Pasar tiempo en la cárcel... Akire no estaba demasiado de acuerdo con ello. Si bien era en gran parte responsabilidad del chico, todos estaban allí por voluntad propia, y con la premisa de que sería una experiencia aterradora y que por ello cobrarían una gran suma. Que aquel lugar hubiera cedido, no era más culpa que de las creencias del propio país. Los lugares malditos eran evacuados y abandonados por algo en esas tierras, que les preguntaran si no a las grandes empresas que tras invertir millones abandonaban edificios a medio construir.
Así lo diría en el juicio, pues si iban por la calle y se producía un socavón por causas que escapaban de nuestras manos, ¿encerrarían en la cárcel a alguien? Un accidente es un accidente, no lo había provocado el muchacho después de todo, era un castigo de la maldición del lugar a quienes entraron.
Si ello servía para que no encerraran a un inocente lo compartiría. Aunque no diría que no a esa triple recompensa, con ella podría recuperar su hogar en Japón, y procurar iniciar al acabar sus estudios una carrera musical lejos de su madre mosquito.
En aquel lugar había muerto, convertido en muñeco y recibido de nuevo. Hasta había conocido a un par de personas que podría llegar a llamar amigos si ellos le dejaban claro. Pero había un problema en toda esa experiencia, ¿Había sido real? O una alucinación colectiva por culpa de lo que la tierra contenga. Porque uno no puedo morir y regresar después, ¿Verdad?
Aunque el terror y la sensación de miedo y congoja constante, después de la primera muerte, fueron reales. Incluso cuando fue controlado y era testigo como su cuerpo daba final a uno de los presentes, sin que pudiera hacer nada. Le hacia sudar de terror de solo recordarlo. Así que si, realmente había sucedido el cuerpo no miente, no sabe. Era una sensación tan potente, que finalmente pudo volver a sonreír con sinceridad. Por un largo instante se olvido de las muertes de los que le rodearon y se regodeaba en haber conseguido ese chute de adrenalina autentica que buscaba. -JODER SI, ¡ES VERDAD! Pienso plasmar todo esto antes de que se quede como un recuerdo que regrese en las noches.
-Chicos, pienso escribir un libro de todo esto, que coño el mejor guion del puto mundo. Pero no os preocupéis no usare los nombres de aquellos que han muerto y los vuestros tampoco si no queréis por supuesto. -No pudo aguantar mas las ganas de compartir lo que pensaba con todos ellos y pese a que pudiera traerle problemas su sonrisa era casi de oreja a oreja. Algunos pensarían que estaba feliz por sobrevivir, otras que era una reacción defensiva de su psique. Pero realmente estaba feliz por haber sentido el miedo real y palpable de una situación limite y salir de allí para poder transmitirla y recordarla una y otra vez si hiciera falta. Ademas estaba esa recompensa dos veces inflada para cada uno. Dinero que ya sabia en donde gastar para llevar a cabo su siguiente proyecto personal, el mas grande hasta la fecha.
La casa se derrumbó sobre él, mientras sostenía el cuerpo de su protegida, a quien no pudo salvar, así como nunca puso saber el destino de su hermano perdido. Para John eso no era un juego, desde un principio había ingresado a esa casa para realizar una investigación, pero se vio sumido en sus misterios y oscuridad. Incluso creyó poder redimirse cuidando a Sayuri, pero incluso en eso falló. Lo último que recuerda fue la conexión con esa joven rompiéndose, al mismo tiempo que madera y escombros caían sobre él…
Despertó con una máscara de oxígeno en su cara, el cuerpo adolorido y la necesidad de levantarse de esa maldita camilla. Sus ojos buscaban, pero solo encontraba personas desconocidas y a los que se salvaron. No importaba lo que le dijeran, para él aquello no fue un sueño o las locuras que produce el cerebro que se prepara para la muerte.
Las disculpas le entraron por un oído y le salieron por el otro. Preguntaría por su hermano, esos sabrían algo de él, aceptaría el dinero y volvería a su país. Solo le quedaba alguien para proteger y esperaba no fallar en esa tarea también. Debería llevar el cuerpo de Sayuri a sus padres, explicarles lo que pasó… una versión que pudieran creer. Ahora caía en la cuenta de que no le conocía, solo tenía en su mente esa relación de protección, como si fuera de su propia sangre y debería darle su vida por ella.
Miró la casa destruida con rabia, pues era la culpable de todo ese dolor. Si fuera por él, quemaría los restos hasta que solo quedaran cenizas.
Una vez terminada la investigación, John volvió con su hermana, usando el dinero para darle una buena educación y con lo que sobró abrió un taller mecánico. De su hermano no encontró ningún tipo de dato, rindiéndose un tiempo después. Espera que, si está muerto, esté en un mundo mejor, donde nadie sufre jamás.
Se les permitió salir de aquel lugar, por lo cual cada quien retomaría su vida, aunque con una suma de dinero tan generosa, más de una cosa cambiaría para quienes habían sobrevivido.
El funeral de quienes habían perecido se llevó a cabo en el campus universitario, al fin y al cabo todos pertenecían a la misma entidad. Algunos llevaron flores, otros fotos de los fallecidos, pero todos se presentaron allí, tal vez para reafirmar que no había sido una alucinación debido a la falta de oxígeno, o tal vez porque había lazos que no desaparecerían a pesar de todo.
Algunas noches después, una estudiante curiosa fue al lugar de los hechos con la intención de buscar algo referente a la leyenda aquella que cargaba la ahora arruinada casa. Entró y encontró una empolvada casita de muñecas con unas muñecas en mal estado. Le quitó el polvo con cariño y encontró dentro 12 muñecas diferentes que parecían no tener ojos, las llevó a su habitación y limpió cada una de ellas. Había algo que llamaba su atención de todas ellas, casi parecían vivas.
Con la intención de encontrar más muñecas parecidas, volvió a la casa, pero esta vez fue aún más adentro. Después de caminar mucho, encontró una protuberancia entre los escombros, quitó con cuidado los obstáculos y llegó a una muñeca bastante peculiar, era de escala humana y era mucho más antigua que las demás. La llevó a su casa y la mostró a su en ese momento novio. Había encontrado un nuevo proyecto al cual dedicar su vida: la restauración de aquella muñeca.