Partida Rol por web

DIA 4

El día amaneció tranquilo.

No habían atacado por la noche, y eso os había dejado tranquilos...

Pero un ruido os quitó de la concentración y de la bonita felicidad que estabáis viviendo durante unos segundos... Mirastéis hacia el cielo y pudistéis ver un misil completamente armado, que surcaba el aire a una gran velocidad. No teniáis que ser muy avispados para saber que ese misil... era un misil nuclear y que iba a caer en alguna parte...

Pero allí estaba la ciudad... frente a vosotros... a solo media hora de camino...

A unos cientos de metros de la ciudad, Veronica Santángelo y Raul Tejada deciden separarse del grupo.

Los cuatro supervivientes, junto con un Caravanero llamado Jimmy, su caravana llamada Rina, y su Braman llamado Pauly, salieron al Yermo en dirección norte, hacía el lugar que les habían indicado. El Caravanero no parecía muy hablador, sin embargo, no se mostraba ni serio ni nada. Caminaba junto a su caravana con aire pensativo, como calculando sus siguientes pasos o como esperando que le soltéis alguna pregunta y tener preparada la respuesta.

Pero en ese momento, el ruido de una explosión os alertó.

No estaba cerca, se había producido a varios kilometros de allí, y el viento trajo el sonido como amortiguado, pero si, algo había explotado y era muy grande...

Y la explosión parecía provenir del Inframundo...

Cuando al fin salimos, escucho la explosión y cierro los ojos.

Lo siento, Charon.

Son las únicas palabras que le dedico. Pero entonces vuelvo a girarme hacia el caravanero.

Perdona... ¿Tienes... Tienes algo para cambiarme por balas? Si te interesa, digo.

Entonces sonrío amablemente. Quizá pudiese hacer algo de negocio, al fin y al cabo.

- ¡Tengo de todo un poco! - Dijo Jimmy. - ¡Soy un caravanero! ¡Vivo de cambiar cosas con la gente! Por qué, en vez de decirte todo lo que tengo, no me dices que necesitas y te digo si lo llevo encima. Es mucho más fácil, te lo digo yo. -

Bien... Agua limpia, herramientas de trabajo, bancos de trabajo portátiles, hélices de las que comentó nuestra compañera un poco antes, algún dispositivo de mejora para el arma de mi compañero, dispositivos de mejora personal, armaduras, vehículos, droides, aparatos viejos y estropeados. Eso.

Digo, haciendo una lista de las cosas que me interesan. Quizá demasiado amplia, pero lo bueno en mí es que soy un chico realmente abierto a casi todo y me adapto con facilidad.

- ¡Buenoooooooooooooo! ¡Tu lo que quieres es un puto almacén! - Dijo el Caravanero. - Veamos, Agua, sólo sucia, herramientas tengo algunas. Banco de trabajo portátiles eso no existe en el mundo, o no lo he encontrado. Creo que tengo alguna armadura de cuero por aquí, y alguna mira de punto rojo o de francotirador... lo de las hélices... bueno, déjalo estar. ¿Qué más? ¿Vehiculos, Droides y aparatos estropeados? Eso mejor se lo preguntas a un chatarrero, amigo Arcade. -

El hombre sonrió.

- ¿Qué quieres entonces? -

Me río ligeramente ante su broma.

Sí, quiero un almacén. Una armadura de cuero estaría bien... ¿O tienes dos? -entonces asiento con la cabeza- La mira láser también estará bien. Y las herramientas... ¿Me dejas verlas?

Vaya... Ahí también estuve yo, dice Lily pensativa. En Megatón y al día siguiente borrado. Y en el Inframundo hace dos días también. Llegué allí por la noche, después de salir de Megatón y ahora ya no existe tampoco. En ninguna de las dos ciudades había demasiada actividad, parecían pueblos fantasma.

Entonces se dio cuenta que Arcade y el Caravanero andaban hablando de negocios, por lo que la supermutante les prestó atención. Sonrió cuando el tecnócrata preguntó por una hélice; el joven sabía escuchar.

También aprovechó ella para preguntar si tenía dos cosas que realmente necesitaba. ¿No tendrás sigilantes? ¿Y pastillas tranquilizantes?

Al escuchar la detonación giro mi cabeza hacia ese lugar, aprieto los dientes al intuir de donde puede venir, no estoy seguro al cien por cien pero mi instinto me dice que proviene del inframundo. Maldita sea, no han podido arrasar el único lugar en el que podía refugiarme sin miedo por ser lo que soy tras pasar las semanas por el Yermo. ¿Pero quien ha podido ser? – me pregunto justo cuando escucho a Arcade hablar.

- No te preocupes, Arcade. Esta vida es así de perra- respondo calándome el sombrero con rostro serio sin ganas de hablar, con varias dudas recorriendo mi cabeza.
 

- Tengo... una armadura de cuero de un mercenario muerto hace una semana... sólo una... la mira telescópica... y herramientas varias como llaves inglesas, de cruz, barras de metal, la cual la mayoría de la gente del Yermo las prefiere para abrir cabezas que para aflojar tornillos. - Dijo Jimmy. - Y lo siento, señora Supermutante, Sigilantes no trabajo. Las drogas no son lo mío. -

Volvió a mirar a Arcade y sonrió.

- Puedo dejarte las dos cosas por unas... hum... veinte balas. Y las herramientas... mira a ver cual prefieres. -

Veinte balas...

Comento, más meditabundo que otra cosa, entonces miro a mi compañero y sonrío amablemente.

¿Quieres, Charon, una mirilla para tu arma? Quizá te venga bien. Si no la necesitas, sólo compraré la armadura de cuero...

Entorno mi mirada entonces con un gesto tranquilo a expensas de su respuesta.

- No voy a negar que una mirilla mejoraria mi arma pero como tu veas, Arcade - respondo a mi compañero mientras sigo pensando en el precio que le pide. 20 Balas, y de donde va a sacar esa cantidad.

Las pastillas estaban cerca de acabarse y las necesitaba. El sigilante sin embargo le corría más prisa, su cuerpo se lo pedía a gritos.

¿Necesitáis balas? Creo que tengo cuatro por algún lado, dice Lily mientras se descuelga la mochila.

Jimmy se mantiene impaciente para ver si conseguía el precio que había pedido. Estaba claro que era un buen negociante, pero seguramente con un poco de charla podría bajar el precio. Total, el regateo era cosa de todos los días en el Yermo.

Mientras los supervivientes hablaban y negociaban, llegaron a una especie de fábrica.

La misma se veía desierta...