¿INVIERNO?, AÑO DESCONOCIDO.
¿QUÉ DÍA ES? ¿QUÉ MES?
HORA DESCONOCIDA. - LUGAR DESCONOCIDO.
CLIMA: GÉLIDO Y OSCURO.
La despreciativa figura sombría se difumina entre las nieblas y, un periodo de tiempo indefinido después, las nieblas grisáceas muestran lo que parece un pantano y lo que podría ser una vista exterior lejana de Schloss Caromarc. Los árboles retorcidos apenas dejan pasar para ver una miasma de aguas estancadas, cañas y barro. Algunas pequeñas criaturas corretean, trepando entre las ramas en busca del escaso y precario alimento de este entorno tan poco halagüeño. Una criatura mucho mayor se mueve despacio entre la vegetación y chapoteando en el fango. Es una criatura de forma humanoide, aunque más grande que cualquier humano. Avanza encorvada, con unos brazos que parecen demasiado largos, casi simiescos. Es una criatura que parece hecha de retazos, como fabricada a base de coser trozos procedentes de muchos cuerpos, formando una amalgama a la que después se le dio vida mediante ciencia esotérica y prohibida. La criatura llega con dificultad a un terreno algo más llano, desde el que puede verse una empinada pendiente rocosa y cascadas. Las rocas parecen coronadas por torres y edificios de ladrillo, unidos precariamente por algunos puentes.
¿INVIERNO?, AÑO DESCONOCIDO.
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CLIMA: GÉLIDO Y OSCURO.
La figura de la sacerdotisa había parecido menos etérea desde el momento que los grupos parecían haberse separado, aunque también se habia visto mas fría, mas inhumana. Más centrada, de ella un aura de suave azul se había extendido varias veces para cubrir a su grupo. La mirada de Winter iba con aprehensión hacia el otro grupo, y por instantes quiso acercarse cuando vio la forma de Anselmo casi desvanecerse. El alivio volvió a ella cuando pudo escucharle de nuevo. Estaba bien, Gruñido habia cumplido en mantenerlo a salvo...
La situación parecía ir mejorando. El ser que antes les habia hablado con una confianza maléfica se mostraba ahora frustrado, y revelaban mas verdades que todas las mentiras que había dicho antes. -Estamos vivos...- Se dijo, convencida. Habían podido vencer a las criaturas de Colina Iris. Salvar Thurstmoor. La nueva figura que se formaba sin embargo le causó un escalofrío de temor. -Anselmo, ten cuidado. El peligro se acerca... Tened cuidado, todos.- Dijo hacia aquel otro grupo. -Te esperaré al otro lado.- Prometió, su mirada helada y una sonrisa esperanzadora fija en el Enterrador.
¿INVIERNO?, AÑO DESCONOCIDO.
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CLIMA: GÉLIDO Y OSCURO.
El cerco era enorme, de leguas y leguas de amplitud. Los altísimos árboles que lo circundaban estaban a tanta distancia que no llegaban a vislumbrarse. Aunque la causa no era tanto la distancia como el fino y punzante polvo de hielo que la gélida ventisca levantaba del suelo.
En esa ventisca apenas podía avanzar, intentaba seguir la línea marcada en la nieve, un círculo dibujado con varas sagradas por otros antes que ella, un círculo entre muchos, los círculos de los rituales del culto, aquellos que debían mantener a Ithaqua apaciguado, favorable. Si es que el Antiguo podía llegar a estarlo. De vez en cuando regueros de sangre roja cruzaban las líneas labradas, y restos de cuerpos, de bestias y humanos, salpicaban los símbolos.
El frío era brutal, y su atuendo no ayudaba. ¿Por qué no se había cubierto de pieles, de montones de pieles, para afrontar el Ritual? Su piel blanca aparecía tan pálida y yerta que la tonalidad azul empezaba a predominar. Sobre sus hombros la cabellera pelirroja era lo único que daba un atisbo de calor, aunque fuera sólo en apariencia, el recuerdo del fuego que allí no ardía en ninguna parte, que, simplemente, no podía arder.
Siguió andando, trazando su propio círculo con el filo de su Gran Hacha, Rakhan, de las pocas ocasiones en que su acero rozaba el suelo y no la carne. A lo lejos, fuera del claro, tras los milenarios troncos, un lobo aullaba. Su lobo, ella lo conocía bien, él la conocía aún mejor, y no la quería allí dentro, pero ya era tarde.
De pronto, el frio se hizo insoportable, el viento arreció, y la nieve fue granizo. Un sonido a madera quebrándose, a roca precipitándose gimió en lo profundo y aumentó hasta llenar su mente, herir su cerebro.
Allí estaba, inmenso, titánico, dios sin serlo, oscuridad en la blancura, maldad en lo maligno. El círculo la protegía, pero sólo si Ithaqua quería. Ella le necesitaba una vez más, por eso le llamaba.
-Necesito... necesitamos... ¡Sobrevivir!
¿INVIERNO?, AÑO DESCONOCIDO.
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CLIMA: GÉLIDO Y OSCURO.
La forma neblinosa del espectro de Anselmo, repentinamente, se encogió. Como si un peso abrumador la contrajera contra el suelo, aplastándola. De nuevo, la silueta se alzó solo para ser de nuevo aplastada. Se alzó y comprimió violentamente, hasta cuatro veces, haciendo que la figura del enterrador prácticamente se disipara en fragmentos. Finalmente las presiones cesaron y los jirones de niebla se fueron juntando lentamente para volver a formar la encogida forma de Enterrador que lentamente se irguió, recuperando su espectral forma y mostrando al hombre hierático como una estatua, hasta que finalmente pareció insuflarse de vida y de manera desorientada, lentamente, miró a su entorno recordando.
Su forma se giró hacia la mujer que se dirigía a él. Notó la intensidad y esperanza en la mirada de ella, al igual que la gravedad de sus palabras. Pero también percibió un abrumador grito, lejano, cargado de desesperación y que sin duda pudo oírse por todo el Abandono. Grito que a él le provocó esperanza y euforia.
- Lo estáis logrando. Oigo perfectamente sus plañidos de angustia y noto el júbilo en vuestras almas. Continuad así - dijo con voz serena y grata -. No sé lo que nos va a costar acabar con todo el mal aquí presente, que sospecho es el mismos en ambos lados. Sea como sea, no sé cuando, no sé cómo, volveré con vosotros. Volveré a ti, Winter - aseveró con una queda sonrisa hacia la clérigo.
Entonces, por primera vez, escuchó la susurrante plegaria, llena de desesperación, de su compañera chamana en el Abandono. La observó con una mezcla de recelo y lástima, observando su figura espectral como envuelta en escarcha.
- No es lugar para invocar a ese ser, Sascha - intervino el sepulturero, casi admonitorio -. Son estos los dominios del Dios Amarillo, un oscuro Primigenio, y tú invocas el favor de otro. Nada bueno puede salir de ello. Son estas entidades la que nos están constantemente martirizando y maldiciendo - advirtió a la mujer para que desistiera en su intento, a pesar de sus buenas intenciones.
¿INVIERNO?, AÑO DESCONOCIDO.
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CLIMA: GÉLIDO Y OSCURO.
Había transcurrido una cantidad de tiempo indeterminado. El lugar de las nieblas, que antes pareciera vastísimo, tal vez incluso infinito, ahora parecía delimitado por una frontera de vacío, más allá del cual tan sólo aguardaban lejanas e ignotas estrellas, frías e insensibles a todo cuanto fuera humano. Ahora el lugar era más como un círculo de poco más de un kilómetro de radio. En ese círculo se movían los dos grupos de sombras nebulosas que parecían representar las almas sin descanso de los aventureros, supuestamente fenecidos muchísimo tiempo atrás. Parecía evidente que el lugar, fuera lo que fuera aquello, estaba perdiendo poder y desmoronándose poco a poco. En el lado bueno, aquello parecía representar la victoria de los héroes de uno y otro Lado, en el otro, si aquel lugar de mortecinas nieblas caía, volverían ambos grupos a verse completamente separados, salvo por los Reflejos Oscuros, que tal vez también se vieran menoscabados.
Uno de los grupos ya no parecía estar luchando, tal vez se hubiera alzado ya victorioso, sino que parecía estar rebuscando los despojos del vencedor, o estudiando e investigando en libros y documentos.
El otro grupo parecía expectante y reunido en un espacio mucho más reducido, tal vez listos para afrontar la que podía ser su batalla final.
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Repentinamente, pareció ocurrir algo inusitado en aquel lugar de nieblas, sin tiempo y sin espacio físico real, tan sólo nieblas arremolinantes y difusas. Fue como si, en algún oscuro lugar, un repositorio de nieblas amarillas hubiera vaciado súbitamente su poder, volcándolo a los espacios vacíos e infinitos que se encontraban en lugares que no eran lugares y en momentos en los que el tiempo carecía de significado. Ese inopinado vaciamiento, o volcado, de poder tuvo su efecto sobre estas misteriosas y opresivas Sombras del Futuro, que parecieron perder bruscamente la mitad de todo su poder. Todo se redujo más de extensión incluso que antes, con el previo debilitamiento de uno de los Dos Lados. Ahora esa parte del espejo parecía haberse roto.
Primero dos sombras, la que representaba al Doctor Vandel, y la que representaba a Enterrador, intercambiaron su lugar. Luego el espacio no-espacio en el que estaba el grupo liderado por el Paladín de Iomedae, Gheorghe Mykas, pareció replegarse y reducirse sólo instantes después de que su grupo se esfumara como si nunca hubiera existido.
Parecía que aquel sueño, o espacio onírico, si es que de eso se trataba, acababa de tornarse más pequeño.
// Salen de escena: Anciano Sabio, Enterrador, Gheorghe, Nigromante, Tormento de Tinieblas, Winter. - Siguen en: Thrushmoor.
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Aquello no podía estar pasando. No precisamente en ese momento. Las nieblas amarillas lo envolvieron y lo arrebataron de un momento, un lugar y una situación muy comprometidos. Los compañeros de Schloss Caromarc aguardaban a que él hiciera algo y ahora las nieblas lo frustraban todo.
Durante unos instantes perdió contacto con la realidad y con el entorno. Era similar a las anteriores veces. La niebla amarilla lo envolvía como un sudario y lo transportaban a otro lugar. Pero no era un viaje directo. En el proceso se podía advertir ese ambiente opresivo, oscuro y a la vez iluminado por una mortecina luz ocre que permitía divisar y discernir las muy lejanas siluetas de grandes torres y edificios ruinosos, apocalípticos, en una tierra yerma y estéril de tonos negros y ambarinos. Una transición en el inefable e inevitable viaje que mostraba qué separaba, qué subyacía entre ambos destinos.
El Plano de las Pesadillas. El Dominio del Dios Amarillo. El Abandono, pensó el enterrador, reconociéndolo. Era el momento de regresar, aunque no podía ser en peor momento. Pronto regresaría con aquellos que iniciara toda la andadura. Era el orden natural de las cosas, si es que podía considerarse todo aquello como algo "natural". Y cuando esperaba el último paso retornar a Thrushmoor, entonces los vio. El grupo de figuras espectrales y fantasmagóricas que formaban un corro. Y los reconoció. Aquello... podía ser una oportunidad. Deseaba poder acercarse a ellos, aunque no era dueño de su andar al ser transportado de una manera donde el control no lo imponía él.
Pero como si sus deseos se hicieran realidad, Enterrador fue propulsado hacia una de las siluetas espectrales solo para reconocerse a sí mismo en aquella forma, fusionándose con ella. Entonces los vio a todos, divididos en dos grupos. Junto a él estaban Konrad, Janos, Sascha, Velkan, Gruñido y Cazador. Frente a estos, sus antiguos camaradas. Su mirada se posó durante un instante en la de Winter. Pronto estarían de nuevo juntos. No obstante buscó frenéticamente otro rostro, divisándolo: Querio Vandel. Antes de poder emitir palabra alguna, el doctor y él parpadearon, solo para intercambiar los lugares. Después, el grupo original de Thrushmoor, él incluido, comenzaron a disiparse abandonando aquel limbo. No, no podía marcharse aún.
- ¡Vandel! ¡Las máquinas! ¡Activa las maquin..! - comenzó a advertir a su antiguo amigo. Pero su voz e imagen se esfumaron, dejando solos en el Abandono a quienes, hasta hace unos instantes, habían sido sus compañeros.
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CLIMA: GÉLIDO Y OSCURO.
Todo aquel "universo onírico de bolsillo" parecía haber quedado reducido a poco más que una representación neblinosa de la Torre del Pararrayos de Schloss Caromarc, rodeada por una especie de nada oscura infinita, o tal vez finita, al ser la nada.
En el interior de esa torre de neblina, las movedizas columnas de niebla que representaban al noble menor Konrad Mykephoros y sus seguidores se enfrentaban a una niebla mayor y monstruosa que representaba al Prometeo Aberrante, que, tal vez, al mismo tiempo podría considerarse tanto el mayor logro como el mayor fracaso del Conde Alpon Caromarc.
La sombra neblinosa que representaba a Gruñido había sido derrotada fácilmente por el monstruo y se arrastraba lentamente por el suelo hasta llegar a una pared de la torre y apoyarse en ella.
También había sido derrotada la forma de niebla que representaba a Velkan, y su luz vital prácticamente se había extinguido. Sobre ella, unida por un finísimo y tenue cordón de plata, flotaba otra silueta lejana y neblinosa, con una forma que recordaba a la del Paladín Gheorghe Mykas.
La forma más lejana del resto, elevada a unos cuantos metros de altura, era la que representaba al Doctor Querio Vandel, que se sobresaltaba periódicamente, azotada por corrientes eléctricas que llegaban a través de la estructura sobre la que estaba. Se concentraba y un extraño hilo místico, aunque de naturaleza bien distinta al que unía a Gheorghe con Velkan, le unía hasta la enorme forma de la Bestia de Lepidstadt, que había llegado al piso superior, donde se desarrollaba la lucha, atraída también por el grito de Sascha, que se mantenía algo más abajo, en segundo plano.
La forma de Konrad había visto su tamaño muy incrementado al transformarse en la Bestia, su alter ego violento y siniestro, aunque había sido manejada por el Prometeo Aberrante como si fuera un niño pequeño recibiendo una paliza por parte de un adulto.
Por último, la forma más brillante, imbuida del poder divino de la diosa solar, era la del Sacerdote-Guerrero Janos, que había terminado segando con su cimitarra la vida del Prometeo, haciendo que su chispa vital se apagara finalmente por completo.
En ese momento, las nieblas parecían haber perdido casi por completo su poder, y todo este espacio onírico-dimensional, o lo que fuera, parecía estar diluyéndose y colapsándose sobre sí mismo rápidamente.