un lado la melancolía que se respiraba en la habitación? Alex creía saberlo... Cuando estabas pasando un bache, lo mejor era pensar en qué harás cuando lo superes... Los planes de futuro eran (una pequeña) parte de la solución - Dentro de nada será Navidad... - le miró a los ojos, con un aire más positivo y meloso, aún inclinada sobre él - ¿...Qué quieres que te regale? ¿Una... bicicleta rosa?, ¿unos panttis?... ¿Quizás unos tacones bonitos para poder practicar e imitarme mejor, hm? - dijo contoneándose de manera burlesca, riéndose.
Esa no pudo reprimir estrecharla contra él cuando ella le besó. No es que fuese un irrespetuoso, sino que por suerte o por desgracia había coincidido en él una compulsión sexual bastante fuerte y el hecho de que era un tío muy natural en todo cuanto hacía. Pero precisamente por respeto, ahí se quedó la cosa, con los cinco dedos de una mano larga, estilizada y fuerte bien extendidos sobre la baja espalda de la chica, habiéndola apretado unos instantes contra él.
Cuando el beso acabó, el finés tardó un par de segundos en abrir los ojos, parpadeó un poco y se hizo el "adulto centrado", en un esfuerzo titánico por no meter la cara bajo esa espesa melena y empezar a besar aquel cuello de cisne como si le fuera la vida en ello. En lugar de eso le apartó un par de mechones de la cara con los dedos corazón y anular. Sonrió como un bobo con el besito esquimal... ¡Quien le hubiera visto y quien le viera...! Con la mano ahora entrelazada con la de ella, Antti se ponía bastante colorado al verla exhalar su olor. Había cosas que un hombre no podía evitar, incluso en la tristeza más profunda. Esperaba que ella no se diera cuenta, removiéndose un poco (sin soltarla, eso sí). Rió un poco. No podía evitarlo, le gustaba hacerle rabiar un poco:- ¿Qué tal un calendario? Uno de esos calendarios guarros, ya sabes: en Diciembre vestida de Mamá Noel, el octubre con un vestidito de "Dirndl", en Agosto Miss camiseta mojada... Ya sabes, ¿no? -se protegió un poco apartando la cara con una sonrisa burlona, viendo venir las represalias, levantó incluso las manos a modo de rendición, divertido- Antes de que me odies... Te juro que por ese calendario buscaría todo el porno que coleccioné de adolescente, los recuerdos sexuales de las groopies, si es que los conservo y alimentaría una hoguera con una fiesta alrededor. Incluso en la playa, con lo poco que me gusta el sol. Bah, lo haría igual por tí -le da un besito rápido en la mejilla- Pero... ¡Tú has preguntado, nena!
Era la cafrada más decente que se le ocurría hacer estando en la cama con Lex... Y hacer una cafrada en esa circunstancia era absolútamente necesario.
A Alexa le impactó la flecha de la compasión cuando Koivusaari se removió discretamente. Casi podía escuchar el canto de las hormonas del semental bajo su pecho... Razón por la que, con la naturalidad que sólo podía demostrar una mujer, dejó de estar inclinada sobre él para echarse de nuevo a su lado en la cama y acomodarse, eso sí, apretando los labios en una sonrisa difícil de contener, con las mejillas como guindillas. Se preguntaba qué probabilidades tendría de salir derecha de la habitación si le diera cancha libre al finlandés...
Y en mitad de aquella reflexión, hizo una "O" con la boca con el espectacular comentario del calendario, estirando las comisuras en una sonrisa incrédula:
- ¡Porrno! ¡Qué barbaridad! - alzó el antebrazo haciendo amago de darle un revés cuando el mismo Koivusaari se protegía con las manos. El efecto de las guindillas había pasado a extenderse por la cara de la húngara, que negaba, sonriente, en señal de desaprovación... - Qué romántico... No hace falta que te busque las cosquillas, ¿eh, viejo verde?: ¡Te estas dejando guapo tú solito! - rió, tapándose la boca, recibiendo el besito en la mejilla. Entonces alzó las manos, juntándolas en el aire y separándolas como si extendiera una pantalla mental donde se montaba su película, incluso entrecerrando los ojos... - Ya te estoy imaginando en tu cuarto...: Posters de "Pamelas Andersons", calaveras por todos lados, llantas infernales... Y un heavy greñudo, futura eminencia musical, viendo películas culturales como "Conejitas cachondas", "Rubias explosivas", "La guarra de las Galaxias"... "Un pene llamado Wanda"... ¡Pppffff...! - hizo un intento fallido de aguantar la risa, alzando las cejas y mirando a Antti con las cejas alzadas - ¿Algún trapo sucio más del que deba estar informada, Wanda? Porque sólo imaginándome el trabajazo que echarías teniendo que limpiar todo eso delante mía... Me haría pensarme lo de "Mamá Noel" - bromeó, riéndose por lo bajini...
- Oye... -buena señal, la húngara había reaccionado de forma positiva, y él le sonreía, inclinándose hacia ella ésta vez. Se iba animando. Tenía que pasar- ¿Pamela Anderson? Ni de coña. Yo tenía a Cindy Crawford, a Madonna y a Doro Pesch -osó decir, para luego adquirir una expresión de absoluta sorpresa de si mismo- Jamás pensé que diría con total sinceridad que ninguna me parece tan guapa como mi novia. Es bastante fuerte... -¿Qué haces con una tía así, viejo verde? ¿Quién coño te crees que eres?.
Pero a la crisis de los cuarenta desde luego le quedaba mucho por llegar, sobre todo a Koivusaari, que a los treinta tuvo la crisis de los veinte. No obstante... Sí que, de pronto, se sentía más maduro. Podía decir con toda seguridad que de ésta si que no se divorciaría, y aquel mero pensamiento tan imposible de contarse en la barra de algún bar con una jarra de cerveza más grande que su cabeza a amigotes embutidos en cuero y parches de bandas de metal, le hizo sonrojarse.
La miró, un poco más vulnerable, de forma apenas perceptible.
- Joder, Lex... ¿Te das cuenta de lo... De lo especial que eres para mí? -aquella pregunta estaba hecha de una forma tan natural y carente de cualquier tipo de ensayo que tenía que ser algo verdaderamente serio.
Alex tuvo que bajar la mirada, colorada como estaba e incapaz de mirarle a los ojos a causa del repentino ataque de timidez, después de esa última pregunta. Cogió aire, sin prisa, para poder volver a interceptar la mirada del finés, asombrada por la cuestión:
- Resulta irónico... - posó una mano sobre su mejilla, pestañeando con languidez, con aire pensativo - No recuerdo haber hecho nada que pudiera hacerme especial a tus ojos... Al contrario que tú - un amago de sonrisa, que desapareció pronto. Un brillo delatador en sus ojos... Y es que aquellos últimos días habían sido un infierno en vida para ella, un infierno al que muy posiblemente ella habría puesto fin de no ser por él. ¿Cómo, en el nombre de Dios si es que en verdad existía, podía ser ella especial para Esa Holopänen? Ella, que había ocasionado tanta destrucción e injusticia con sus manos y con su aspecto... Ella... Rota por la sádica pérdida de lo que no hace mucho creyó amor. Rota de miedo... Pero ante todo de culpa. Una culpa que le quemaba las entrañas y la volvía el ser más abominable y falso para ella misma.
- ¿Con qué tipo de mujeres habrás estado...? - recogió su cabello tras la oreja, contando los mechones rubios que le caían... - ¿...que ahora te contentas conmigo? - apretó los labios, algo temblorosos, esforzándose en esbozar una sonrisa que resultó irremediablemente tristona. En realidad, aquella confesión de Antti no sólo la había enternecido, sino emocionado... Pero no quería estropear aquello. No quería ser la causa de la tristeza del finés: Él ya tenía bastante con lo suyo. Así que, deliberadamente y como si no hubiera dicho nada, deslizó el índice por sus labios, rozando su barbilla, el cuello, como si imitara el deslizamiento suave de un pincel, siguiendo ese trayecto con sus ojos - Eres un auténtico cielo... Es todo un halago la comparación con Cindy Crawford, ¿sabes? Aunque Madonna no me entusiasma demasiado - rió un poco, relamiéndose los labios, incluso mordiéndose el inferior antes de volver a tomar la palabra, más seria, mirándole directamente a los ojos...
- ¿Te quedarás conmigo? ¿De verdad?
Esa clavó sus ojos azules en la mirada de ella. El tipo de mujeres con las que había estado desde luego no podían compararse con ella. No era por ser la mujer más espectacular a nivel físico que había visto (que de hecho era Jolene) sino porque tenía verdadero interés en conocerla, en cuidar de ella... Y ésto había sucedido sin tener la esperanza de llegar hasta ella como mujer, cuando solo podía mirarla de lejos y rogar a las paredes que le rodeaban un encuentro, una risa, una mirada de aquellas acuosas centellas...
Con las demás fue al revés: Las conquistaba, perdía el interés como hombre una vez las gozaba y luego, quizás, surgía algo de amistad, nada demasiado reseñable, salvo con la que fuera su repentina ex-esposa. Emma era una chica muy agradable y divertida... Pero le faltaba un detalle demasiado importante: No era la mujer de su vida. Nunca lo sintió, ni siquiera cuando en plena euforia festiva le sugirió casarse, más como quien hace una apuesta que una proposición.
Antti estaba empezando a hartarse de no saber cómo hacer sentir a la húngara como debería. Echado sobre ella, con el codo en la almohada, posó suavemente las yemas de los dedos en la línea de la mandíbula de Lex, acariciándola hasta la barbilla en un desliz cosquilleante y lento...
- ¿Con qué mujeres...? Con todas... Más de las que puedas imaginar... -la voz gutural del finlandés se ahondaba en un susurro que, aunque tenue, reverberaba en los oídos de su compañera- Precisamente por eso, cuando te vi y luego empecé a conocerte, pensando que no estaría contigo así jamás... Lo único que quería era quedarme contigo. Solo quería y quiero... Verte tomar una copa... -los dedos empezaron a bajar sobre el cuello, acariciándolo en ambos lados en descenso hacia las clavículas- Acompañarte de compras y decirte lo coñazo que son las emisoras que ponen en las tiendas mientras te viera mirándote al espejo, concentrada en si te convence o no lo que te has probado... -Resopló una risilla- Y desde luego... Habría preferido no darte ninguno de los abrazos que te di antes de lo que pasó ayer... Porque todos fueron de consuelo, y habría dado mi puta vida para que no hubieras tenido por lo que consolarte... -un beso sin pensar en la punta de la nariz, suave e inocente- No sé decirte en plan... Rollo poético el tipo de mujer que eres. Pero sé que quiero hacer las cosas bien contigo... Más que para quedarme yo, que eso lo doy por hecho, para que te quedes tú...
Los dedos quedaron finalmente entre las clavículas, y desde ahí, en aquel centro, bajaron hasta empujar la cremallera del pijama, que empezó a abrirse mientras él seguía descendiendo. No le descubrió más que una franja de piel en la línea del ombligo, mirándola a los ojos mientras tanto... Pero cuando la cremallera quedó justo por encima del monte de Venus, se detuvo y deslizó la palma sobre el costado de ella, bajo la ropa, aferrándola y recreándose en la tersura de su piel...
- Vivimos en una locura... -aquella caricia se alejó de nuevo, y posó esa misma mano sobre la mejilla de Lex. Los ojos del finlandés se habían vuelto un abismo de sueños... Por una vez se veía más la mirada de un artista y compositor de canciones nostálgicas, a veces tristes y desde luego siempre apasionadas, que la mirada de un "tipo duro" o de un seductor- Pero conseguiré que no tengas miedo a perderme. Puede que en el camino me olvides, pero no me perderás...
Y en ese momento, se inclinó para besar su vientre, reposando después la mejilla sobre él y abrazándose a sus caderas, perdiéndose en el sencillo placer de estrecharla entre sus brazos, tendidos, en una postura en que parecía a merced de ella sin que eso le importara lo más mínimo...
Puede que, por lo que fuera, Esa estuviera más sensible de la cuenta... Pero eso no condicionaba sus sentimientos. Simplemente los hacía expresar mejor. Ella podía sentir en su cuerpo que el corazón de aquel hombre estaba desbocado... Como si fuera la primera vez que dijera...
- Te quiero... -un hilo de voz, que casi convirtió la primera palabra en un fantasma...- Si quieres saber hasta qué punto quiero estar contigo... Entonces... Cásate conmigo... Pero sabe que si me dices que no, lo estaré igual...
El cosquilleo de sus yemas recorriendo su mentón le hizo cerrar los ojos, relajada, persiguiendo lentamente aquel movimiento con su mentón, hasta que los dedos resbalaron por su cuello... Entonces retornó el rubor a sus mejillas, abriendo los ojos para clavarlos en los de Antti, quien ahora, sin anestesia ni un previo aviso, tiraba de su cremallera hacia abajo con una suavidad y parsimonia tremendamente peligrosas. La chica no se atrevió a desviar los ojos del guitarrista, pero se había puesto nerviosa. A la muchacha, que al fin y al cabo era poco experimentada y necesitaba de cariño, se le estaba haciendo cada vez más duro el contenerse, hecho que el finés podría... no. Debía notar en el pecho de la joven, que llenaba los pulmones de aire para exhalarlo pesadamente bajo el peso de su cuerpo, mientras el corazón, que ahora parecía extenderse hacia su ombligo, le latía con violentos golpes de timbal.
Cuando notó aquellos dedos de pianista aferrándose por sorpresa a su costado desnudo, a Alexa casi se le detuvo la respiración de golpe. Una exhalación corta y sonora había emergido sin querer de entre sus labios, volviendo a encontrar los ojos de su poeta, adelantándose para robarle un beso... Sus palabras susurrantes eran música sacra para sus oídos, sus caricias de miel y leche... No había cabida para un recital de Lord Byron o Shakespeare. Esa Holopänen era toda la poesía que quería escuchar.
Su nerviosismo ni siquiera se apaciguó cuando finalmente él se detuvo a reposar la cabeza sobre su vientre, sintiendo el cosquilleo de su cabello sobre su piel - Gracias, Ígnea. Gracias por estar ahí para acusar el calor que me esta entrando... - pensaba la joven, azorada, notando su piel sudorosa bajo la del guitarrista, un ardor acentuado por su enfermedad. Decía que la quería, e incluso le pedía matrimonio, y la húngara se desinflaba al escucharlo, con una flojera que apenas dejaba salir la voz y dejaba desarmada... Respiró más tranquila, esbozando de manera inconsciente una sonrisa plácida, enamorada... Y tras un momento de paz en aquella postura, acariciándole el pelo al finlandés, se irguió (con cuidado de no descubrirse demasiado bajo esa cremallera) hasta quedar sentada sobre la cama, haciendo al compositor alzar la vista cuando ella rodeaba su cuello con sus brazos, aferrándolo contra la calidez del suyo en un abrazo...
- Cariño... No tengo miedo de que me abandones. Ya no... - un beso suave sobre su cabello rubio, enredado entre sus dedos - ...Precisamente recordarte es lo que me aterraría. No porque te fueras, sino porque te apartaran de mi lado... - le alzó el mentón para encontrarse con sus labios, deteniéndose sólo para seguir susurrándole, con una expresión enamorada - No quiero que nos casemos, no para demostrarme nada, tampoco porque no tenga deseos de hacerlo... Quiero que me tomes en serio. Quiero disfrutar de cada momento con plenitud... Ya sabes... "El primer beso", "la primera cita", "la primera noche"... - otro beso, más meloso que el anterior - No quiero saltarme ningún paso ni perderme nada de ti por ir más deprisa... Tendremos todo el tiempo del mundo, al final todo llegará. Porque no hay nada más fuerte que la voluntad de vivir, y del que ama... Estaremos bien, porque somos Tú y Yo... Y eso es motivo más que suficiente para vencer a los titanes.
Ella se iba balanceando lentamente, abrazada a él, cuando comenzó a cantarle* al oído. Una voz clara y femenina que apenas levantaba el tono casi susurrante que mantenía, quizás por temor a desafinar, ya que no era una profesional en el canto...
- Te diré cuánto te quiero cuando caiga la noche... Cuando no quede temor en mi pecho que me impida susurrártelo al oído... Cuando sepa cómo demostrártelo de la manera más grande que encuentre... - le debía un respeto a él, a la relación que había terminado y a ella misma. Pero no decirlo no significaba que el finlandés no la hubiera conquistado: Ya lo había hecho - Ten paciencia, tesoro...
Tirada: 1d100
Motivo: COÑ - Porque todos tienen derechos
Dificultad: 56-
Resultado: 81 (Fracaso)
*Come in, my love
Tell me, and I'll come with you
To these lovely places
And I will believe then you
And you are asleep
Le cogió las manos mientras hablaba, girándose de lado hacia ella y mirándole con una expresión oscilante entre la preocupación y la emoción. Los ojos de aquel hombre, tan claros como eran, no resultaban nada fríos. Eran el espejo de su alma, una mirada como aquella debió inspirar frases como la de aquel poeta, Bécquer, cuando dijo que "el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada".
Claro que la tomaba en serio, le había malinterpretado por completo, quizás había sido culpa de sus maneras, solía pasar. Falken ya la tendría vestida de blanco, pero no podía -ni pretendía- ser aquel poeta escocés de los cojones. Pero si Alex quería calma, sería calma. Ya tenían el primer beso y la primera vez que durmieran juntos. Iba a necesitar un manual para lo demás, pero lo encontraría donde fuera que estuviese.
Respondió con un silencio sereno y los ojos cerrados a cada beso y atención que la muchacha le regalaba con aquella ternura innata, pero fue llegando el momento de ser él mismo y soltar la tontería de turno:
- Para ti es fácil hablar de ir despacio... No tienes treinta y cuatro tacos -le salió la risa, sin poder contenerla ni por un instante, pegándose más a ella y pasando la mejilla por su oscura melena, gozando simplemente de la cercanía. Había visto la visión de Taylor, y aquello, tal y como pensó que sería el deseo del californiano, había supuesto una bocanada de aire fresco en pleno incendio. Y sin embargo, su risa calló cuando la mujer empezó a cantar. Quien con música nace, con música ama y muere, es el veneno que adormecía y amansaba a las bestias, como por ejemplo el propio Koivusaari.
Tan solo, en medio de aquella quietud, Esa bajó de nuevo una mano para volver a buscar el costado desnudo de Alex, aferrándolo hasta casi clavar las uñas. Hay quien vive la ternura con más "intensidad". Pero al palpar la piel, húmeda por el sudor, el finlandés frunció el ceño sin llegar a abrir los ojos. Enferma. Ella estaba enferma...
Suspiró profundamente y, lentamente, se incorporó, sentándose en la cama y echando la cabeza de alante a atrás bruscamente para apartarse el pelo de la cara, rematando la jugada con un soplo hacia arriba, que desvió los últimos cabellos rubios que tanto le estorbaban.
- Es cierto: Paciencia -como un mantra. No te preocupes, fiera, ella se curará. Tiempo al tiempo- . Estás sudando -se volvió hacia Lex, cogiéndole la mano- . Haz el favor de ir a ducharte con agua bien fría, yo tengo que hablar con Sanuye todavía... Nos vemos en el Hobby Room, ¿vale, nena?
Sabía que una ducha fría no le iría nada mal, pero le daba pereza: Se había duchado antes de dormir. Aún así, después de subirse de nuevo la cremallera, Lex se cogió de la mano del finlandés para ayudarse a incorporarse. Una vez en pie junto a la cama, peinándose el cabello con los propios dedos, se permitió bromear un poco frente a Koivusaari:
- Montaré una tienda de campaña en la sección de congelados. Junto al sector de los crustáceos - Alex no había pasado del primer estadío; no podía quejarse, sobretodo cuando algunos de sus compañeros estaban mucho peor. De todos modos, entendía que el hombre se preocupara por su salud. Así que, en consecuencia, recogió el rostro del finés entre sus manos, escudriñando aquellos ojos azules como si pudiera leer entre líneas...
- ...Estoy bien - dijo, convencida de aquello - Sólo sudo, nada más. No me encuentro mal... No te preocupes por eso - esbozó una sonrisa cálida, dándole un toquecito en la punta de la nariz con el índice - Pero te haré el favor e iré a refrescarme un poco... Así aprovechas y descansas de edulcorados un ratito - pegó su frente a la de él, cerrando los ojos, susurrándole entonces... - Ve y habla con él... - Lex supuso que no iba a pasar mucho tiempo hasta que volvieran a ponerse en marcha para otra misión. Lior seguía desaparecida, y Herkus...
...Reisel.
Cita:
Un escalofrío inesperado recorrió el cuerpo de la joven de pies a cabeza. Aquella risa macabra en labios del lituano retornó en su cabeza como un golpe seco. Ella cogió aire y tragó saliva en un esfuerzo de aparentar que seguía como hace un momento, pero la verdad era que se había puesto algo nerviosa, e incluso, de pronto, le atacaba el miedo. Se acercó para alcanzar a frotar con suavidad su nariz contra la de él...
- Habla con él... Pero no tardes mucho, ¿vale? - susurró, un poco inquieta, besándole la punta de la nariz antes de separarse - Gracias por no soltarme... Estaré esperándote, tigre - sonrió, y con ello se volvió hacia la puerta para abandonar la habitación, sacándole la lengua, en un inciso y como última despedida, a Antti antes de marcharse.