-Son demasiados -comentó Tulius, observando la cantidad de grandes trasgos que había en el puesto de control y lo bien armados que se hallaban-. Contra estos es mejor que no combatamos. Mejor optar por la vía diplomática si nos los volvemos a cruzar...
Afortunadamente Gorbagog y Nadja habían hecho una buena interpretación, y los grandes trasgos les habían permitido el paso. Solo entonces Tulius respiró aliviado. Si le hubiera tocado hablar a él, probablemente se hubiera puesto nervioso, llegando al tartamudeo, y les hubieran descubierto.
Angarkok.... nunca pensé que vivirís para ver este lugar, una ciudad, un reino, bajo tierra, y no enano.
Según andamos por sus calles, o sería mejor decir por las cuevas que lo conforman... nos cruzamos con toda suerte de razas de las profundidades, gentes que desconocen lo que es el sol, incluso razas fuertemente emparentadas con la mía, pero que perdieron el contacto hace muuchas generaciones. En todo caso, procuro mantenerme atento, con las armas listas, y los sentidos agudizados en un entorno que, en el fondo, no me resulta totalmente extraño...
"-... pues estar bajo tierra, es casi estar como en casa."
Oigo las palabras de preocupación de Tulius, y esbozo una sonrisa forzada, e intento tranquilizarle:
-No tenemos que luchar con nadie... ya oiste, traemos un encargo especial. -Señalo con la cabeza a Nadja- Y no hacemos preguntas estúpidas de por qué alguien de las profundidades de la tierra quiere a una hermosa mujer embarazada de la superficie; sólo la traemos. Esos grandullones tampoco se meterán en nuestros asuntos: si estamos aquí, pensarán que es por algo. La gente que se mete en los temas de otros, suele durar poco... aquí también.
- Manque me pese, Tulius tiene razón. - Dijo el norteño. - Y tú también, Kronan. Es mejor usar el sigilo y el subterfugio en esta ocasión. Aunque si de mi dependiera...
Si de Daito dependiera se liaría a hachazos con todas aquellas alimañas que rondaban por doquier. El odio que había desarrollado contra aquellos seres tras la devastación que produjeron en Kornvaskr, era ilimitado. Aunque a decir verdad, aún sin ser hospitalarios, ni tan siquiera simpáticos, parecían dedicados únicamente a sus propios asuntos. ¿Era posible que no todos aquellos seres revisaran maldad extrema? En la cabeza del norteño esa no era una opción válida.
Aunque poco a poco empezaba a replantearse aquello en lo más profundo de su ser. Gorbagog era mitad trasgo, aunque su parte humano le había dotado de un alma bondadosa. El propio Gorbagog le había hablado del difunto Jargar como de un gran amigo y compañero. ¿Podía haber excepciones? Empezaba a verlo posible.
- Oz puedo llevar. - Respondió al fin el pequeño trasgo. - Aunque ahora el templo de Giar-Notez eztá menoz vigilado será maz fácil, pero no podeiz zeguir llamando la atención. - Les miró de arriba abajo. - Vaiz muy cantozoz. Igual zi oz tapaiz un poco...
Ahora que el trasgo lo menciona, te percatas de que las calles pese a estar a abarrotadas de he gente, lo estan menos que la última vez que estuviste allí. Casi el 50% menos de gente. Y como 1/10 parte de guardias.
Sí, tenía mucha lógica lo que decía, pero ahora que miraba a mi alrededor... veía que faltaba algo.
Gente.
¿Dónde estaban todos?
Habitualmente, aquello era un hervidero, pero ahora había mucho menos movimiento en las calles... y también muy pocos guardias. ¿Y por qué tanta colaboración por parte del trasgo? No sería que...
Sin perder tiempo, agarré al bicho de sangre verde por el pescuezo. Aguantándome la tentación de matarlo allí mismo, me contenté con cerrar mis dedos alrededor de su asquerosa garganta, pero el pensamiento de acabar con él resultaba cada vez más tentador.
-¿Dónde está la gente? ¿Dónde están los guardias? Habla o te rompo el cuello. ¿Están en el templo? ¿Por eso están tan colaborador? ¡HABLA!
Al ver la reacción de Gorbagog, el joven escudero trató de detener a su enorme amigo. Si bien la suerte que corriera el trasgo no era algo que le importara, sabía que aún les podía ser de cierta utilidad.
-¡No, Scipio! ¡No le partas el cuello! -le pidió Tulius, con una fingida preocupación-. Si lo haces, no podrá decirnos nada. Tal vez sea mejor que le cortemos la nariz o los dedos de los pies...
El joven escudero no pretendía hacer tal cosa, pero confiaba en que la cobardía del pequeño trasgo le hiciera hablar cuanto antes si intuía que las amenazas iban en serio.