Partida Rol por web

Sven abrió los dedos, dejando que uno de sus ojos observara la silueta en la puerta. Tardó unos segundos en darse cuenta de que lloraba... ¿Qué clase de palabras eran aquellas? ¿Quién dañaba a quién...? Todo iba demasiado deprisa, pero se puso en pie y se acercó, recto, abrochándose de nuevo el pantalón y apoyando el antebrazo en la pared junto a ella. No sabía exteriorizarse, pero sí era capaz de sentir empatía para con los demás...

- No me has provocado, no es culpa tuya -negó con la cabeza, inclinándola para ver los ojos de la noche- . He sido yo... ¿Te he hecho daño? No me lo perdonaría si te hubiese hecho daño... -tragó saliva y parpadeó un par de veces, apartando la vista hacia las ventanas- Me he dejado llevar... Me excité y... -suspiró largamente, bajando la cabeza- Los hombres somos repugnantes. No volverá a pasar.

Los hombres somos, los hombres esto o aquello, Nadra no quería entender, él hacía eso para que ella no se sintiera tan mal pero era obvio lo que allí había sucedido. Se volvió hacia él, pretendiendo sonreír, aquello no era ni de cerca una sonrisa.

-Tú no me has hecho daño... Nadie nunca va a hacerme daño, deja de preocuparte por los demás, tienes que preocuparte un poco por ti...-lo miró a los ojos, estaban demasiado cerca pero ya no importaba porque ahora ella sólo era un animal herido que sacaba las palabras con la mayor de las diplomacías, algo que era realmente una tortura para la aficana.-¿Te excitaste? Si, ¿y? ¡Por Dios, Sven, eres un hombre! No me digas que no volverá a pasar, lo sé, lo sé... Reconozco esas miradas, las he visto más de una vez. No volverá a pasar porque realmente nunca ocurrió, nuestro cuerpo a veces nos traiciona haciéndonos creer que queremos algo y ya lo ves... No es así-puso una manos sobre su pecho, empujándolo.-¡Eres demasiado para cualquiera, no sé qué diablos pasó y no voy a preguntarlo pero basta de culparte por todo!

Las lágrimas de Nadra caían copiosas mientras empujaba a Sven del pecho, sus movimiento eran nuevamente los de un felino enjaulado, su esbelto cuerpo había vuelto a la altura normal y su corazón latía desesperado y sabía el por qué, ahora se odiaba más que nunca, se había enamorado de él.

Él le cogió las manos y la atrajo hasta si, enfrentando el pecho de ambos y rodeándole la cintura con las manos.

- Si es así. Odio el sexo. Pero te quiero a tí -sin más preámbulos, le levantó el mentón y volvió a besarla, de nuevo sin cerrar los ojos, mirándola con aquellos ojos azul pálido en cuya profundidad uno podría congelarse. Tras ella, cerró la puerta que les separaba de Roan. Ella había accedido, ¿no? Maldita sea, Sven, déjate en paz de una maldita vez...