RAVENGRO:
- Escena puramente narrativa.
TRANSCURRIERON DOS DÍAS.
RAVENGRO, CASA DE KENDRA LORRIMOR:
MITAD DEL INVIERNO DE 4711 RA.
DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
ALBA.
El grupo de antiguos amigos y empleados del difunto Profesor Petros Lorrimor había descansado dos días en casa de su hija, Kendra Lorrimor, tras explorar la antigua prisión en ruinas, cerca del pueblo.
Los fantasmas habían sido expulsados y el pueblo de había salvado. Posiblemente sus habitantes nunca comprenderían lo cerca que habían estado de hallar un final aciago, o de convertirse en los juguetes de espíritus sin reposo malevolentes.
Los viajeros habían reposado y se habían recuperado de la experiencia. Todos pensaban que ya habían abusado en demasía de la amable hospitalidad de Kendra Lorrimor.
Era hora ya de seguir camino, de cumplir las últimas voluntades de su antiguo patrón y amigo, el Profesor Petros Lorrimor, que deseaba que unos libros, que podían resultar peligrosos si caían en malas manos, fuesen entregados. La mayoría estaban destinados al Doctor Montagnie Crowl, de la Universidad de Lepidstadt. Y el libro de la Orden del Ojo Palatino estaba destinado a la Juez Embreth Daramid, también de la ciudad de Lepidstadt (en el Condado de Vieland). Su recompensa final por esta última tarea del testamento les sería entregada por la Juez.
Aunque era temprano, pues apenas despuntaba el Alba, la mayoría de los aventureros ya estanan levantados. Gruñido estaba preparando el carruaje y los caballos, con quienes últimamente hablaba mucho. El semiorco viajaría como conductor del carruaje noble, con Velkan a su lado en el pescante. Konrad viajaría, por supuesto, en su carruaje junto con su sirvienta Sascha, el Doctor Vandel, y el sacerdote Janos Mykerinos.
El nuevo integrante del grupo, el Cazador, pensaba que probablemente podía llevarse un viejo jamelgo de la posada, que pertenecía a uno de sus antiguos ex-compañeros, y probablemente el estafador no lo echaría en falta, o sí, quién sabe.
RAVENGRO, CASA DE KENDRA LORRIMOR:
MITAD DEL INVIERNO DE 4711 RA.
DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
ALBA.
Fuera de la casa, Tharath aúlla, sin duda ansioso por la perspectiva de abandonar por fin el pueblo de Ravengro.
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DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
ALBA.
Konrad había aprovechado para desayunar con calma mientras sus lacayos disponían todo para la partida. Cuando uno salía de viaje sólo Iomedae sabía cuándo podrías volver a comer caliente, así que disfrutaba de cada bocado como si fuera a ser el último en días. Además, los nobles como Konrad Mykephoros no abusaban de la hospitalidad, sino que se dejaban agasajar, como forma de agradecer a sus anfitriones sus atenciones para con ellos.
Algún día podré devolverle el favor a Kendra.- Pensaba distraídamente, la mente aun embotada por el sueño. Y es que le rondaba por la cabeza desposarla y llevarla a Alabustriel, donde podría poner a punto su destartalada mansión mientras él se dedicaba a la gestión de sus tierras. Sería un honor para ella y un último favor hacia su benefactor, el profesor Lorrimor.
Ya habrá tiempo de pensar en ello cuando cumplamos tus últimas voluntades, viejo amigo.
Cuando consideró que había pasado tiempo suficiente como para que sus lacayos hubieran preparado todo se dirigió primero a despedirse de Kendra. La cogió por los brazos en un gesto de cariño algo paternalista y le plantó un beso en la mejilla, como mandan las normas de protocolo, sin que sus labios acabaran de contactar con la fina piel de su rostro.
- Estaremos en contacto , Kendra. Te escribiré. Muchas gracias por todo, ha sido un placer.- Tras la sentida despedida se dirigió a supervisar los preparativos. Evidentemente confiaba ciegamente en Gruñido y Sascha, así que se dirigió a echar un vistazo, como quien no quiere la cosa, a lo que había hecho Cazador.
- ¿Ya te has hecho con una montura, Cosmin?- Le preguntó con una sonrisa en los labios, pero realmente preocupado por la suerte de su nuevo empleado. Caminar tras el carro no estaba hecho para cualquiera. Había que ser de muy buena pasta, como Gruñido, para aguantarlo. - Si no, me temo que dilapidarás mi fortuna sólo con tu gasto en botas.- Bromeó, a sabiendas de lo exiguo de la misma. Se había esforzado por recordar su nombre, por común y vulgar que se le antojara, pues Konrad era hábil para esas cosas, o al menos así lo creía. Ahora quería saber si había solucionado el tema. El carro ya iba suficientemente lleno con Vandel, Sascha y Janos, como para incluir a Cazador. A Konrad le gustaba estirar las piernas.
Mientras esperaba la respuesta su mirada se posó perezosamente en el carro. Allí estaba Gruñido, bien, todo listo, como siempre.
- ¿Sascha?- Preguntó como si la mujer pudiera aparecer en el momento en el que él demandara su presencia.- No he encontrado la cera para el pelo. Dame un poco que me he levantado con un mechón rebelde.- Mientras se acicalaba, ultimando los detalles de su aspecto con su espejo de bolsillo, vio en el reflejo la reluciente armadura de Janos. Una punzada le atenazó la boca del estómago. Su presencia le recordaba dolorosamente la ausencia de sus hermanos.
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DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
ALBA.
Se descubrió esperando ansiosamente el momento de retornar a los caminos. El coche estaba a punto, y los caballos estaban sumamente tranquilos mientras movían las patas desperezándose. La inteligencia animal no era algo que sorprendiese a Gruñido después de años cuidando a esas nobles bestias. Eran incluso más inteligentes que muchos humanos.
Él mismo estaba completamente preparado. Su armadura de cuero tachonado estaba lo más reluciente que podía estar. En la cadera izquierda llevaba terciada su espada larga (a pesar de que tendría que desabrocharla para poder sentarse a las riendas del carruaje), su machete en una funda pegada al pecho, la fusta en la siniestra, y el resto de sus armas en el carruaje. Mierda, pronto necesitaría vender algunas de esas armas. Tenía tantas que le faltaban brazos para sostenerlas. Reflexionó al respecto con brevedad: se había vuelto un acaparador compulsivo de armas, pero le gustaban. No le gustaría tanto tener que deshacerse de ellas, pero era necesario antes de que su patrón necesitase más espacio y las echara. Se entristeció un poco, lo que ensombreció su semblante.
Un sordo gruñido se generó en lo profundo de su esternón, y se fue tan rápido como apareció.
RAVENGRO, EXTERIOR DE LA CASA DE KENDRA LORRIMOR:
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DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
ALBA.
Los cuatro caballos relinchan contentos ante la presencia de Gruñido, y dos de ellos incluso le acarician con sus cabezas.
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ALBA.
Cosmin se hallaba silencioso, preparando su mochila y con todos sus pertrechos uno por uno. Le daba vueltas al hecho de que cómo conseguir una montura, pues sospechaba que en el interior había sitio libre no se atrevía a pedirlo si no se lo ofrecían. E incluso si se lo ofrecieran, no estaba seguro. El problema era que la montura a su alcance lógicamente no era de su propiedad.
Sin embargo, terminó de decidirse acerca de qué hacer al respecto cuando Konrad lo sacó de sus pensamientos indicando, fundamentalmente que o conseguía una montura, o le tocaría andar. Y a Cosmin no le pareció mal, tampoco. A fin de cuentas, Konrad era un noble, y él... bueno, pues él no.
— Señor, buenos días. — dejó su equipaje de lado y devolvió una ligeramente nerviosa sonrisa a la broma de Konrad — Lo cierto es que aún no, pero sé dónde conseguir una. Creo que su dueño no lo echará de menos...
Cierto era que tampoco quería perjudicar a sus antiguos compañeros, pero más cierto era que necesitaba un caballo. Y desde luego estaba dispuesto a conseguirlo antes que comportarse como un pedigüeño con el hombre que le había dado una segunda oportunidad.
— A fin de cuentas, quien roba a un estafador... — se decía para convencerse. Sí, definitivamente podía hacerlo. A nadie le importaría que alguien se llevara aquel jamelgo viejo y medio inútil.
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ALBA.
Vandel mesó su barba, pensativo. ¿Cómo le había llamado Konrad? El Doctor también quería decir el nombre del Cazador para que se sintiera más acogido.
Carlo-dijo a Cazador-, creo que es conveniente ponerte al tanto del cuerpo legislativo vigente. Hoy en día todo pasa a una velocidad tan vertiginosa que si no estás atento a los bandos municipales te quedas completamente desactualizado.
Verás, el artículo 28.4 ha sido reformado recientemente para tipificar las... "propiedades ajenas que tal vez no sean echadas de menos". Los robos de hasta cinco monedas de oro está penado con diez latigazos. En cuantías entre las cinco y las veinte monedas de oro, prisión con rotura de un dedo si es la primera vez, o prisión con amputación de una mano si es reincidente, o de las dos si el juez valora mala intención o daño irreparable. No basta con alegar un "creo" que no lo echará de menos. Se requiere algo más de certeza en ese tipo de interacciones humanas. No te ofendas, Gruñido-dijo, por si sentía excluido por la expresión "interacciones humanas".
¿Y si devuelves ese caballo? Creo que podríamos desenganchar a uno de los caballos de tiro del carruaje para que Carlo pueda cabalgar con nosotros. El vehículo tiraría más de un lado, y perdería más velocidad en las curvas, pero iríamos más rápido que con un compañero siguiéndonos a pie.
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DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
ALBA.
Termino de escribir la nota que le dejaré a Gheorghe por si, gracias a alguna casualidad del destino, consigue volver a Ravengro, para que pueda encontrarnos. Mi intención es ir dejándole pistas en cada paso que vaya dando, pues es la única forma en la que él pueda encontrarnos.
"De todas formas, no dejaré de buscarte. No sé muchas cosas de ese otro lado, pero no cesaré en mis esfuerzos. Una vez que hayamos cumplido nuestra promesa para el Profesor Lorrimor y su hija, me pondré a ello. Lo prometo."
Preparo las alforjas de mi caballo con todas mis pertenencias, para no olvidar nada, mientras cargo las pertenencias que Gheorghe dejó en la casa dentro de las alforjas de su propio caballo, el que llevaré conmigo hasta el día que pueda devolvérselo. Voy donde Kendra y le entrego la nota en un pergamino, cerrada con lacre y mi sello:
- "Querida Kendra, te agradezco mucho por todo lo que nos has ayudado y espero que todo te salga bien de aquí en adelante. Que Sarenrae ilumine tu camino para siempre. Por favor, solo deseo pedirte un último favor: Quiero que le entregues esto a mi maestro, Gheorghe, por si alguna vez vuelve por aquí."
Luego salgo a terminar de preparar las monturas para ir sobre mi caballo y llevar al de Gheorghe atado. Entonces veo que Cazador no tiene uno que utilizar y que le dice a Konrad que irá a buscar uno que "no echen mucho en menos". Comúnmente me habría enojado mucho con la idea de que cometiese un delito, pero Gheorghe siempre me insistió en escuchar, expiar y ser comprensivo. El perdón es una virtud y el delito no es tan mortal cuando es una necesidad.
Suspiro y le hablo:
- "Bueno, Cazador. Yo iré en mi propio caballo, por lo que puedes ir en el carruaje o, si te comprometes a tratarlo con el respeto y cuidado que merece, puedes utilizar el caballo de mi maestro, de momento."
Con eso, estaría listo el asunto de nuestra distribución para viajar hasta Lepidstadt, para cumplir nuestro cometido.
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POR LA MAÑANA TEMPRANO.
- "Así se hará, monseñor." -
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Cosmin tardó en reaccionar a las palabras de Querio el tiempo que comprendió que le estaba llamando Carlo. El joven le escuchó mirándole fijamente, esforzándose por comprender lo que le decía. Muchas de aquellas palabras complicadas se le escapaban, sin embargo "latigazos", "rotura de un dedo" y "amputación de una mano" los comprendía perfectamente.
Tragó saliva. Sus antiguos compañeros no tenían por qué enterarse de aquello, pero el tipo de la barba le había metido miedo en el cuerpo.
— Uh... entiendo. De acuerdo. — respondió, tan abrumado que ni siquiera intentó indicarle que se había equivocado con el nombre.
Pensaba aún qué hacer cuando Janos amablemente le ofreció servirse del caballo de su maestro. Un caballo formidable y que le daba mucho respeto, más aún siendo de quién era. No estaba seguro de si hubiera sido mejor el jamelgo robado o cargar con la enorme responsabilidad de llevar aquel animal.
Aún con todo aquello aceptó llevar el caballo. Tenía que demostrarles a aquellos buenos hombres, y también a sí mismo, que era muy capaz.
Se enderezó, tratando de transmitir aplomo. Carraspeó.
— Será un honor llevar el caballo de tu maestro, Janos. Prometo cuidarlo mejor que si fuera mío propio. Además, tengo buena mano con los animales. — asintió — Gracias.
Lamentablemente, momentos más tarde se haría más que evidente que, aunque tuviera mano con los animales, no tenía mano con aquel animal en concreto. A pesar de que el joven se acercó con cuidado para tocarlo, éste se revolvía y lo rechazaba. Era obvio que no le había caído bien en absoluto, cosa que confirmó cuando el caballo se giró rápidamente para propinarle una coz. Por suerte, el cazador se lo olía y pudo esquivarla a tiempo, pero fácilmente le podía haber desgraciado el otro lado de la cara.
Con enorme esfuerzo consiguió ensillarlo y montarlo, pero estaba convencido de que el mal genio de aquel caballo que estaba acostumbrado a transportar nalgas nobles le iba a traer más de un disgusto.
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ALBA.
Asunto resuelto.- No sólo Janos iría montado en su caballo, sino que, además, dejaba a Cazador el de Gheorghe, quedado más espacio libre en el carro para estirar las piernas. Perfecto. Sabía que su hermano Gheorghe estaba en alguna parte, en alguno de los múltiples planos del universo, por lo que no le daba por oficialmente muerto. Si no hubiera sido así, el caballo le pertenecería por derecho, por mucho que Janos quisiera quedárselo de recuerdo.
- Parece que tiene el carácter de mi hermano.- Dijo apareciendo con una adorable sonrisa y posando una mano en el hombro de Cosmin tras el intento de cocearle de la montura. Dicen que dos que se acuestan juntos se vuelven de la misma condición y Gheorghe, estirado como si le hubieran metido un palo por el culo, seguro que le había contagiado el agrio carácter a su montura. Los dos hermanos habían tenido sus diferencias, pero afortunadamente su último encuentro había limado asperezas.
Y justo entonces esas malditas brumas amarillas se lo llevaron...- No sólo a él si no a su desaparecido hermanastro del alma, después de años y años sin saber de él. Su recuerdo le hizo juguetear con el sello familiar que lucía en su dedo. Estaba sólo, en lo que a lazos de sangre se trataba. Menos mal que tenía otra familia.
Tras animar a Cosmin se dirigió al carruaje. Giró alrededor antes de entrar y acomodarse para dirigir unas órdenes a Gruñido. Tras ello, sentado cómodamente a la espera de ponerse en camino, dejó la puerta abierta para que entrara su compañía durante el viaje, el Profesor Querio Vandel.
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Al pasar en dirección al carro, Konrad se detuvo junto a Gruñido para susurrarle al oído.
- Échale una mano al nuevo con la montura de mi hermano. Parece un hueso duro de roer...
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Agradezco las palabras y el compromiso que Cosmin hace con el corcel de mi maestro, pues es uno de los pocos bienes que conservo de él y no quisiera que sufra daño alguno. Por sobre eso, estoy seguro de que Gheorghe estaría de acuerdo con su uso mientras este fuese en favor de la justicia y el bien. Si se le da un buen uso, todo estará bien:
- "Muchas gracias, espero que así sea."
Entonces veo que el animal no parece recibirle con mucha gracia, por lo que agrego con una sonrisa:
- "Ese caballo está acostumbrado a llevar al hombre más bueno y justo que he conocido. Compórtate bien y probablemente te aceptará más con el tiempo."
Habiendo dejado ya listos todos los enseres de las monturas, me subo en la silla sobre el lomo de mi caballo, listo para comenzar el camino. Veo que ya todos están listos para comenzar el viaje, por lo que me alisto para no ser la piedra de tope en nuestro avance. Al fin y al cabo, tengo cierta prisa por terminar este asunto luego para comenzar a buscar a mi maestro.
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ALBA.
Ni harto de vino Querio se iba a meter en el carruaje justo después de Konrad. Esa celosa guardaespaldas de Sascha aún le daba más miedo que su recientemente adoptado lobo gigante. No quería invadir su territorio.
Voy a despedirme de Kendra.
Ah, de ese nombre sí se acordaba. El doctor fue a la puerta de la casa y cogió con ambas manos las de la hija de Lorrimor. Algo alejado del carruaje, su voz se escuchaba más amortiguada, casi como un susurro.
Querida, querida, querida... Ravengro ha sido un infierno, pero haber visto la mujer en la que te has convertido me llenó de dicha divina. Volveremos a verte cuando cumplamos con la última voluntad de tu padre. Quiero que sepas...
La conversación se prolongó un rato, de estas en las que te despides pero sigues hablando cinco o diez minutos más antes de marcharte. En ocasiones, Querio Vandel hasta dejaba hablar un poco a Kendra.
... lo sé. ¿No te parece? Jajajaja... Oh, Kendra, qué chispa natural tienes...
Si le llegara a coger diez años más joven, el doctor le habría levantado a Konrad su pretendida recitando algún poema. Pero esos diez años habían pasado y Konrad había madurado hasta tener porte regio, mientras que Querio se mustiaba en una vejez prematura. También era cierto que, si la llegara a coger diez años más joven, Kendra sería una niña y la situación se volvería un poco rara.
... y acuérdate de que cuando refresque tienes que ponerte la rebequita. Y come más, que estás muy delg...
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ALBA.
Cosmin asintió a Konrad y a Janos, más por deferencia que otra cosa, porque no le cuadraba en absoluto. ¿El mismo carácter? ¿El hombre más bueno y justo que había conocido? Maldita sea, el joven admiraba profundamente a aquellos verdaderos héroes que tenía delante, y ese Gheorghe, por lo que había oído, debía ser uno extraordinario. Pero en aquellos momentos, sudando tras bregar con su caballo que casi lo cocea a pesar de su buena voluntad, comprendió que también el desaparecido Gheorghe podía ser al mismo tiempo un héroe y un pedazo de cabrón.
Como su montura.
— Yo... entiendo. — respondió a Janos — Haré todo lo posible por comportarme bien.
Tal vez es que el caballo, de algún modo, notara que había sido un miserable y un farsante en su vida. Además de que se le había pasado por la cabeza robar el caballo a sus primos. Sin saberlo podía habérsele quedado el tufo pegado y el animal era de noble cuna y lo notaba. O a saber.
De cualquier modo todavía tenía mucho que demostrar para deshacerse de su pasado y convertirse en un héroe de verdad. Empezaría por ganarse aquel caballo.
Y pensando en eso esperaba para partir, tratando de que las gentes de Ravengro no le reconocieran demasiado. Ciertamente, tenía ganas de marcharse del pueblo de una vez y ver qué les esperaba más adelante.
RAVENGRO, EXTERIOR DE LA CASA DE KENDRA LORRIMOR:
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ALBA.
Apoltronado en uno de los asientos del cómodo carruaje, con la puerta abierta esperando a que Sascha y Querio entrasen, Konrad empezaba a impacientarse. Muestra de ello era el repiqueteo en la puerta del carruaje que hacía golpeando suavemente la madera con las yemas de los dedos, uno detrás del otro, siguiendo el un ritmo lento, al principio, más rápido a medida que pasaba el tiempo. Estiró el cuello hacia la ventanilla para ver al Doctor Querio parlotear con Kendra, como si fuera un abuelo despidiéndose de su joven nieta. Afortunadamente, el noble no llegaba a escuchar lo que el ajado parapsicólogo le decía porque si no hubiera podido llegar a pensar que trataba de chafar sus planes de contraer matrimonio. Cualquier noble ustalávico le hubiera abofeteado el arrugado rostro con uno de sus mejores guantes de cuero desafiándole a un duelo a muerte. Pero no, Konrad no era uno de esos nobles incapaz de salirse de las normas establecidas, aunque era un buen pujilista. Además, confiaba en su propia presencia, no por desmerecer al pobre Querio, sino porque sabia que tenia un "no sé qué" que atraía a las mujeres como la miel a las moscas. Si Kendra no quisiera contraer matrimonio con él, ya habría alguna otra.
Hizo un aspaviento al aire como queriendo espantar una mosca y golpeó un par de veces el techo del carruaje para llamar la atención de Gruñido.
- Tenemos que ponernos en movimiento o se nos hará tarde.- No hacía falta que le dijera mucho más. Que buscara a Sascha y metiera a la fuerza a Querio en el carruaje si hacía falta. Para entretenerse en la espera, más que por otra cosa, repasó mentalmente el camino que les llevaría a Lespidstadt. Cien millas por la carretera que seguía las Montañas Colmillo pasando a través de los pueblos de Tamrivena y Courtaud antes de seguir el Río Menor Moutray, río arriba hasta su destino. Con tres días de camino sin infortunios podrían llegar y, con un poco de suerte, podrían no dormir al raso y sí en algún asentamiento a medio camino.
SALIENDO DE RAVENGRO:
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DÍA DEL BIENESTAR, 12 DE ABADIO.
POR LA MAÑANA.
Tras las despedidas de rigor, el grupo se puso en movimiento. Un carruaje noble tirado por una recua de cuatro caballos que se encontraban en formidable estado. Conducido por su cuidador, el semiorco Gruñido, con el salvaje Velkan a su lado en el pescante.
Dentro viajaban el noble Konrad Mykephoros, el líder de aquel variopinto grupo; su ama de llaves Sascha (también conocida como Danzante de las Nieves, del Clan Gorra Roja), y el Doctor Querio Vandel.
Cerraban la marcha sobre sendos caballos de guerra Janos Dimitriev Mikerinos, y Cazador.
// Salen de escena: Cazador, Doctor Querio Vandel, Gruñido, Janos Dimitriev Mykerinos, Konrad Mykephoros, Sascha Danzante de las Nieves, Velkan. - Siguen en: Viaje a Lepidstadt.