En cuanto pueda te respondo, quiero mandar algo mínimamente elaborado y me ha pillado ocupado hoy, perdona :(
---------------------------------------------------------Noche 6---------------------------------------------------------
La historia de Sister era... interesante. Blutmond podía empatizar hasta cierto punto con ella. Aquella sensación de que era algo que no debía ser, o que debía aparentar algo que no podía ser... Sí, lo comprendía muy bien. Aquella rabia que había sentido en su interior es la misma rabia que sintió durante tantos años... hasta que la superó.
— Si Dios existe de verdad, entonces diría que no se ha equivocado contigo. Todos piensan que un Dios tiene que ser bueno y perfecto en su bondad, pero... ¿Por qué habría de ser así? Si de veras lo hay, no creo que pudiéramos comprenderlo, estaría demasiado por encima de nosotros. Pretender entender a una criatura así, y más aún, que esa criatura velara constantemente por nosotros... no es más que otra prueba de nuestro egocentrismo.
Permaneció en silencio un momento, terminando de perfilar los últimos detalles del boceto. Cuando ya parecía que no iba a responder a la pregunta de Sister, sin embargo, habló.
— Mi vida ha sido un constante pozo de odio. Cuando era pequeña, todos los días mis padres me hacían ver lo horrible que era. Me insultaban, me recordaban lo poco que merecía estar viva, lo mucho que les había costado que yo existiera, física y mentalmente. A menudo me pegaban también, pero como tampoco podía salir de casa, a nadie le importaba. Nunca existí para nadie más que para mis padres, que se esforzaban en negar mi existencia para los demás. Me esforzaba por que me reconocieran, cambié muchas veces en esos años, creyendo que algún día así tendrían a su hija perfecta. Pero me equivocaba.
Su voz era impersonal, como si aquello fuera tan lejano... tan desvinculado de quien era ahora...
— Al principio no entendía nada. ¿Por qué eran así? ¿Qué les había hecho yo? Nada tenía sentido, solo que mi vida era una maldición para ellos. O eso pensaba. En realidad, solamente muchos años más tarde, cuando crecí entre la desnutrición y el maltrato, me di cuenta de lo que realmente querían de mí. Odio. El día que tomé un cuchillo de la cocina, finalmente negándome a continuar con aquella situación, fue el día más feliz para ellos. Mientras los apuñalaba en el corazón, una y otra vez, sonreían como si Dios les hubiera dado la mejor bendición. Después pasé a los ojos, a sus bocas, a las manos y las piernas. No podía pensar más que en hacer que dejaran de existir, tanto como se habían esforzado en hacer que yo no existiera.
Hizo una breve pausa, mirándola con curiosidad. No pensaba contar tanto, de hecho no pensaba contar nada. No porque le importara especialmente lo que pensara de ella, sino porque nunca había sentido la necesidad de exteriorizarlo. Hacía tiempo que había dejado de sentir nada en especial por esos recuerdos. Le habían hecho ser lo que era ahora.
— Poco a poco fui entendiendo por qué el odio los movía tanto. Es un sentimiento poderoso, que mueve tu cuerpo como si fuera gasolina, ardiendo y quemando por dentro, pero con una energía extraordinaria. Me abrió muchas posibilidades, y supe que debía utilizarlo. Finalmente mi existencia ya no sería un secreto. Todo el mundo algún día sabría mi nombre, Blutmond.
Sonrió como si nada, cerrando el cuaderno sobre sus piernas.
— ¿Desearías que no te hubiera contado nada?
Escucho su historia con el interés de una niña escuchando su historia favorita. Sin perder detalle, bien cómoda a su lado, incluso cerrando suavemente los ojos al finalizar la historia. Cerrarlos me permitía saborear mejor el relato, imaginarme mejor aquellos rostros sonrientes mientras una pequeña Blutmond acababa con sus vidas.
Sonrisas que se empeñaban en transformarse en muecas deformes por el dolor, y su largo cabello pelirrojo, agitándose libre en el impulso de cada cuchillada, también luchaba por convertirse en lenguas de fuego que inundaban todo lo que mi imaginación abarcaba.
Al abrirlos, me siento más unida a Blutmond. No habían sido vidas iguales, pero si lo suficientemente parecidas como para creer entenderla.
-No.-no termino de entender su pregunta. ¿Pensaba que su relato me iba a escandalizar?-Yo también maté a los que me hicieron daño. Se merecían ese castigo por todo lo que nos hicieron. Y sé que nosotras también nos merecemos otro, ya sea a manos de Dios, de los héroes o de quien sea. Pero sabiendo bien lo que somos, y poniéndoselo difícil a aquellos que nos intenten detener.
Le miro y le sonrío. No sé si es por el nuevo cuerpo o la práctica, pero cada vez es más fácil hacerlo.
-No comparto tu objetivo, pues me da igual que la gente me conozca o no. Pero si es lo que quieres, yo te ayudaré.
Y le extiendo la mano, terminando de afirmar el trato que le propongo. Lo acepte o no, continúo:
-Claro que antes, habrá que salir de aquí. ¿Tienes información relevante, o alguien de quien desconfíes? Y ahora que lo pienso, todavía no sé cómo funciona tu quirk.
Añado lo último para ir aligerando por si acaso :')
— Entonces no somos tan distintas... Me alegro de haber encontrado a alguien como tú. Quizá, después de todo, eso confirme lo que ya pensábamos. No somos un error de nadie. Solo somos nosotras mismas. — Extendió la mano, estrechándosela a Sister, sellando aquel pequeño pacto. — Será un placer contar con alguien como tú.
Se estiró un poco en la cama, haciendo crujir sus hombros y su cuello. Entonces, miró de nuevo a Sister, quien preguntaba por cosas más útiles en el presente.
— No sé en quién confiar. En mis pesquisas, Kuruta no representa una amenaza, y Soul Breaker mañana debería de aparecer nuevamente muerto. Con eso, solo quedáis tú y Kanshu fuera de mi radar. Decidí confiar en ambas, aunque visto lo visto esta noche me veo en la obligación de confirmar sospechas sobre Kanshu. Y mi quirk... utiliza el odio. Concretamente, los quirks con los que me afectan, puedo volver a utilizarlos más tarde como yo quiera... Así fue como me libré del terrible destino de morir por ese "amor", como Doktar y Le Mal.
— ¿Y tú? ¿En quién confías y desconfías? Es muy probable que mañana alguna de las dos no esté.
Blutmond acepta el trato y le devuelvo la sonrisa. Un pequeño cosquilleo atraviesa mi mano, e imagino que ya no hay vuelta atrás.
-¿Kuruta no es una amenaza? ¿Pero no podría ser que aún así resultara ser aquella que falta por descubrir?-me acomodo a su lado, deseando por primera vez tener una libreta como ella. Aunque fuera para poder aclarar todas las cosas en mi cabeza.-Aunque mis dudas también las tengo sobre Kanshu... Antes tenía más información sobre todo, pero ahora mismo no me sirve precisamente...
Suspiro y me dejo resbalar hasta acabar tumbada.
-Más que nada porque las personas sobre las que tenía una idea más clara ya no están aquí.
— Investigué a Kuruta hace dos noches, era de fiar. Y nada me hace pensar que esto haya cambiado. Alanís también era de fiar anoche, pero con el libro podría haber cambiado de bando, pero ahora está muerta. Sin embargo, Kuruta ni siquiera se acercó al dichoso librito, por lo que salvo que haya pasado algo que escape a mi control, debería seguir siendo todo igual.
Se acomodó junto a Sister, echando la cabeza cerca del hombro de su pequeño cuerpecito. Su pelo se desparramó por toda la cama, y recordando lo que dijeran días atrás, alzó la cabeza un momento para liberarlo completamente, quitándose la gomilla. Dio un pequeño suspiro, antes de continuar.
— Veremos si seguimos ambas vivas para mañana. Entonces podremos ver si hay algo más en claro.
--------------------------------------------------------- Día 6 ---------------------------------------------------------
---------------------------------------------------------Noche 7---------------------------------------------------------
Haciendo caso a lo que un espejo le decía... o al revés... la muchacha se fue a la habitación final, la última zona donde se había visto a KiM, eso sí, la última vez que se había visto a KiM este estaba más que muerto, por lo que no era demasiado positivo al respecto...