Partida Rol por web

TRANSCURRE TODA LA NOCHE.

MITAD DEL INVIERNO DE 4711 RA.

DÍA DEL FUEGO, 14 DE ABADIO.

ALBA.

CLIMA FRÍO Y HÚMEDO.

La noche transcurrió sin sobresaltos, los cansados viajeros pudieron descansar y recuperarse levemente de sus heridas y dolencias.

Al alba, quedó claro que Velkan se había ausentado durante la noche, pasando buena parte de la misma en solitario en el pantano. Podría ser que hubiera encontrado algo.

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DÍA DEL FUEGO, 14 DE ABADIO.

ALBA.

CLIMA FRÍO Y HÚMEDO.

Querio dejó la puerta del carromato abierta, para airear un poco, y se acercó a Janos y al Cazador rascándose la herida del mordisco de araña del día anterior.

¿Cómo está tu mano hoy... ehm...-. ¿Cómo se llamaba este chico?-"muchacho"? Me dejaste tan preocupado a noche que no fui capaz de mantener los párpados abiertos. Me dormí de puro nerviosismo, agarrotado. Siento como si no hubiera descansado bien. ¿Ya mueves bien los dedos?

La preocupación de Vandel era genuina. Tenía la sensación de haberla liado parda con sus consejos "médicos" contra el veneno. Otra cosa era que su cuerpo, con nula capacidad física, pudiera resistirse al sueño después de la caminata de ayer. No eran cosas incompatibles. Cosme, Corvin, o como quiera que se llamara era su responsabilidad, o se había vuelto su responsabilidad cuando acudió al treintañero avejentado con necesidad de consejos.

¿Gruñido ya hizo el desayuno?

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Salió de debajo del carromato con pereza. Se le agarrotaron varios músculos por la posición en la que durmió, pero rápidamente se desperezó, bostezando. Tras colgarse la espada del cinturón empezó a cumplir su rutina diaria para levantar el campamento: preparar el carromato y alistar a los caballos para el viaje.

Miró con una ceja enarcada a Querio cuando preguntó por el desayuno, pero se calló mientras esperaba a ver si su amo le daba alguna orden extra. Desde luego no tenía problemas en hacer el desayuno, pero su amo era Konrad, no Querio. Observó de reojo a Velkan, que había vuelto de su paseo nocturno con cosas. Hizo un mohín con la boca. ¿De dónde había sacado esas mierdas?

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Cazador se rascaba a propósito el brazo cerca de Janos para que éste le viera. Intentaba parecer más enfermo, pero no mucho. Se giró cuando Querio le preguntó como estaba. La noche anterior se había quedado  bastante asustado notando los picores y entumecimientos que parecían ir en aumento conforme pasaban las horas. Si hasta había seguido zarandeando al doctor un poco más, pero no había obtenido más respuesta que un ronquido un poco más fuerte, indicador de que el hombre no se había muerto en el lecho.

—Ya, ya... Pues estoy un poco mejor, doctor Vandel. — movió los dedos para comprobar — Ayer me picaban y hormigueaban los dedos, y no los sentía mucho, pero parece que hoy ya vuelven a ser los de siempre. Ya no están azulados. Eso debe ser que van recuperando sus humores normales. Gracias por preguntar. —le sonrió un poco y se giró de nuevo hacia Janos.

El joven había decidido acercarse a Janos para recibir su curación. Había visto los efectos sobre Sascha y le parecía un método mucho más efectivo que los aplicados por el doctor. Y también menos incómodos, pues no había visto en la salvaje ningún miembro estrangulado por un cordón ni se había quejado de que se le quedara nada dormido. Suponía que el buen hombre utilizaba métodos más antiguos, y claro, iban saliendo cosas más modernas.

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Al alba despuntó la figura de Velkan volviendo al campamento. Erguido, con la cara cansada y más o menos igual de magullado que cuando se fue. Caminó en silencio hasta el centro y sacó un pequeño fardo que tenía guardado entre las telas de sus ropajes y en el que había una serie de objetos que colocó con cuidado en el centro.

—Rescaté esto, seguramente sea interesante pero la mayoría de cosas apenas sé para lo que sirven. Supongo que vosotros podréis saberlo.

Se apartó un par de pasos de los objetos y esperó a escuchar los análisis de sus compañeros, con la esperanza de que alguno pudiera dar algo de luz a las sombras que él encontraba.

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Intentando no darle ninguna importancia al hecho de que esos objetos hubieran sido traídos por un Velkan ausente durante la noche, fui a examinarlos como me pidió Konrad.

Uno a uno los cogía, sentía su peso, observaba sus detalles e intentaba sentir si tenían algo de especial.

En primer lugar, la poción me llamó la atención. Tras prestar atención a su color, textura y su olor, levanté lévemente las cejas con aprobación y un instante después se la tendí a Velkan.

- Astucia de Zorro.  - Fue lo único que dije acerca de el frasco, y pasé al siguiente objeto.

Ese era curioso por su forma, que no llegaba a entender del todo, y por tener una lente que parecía difuminar la forma de los objetos que se miraban a través de ella a cierta distancia. Hice una mueca de desagrado, antes de ofrecérsela a Konrad.

- No sé lo que es. - Probablemente era la primera vez que veía una lupa en mi vida.

Después, examiné la caja con pesos y cerrojos, y me pareció que era lo que parecía ser: una caja con pesos y cerrojos. La dejé en el suelo sin ningún interés.

Por último, el frasco. No tenía tampoco nada de especial, excepto el olor que espantaría hasta a los mismísimos no muertos. Y, probablemente, tratándose de ajo, ese era su uso: disuadir a los vampiros. Imaginé que esto último ya lo habría imaginado alguien como Velkan, así que se lo devolví también, esta vez sin decir absolutamente nada, pero arrastrando la mirada de arriba a abajo por la anatomía de este intentando dilucidar su estado.

Le di la espalda, y pasé al lado de Janos de camino a la posición de Gruñido para ayudarle con el desayuno, hablando para él aunque sin llegar a mirarle.

- No ha dormido. Nada más. - Fue mi diagnóstico.

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El alba llega y es momento de agradecer a Sarenrae por permitirme despertar un día más, poder luchar en su nombre y pedir por sus bendiciones. Me pongo de rodillas en el interior de mi tienda de campaña y elevo una plegaria a la diosa solar para que brinde su gracia sobre mí, me bendiga con sus poderes y su nombre se deleite en mis labios al pronunciarla en las batallas contra la oscuridad.

Cuando he terminado, beso mi símbolo sagrado y comienzo a ponerme mi armadura. En estos parajes es muy poco sensato pasearse sin la protección debida pues, como ya hemos podido comprobar, el peligro se acecha en cualquier rincón. Cuando he terminado de ponerme todo lo que puedo solo, salgo de la tienda y pido ayuda para terminar de colocar las amarras y correas, para que pueda quedar firme.

Pero entonces veo que mis compañeros, ocupados con el regreso de Velkan y las cosas que porta, todavía tienen heridas de la batalla de ayer. Sin dudarlo, me acerco a cada uno de ellos a revisar sus heridas y su estado de salud general, para luego invocar las pocas curaciones con las que Sarenrae me bendice cada día, en mejorar un poco sus lesiones y así hacer de esta jornada un viaje con menos sufrimiento.

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Cazador aguardaba su turno con Janos, que ya se disponía a lanzar una de aquellas plegarias que cerraban el pellejo y deshacían los venenos en la sangre, cuando apareció Velkan con un fardo lleno de cachivaches.

Parecía un vendedor ambulante. ¿De dónde venía? Y sobretodo, ¿de dónde leches había sacado aquellos objetos? No se los habría robado a los deformes, claro, si estaban allí.

El joven se acercó un poco alargando el pescuezo, curioseando los objetos que Sascha husmeaba como un animalejo. Miró a unos y otros con gesto interrogante y luego se retiró de nuevo. Por fin le tocaba su turno con el monje.

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Es que cómo son los bárbaros. Como son mulas y meten en el zurrón todo lo que encuentran, terminan convirtiéndose en auténticos vertederos andantes. En su papel de antropólogo (o, al menos, parapsicólogo con aficiones e inquietudes) Querio tenía la vocación de hacer algún día un estudio sobre el tema. Lo titularía: "Síndrome de Velkanógenes: tu basura es el tesoro de un bárbaro".

Eso de astucia de zorro suena a bebida espiritosa. Por si acaso no os lo bebáis, que aún es temprano para empezar a empinar el codo.

Y hasta ahí la aportación del siempre útil Querio Vandel. Fue apartando las cosas según Sasha terminaba de examinarlas. Hacía el amago de girar los objetos como si estuviera examinándolas y las volvía a amontonar en el suelo. Hubo un instante en el que vio la oportunidad de destacar. Era horrible sentirse mayor tan prematuramente, siempre tenía que demostrarle a los demás que era una persona útil.

Eso es una lupa. Sirve para...-. A ver, ¿cómo explico esto a esta gente?-. Para hacerse el interesante. Al fin y al cabo, es como un monóculo de mano.

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Cosmin se detuvo cuando el doctor habló. Quizás las curas eran un poco de antiguamente, pero el señor mayor sabía de otras cosas y le había despertado la curiosidad.

—¿Sólo para eso? — se acercó un momento y recogió la lupa, haciendo esperar a Janos. Se la acercó al ojo medio tuerto haciendo que creciera al otro lado de la lente. Todo se distorsionó en un momento y la apartó bruscamente. Hacerse el interesante le parecía bien. Lo hacía siempre que podía, y si podía usar su ojo mejor, pero no entendía cómo aquel cristal serviría para eso— ¿Y un monóculo qué es? — preguntó dejando la lupa en el montón.

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Permaneció en pie y todo lo erguido que podía mientras observaba el nuevo botín escuchando las clasificaciones que se le iban dando a los objetos que había traído. Cuando Sascha estiró su brazo con la poción para entregársela al bárbaro, éste se mantuvo quieto y no hizo gesto alguno para recogerla. Únicamente miró a la pelirroja con unos ojos que no demostraban demasiada amistad o interés y se mantuvo en el sitio.

—No veo nada que me sea útil, guardadlo en el carro o coged algo si creéis que vais a usarlo—dijo de forma escueta antes de alejarse del montón.

Fue hacia el pescante del carro y se sentó en él, no tardó mucho en sacar su banjo y ponerse a tocar. Al principio simplemente rasguñaba las cuerdas sin encadenar ninguna melodía, hasta que algo similar a música comenzó a sonar. El pulso del matacambiantes parecía algo más tranquilo que los días anteriores y eso afectaba de forma positiva a su música.

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Miró a Sascha mientras se unía a él en la preparación del desayuno. Arqueó levemente una ceja, pues le llamó la atención la frialdad creciente entre Velkan y ella.

— ¿Segura que es la falta de sueño solamente, hermana? —Preguntó en voz baja. Le preocupaba la distancia creciente entre ellos tres. Le iba pareciendo que ya era hora de hacer las paces, por el bien del grupo frente a los peligros que les depararía el viaje.

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¡Oh, Velkan había vuelto¡ Pero, ¿cuándo se había ido?Konrad no se había dado cuenta. Por un momento, al ver lo que traía el Gorra Roja, Konrad se preocupó de que pudieran ser los objetos de la fallecida Alecee. Sin embargo, pensó que podría haberlos sacado de la madriguera de la Festejadora, seguramente de varias ingenuas presas a las que ésta hubiera dado presa.

- Gruñido, mete las cosas que no quiera Velkan en el carromato y prepara algo para desayunar.- La lupa parecía ideal para Vandel, con sus achaques, seguramente le serviría para leer pergaminos de letra minúscula.- Un monóculo es una lente que se sujeta en el ojo para poder leer letra pequeña, Cosmin. Por cierto, muchacho, ¿ha visto Janos tus heridas?- Miró al fiel escudero de su hermano, Gheorghe Myka, y le hizo un gesto con la mano.- ¿Puedes revisar cómo andan nuestros amigos después de la mordedura de esa araña? Yo voy a entrenar un rato antes de desayunar.- Dicho y hecho, Konrad se apartó un poco y, con el torso musculado al descubierto, se puso a practicar su juego de pies. Siempre le había gustado la lucha de puños y se consideraba un buen pugilista. Quizá no tanto como La Bestia, que se había cargado a la Festejadora de un puñetazo, pero se defendía.

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- Físicamente, sí. - Contesté a la pregunta de Gruñido. 

"Mentalmente, no".

- Gruñido, - continé diciendo en voz más baja, para intentar que solo él me escuchara - no tienes que ponerte de mi parte.

"Aunque también te abandonó a ti, y he sido yo quien te ha criado sola, al menos hasta que apareció Konrad". 

- Que Velkan dijera que ya no es mi hermano, no significa que no siga siendo el tuyo. Habla con él si quieres saber qué le ocurre.

Hablaba y pensaba al mismo tiempo que parecía centrarme en el desayuno, evitando la mirada del semiorco, cosa que no era extraña en mí debido a que pocas veces centaba la mirada en algo o en alguien, pero en esa ocasión sí había una cierta voluntad por mi parte. A pesar de ser una mujer sin vergüenza ni respeto por el tacto a la hora de comunicarme, aquel tema era lo suficientemente incómodo para no querer mirar a mi hermano menor a los ojos.

TRANSCURREN MUCHAS HORAS:

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DÍA DEL FUEGO, 14 DE ABADIO.

AVANZADA LA TARDE DE ESE DÍA.

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Los viajeros prosiguieron viaje, esta vez acompañando, y en cierto modo escoltando, al circo ambulante de los Parientes Retorcidos.

Por la tarde ya atravesaban campos más civilizados, con pozas, campos de cultivos, molinos, y cabañas de pastores y granjeros.

La ciudad de Lepidstadt se atisbaba ya muy cercana.

TRANSCURREN MUCHAS HORAS:

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AVANZADA LA TARDE DE ESE DÍA.

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Gracias a las providenciales y sagradas manos de Janos, Velkan se encontraba mejor. Sus heridas habían sanado en gran medida, su debilidad había desaparecido y sus brazos volvían a ser fuertes. Volver a viajar también le sentó bien, quería acabar cuanto antes con la tarea que les ocupaba. Como siempre que tenían un rato tranquilo o que se desplazaban, Velkan tomó su banjo y sentado en el pescante comenzó a tocar.

Su rostro en general adusto, estaba algo menos agriado en aquel día. No detuvo su mano de bambolear el instrumento con rítmica precisión hasta que las primeras construcciones que confirmaban la llegada a Lepidstadt hicieron acto de presencia. Entonces y únicamente por liberar sus sentidos y manos, guardó el instrumento y se puso alerta. No le gustaba nada la civilización.

TRANSCURREN MUCHAS HORAS:

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DÍA DEL FUEGO, 14 DE ABADIO.

AVANZADA LA TARDE DE ESE DÍA.

CLIMA FRÍO Y HÚMEDO.

La ciudad de Lepidstadt se vislumbra cercana y entiendo que pronto podremos entrar en ella aunque no estoy del todo seguro de que alcancemos en la presente jornada. Los tiempos de viaje siempre son más largos de lo que uno espera y no es sensato viajar de noche por Ustalav, a pesar de los pozos y otros signos de civilización en las cercanías.

"Aunque para ser justos, en este reino, las ciudades no son precisamente seguras."

Pues a pesar de que quizá no hayan bestias salvajes como en los paisajes agrestes, muchos terrores diferentes pululan en lo profundo de las ciudades y la "civilización" no está precisamente carente de peligros, muchas veces en forma de acero.

Miro el cielo y noto que la tarde está avanzada. Pronto tendré que detenerme a elevar las plegarias correspondientes a Sarenrae, como corresponde a mi fe. La diosa solar merece que se le salude al alba y despida al anochecer, agradeciendo por sus poderes y prometiéndole que no cesaré en mi lucha contra la oscuridad porque no nos ilumine con su fulgorosa mirada, pero todavía falta para ello y continúo avanzando junto a la caravana, esperando a llegar a Lepidstadt o que sea el momento de detenerme, lo que suceda antes.

TRANSCURREN MUCHAS HORAS:

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AVANZADA LA TARDE DE ESE DÍA.

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Cazador estaba ya aburrido y cansado. Bostezaba distraídamente cuando por fin vio las primeras casuchas de los laboriegos. Se enderezó en la silla del caballo tan tozudo y malintencionado que tenía bajo su trasero. Malintencionado al menos con él. Por suerte cuando se trataba de caminar en línea más o menos recta no tenía que hacer mucho.

A su lado, Janos miraba al cielo. El hombre no era demasiado parlanchín, pero aún así decidió sacarle conversación.

— Eh, Janos. ¿Habías estado alguna vez en Lepidstadt? Apuesto a que no has oído las historias que cuentan aquí sobre La Bestia... eh, la de Lepidstadt, claro, no la de, uh... — señaló con la cabeza el carruaje del señor Konrad — ya me entiendes. Son realmente terribles.

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AVANZADA LA TARDE DE ESE DÍA.

CLIMA FRÍO Y HÚMEDO.

Por un azar del viento, llega claramente hasta los viajeros la voz de un pregonero, cuando todavía están en las afueras de la ciudad:

- "¡Habitantes de Lepidstadt, recocijáos! ¡La Bestia ha sido capturada! Pronto la abominación será juzgada por crímenes contra las buenas gentes de Vieland.

¡El Hombre Castigador ahora se alza en la plaza fuera del Juzgado! Los leños han sido apilados contra sus flancos y el aceite se ha vertido en sus venas. ¡El Hombre Castigador aguarda para llevar a su pasajero a las profundidades del Infierno! Y pronto, tendrá su festín…" -

El grupo sigue avanzando, entrando propiamente en la ciudad.

Tras llegar a Lepidstadt, los aventureros encuentran que la ciudad tiene una cierta armósfera carnavalesca.

El juicio de la Bestia de Lepidtadt ya ha comenzado, y las cosas no parecen ir bien para la criatura. Una enorme pira con forma de hombre - el famoso Hombre Castigador de Lepidstadt - ha sido erigido en el círculo principal fuera de los Juzgados, y los lugareños añaden ansiosamente combustible a la efigie como preparación para la ejecución de la Bestia.

Lepidstadt es una pequeña ciudad a orillas del Río Moutray Menor, famosa por su Universidad y las extrañas piedras alzadas fuera de la ciudad llamadas el Cromlech Espiral.

Recientemente renovada, Lepidstadt es una bulliciosa y animada ciudad de estudiantes y académicos, con calles recientemente adoquinadas, amplias plazas, y grandiosas estructuras construida con piedra y madera importadas. Sin embargo, más allá de la Universidad y del centro de la ciudad, las calles estrechas y sinuosas de Lepidstadt muestran signos de su edad, con chozas en ruinas, paredes de piedra a punto de desmoronarse, y patios estrechos.

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DÍA DEL FUEGO, 14 DE ABADIO.

AVANZADA LA TARDE DE ESE DÍA.

CLIMA FRÍO Y HÚMEDO.

Los guardias les dejaron pasar sin apenas una mirada, pues con el carruaje noble, los excelentes caballos, y la imponente presencia de Janos, tenían todo el aspecto de ser la comitiva de un noble señor visitante.