Partida Rol por web

MITAD DEL INVIERNO DE 4711 RA.

DÍA DEL TRABAJO, 18 DE ABADIO.

HACIA LAS NUEVE Y CUARENTA DE LA MAÑANA. - "VORKSTAG Y GRINE".

TIEMPO FRÍO, CIELO GRIS.

—¿Dónde está el chiquitajo? ¿Lo tiene Vandel agarrado? — preguntaba Cosmin mientras recogía la maza y corría mirando hacia arriba.

A Vorkstag ya le habían dado matarile. Janos lo había echado a arder a base de espadazos. Nunca hubiera pensado que algo así podría ser posible, pero cada vez que le daba un tajo el calvo chisporroteaba en llamas. Hasta que al final se prendió fuego. Se lo tenía más que merecido después de haberles arrojado las botellas esas que estallaban en la cara.

Por más que miraba por allí arriba de las pasarelas el gnomo no aparecía. Lo que faltaba era que se escapase, el muy desgraciado.

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DÍA DEL TRABAJO, 18 DE ABADIO.

HACIA LAS NUEVE Y CUARENTA DE LA MAÑANA. - "VORKSTAG Y GRINE".

TIEMPO FRÍO, CIELO GRIS.

Vorkstag está lejos de desear rendirse y lanza un golpe con la maza que acaba de envenenar con alguna sustancia para mí desconocida. Consigo esquivar el golpe por poco pero eso me hace pensar que tengo ciertas heridas que causan dolor y por las cuales podría comenzar a sangrar peligrosamente si alguna ponzoña se abriese paso en mi sangre. Me concentro un segundo para utilizar el fervor hacia mi diosa que me queda e invoco una silenciosa sanación sobre mí mismo, que cierra la mayoría de mis heridas. El alivio es instantáneo y me insufla de energías para contraatacar, lo que consigo dándole un profundo corte en el muslo izquierdo. Veo como se va debilitando aunque la criatura es resistente y todavía es capaz de luchar.

Otro golpe de la criatura se dirige a mí pero esta vez no soy capaz de salir de su trayectoria, por lo que siento el dolor cuando la maza me golpea las costillas. Mi armadura amortigua parte del golpe pero siento el crujido de mis huesos y no dudo que alguno de ellos se haya quebrado mas lo que realmente me preocupa es aquel líquido oscuro que Vorkstag vertió en su arma antes de la lucha y me preparo para los efectos de este. Pasa un segundo, dos y nada sucede.

"¡Sarenrae bendita, gracias por salvarme de sus sucias artimañas!"

Sin dudarlo un momento, lanzo un nuevo corte y esta vez rebano su abdomen, de donde comienza a manar su sangre y su aura comienza a emitir chispas que rápidamente crean unas llamas que le rodean con suave furia. El trabajo está hecho en parte, pues la más maligna de las dos criaturas ha sido acabada como merece.

Levanto la vista en busca del otro y veo como ha derrotado a Vandel y se bate contra un herido Velkan. Sin decir una palabra y concentrado en mi objetivo, avanzo hacia donde están pero el gnomo, al verme, decide huir.

 - "Maldito cobarde. ¿Ahora decides huir?"

Le persigo pero insiste en alejarse, esquivando mi filo y el de mi amigo. Baja hasta el piso inferior pero no antes de que consigamos darle alcance. Decide intentar pasar de nosotros para salir a la calle pero consigo atinarle en el último instante, partiéndolo en dos. Su cuerpo cae muerto y, ahora que le miro bien, no parece un gnomo sino alguna otra clase de criatura subterránea. Sea como sea, se ha ido y con él, las vilezas que ocultaban en este lugar y que ahora debemos buscar.

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¿Era escurridizo su enemigo o él estaba exageradamente torpe? Ese era uno de los pensamientos que cruzó la mente de Velkan mientras hendía el aire persiguiendo al diminuto alquimista. Fue la cimitarra encantada del escudero Janos, y no su hacha, la que sesgó la vida de Grine. Igual que había hecho con la de su compañero.

Velkan asintió al joven escudero sin caballero y musitó en voz baja.

—Voy a por más.

En su voz había rabia y no dejaba claro si iba a por más enemigos o a por algo más.

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Cazador se afanaba en recoger todas las cosas que había ido dejando caer de sus manos. La ballesta, la maza... Lo hacía deprisa. No le gustaba estar solo ahí abajo, rodeado de mutantes muertos. ¿Y si les daba por resucitar y morderle las pantorillas?

Cuando lo hubo recogido todo, se apresuró a subir por la escalerilla. ¿Dónde estaban los demás?

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Cuando Gruñido ve caer a Grine, casi habiendo alcanzado ya al doctor Vandel, se queda observando el lugar. Se podría decir que lo único que no está manchado de sangre son las escaleras. Ve al doctor tirado en el suelo, inconsciente, seguro, y examina la masacre de la zona inferior desde la altura.

«Más valer que aquí encontrar pruebas, si no... Amo Konrad no creo que hallar gusto en esto», pensó, mirando los cadáveres de todos esos monstruos que habían despachado casi en su totalidad sus compañeros. Miró también el lugar donde se encontraban los restos calcinados de Vorkstag, chistando con la lengua y gruñendo al pensar en la magia que había ocasionado ese efecto.

Negó con la cabeza.

«Quedar poco tiempo, no pretender dejar mis cosas tiradas...»

Comenzó a descender de vuelta a esa sala donde se le cayó todo al suelo. Escuchó algunos golpes y gritos en una sala cercana, arriba, donde se habían metido Velkan y Janos. Volvió a negar con la cabeza, con gesto tanto triste como avergonzado y algo cabizbajo.

«Ellos poder encargarse. Yo darme prisa en recoger, ellos no deber darse cuenta todo lo posible de mi torpeza. Hacerlo rápido y luego investigar».

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El tiempo se agotaba mientras la mayoría de los que estaban en la fábrica de productos químicos caían derrotados uno tras otro.

El Doctor Vandel, el más curioso siempre de los investigadores herederos del Profesor Lorrimor, yacía en el suelo. No en un charco de sangre, pues había dejado de sangrar hacía rato, pero sí debilitado y mareado por las heridas hasta el punto de permanecer apenas consciente, e incapaz de moverse.

Janos y Velkan habían dado caza al último de los dos alquimistas, cuando había tratado de huir por la entrada principal, cuando probablemente hubiera sido más inteligente hacerlo por las cloacas. Además, el extraño gnomo, o lo que fuera eso, se había quedado visiblemente disminuido, confuso y prácticamente cegado, en cuanto le dio la luz del sol.

Gruñido y Cazador trataban, por el momento sin demasiado éxito, de reorganizarse.

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Registro a Grine y guardo todas las cosas que tiene, sin darme demasiado tiempo para revisar la naturaleza de cada una de ellas pues ahora mismo es tiempo precisamente lo que nos falta. Me pongo de pie, listo para volver al interior cuando veo una extraña criatura que llega desde la parte superior del edificio. Es una criatura extraña, que parece haber sido creado con alguna extraña alquimia.

"De seguro han de ser más servidores de estos impíos seres."

La criatura tiene una actitud claramente hostil, por lo que no dudo en blandir mi arma y asesinarla de un solo golpe. No es una criatura resistente y mi golpe ha sido sumamente efectivo. Respiro, pensando en que por fin hemos terminado cuando escucho a Velkan decir que iría por más. Enarco una ceja, entendiendo que ha detectado más enemigos.

Avanzo volviendo al edificio cuando veo que otro de esos homúnculos aparece desde lo alto. Me acerco y lanzo otro corte, destrozándolo y quemándolo finalmente. Ya no parecen haber más enemigos y, por tanto, es momento de registrar este lugar lo más rápido que podamos antes de volver al juicio de una vez por todas.

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Mientras tanto, Querio seguía tumbado sobre la plataforma.

Ay...-se quejó Vandel.

Hizo una pausa. Elevó un poco la cabeza para mirar si había alguien cerca. No había nadie.

¡AY!-se volvió a quejar, más fuerte; nadie acudió a su llamada.

Ya está, me han dejado aquí. Me abandonaron a mi suerte. Soy el viejo percherón que ha dejado de ser útil. Me han sustituido por un semental más joven llamado Corrhin que dispara flechitas y suelta comentarios cautos.

Aaaaaay... me duele mucho... cuánto me duele y qué poco me quejo. Aaaaaay...

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Cazador comprobó una vez más que no se dejaba nada y subió la escalerilla. Se fue encontrando a sus compañeros, pero de Vandel ni rastro.

—¿Alguien ha visto al doctor? A ver si se ha caído a uno de esos tanques y se ha desecho. — aventuró con preocupación.

En ese momento escuchó unos quejidos que aumentaban en volumen e insistencia progresivamente. Cosmin acudió raudo a su auxilio. No estaba desecho pero tenía mala pinta.

—¡Socorro! El doctor está aquí. Se está muriendo. ¡Mirad qué cara tiene! — señaló con un dedo.

Mientras Cosmin le sujetaba innecesariamente la cabeza, Janos imploró a Sarenrae. La cara de Querio no mejoró mucho, en realidad, pero al menos se pudo poner un poco de pie y le ayudó a moverse por ahí. Le pareció que al principio se apoyaba mucho en él y Cosmin tenía que sujetarlo bastante, pero en cuanto el doctor empezó a investigar y toquetear cosas pareció mejorar de repente y dejó de necesitar su ayuda.

—Bueno, parece que está mejor, ¿eh doctor? Bueno, ¿encontráis algo o nos vamos ya? El señor Konrad estará esperándonos. — dijo con incomodidad cerca de la puerta.

Habían entrado en un negocio y habían matado a los trabajadores mutantes, a los dueños y hasta los perros mutantes que guardaban allí. Como pasase alguien a asomarse o algún mensajero trayese algún paquete estarían en un aprieto. Pero no, aquellos héroes estaban desvalijando a los muertos como si fueran unos carroñeros. No, no, buscando pistas, se decía a sí mismo para convencerse.

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Cuando Querio y el Cazador entraron en la habitación de Vorkstag, el doctor se dejó caer sobre la cama para descansar un poco más (a pesar de que las heridas más graves estaban cerradas).

Ah, vale...-reflexionó en alto-. Libros con encuadernación dura. No es lo que buscamos. Herramientas de alquimista, probablemente para uso personal. Un escritorio... Alguien debería ver en los cajones. Ey... al fondo veo una puerta.

Las puertas eran importantes. En una narración suponían un punto y a parte o incluso el final en alto de un capítulo. En la vida de aventurero pasaba lo mismo: tras la puerta de una mazmorra había un nuevo combate o un nuevo desafío.

Si no está cerrada con llave, será el aseo personal de Vorkstag y no habrá nada interesante. Si lo está... ahí encontraremos la documentación importante.

Hizo el esfuerzo de estirar desde la cama la mano hacia el pomo de la puerta. Claramente no llegaba. Aún así, lo volvió a intentar dos veces más, pero no hizo ademán de levantarse de la cama en ningún momento.

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Cuando vuelvo a entrar al edificio, escucho a Cosmin mencionar que Vandel está herido. Me acerco a él y veo que tiene varias heridas en su cuerpo. Me agacho a su lado y concentro en el poder de mi diosa:

 - "¡Oh, Sarenrae! Ruego para que sanes las heridas de este... justo... ¿luchador? Para que pueda seguir otro día... ayudando... de cierta forma... a veces indirecta... a la luz."

Un brillo más bien pobre, casi tan penoso como mi ruego se posa sobre un herida de Vandel, una chiquitita y parece sanarla aunque no del todo. Evito la mirada del hombre mientras lo sopeso con una mueca en el rostro. Finalmente suspiro y vuelvo a intentarlo con más decisión.

"Los dioses aprecian la sinceridad por sobre todo."

 - "No es el mejor luchador, tampoco es nada justo y estoy seguro de que su ayuda muchas veces tiene más dobles intenciones que puras, sin contar con que tiende a huir y abandonar a todos cuando las cosas se ponen mal pero es un aliado, Diosa mía, un amigo, y no quiero que su fin llegue si puedo evitarlo. Si sus intenciones y actos no merecen tu piedad, apelo a los míos. Otórgale la sanación que me otorgarías a mí y te ruego que confíes en mi criterio para usar tu poder pues mi devoción es grande y mis intenciones son puras. ¡Oh, Diosa Solar!"

Mi diosa escucha mi súplica sincera y un intenso brillo pálido recubre las heridas del hombre esta vez, sanando profundos cortes y quemaduras, lo suficiente para ponerle nuevamente en la carrera.

Me pongo de pie y esta vez sí le miro:

 - "Vamos rápido. Konrad y la Bestia cuentan con nosotros."

Sin esperar respuesta, vuelvo al cuerpo de Vorkstag para registrarle.

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Cazador observó a Vandel alargar el brazo para abrir la puerta y por un momento pensó en que la puerta se abriría sola. Por suerte no sucedió. Se acercó él al pomo.

—Eh... ya le ayudo, doctor. — pero la puerta estaba cerrada con llave y tuvo que esperar a que Janos la abriese.

La espera le ponía los pelos de punta, porque sus ojos se quedaban fijos en los horribles recipientes que conservaban trozos de gente. Después de aquello iba a tener pesadillas.

Por fin Janos trajo la llave y Cazador se apresuró a abrir. Entonces Vandel se levantó del catre, y lo hizo con más agilidad de la que aparentaba cuando estaba ahí sentado. Rebuscar entre las cosas de otras personas le debía dar una extraña vitalidad o algo así.

Cazador se arrimó al viejo para ver qué documentos encontraba, porque siguiendo lo que había dicho debían haber documentos importantes y no unas letrinas. Pero lo que encontraron fue especialmente horrible.

—Doctor... — Cosmin estaba pálido viendo las macabras caretas allí expuestas mientras el doctor las manipulaba y revolvía todo sin ningún pudor— No es exactamente documentación, pero creo que sí es importante...

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HACIA LAS NUEVE Y CINCUENTA DE LA MAÑANA. - "VORKSTAG Y GRINE".

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La incursión en la fábrica de productos químicos "Vorkstag y Grine" fue muy dura. Tanto, que por momentos parecía que podía llegar a ser la tumba de los herederos del Profesor Petros Lorrimor y de su acompañante civil.

El que estuviera tan cerrada a cal y canto, y además la entrada protegida por un monstruo según pudieron presentir, fue un primer indicio de que algo allí no estaba bien. El olor general a blanqueador químico era sospechosamente parecido al que se había utilizado como acelerante en el incendio del Santuario del Doctor Brada en la Isla de Karb. El hecho de que allí se hallara, en el interior de una caja fuerte quemada, lo que parecían ser restos de documentación incriminatoria contra los dos Alquimistas había constituido una primera pista bastante significativa.

El que hubiera un acceso por las cloacas convenientemente oculto, que fue precisamente el que los aventureros utilizaron pese a que su cerradura parecía imposible de forzar, apuntaba a que allí se estaban produciendo actividades ilícitas. Pronto vieron que esas actividades, además de las normales de una fábrica como aquella, parecían consistir en el tráfico de partes corporales de toda clase de bestias, tal vez como ingredientes exóticos para magos, y en la venta, bastante significativa, de cuerpos humanos. Significativa porque en los ataques al Pantano de Morast parecía haber detrás el tráfico de cadáveres, así como la utilización de extractos alquímicos por parte del perpetrador, o de los perpetradores. En Morast se había hallado además una monstruosa "máscara" hecha con la piel de una persona. Hallazgo que en su momento había parecido no tener sentido.

El que los trabajadores de la fábrica fuesen mongrels esclavizados apuntaba a más actividades ilícitas, aunque entraba dentro de lo posible que esclavizar a monstruos no fuese técnicamente ilegal en el Condado de Vieland, por aquello de que si no eran considerados personas, tal vez no tuvieran los mismos derechos. Motivados seguramente por el miedo, y tal vez enloquecidos por los vapores de las fábricas, aquellas deformes y míseras criaturas habían luchado hasta su aciago final.

El que el monstruo de la entrada finalmente hubiese resultado ser alguna clase de Gólem de Carne, probablemente no fuese per se delictivo, aunque sí resultaba curioso. Los dueños de la fábrica posiblemente le habrían comprado aquel monstruo a alguien capaz de crearlo, pues era algo que parecía por encima de sus posibilidades como alquimistas, si bien habían sido de crear a dos zombis alquímicos con su oscura ciencia, así como los dos últimos y horribles homúnculos, que habían tratado infructuosamente de huir tras la derrota de sus amos. Aquello, no obstante, parecía indicar que sabían perfectamente lo que era un Gólem de Carne y que podían usar lo que sabían de la Bestia de Lepidstadt para usarla como chivo expiatorio para tapar sus propios crímenes.

La conducta feroz de los dueños no había sido la propia de dos simples burgueses amenazados en su negocio, que ciertamente hubiera podido ser feroz en algunas circunstancias. Sino más bien la de seres que tenían mucho que ocultar y que no tenían el menor escrúpulo en combatir con venenos y con cualesquiera medios a su alcance para tratar de asegurarse la victoria.

El gnomo Grine había sido ser un adorador de una deidad maligna, pero Vorkstag era sin duda el peor, un fae oscuro conocido como un Robapieles, una criatura capaz de "vestir" sobrenaturalmente las pieles de sus víctimas para hacerse pasar por ellas de un modo extremadamente convincente. El hallazgo espeluznante del armario lleno de pieles de sus víctimas, muchas de ellos desaparecidos cuyas muertes se habían achacado en los últimos años en Lepidstadt a la actividad de la famosa Bestia, confirmaba esto. Entre las pieles había la de un mongrel de aspecto especialmente grande y feroz que hubiera podido ser utilizado para hacerse pasar por la Bestia de Lepidstadt para alguien que no la conociera bien. Además, tanto el cadáver de Vorkstag como esta enorme y sospechosa piel tenían las marcas de la mordedura de un caimán de sangre en un hombro, la misma herida que los pantaneros de Morast creían que había acabado con la criatura cuando la echaron de la aldea.

Con esto, el cuerpo de Vorkstag, y todas las pruebas y objetos con que pudieron arramblar y llevar al carruaje noble del señor Konrad, parecían tener bastantes pruebas adicionales para regresar a toda prisa a la Corte de Justicia.

A última hora, sin embargo, Gruñido, su mejor cochero para el trayecto apresurado que requerían, había pedido quedarse atrás registrando de nuevo el lugar, posiblemente motivado por la codicia de encontrar tesoros.