Partida Rol por web

La mansión del señor Lungu era más bien una "casa de caza", la casa que alguien con mucho dinero se construiría como segundo hogar para disfrutar las vacaciones en la naturaleza. No era menos lujosa que la de cualquiera de esos ricachones que se habían instalado en la colina alta. Pero aquí el estilo "nuevo rico" era sustituido por uno "rustico adinerado" Las chimeneas no eran bonitas piezas de decoración conectadas a una conducción de gas, sino autenticas construcciones funcionales que se alimentaban con leños. Las paredes no estaban decoradas con cuadros abstractos de reconocidos pintores modernos sino con trofeos de caza, oleos y algunas fotografías antiguas. Los muebles no eran de diseño minimalista de materiales sintéticos, sino antiguas piezas fabricadas con autentica y genuina madera noble que podrían durar varias generaciones antes de romperse.

La villa se situaba fuera de la ciudad. A una media hora en coche. Por el lado interno de la frontera del bosque viejo. A los pies de la montaña. Aquello obligaba a Al a perder algo de tiempo cada vez que quería encontrarse con alguien en la ciudad. Pero a cambio había recibido un coche nuevo recién salido del concesionario nada más instalarse.

El hombre reposaba, o más bien yacía en un sillón orejero cerca de la chimenea. En su regazo reposaba un libro que miraba con "atención dispersa". Es decir, su vista apenas se apartaba del libro, pero su mirada no iba de izquierda a derecha leyendo ordenadamente, sino que iba y venia como si saltase de un dibujo a otro o leyese palabras al azar, incapaz de concentrarse.

Cuando Al entró en el salón, levanto la vista y le dedicó a su ahijado una sonrisa que, aunque amigable, le hacia sentir a uno como una gacela frente a un leon.

-Ah Albus. Que alegría verte. Ven sientate.- Hizo un gesto hacia el sillón cercano. -Tienes que contarme que tal fue tu primer día.- Cerró el libro levantando una pequeña nube de polvo y lo depositó en la mesita cercana. "Los luminares" se titulaba.

Buenas, señor.

Respondo de un modo casi mecánico. En realidad mi parada pretendía ser corta pero, a judgar por su actitud, parece que quiere hablar un poco. Miro hacia la puerta, planteándome si marcharme directamente pero, en su lugar me siento a su lado, tratando de mantener la mirada con severidad, carraspeando por el polvo levantado al cerrar el libro.

Prefiero Al, todos me llaman así -trato de convencer de lo imposible-. La noche fue más interesante que el día. Bueno, en realidad casi siempre lo es -me encojo de hombros, con indiferencia-. Fue refrescante, eso sí. Un poco de charla, otro de ejercicio, algo refrescante, y todos fuera.

¿Algo preocupante?

Pregunto, finalmente, viendo su distracción. Está bastante claro que algo quiere, el gran problema es: ¿el qué?

-Espero que Lo de partir tu nombre por la mitad no se algo que se repita más. Pasarías de Al a A y de A a...- el hombre pronunció una a muy breve".  

-Puedo intentar acordarme de ello, si te gusta más ese nombre. Imagino que Albus es demasiado medieval para tu gusto. El único con ese nombre que se escucha hoy en día es el rector de la universidad de magos de las novelas inglesas infantiles.- El hombre se recolocó con esfuerzo en el sofá, utilizando los brazos para arrastrar el resto del cuerpo entumecido hacia arriba. -Hay otros Albus famososos, pero todos con Albus como apellido. Como nombre solo Dumbledor y tú. También fue una moneda alemana.- Añadió el dato como si fuese una revelación interesantisima que podría ser el comienzo de una charla apasionamente sobre numismática o medievalismo. Aunque aquel barco naufragó antes de partir. -Piensa que podria haber sido peor... Imaginate cargar con Razvan como nombre. Lo tengo que deletrear donde quiera que vaya.

El hombre soltó una carcajada sincera. -La noche suele ser siempre mejor que el día. La oscuridad da pie a muchas... cosas divertidas y misterios. Cuando todo esta claramente iluminado hay menos espacio para la fantasía y la imaginación.

-¿Te apetece una copa? Sé que vas a salir pronto. Pero si tienes unos minutos podemos brindar por el eclipse. Y me cuentas un poco más sobre esa noche. Sobre el mueble de la esquina hay un vino especial. Traenos un par de copas y la botella.- Se refería a una pequeña botella de ceramica que esperaba lacrada.

No se partirá más.

Declaró con firmeza. Sin embargo le pareció que había intentado gastar una especie de broma, con lo cual sonrió ligeramente, casi imperceptible. La explicación sobre el ir y venir de los Albus a lo largo de la historia no le resultaban atractivos -aunque sí le pareció curiosa la historia de la moneda- y es que su padrino era como una biblioteca andante.

Hasta que no le explicó lo de deletrear el nombre, Al no había caído en la cuenta de que aquel hombre tenía un nombre realmente raro. Pero lo que realmente le sorprendió era que el hombre hablaba como si supiese algo de la noche, un hombre que las pasaba entre libros y pianos. Asintió, no obstante, tenía razón con aquello de que era más interesante.

Es de necios rechazar una invitación a un buen vino.

Y era cierto, aunque Al no fuese el mayor fan de los vinos la verdad es que el viejo Razvan tenía una colección que podría hacer sonrojar a varios catadores de la zona. Abrió pues la botella para que se airease -significase lo que significase aquello, sólo era vino- y dejó un par de copas cerca. Le miró entonces, viendo cómo había caído en su trampa al preguntarle por la noche anterior. Se encogió de hombros.

Hubo un apagón, nieve negra, un follón buscando la llave, y poco más. Pero la gente se puso histérica, completamente histérica. A mí me tocó ir a calmar a una amiga.

Explicó, sin entrar demasiado en detalles. Tampoco quería que lo llamasen loco.

Y esta noche, eclipse. También es cierto que la gente se pone nerviosa. Quizá podríamos mover la estatua del tipo del agua del centro comercial a ver si se calman un poco.

Bromeó, al menos en parte. La sensación de aquel lugar era casi mística, pero tampoco era para tanto. No obstante era una medida a tener en cuenta.

El hombre sonrió complacido cuando escuchó que sería necio rechazar una invitación. -Exacto. Las cosas buenas de la vida están para tomarlas, extender la mano hacia lo que queremos, agarrarlo con fuerza y traerlo hasta nuestro pecho. Cueste lo que eso quiera.- Posiblemente quería decir "cueste lo que cueste" pero se le había ido la cabeza a la forma de hablar de otro idioma.

-Los apagones ponen a la gente muy nerviosa. La oscuridad es una fuerza poderosa, un arquetipo mental muy primario. En la oscuridad están nuestros peores temores, ya que al no ver nada nuestra mente puede proyectar en ella nuestros mayores temores, cosas más terribles que cualquier eventual... monstruo... o animal salvaje. America se ha vuelto un pueblo blanducho. -Su tono de voz era triste y despectivo. -Ya no es capaz de defenderse a si mismo, solo aspira a comer hamburguesas y comprar en un centro comercial con parking. El pueblo que puede reclamar la independencia frente a una corona tiranica y es capaz de verter sangre para ello,... ahora necesita muros para sentirse seguro y prefiere gastarse millones en poder lanzar misiles desde cientos de kilometros antes que poner en peligro la vida de un solo soldado.  ¿Cómo no va a cagarse encima si se va la luz o se cae internet? Mediocridad...- Miró a la chimenea con una expresión que parecía decir que de tener más vitalidad se pondría a romper muebles. Aparentemente la ira del hombre salió de su cuerpo y ardió en los leños. Cuando volvió a hablar estaba más tranquilo -En cualquier caso la oscuridad puede ser tu aliada y hermosa a su manera. A veces hace falta oscuridad para ver mejor las cosas.  "La oscuridad nos fue entregada como una gracia" creo que la frase es de Kipling, pero no estoy seguro.  Lo importante es que calmases a tu amiga... satisfactoriamente...- hizo una mueca que parecía ser un amago de sonrisa y complicidad como diciendo "me parece bien que tuvieras sexo salvaje, pero no es un tema para hablar en este salón" o "te he pillado en fraganti pero haré la vista gorda".

-¡Ah! el dios pagano. A las madres cristianas no les gusta mucho... es decir les encanta ese torso musculado de macho salvaje que les dará algo rudo combinada con esa cara inocente de niño que les mimará... Pero hay gente que en vez de agarrar lo que desea, lo aparta porque alguien les han dicho que no es correcto.- Suspiró compadeciendolas. -También lo odian porque no deja de ser un Dios más antiguo que el suyo. ¿Cómo puede existir un dios anterior al verdadero? La respuesta no les gusta, asi que se ponen como talibanes contra los Budas de Bāmiyān, aunque en vez de tanques y dinamita tienen el poder de reunir firmas. Por suerte en esta isla hay... intereses con la cabeza un poco mejor puesta. Aunque no sé si la estatua en si misma haría el trabajo. Quizá se necesitaría también el sonido de los chorros de agua para que calmen a los demás. O tal vez la paz de ese sitio sea solo fruto del olor a perritos calientes y mostaza del puesto cercano.- Bromeó haciéndose el loco sobre ese tema de la misma manera que había intentado no mostrar ninguna reacción al oír la palabra "llave"

Tomo la copa que Al le ofreció y esperó a que él se sirviese otra, muy atento a que la cantidad fuese suficiente. -Por agarrar lo que queremos y reclamarlo. No podemos tener todo lo que deseamos, pero es nuestro derecho intentarlo.- Alzó la copa y tomó un trago.

A veces su padrino era un hombre extraño, con expresiones extrañas. Pero de algún modo Al entendió lo que quería decir y asintió bastante de acuerdo. Muchas veces para tomar lo que uno desea otros se opondrían -a veces su propio deseo- y había que actuar, pues de quedarse mirando perderían cualquier oportunidad.

Cuando habló de la debilidad de América, como Inglés que Al era, no pudo estar más de acuerdo. Era débil, cómoda y gorda. Sobretodo muy gorda. Presumían de armas sólo porque temían que alguien pudiese plantarles cara. Muchas veces cuando llegas a una altura, mirar para abajo te impide mirar que aún queda mucho por escalar. Aquel pensamiento le gustó, y lo dijo en voz alta.

Muchas veces cuando se llega a una altura, el temor a la caída te hace olvidad que aún no estás en la cumbre. Y es que estar en la cumbre y no seguir subiendo es aburrido. En cualquier caso -concedió- la debilidad de unos puede llamar a otros al valor, a ponerse al frente, a tomarlo y dominar.

Caso omiso total a cómo calmar a Candy, era un tema bastante incómodo para hablar con alguien como él. El discurso sobre dioses le dejó bastante extrañado. Sabía que algunas personas eran creyentes, pero eso era un tema de viejos. Una estatua sólo era una representación y si existía en verdad una entidad todopoderosa, poco podía importar cualquier otra opinión, y si no existía, podía opinar lo que quisiera, así pues... por Al podrían depilar a todos los dioses cada cabello, escama o pluma con cera hirviendo, que no le importaba.

Sirvió mientras un par de copas con una carga bastante decente, si bien no estaban a rebosar. Sabía que aquello era un insulto para los amantes del vino, por ello no lo hizo. Alzó para acompañar el brindis.

Sólo es cuestión de tiempo. Y fuerza. Brindo por ello.

Tiempo, nuevamente, parecía que se convertía en una constante. Bebió.