Partida Rol por web

El disparo de Kronan pasó cerca, muy cerca de aquel elfo, pero finalmente la bala impacto contra la enorme estatua élfica que aquel malvado descendiente de los eldar, tenía detrás. La mirada de Anwalën se centró entonces en Kronan. Había estado concentrado hasta ahora en Gorbagog y quizás aquel disparo, aunque había fallado, había roto el enlace mental entre ambos. Ese era a la postre el objetivo de Kronan, por lo que había cumplido con su cometido.

Gorbagog, logró salir del trance en el que se encontraba sumido. La mirada del elfo se desvió unos instantes antes de que su cuerpo cayera rendido a sus pies. No obstante, se sentía desorientado y con escasas fuerzas. Eso no iba a influir en su voluntad para seguir adelante. Estaba decidido a salva a Elsabeth y a destruir a aquel ser del que emanaba maldad. No obstante, si que estaba algo mermado física y mentalmente y le iba a ser bastante más difícil.

Kronan conocía bien a Euyun. Aquella niña que sacaron de un burdel de Duartala, había viajado con ellos desde allí hasta Alejandría y le perdió la pista en Peregasto, tras la fiesta de Ediberto Dolfini con el trágico final en el que su hermano y sus amigos murieron uno detrás de otro y alguno bajo sus propias manos. Una fiesta en la que también murió el rey de Catán y lo hizo con las mismas dagas que ahora empuñaba la joven Euyun.

Kornan no sabía si Euyun había enloquecido por motu propio o es que estaba siendo controlada mentalmente por su antiguo amo. Lo que si sabía era que Euyun no tenía un mal fondo. Habían compartido charlas, habían comido y cenado juntos, contado historias, cantado y bailado y sabía que aquella muchacha, quien ahora parecía afín por completo a los designios del elfo, fue una buena muchacha y que en lo más profundo de su ser, todavía debía seguir siéndolo, pese a la apariencia de perturbada que mostraba.

Fue entonces cuando Kronan se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Parecía que algo malo le estaba sucediendo. Algo que no podía controlar y que procedía directamente de aquel elfo de ojos oscuros como el infinito universo.

Kronan sintió como su antiguo amo se introducía en su mente para tratar de doblegarla. No era la primera vez que pasaba algo así, por lo que supo lo que estaba sucediendo. Ya había experimentado aquella extraña sensación antes y sabía de lo que el elfo era capaz. Posiblemente ya le había borrado la memoria con anterioridad y le había desbaratado los recuerdos para confundirle.

Su mirada era oscura como el infinito universo y pese a la distancia, el enano pudo contemplar como sus ojos mostraban mucho más de que una simple mirada podía enseñar. Kronan vio en los ojos del elfo una gran inmensidad. Vio eones de tiempo pasar frente a él mostrando un sinfín de acontecimientos, de los cuales si bien no recordaba nada, supo de inmediato que guardaban muchos secretos y que por un breve instante de tiempo, él un simple hijo de la montaña y roca, también fue custodio de los mismos.

- ¡Kronan, viejo amigo! - Gritó el elfo con una voz tenebrosa y que retumbó con un portentoso eco por toda la sala reverberando por toda la sala con una luz lilácea. - ¿Has venido a matarme? No entiendo porqué. Fuiste tu solo quien acabó con la vida de Ronan y Aurun. Sabes que Vorn se suicidó también por tu culpa... - Soltó una gran carcajada. - No te preocupes. Una vez haya concluido mi ritual, podré devolvértelos. Sólo mata a Daito y a Nadja. Hazlo por mi, querido...

Esa voz... maldito sea... otra vez...  Si... esto... algo así ya había pasado antes... fue "aquella vez"

-¡MALDITO!!!!!

..Volvió a gritar. Mirar a ese elgo a los ojos, es caer en un pozo sin fondo... pero oir su voz... es como si se metiese un gusano en la cabeza, y te comiese el cerebro... Y ahora.... le pedía que volviese a... matar... a quien no quería

-AARRGGGG!!!!

Aulló, mientras cerraba los ojos con fuerza, y se apretaba las manos contra las orejas, como si valiese de algo; hacía ya unos instantes, que se diría casi una vida entera, de lo largo que se le hicieron, que el trabuco había caído al suelo, y él sentía que las piernas le temblaban... maldito perro elfo...

Tulius sentía que su corazón latía desbocado. El disparo de Kronan había logrado roto aparentemente el enlace mental entre Gorbagog y el elfo, por lo que era el momento propicio de que su fornido amigo pudiera encargarse de Anwalën. Él, en cambio, era consciente de sus limitaciones y de que no podría hacer gran cosa contra aquel poderoso elfo, por lo que decidió atacar a Euyun, la joven de tez morena que acompañaba a Anwalën.

-¡Scipio, yo me ocupo de la mujer! ¡Vosotros a por el "orejas picudas"! -exclamó.

Tulius tomó sus estoques y se adelantó para enfrentarse a Euyun. A diferencia de con el elfo, el joven escudero no tenía intención de matarla, por lo que intentaría herirla de gravedad, buscando puntos de su cuerpo que pudieran dejarla incapacitada en combate, como los tendones, con intención de que no pudiera resultar una molestia para sus compañeros en combate ni pudiera llegar a hacer daño a Elsabeth.

Anwalën vio como Tulius corría en dirección a Euyun armado con su estoque. Aquello no pareció gustarle al elfo de ojos oscuros. Anwalën comenzó a caminar hacia él con bastante parsimonia, como si la cosa no fuera con él. No obstante y pese a su calmado paso, su rosto evidenciaba ira asesina. A mitad de camino desenfundó una espalda. Relució con la luz violeta que flotaba por todo el templo entre destellos y fogonazos. Se trataba de una espada larga, con el filo ligeramente curvo y afilada como mil demonios.

- Aléjate de aquí, hormiga... - Le dio entonces a Tulius y lanzó un espadazo contra éste. 

El filo se incrustó en el hombro de Tulius. El dolor que sintió el joven escudero, por llamarlo de alguna forma ya que aquel humano ya era oficial de milicianos, fue el más agudo que había sentido en toda su vida. El filo rompió piel, músculos, tendones y alcanzó al hueso. Fue un golpe demoledor, un golpe que podía acabar con una vida en un abrir y cerrar de ojos. ¿Sería la vida de Tulius la que se apagaría en ese preciso instante?

En cuanto se plantó al final de aquellas escaleras, se desató la tormenta.

Usualmente era él quien debía enfrentarlas, junto a su tripulación y su barco, tratando de o bien evitarlas o bien salir vivo de ellas, pero aquella vez iba a ser diferente, puesto que él iba a ser la mismísima tormenta.

Pudo parecer que escuchaba al Elfo cuando aparentemente trataba de ponerlo furioso con infantiles puyas acerca de su inminente muerte y la de sus seres queridos, pero realmente ya no escuchaba nada, simplemente estaba concentrado en dejar fluir toda aquella sangre envenenada de pura rabia homicida por todo su cuerpo. 

Antes de dejarse ir había llegado a la conclusión de que si de veras había la más mínima esperanza de sacar a alguien vivo de allí era acabando con el elfo hechicero a culaquier precio. Su instinto de proteger a Nadja o a Elsabeth iba a ser contraproducente en aquel combate, por lo que lo mejor que podía hacer era centrarse en el Elfo y en nada más. 

"Mata al elfo, mata al elfo, decapítalo, acuchíllalo, el elfo debe morir, mátalo, mata al elfo" Esos pensamientos empezaron a inundar su cabeza como la espuma de una cerveza mal tirada en una jarra. Su respiración empezó a asemejarse más a jadeos animales y, finalmente, se lanzó corriendo en dirección a su objetivo. Sin preocuparse de cubrirse o de esquivar ataque alguno, blandiendo su espada ropera con ambas manos, por encima de su cabeza y dispuesto a decargarla con todas sus fuerzas sobre Anwälen

Ese joven no le sonaba de nada, pero había intentado matar a Anwalën, era pues como los otros, no lo entendían, el seria su nuevo dios, como se atrevían a interponerse en medio, no eran aun capaces de ver que aquella joven encima del altar no era más que un pequeño insecto, un tributo, es más, debería sentirse honrada de que una vida tan insignificante como la suya tenga un propósito tan elevado. Todos deberían sentirse honrados de haber jugado un papel en la ascensión de su señor y ponerse a su servicio de inmediato, en lugar de ponerse a gritar e interrumpir el ritual.

Ella no lo permitiría.

El ataque de su señor había sido devastador,  pero ese joven estúpido seguía en pie. Bueno, eso terminaría pronto, había mas amenazas a las que hacer frente, esa debía terminar ya.

Dio un paso al frente, colocándose al lado de aquel al que había oído llamar Tulius,  y con las armas que ya tenia en las manos asesto tres rápidos cortes tratando de que estas fueran los definitivos, pues no podía perder mucho tiempo en eliminar la primera amenaza.

Muere y no molestes mas - dijo la joven recomponiéndose al instante de los rápidos ataques que había asestado para volver a fijarse en los otros insectos que aun representaban alguna amenaza.

Euyun y Anwalën la habían tomado con el pobre Tulius. Siendo un guerrero capaz, cargar en solitario contra la joven de ojos oscuros, podría haber sido una temeridad. Suerte que Daito estaba ya junto a él para apoyarle en el combate cuerpo a cuerpo. Logró incrustar su espada ropera entre las costillas del elfo. Fue una buena estocada, desde luego, pero no definitiva y ahora el elfo estaba visiblemente enfadado.

Era el momento para que Gorbagog, Kronan y Nadja actuaran en apoyo de sus compañeros, pues de otra forma lo iban a tener muy complicado para salir con vida de allí. Por otra parte, Tulius tenía que elegir entre seguir combatiendo a pecho descubierto o retirarse para evitar se masacrado. Sus heridas eran graves, ya habían dificultado bastante sus movimientos y un nuevo golpe podía ser definitivo.

Ante la solemnidad de aquel elfo, nadie reparó en que Gargjar había aprovechado la escaramuza para salir por patas de allí. Desde luego, ante los adversarios que se estaban batiendo en duelo frente a sus ojos, poco o nada podía hacer y teniendo en cuenta la perturbación que aquel ritual estaba causando en el templo y en toda la caverna, más le valía estar lejos para cuando se desencadenaran lo acontecimientos que estaban por venir.