La médium echó un vistazo pasajero sobre las pertenencias de Theodore.
—Caballeros, aquí hay algo que puede resultar peligroso para todo. En esta casa habitan seres que desconocemos.— Miró a Hopkins, esperando la incredulidad de sus ojos y prosiguió.— Deberíamos encontrar al resto, no es prudente que anden solos. Usted puede ir a buscar a la señorita —dijo señalando con la palma de la mano hacia arriba a Theodore—, como bien ha dicho Gianlucca, nosotros bajaremos con el caballero y después buscaremos en el sótano.
El caballero, por supuesto, era Raban, al que no se le había escapado ni un gesto cuando Theodore se había referido a la caja que llevaba.
—Si lo prefiere, Gianlucca, puede quedarse con Hopkins, tal vez le sirva de ayuda en la búsqueda y sobre todo ante posibles peligros. Sophie —se dirigió amablemente a la joven— usted quédese donde más segura se sienta.
Sabía que la compañía de Raban no sería de su agrado.
Helena confiaba en que Gianlucca supiera cómo actuar si volvía el peligro y empezaba a pensar que tal vez alguien más podía estar muy interesado en algún objeto de aquella casa. Las misteriosas desapariciones de sus compañeros ponían en duda su confianza.
—Si es tan amable, Theodore, el señor Raban seguro que puede cargar unos cuantos bultos al distribuidor.— Hizo un gesto para que colocara sus cosas sobre la caja que Raban parecía no querer soltar.
Después enmudeció. Estaba intranquila por lo sucedido y más aún por las personas que faltaban. ¿Podía confiar en todos ellos o alguien más sabía lo que verdaderamente estaba ocurriendo en aquella mansión?
- El hueco del desván, sí - admití ante el incrédulo Gianlucca -. En esta habitación hay una entrada al desván de la casa, miren, no he recogido todavía la escala que da acceso a este - dije.
Señalé con una mano la puerta de la habitación noreste, de la que venía.
- Si se asoman verán por donde cayó Isobel - expliqué -. Huyó despavorida y tropezó.
El grupo con el que me había encontrado parecía muy interesado en todo en general. Fruncí el ceño como en desacuerdo por separarnos después de que Blavatsky recomendase lo contrario, pero pronto corrigió para indicar a Gianlucca que, si quería, podía ayudarme a buscar a Isobel.
- Antes de abrir la caja, por favor, busquen a Isobel en la planta inferior, si me acompaña Gianlucca, busquemos en esta planta, no creo que tardemos mucho en reunirnos con nuestros compañeros - le dije al artista.
Miré las cosas que llevaba conmigo y parecí dudar.
- ¿Está seguro que podrá con ello, Raban? - le pregunté.
Gianlucca se quedó pensativo unos instantes ante las propuestas de Helena, mientras sus ojos recorrían la estancia, para detenerse finalmente en la caja que Raban llevaba.
-Está bien. -Dijo, sin estar completamente convencido. -Pero no os quedéis a solas. -Miró a la médium antes de referirse a ella directamente por su nombre. -Helena… no te recomiendo ese sótano. Id a la salita en la que hemos estado, usad el atizador de la chimenea para abrir esto, y venid a buscarnos. Iremos juntos al sótano.
-Lo que hemos visto nos ha advertido. Aún no nos hemos encontrado con el motivo de la advertencia. -Guardó silencio un instante, y luego señaló al extraño cuadro que representaba aquel perturbador bosque y que había dejado a un lado. -Creo que todos sabemos lo que pasó en Branshaw Manor. Y esta casa… no es tan diferente.
Exhaló aire lentamente, como tratando de aligerar sus pensamientos, y después se giró hacia Sophie.
-Vamos, Sophie. –Con delicadeza, tomó el brazo de la mujer para rodearlo con el suyo con actitud protectora, y la miró con una tranquilidad sorprendente después de lo que acababa de suceder. -Echaremos un vistazo más en esta planta y después podremos bajar.
-Profesor, es usted libre de acompañarnos. -Añadió un instante después, mirando a Theodore. -Dejemos el ático por ahora. Si ya han estado ahí, lo consideraré bien explorado.
Al dormitorio grande que estaba cerrado
Sophie se asomó al dormitorio de donde había salido Theodore para observar la escalera que señalaba. Un escalofrío recorrió su espalda al imaginarse la tremenda caída que había sufrido Isobel y se volvió para mirar al profesor.
— ¿Sabes qué fue lo que la aterrorizó de aquella manera? — Preguntó, volviéndose para enlazar su mirada con los ojos del hombre.
¿Habría tenido una experiencia como la que ellos mismos habían sufrido?
Hablaron de separarse y sintió un leve estremecimiento. Había llegado a la casa con la intención de conocer un poco más a Seamus, pero ahora lo único en lo que podía pensar era en el horror que debía haber vivido los últimos días de su vida....
Separarse... Sí, quizás sería lo mejor y ella tenía claro con quién quería quedarse. No albergaba ninguna intención de permanecer a solas con Raban ni con la caja que continuaba sujetando como si se tratara de un preciado tesoro. Sintió el brazo de Gianlucca rodeando el suyo y pestañeó, arrastrando la mirada para detenerla en los ojos del italiano. Asintió con un leve gesto de cabeza y sus labios se curvaron levemente, haciendo el amago de una sonrisa. Tenía la manga empapada y el frío traspasó su ropa, pero no le importó, no pensaba separarse de él, pasara lo que pasara...
— Sí, veamos qué hay en ese dormitorio y bajemos. ¿El señor Williams habrá conseguido abrirlo? — Preguntó mientras caminaban hacia la puerta, aunque no tardarían en descubrirlo.
Gianlucca propuso acabar de investigar aquella planta y me invitó a ir con el y Sophie. Asentí.
- Sí, es lo único de esta planta que nos quedaría para comprobar si Isobel está aquí - dije.
Entonces Sophie me hizo una pregunta.
- No lo sé - negué -. Pensaba que hubiera sido una sombra que la habría asustado y la habría hecho tropezar pero comentáis que habéis visto algo ¿Qué era? - le pregunté a ella recordando las palabras del artista.
Me acerqué a Raban para dejarle lo que había encontrado e incluso miré a Helena por si podía ella tomar algo para que Raban no cargase con todo, quizá pudiera ser incómodo bajar las escaleras cargado.
- Acabemos con esta planta y bajemos - dije.
Estaba preocupado por Isobel, había caído de una buena altura, había salido corriendo como alma que lleva el diablo y los allí presentes atestiguaban haber visto algo que no parecía del todo normal. Quizá alguien de la antigua secta de Seamus estuviera jugándonos una mala pasada aprovechando su conocimiento de la casa, mayor que el nuestro. Pero, por alguna razón, me callé esa reflexión interior.
Raban había escuchado todo el intercambio de palabras en el más absoluto silencio. Con el paso de los años había aprendido el inestimable valor de la discreción. «Que tu voz no resuene nunca más que la del bosque», solía decirle su padre cuando partían de caza en la zona sur de Baviera. Otto Schwartz no era más que un borracho y un perdedor, pero esa lección se gravó a fuego en la mente del joven Raban. Más tarde, en las trincheras de la Gran Guerra, su sigilo lo mantuvo a salvo de la funesta atención de los francotiradores enemigos. Observar y escuchar. Actuar sólo cuando es necesario y reporta un beneficio. El parloteo se lo dejaba a aquellos como Gianlucca o Helena, personas que parecían excitarse con el sonido de su propia voz. Ni siquiera traicionaba esa costumbre cuando despachaba a un competidor; lo único que escuchaban antes de caer muertos en medio de un solar enfangado era el ladrido de su Luger.
Los ojos grises del alemán se mantuvieron anclados en los del profesor mientras éste iba acumulando objeto tras objeto en los sus brazos. A pesar de lo abultado de la carga, Raban no dio muestras de sufrir por el peso y, con un ligero asentimiento y un amago de sonrisa, quitó importancia a la preocupación de Hopkins.
—Buena caza —dijo simplemente antes de darse la vuelta y empezar a bajar los escalones en dirección a la planta baja.
Me dirijo a la planta baja, entiendo que seguido por Madam Blavatsky.
Ya con un rumbo determinado, cada uno se dirigió al lugar que había decidido investigar. Gianlucca, Sophie y Theodore se dirigieron a la puerta junto a las escaleras, mientras que Helena y Raban bajaban con los objetos encontrados por Theodore y los encontrados por estos mismos en dirección a la planta baja. ¿Qué se encontrarían al bajar?
Helena y Raban, seguimos en la escena "Planta Baja - Distribuidor".
Algo dentro de ti te decía que Raban no debía quedarse demasiado con esa caja. ¿Y si se quedaba con el objeto? ¿Y si había visto algo que le indicara lo valioso que era? ¿Y si con eso podrías financiar tu vida de lujos por lo que te quedara en esta tierra? Debías recuperarla, aunque tomara algo de tiempo.
Algo dentro de ti te decía que Raban no debía quedarse demasiado con esa caja. ¿Y si se quedaba con el objeto? ¿Y si había visto algo que le indicara lo valioso que era? ¿Y si con eso podrías financiar tus estudios y comenzar una verdadera carrera política? Debías recuperarla, aunque tomara algo de tiempo.
El contenido de la caja te intrigaba, pero lo que más te intrigaba era la renuencia de Raban a separarse de esa caja. ¿Por qué? ¿Acaso había dado con algo extremadamente valioso que prefería acaparar? No era un buen tipo, así que no debía tener buenas intenciones. Por eso, tal vez lo mejor sería no permitir que se la quedara. ¿No estaría mejor en tus manos? ¿No le darías un mejor uso?
Los tres decidieron quedarse atrás, con el fin de inspeccionar la puerta que Matthew había estado forcejeando con la ganzúa, pero al momento en que Gianlucca intentó abrirla, los tres se dieron cuenta que seguía cerrada. ¿Cómo era posible? Habían escuchado el sonido de algo romperse, así que ¿qué se había roto?
Si inspeccionaron más de cerca, vieron algunas marcas de lo que parecían rasguños y rayas en la madera, así como en el metal de la perilla y del seguro. Sea lo que fuera que pasó, la ganzúa de Matthew no había logrado abrir la puerta, aunque sí dejó sus marcas. Claro que no encontraron rastros de la ganzúa. ¿Se habría roto? ¿La tendría todavía el detective consigo?
Al haber inspeccionado lo que querían, ¿se quedarían allí? ¿Habría llave para esa habitación en alguna parte? Tal vez no era mala idea buscarla.
Algo que sí llamó su atención fue que, a los pies de Theodore, un recipiente empolvado y llamativo que estaba tirada en el suelo, sujetado por las telarañas que la rodeaban. Por su forma y color, lo más seguro es que fuera una botella de algún licor fino abandonada y olvidada contra la pared. Tenía un corcho, así que no sería demasiado difícil abrirla para ver su contenido.
Mientras caminaban hacia la puerta, Sophie se volvió para observar como Raban se alejaba y empezaba a bajar las escaleras. Aquel hombre no le gustaba y la joven empezó a albergar serias dudas. No sabía qué contenía aquella caja, pero seguro que el alemán sabía algo y por eso se había apropiado de ella, como si contuviera el santo grial o algo parecido. Se mordió el labio, indecisa.
— No me gusta... — Musitó y miró a Gianlucca. — Ese hombre me pone los vellos de punta y no me fío un pelo. No sé qué contendrá esa caja, pero ¿por qué la acapara como si fuera su único propietario? — Le preguntó, arqueando ligeramente una de sus cejas.
La puerta permanecía cerrada, el señor Williams había sido incapaz de abrirla y tan sólo mostraba unas muescas que había dejado con sus herramientas. Se soltó del brazo del italiano, dejándole libre para que pudiera comprobar la cerradura si lo deseaba y miró a Theodore.
— Hay fuerzas oscuras en esta casa. — Empezó a explicarle y un escalofrío recorrió su espalda al rememorar el terror que había sentido en la otra habitación. — Hemos entrado en el dormitorio donde encontraron a Seamus y... — Dejó un momento suspendida en el aire la frase, sin terminarla, mientras su mirada se dirigía de nuevo hacia la puerta del dormitorio que acababan de abandonar. — Hemos presenciado un hecho paranormal. Allí, detrás de su cama, se encontraba lo que parecía su espíritu y se nos acercó, gritándonos para que abandonáramos la casa... — Mientras hablaba, su mirada se ensombreció y su voz resonó trémula. — No quiere que estemos aquí. Le debió pasar algo horrible...
El italiano observó el ahora desierto distribuidor con ojo crítico, mientras trataba de analizar la situación. Era obvio que estaban metidos en algo mucho más peligroso de lo que él mismo había esperado, y además en una situación repleta de civiles y, aún peor, periodistas.
-Eche un vistazo a esa botella, profesor. -Pidió a Theodore, suspirando. -Tal vez no sea importante, pero no me gusta dejar cosas al azar, y tal vez sea una pista. Quién sabe quién pudo regalársela.
Las sospechas de Sophie hicieron que el hombre esbozara una sonrisa sin alegría. Tal vez por eso le gustaba la mujer, porque sus instintos estaban bien afilados. Imprecisos, tal vez, pero bien encaminados. El brazo que rodeaba su cintura apretó para estrecharla contra él en un gesto de cariño.
-Raban es un asesino, Sophie. -Contestó Gianlucca con una naturalidad que contrastaba con la dureza de las palabras que estaba pronunciando. -Un mafioso con demasiado poder. Ha creado su fortuna metiendo una bala en la cabeza a todo el que se le ha opuesto. Sus manos están manchadas con la sangre de cientos, tal vez de más, y su alma es negra como el infierno.
-Pero… también es un idiota que se ha engañado a sí mismo creyéndose más de lo que es. Este lugar… esta casa… es algo que él y sus armas no podrán controlar. Si lo intenta, será devorado. Acabemos con esto y bajemos. No debe quedarse esa caja, estoy de acuerdo.
Soltó a Sophie, y se colocó justo frente a la cerradura que el detective había pretendido abrir hacía unos minutos. Mientras, escuchó cómo ella le contaba a Theodore lo sucedido, y se preguntó a sí mismo si el profesor reaccionaría con miedo o con puro escepticismo.
-Seamus estaba metido en asuntos muy oscuros, Sophie. Era un hombre brillante, pero demasiado tentado por fuerzas peligrosas. -Intervino cuando ella terminó de hablar. -¿Recuerdas ese cuadro del bosque? Su autor no es otro que el patriarca de los Branshaw… los que lideraron aquella secta demoníaca.
-Pero precisamente por eso… y porque soy muy consciente de que habría más gente peligrosa aquí… yo mismo he venido preparado. -Lentamente, se metió la mano en un lateral del traje mojado para sacar una pequeña pero bien cuidada pistola, y se acercó a la cerradura, alineando el cañón del arma con ella.
-No os asustéis.
Conteniendo la respiración, esperó a que volviese a escucharse uno de los poderosos truenos que estaban sacudiendo la mansión, y tan pronto como se escuchó, apretó el gatillo de la pistola, con la detonación enmascarada en mitad de la tormenta.
Aún con el cañón del arma humeante, observó el agujero que ahora atravesaba la puerta en el lugar de la cerradura, se incorporó, y empujó con el hombro para abrir el dormitorio.
Miraba a Sophie y a Gianlucca hablar sobre lo ocurrido con cierta cara escéptica.
- Puede que las historias que conocemos de Seamus y el estado de su mansión estén afectando a nuestra percepción - comenté.
Mi cabeza se negaba a aceptar que fueran todo hechos paranormales, aunque nada de lo que me decían tenía sentido.
- ¿Raban, un asesino? - pregunté - Ha financiado alguno de mis estudios, lo tenía por un magnate filántropo y algo frío, pero no un asesino. Pero algo me dice que lo que hay dentro de la caja que lleva consigo le interesa y mucho. No he querido pelear más por llevarla conmigo, pero deberíamos vigilar de cerca esa caja cuando volamos.
La puerta se encontraba todavía cerrada.
- Hay restos de ganzúa si el señor Marvin no ha sido capaz de abrirla, será mejor que saquemos el trozo de ganzúa rota antes de continuar - dije -. A malas, podría intentarlo yo mismo, me he traído mi juego personal, es una pequeña afición que tengo, la de perder llaves de candados y me he visto empujado a aprender a forzarlas.
Me agaché a por la botella. Cuando me levanté de nuevo con ella en la mano la examiné.
- No sé mucho de vinos, pero ¿Qué me podéis decir vosotros? - les pregunté.
Entonces Massari sacó el arma y apuntó contra la cerradura ¿Acaso esperaba abrirla a tiros? Me llevé las manos a los oídos y giré el cuerpo para evitar que, de saltar algo, acabase en mi cara. Me volví de nuevo a comprobar el resultado de la acción de Gianlucca.
-El mundo tiene siempre una cara más oscura que la que conoce, profesor. -Contestó Gianlucca después del disparo, aún examinando la cerradura.
-De todos modos le recomiendo que, si quiere seguir viviendo como hasta ahora, ignore lo que he dicho y siga pensando en Raban como hasta ahora.
-Y de hecho… tal vez no sea mala idea que alguien vaya a controlar qué es lo que hacen Helena y él con esa caja mientras miramos aquí…
«Solo somos amigos»
Se recordó, al sentir como Gianlucca nuevamente la estrechaba con su brazo. Quizás en otra situación, en otro lugar y momento, se habría apartado, manteniendo las distancias y procurando que no hubieran confusiones, pero allí no. Aquella casa la aterrorizaba y se sentía perdida y vulnerable. No le gustaba sentirse así, todo aquello estaba siendo demasiado para Sophie... Y Gianlucca... Él le daba una tranquilidad que no sabía explicar
Le miró a los ojos y asintió con un leve gesto, confirmando sus palabras sobre Raban. Aquel hombre nunca le había gustado y había procurado mantenerse bien lejos de sus garras, rompiendo cualquier trato que hubiera tenido anteriormente su padre con él. A pesar de sus reticencias, nunca se hubiera imaginado que fuera un frío y despiadado asesino. Había una sombra en él que no le gustaba. Su manera de mirarla, su frialdad al hablarle... No lo sabía, pero era algo que la había mantenido apartada de sus influencias. Ahora, tras haber escuchado sus palabras en el dormitorio, sabía lo que era y aquel miedo ciego que le había procesado, ahora sabía a qué era debido.
Su mirada se dirigió hacia Theodore y sus labios se torcieron en una pequeña mueca.
— Es peligroso, Theodore, ve con cuidado con él... — Le dijo, bajando la voz y volviendo su mirada hacia la escalera, asegurándose que no hubiera regresado y pudiera escucharla. No quiso insistir en el tema, no habían ido hasta allí para hablar de Raban Schwartz.
La información sobre el autor del cuadro del bosque provocó un estremecimiento en la mujer. Había oído hablar de lo que ocurrió en la Mansión de los Branshaw y, aunque siempre creyó que los de la secta eran un grupo de dementes que se habían juntado y habían empezado a matar, creyendo que lo hacían por una deidad superior, pero todo estaba en sus mentes y ahora... Después de haber visto a Seamus...
No, no debía dejarse llevar por miedos infundados... No tenía por qué...
Al ver la pistola en la mano de Gianlucca le miró a los ojos y, leyendo cuales eran sus intenciones, asintió con un leve gesto y se llevó las manos a los oídos, cerrando los ojos en el momento del disparo, como un acto reflejo.
Abrió de nuevo los ojos.
— ¿Ha funcionado? — Preguntó y también se acercó a la puerta, con la intención de entrar junto a Gianlucca. Se volvió para mirar a Theodore, esperando que el profesor se ofreciera para ir a ver qué hacían con la caja. Ni loca iba ella, no, no se sentía nada segura ni con uno ni con la otra...
Si querían poder ver la botella, tendrían que limpiarla o al menos abrirla. La capa de polvo era demasiado gruesa como para ver mucho más y si no conocían de vinos, sería más difícil aún identificarla. Claro que lo de la botella pareció quedar relegado a Theodore mientras Gianlucca apuntaba a la puerta con el arma. La bala entró justo por donde debía, así que solo restaba dar el empujón. Lo cierto era que el italiano no era precisamente un hombre de acción, así que incluso lanzándose con todo su peso, se le dificultó abrirla. Tuvo que insistir una vez más, pero no dio muy bien el golpe con el hombro y se lo lastimó. No era nada grave, como una fractura o una luxación, pero por lo menos la articulación le quedaría resentida por un buen rato.
El disparo se había mezclado con el trueno amplificando su potencia. ¿Los que estaban en la planta baja lo habían escuchado? Eso lo pensarían después, pues ahora entrarían a la habitación que había permanecido cerrada hasta ahora.
Tirada oculta
Motivo: Potencia Gianlucca
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 4(+2)=6 (Fracaso) [2, 2]
Tirada oculta
Motivo: Daño puerta
Tirada: 1d6
Resultado: 2 [2]
Gianlucca pierde 2 puntos de vida.
Seguimos en la escena "Planta Superior - Dormitorio Sur".
Ya con mayor claridad de dónde estabas, podías empezar a darte cuenta de que las arañas salían por la abertura de la puerta bajo tus pies, así que seguramente solo habías cerrado la puerta tras de ti, mas podías entrar a socorrer a Gianlucca, aunque... ¿De verdad querías hacerlo? ¿No te estarías poniendo en riesgo?
Mientras te debatías entre ayudar a Gianlucca o no, escuchaste una voz masculina hablar en italiano al otro lado de la puerta, aunque no podías entender del todo bien lo que decía. Poco después, escuchaste disparos. ¿Estaba luchando Gianlucca contra esa cosa solo? Si miraste alrededor, no viste a Theodore por ninguna parte y tampoco escuchabas voces en las escaleras o en el piso de abajo. Podías alertar a los demás para ayudar al italiano y no ir sola. ¿Qué harías a la final?
Bueno, es tu decisión si entras a ayudarle o no.
El pánico no la había enajenado del todo y sólo le había hecho salir de la habitación. En cuanto Sophie se dio cuenta de que seguía en la planta superior, junto a la puerta de la que acababa de salir, se quedó un instante paralizada, con las manos temblando y el corazón gritando dentro de su pecho. Detrás de aquella puerta estaba aquel monstruo...
Dio un paso hacia atrás, sin poder apartar la aterrorizada mirada de la puerta, cuando escuchó la voz de Gianlucca viniendo de dentro. ¿Estaba dirigiéndose hacia aquella cosa? Se detuvo, indecisa, sin saber qué hacer. Su mirada se dirigió hacia la escalera, planteándose bajar por ella para buscar ayuda, cuando el sonido de los disparos volvió a atraer su mirada hacia la puerta.
— ¡Gianlucca! — Pronunció su nombre con voz ahogada y trémula y una sensación de pánico empezó a arañar en su pecho. Tenía miedo por su amigo, se había quedado allí solo y estaba enfrentándose a aquel horrible monstruo...
«No puedes ser tan cobarde»
Se recriminó y tragó saliva mientras avanzaba y posaba su temblorosa mano sobre el pomo de la puerta. Bajó un instante la mirada, clavándola en su pálida mano y cogió aire antes de abrir de un tirón la puerta.
— ¡Gianlucca! — Le llamó, buscándole con la mirada y rezando en su fuero interno porque él estuviera bien.
Aún seguías nerviosa y asustada, pero no podías permitir que eso se detuviera. ¿Qué pasaría si a Gianlucca le sucediera algo pro estar enfrentándose solo a esa cosa? No lo aceptarías. Por eso, reuniste todo tu coraje restante para abrir la puerta, aunque ni siquiera tu determinación te evitó una leve vacilación presente justo en el momento en que tocaste el pomo de la puerta. Claro que no era momento de retroceder.
Abriste la puerta por fin y diste un paso para entrar y ayudar al italiano en su lucha. ¿Conseguirían sobrevivir al inminente peligro?
Seguimos en la escena "Planta Superior - Dormitorio Sur".