Partida Rol por web

El viaje hacia el norte de los Guardianes Errantes continuaba. Después de dejar Nogdem detrás, pasaron por Pontflamingo, el pueblo natal de Aethorn. Igual que en su viaje hacia el sur, los aventureros se hospedaron en la casa de los padres del paladín y al amanecer continuaron con su viaje. El siguiente punto de su viaje era el pequeño poblado de Entrebosques.

La noche estaba cayendo cuando los aventureros finalmente llegaron al poblado. Los aventureros pensaban en buscar una taberna diferente a El Cazador del Bosque, en su viaje de ida no habían acabado muy satisfechos con ella. Pero no tardaron en notar que algo extraños pasaba. Las calles de Entrebosques estaban literalmente vacías.

Alarmados, los aventureros echaron mano de sus armas, como preparados para ser atacados en cualquier momento. Finalmente encontraron un grupo de personas formado casi en su totalidad por dos humanos, cuatro humanas y una mediana. Parecían aventureros como ellos.

Al ver a los guardianes, todos ellos se sobresaltaron un poco y se pusieran en guardia. Sin duda alguna no los esperaban. Uno de ellos, tomó la iniciativa y se adelantó a su encuentro mientras que el resto se quedaban atrás.

Morowe esperaba junto a Vanadiato y al resto de Vindicadores en una tensa calma. De un momento a otro la muerte se abalanzaría sobre ellos, ¿pero desde qué punto del pueblo? ¿Había hecho bien su líder aceptando el encargo? Eran demasiado pocos para proteger todo un pueblo. Confiaba en todos y cada uno de sus compañeros pero, ¿y si los montruos que asolaban el pueblo eran demasiados para ellos? Lo único que la pequeña milicia de Entrebosques había conseguido ante la amenaza era acumular bajas, y vale que no se tratasen de aventureros experimentados como ellos. Pero eran más.

El ruido de unos pasos los puso a todos en alerta, aunque respiraron aliviados al ver que se trataban de personas vivos. Parecían aventureros y se trataba de un grupo de lo más variado. Un enano, una gnoma, una félida, dos humanos, otro que lo parecía pero que tenía ese halo de los aasimar y... ¿era eso un forjado? ¡UN FORJADO! ¿EN ESTA HORA DEL DÍA? ¿EN ESTA ÉPOCA DEL AÑO? ¿LOCALIZADO EXCLUSIVAMENTE EN ENTREBOSQUES? La bardo no daba crédito a lo que veían sus ojos.

Vanadiato dios unos pasos hacia adelante, yendo al encuentro de los aventureros, mientras ellos esperaban. Típico de él.

El hombre llevaba una larga túnica negra, una armadura de cuero encima y una fina espada curvada al cinto. Tenía el pelo largo, barba y pendientes.

—Buenas noches—los saludó cortésmente con una educada inclinación de cabeza—. Mucho me temo que han elegido un mal momento para llegar llegar a Entrebosques. El pueblo está a punto de ser atacado, deberían ir a buscar refugio.

Más cerca de ellos, el grupo tuvo una mejor visión de los acompañantes de su interlocutor. La mediana tenía toda la pinta de una druida. El humano era grande y fuerte, seguramente se tratase de un bárbaro. Dos de las humanas tenían la piel morena y una de ellas llevaba . Y por último Klaus reconoció a las otras dos humanas. Se trataban de Vincenza, compañera de su primer grupo y Eiren, una bandida con la que acabaron de hacer un trato. No se habían vuelto a ver desde que se separaron en Sartor tras visitar a Gerin. ¿Qué hacían allí? 

Los aventureros que acompañan a su líder tienen el siguiente aspecto:

Había seguido a sus compañeros preocupado por el silencio, y por un segundo recordó la primera vez que se había visto envuelto en algo similar y habían terminado todos corriendo hacia una torre para verse inmersos en su primera aventura. Estaba justo al final del grupo cuando se cruzaron con aquellas personas, llevando rápidamente su mano a la cimitarra como todos los demás, soltando un suspiro al no percibir amenaza.

Claro, tranquilo hasta que se fijó abriendo muchos los ojos en quienes componían aquel grupo, y es que no esperaba encontrarse con aquellas dos mujeres en medio de aquel lugar. Era completamente inesperado, y aunque se separaron hacía mucho tiempo y no en el mejor de los términos, sin duda era un soplo de añoranza.

Se acercó con una sonrisa en el rostro, sin saber si le reconocerían, había crecido en aquel tiempo.  – ¡Vinchenza....Eiren....!- Aunque sus ojos fueron prácticamente con la primera, a la segunda no habida tenida el placer o desgracia de conocerla durante tanto tiempo, aunque ahora que se fijaba, era....muy guapa. – Ha pasado algún tiempo...¿Cómo estáis? ¿Os acordáis de mí? – Se señaló en aquel momento.

....Soy el pequeño Klaus...¿Cómo habéis estado?.....- Les dedico una sonrisa nostálgica, mirando a los demás miembros del grupo y saludándolos con la cabeza, sobre todo a la druida, era la primera vez que se cruzaba con una en todo el camino.

- ¿Vinchenza? –pensó Morowe apretando los labios para no emitir siquiera el atisbo de una carcajada. Pues sabía que, si algo podía molestar a Vinny entre otras muchas cosas, es que pronunciaran mal su nombre.

Reconoció enseguida el nombre, Vincenza le había hablado tanto de él como de sus otros compañeros. Tenía interés en conocerlos, sobre todo a una de las elfas la cual despertaba su curiosidad, y al guerrero y a la otra elfa por motivos más… personales. Y mientras estaba divisando al grupo de los recién llegados lo vio, no podía ser verdad, una sonrisa de entusiasmo se dibujó en su rostro y enseguida tomó la misma dirección que segundos antes lo había hecho su líder. Aligeró el paso, sin perder su garbo al caminar. No creía que aquello podía estar pasando y cuando lo tuvo frente por frente exclamo: - ¡Ostia un forjaaado!

Ahora comprendía como se sentían aquellas mozas que seguían a su maestro. Estaba contentísima y a la vez nerviosa, no veía a uno desde aquel naufragio. Una vez por su estilo al caminar, creyó ver a uno de espaldas, pero resultó ser un caballero que no había logrado desarmar por completo su armadura antes de llegar a las letrinas. Pero esta vez allí estaba, un forjado en “carne y hueso” todito para ella.

- ¡Jefe, chicas, Bers! Mirad es él –les dijo, agarrada al brazo del forjado, a sus compañeros como si ellos no pudiesen verlo. – Por cierto, Mi nombre es Morowe N’Dare Razzia, puedes llamarme Morowe o si lo prefieres puedes llamarme Razzia. Pero nada de N’Dare cielo, porque no tiene nada de gancho. Y tú, ¿Cómo te llamas? ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este? –fue lo siguiente que consiguió decirle.  

Aunque sin tiempo a que este dijera nada, Morowe vio al enano. Tenía la mirada vidriosa y los ojos entrecerrados como de estar encerrado en sus pensamientos, signos característicos de una mente sagaz y brillante… o de un borracho. Así que sin soltar el brazo del forjado le dijo con cierta admiración: - Usted debe ser su creador, sin duda es usted un hombre santo. –concluyó emocionada por el encuentro que acaba de vivir.

Temiendo la pronta llegada de un elfo bardo, Zhukov había estado taciturno y bebiendo mas alcohol de la cuenta durante el día. Cuando llegaron al pueblo estaba algo bebido y apenas se enteró de que había algún tipo de problema, simplemente siguió al grupo cuando corrió. Iba tan ebrio que siguió corriendo cuando los demás vieron al grupo, chocandose con el imperturbable muro que era Aethorn y cayendo al suelo de culo. El paladín no pareció darse cuenta, espada en mano.

Refunfuñando sobre ponerle cascabeles al humano se levantó mientras hablaba aquella mujer, que al parecer le estaba hablando. Recopiló en su maltrecho cerebro lo que habia escuchado y contesto

— No, no ha sido mi honor forjar a nuestro amigo Shem—Despues cayó en lo que acababa de decir el que parecía el lider de aquel grupo de aventureros— Espera ¿Has dicho que el pueblo va a ser atacado? Lucharemos

Siempre era agradable encontrarse con otros y compartir historias, rebuscó con la mirada pero no encontró ningún otro gnomo, lo que la apenó ligeramente. Pero había una druida y encima mediana. Le hizo gracia toda la atención que estaba recibiendo Shem.

Viendo que sus compañeros ya habían iniciado conversación les dejó llevar el peso de la charla, saludó con la mano como una chiquilla a modo de bienvenida a la druida.

- Hola, encantada, soy Elbrietas, es agradable no ver sólo a patas largas y enanos, siempre he sentido mucha admiración por los druidas, aunque soy una gnoma de ciudad. Y sí, ¿Es cierto eso qué habéis dicho? ¿Por qué o quién va a ser atacada la ciudad? Y bueno claro está... ¿Por qué?

—¡Oh!—dijo Vincenza al ver a Klaus pero sin mostrar el mismo entusiasmo que él—. Han pasado unos cuantos meses, sí. Veo que estás bien y un poco más alto.

La espadachina movió la cabeza mirando a los aventureros que acompañaban a Klaus.

—¿Dónde te dejaste a los demás? ¿Entregasteis esa piedra?

Shem miraba extrañado a Morowe. O eso imaginaban todos porque el forjado no era ni mucho menos la criatura más expresiva de Entrebosques.

—Mi nombre es Shem... Viajamos hacia el norte—el forjado no parecía tener muy claro como responder a la excesiva cercanía de Morowe, así que acabó agarrándose a algo que entendía siendo él el tercero en hacer la pregunta sin respuesta—. ¿Habéis dicho que van a atacar este pueblo?

—Relájate Mowe—le dijo Vincenza con un extraño tono en sus palabras—. A no todo el mundo le gusta que le invadan el espacio personal.

—Yo soy Cobalia—le devolvió el saludo la mediana a Elbrietas—. Si, van a atacar el pueblo. Así que no deberíamos de comportarnos como si estuviéramos de verbena, ¿vale Morowe? Lo que está ocurriendo en Entrebosques es una aberración al orden natural y un peligro para todos nosotros. Así que comportaos.

—Agradezco el ofrecimiento, pero antes deberían de saber a qué van a enfrentarse, pues como ha dicho Cobalia, no hablamos de un vulgar ataque de bandidos.

El líder de los aventureros dio unos pasos hacia la derecha.

—Antes de explicarles la situación permítanme que me presente. Yo soy Vanadiato y estos son mis Vindicadores—el hombre extendió la mano señalando a sus hombres—. Esta mañana llegamos al Entrebosque, cuando nos disponíamos a comer el alcalde requirió nuestra presencia para contratar nuestros servicios. Desde hace tres noches el pueblo está sufriendo ataques. Animales no-muertos vagan por las calles matando a todo aquel que encuentran.  La mayor parte de la milicia ha caído presa de los ataques, como también algunos aventureros retirados que vivían en el pueblo. Nuestro cometido como imaginarán pasa por repeler el ataque y averiguar lo que hay detrás del mismo.

Supongo que si el ataque es inminente podríamos ayudar.....pero...también tenemos cosas que hacer..... – Miro al que parecía ser el jefe del grupo antes de volverse de nuevo a la mujer que no parecía tan contenta de verlo. – Nos separamos todos....cada cual por su camino y si, entregamos la piedra tal y como habíamos acordado...

Miro a los dos paladines del grupo, si eran no muertos seguro que ellos podrían encargarse mejor que nadie de estos y ayudar a los inocentes del pueblo, si aquellas cosas pasaban de forma aleatoria y en el momento justo era porque era su destino encontrarse allí. – Si nos lo permite, supongo que todos tenemos ganas de ayudar como ha visto...- No sabía si los demás pedirían algo a cambio por ayudar, en su caso  no era necesario, pero no podía hablar por los demás. – Pero sobre averiguar qué es lo que hay detrás de todo esto.... – Se fijó en su grupo y término en Shem, era el que más prisa suponía que tenía con dar con sus hermanos y pararle.

Aethorn escuchó a todos atentamente y cuando escuchó que se trataban de no muertos...

-Será necesario extremar la precaución, si te superan en número... puedes verte fácilmente rodeado por ellos. Perdonad, soy Aethorn, y ayudaremos en todo lo que podamos.

El paladín miró a su alrededor buscando cómo aprovechar las construcciones a favor de la defensa.

-Si no os importa será mejor dejar los reencuentros para luego. ¿Habíais pensado en algún tipo de estrategia para defenderos?

Un sólo vistazo le bastó a Aethorn para visualizar una buena estrategia de defensa. Había que evitar que hubiera una sola víctima y, si era posible, conseguir averiguar el origen de los animales.

-¿Sabéis si existe algún punto alto desde donde Rajmia pueda ayudarnos? Estoy seguro de que podría ser una gran ayuda desde la altura, sería nuestra guardaespaldas y los ojos de muchos en la noche. 

-También deberíamos dividirnos manteniendo parejas a las que les cueste ver en una noche como la que se avecina. Así será más difícil que los no muertos les sorprendan, y por último creo que Shem y yo deberíamos ir en direcciones opuestas. Así será más fácil que tengáis un paladín cerca en caso de extrema necesidad.

- Vaya, las chicas tienen razón.  Me he dejado llevar por la emoción de verte encanto –dijo  un tanto arrepentida mientras abrazaba afectuosamente el brazo al forjado. –Bueno, luego tendremos más tiempo de ponernos al día ¿Vale? –dijo soltándolo a la vez que sonriente le guiñaba un ojo.

Entonces, Morowe volvió sobre sus pasos hasta colocarse detrás de Vanadiato. Miró a Vincenza y Cobalia, y con una sonrisa inocente y cargada de total sinceridad les dijo: - Lo siento, sabéis lo que para mí significa ver un forjado, pero desde luego que estoy cien por cien concentrada en nuestro cometido –concluyó extendiendo el brazo y haciéndoles un sentido de aprobación con el pulgar levantado.

Tras ello se volvió y escuchó el plan de Aethorn con atención, mientras afirmaba con la cabeza en aquello que estaba de acuerdo. Al finalizar el paladín, Morowe intervino:

- ¿Aethorn era, cierto? Me parece un plan excelente, aunque me gustaría matizar algunas cosas si no te parece mal. Por ejemplo; sabemos que vendrán animales, pero no de que tipo, por lo que aislar a tu compañera sola en las alturas puede ser un problema en caso de que algunos de esos animales sean voladores. También creo que con vuestra colaboración nuestras posibilidades de éxito se multiplican, e incluso separar los paladines puede ayudarnos a afrontar ataques desde dos frentes, sin embargo, separar todo este grupo en pequeños montoncitos puede ser desfavorable. ¿No crees jefe? – concluyó la humana mirando a Vanadiato, pues poco a poco se había ido acercando hasta colocarse justo al lado de este.

Observo a la chica de color oscuro y a los demás asintiendo a sus palabras. – Yo también creo que es mejor no separarnos demasiado los unos a los otros, pero tener a los dos paladines en diferentes grupos creo que es lo más sensato...y... – Se señaló a el mismo y luego a su compañera de profesión. – También estamos nosotros dos, podríamos intentar encargarnos de esos animales en la medida de lo posible, así que creo que sería sensato estar en grupos diferenciados y quizás ayudar con los miembros que puedan ir sufriendo alguna herida si es grave para minimizar los daños...

Miro a sus compañeros propios y a los ajenos, solo sabía la profesión de la druida por razones obvias, pero los demás, bueno no lo tenía muy claro en su totalidad. - ¿Cuáles son los pormenores del ataque? ¿Sabéis por qué se producen o podéis darnos algo más de información?... – Miro entonces a la espadachina, a la chica de color oscuro y al que suponía el capitán de aquel grupo.

-Yo soy Rajmia-se presentó la félida al nuevo grupo de aventureros.-Creo que la idea de Aethorn es brillante, porque suele gustarme trabajar alejada del "campo de batalla". Tengo grandes reflejos y mi especialidad es el arco, con lo que tengo buen alcance a larga distancia, y por mi raza tengo una gran visión nocturna.

Se detuvo un momento, pensativa, atusándose el bigote. Miró a cada uno de los nuevos aventureros, como tratando de aportar quién de ellos podría ser un buen compañero para ella. No necesitaba fuerza bruta por lo que descartó al bárbaro y veía más ágil a la bandida, que si no se equivocaba, debía de ser la chica de ojos azules y capucha azul. 

-A ver... en cierto modo veo que es cierto lo que comenta Morowe, pues si son animales voladores, eso podría complicar un poco las cosas... y, en ese caso, me vendría bien ayuda de alguien con bastante agilidad y no tanta fuerza bruta, más útil en la pelea cuerpo a cuerpo.-dirigiéndose hacia la chica de la capucha azul, añadió.-Creo que quizá tú y yo podríamos formar un buen equipo. Disculpa, ¿tu nombre es? Ni tú ni dos de tus compañeros os habéis presentado aún y tampoco sabemos mucho acerca de vuestras habilidades, por lo que corregidme si me he equivocado en mi decisión.

Un poco aturdido aun. Zhukov empezó a contar ante el comentario de Elbrietas. Pero solo llego hasta uno

— ¡Eh! Aquí el unico enano soy yo ¿Sera posible tamaña desfachatez en un ser tan bajito? Te voy a...— Ya iba a perseguir a Elbrietas cuando escuchó al líder de los Vindicadores y su grupo— ¿Seres del mal? Como servidor de Moradin no puedo permitir su existencia. Colocaos a mi alrededor, mi fe os protegerá, y yo mismo expulsare a esos muertos vivientes para que estas pobres gentes ¡PRRRRRRRRRR! — Se le escapó una sonora y larga ventosidad que, moviendo su tabardo cual huracán, rompió por completo la seriedad de su carismático discurso y asusto a unas cuantas aves que volaron espantadas. Todo el mundo se quedó en un tenso silencio, pero tras un segundo de reflexión, Barril siguió imperturbable—Este... ¿Que estaba diciendo? Ah, si, para que estas pobres gentes puedan beber tranquilamente.

Y alzo su martillo en una pose que habría resultado mas épica de no ser por su ligero tambaleo.

Elbrietas sintió un escalofrío recorrerle la columna. Y puso una gran cara de asco, pero al contrario de lo que se podría pensar, no por las ventosidades de su compañero enano. A las que desgraciadamente ya la tenía acostumbrada...

- ¡Puaj!... Muertos vivientes, y además animales, que asco me dan... Huelen peor que...

Elbrietas se quedo mirando un segundo a Barril, pero prefirió no decir en voz alta sus pensamientos por si podrían ofender a su compañero.

Peor que la mayoría de cosas que he conocido, y cuando los golpeas con los puños son antinatural mente blandos, con ruiditos extraños de crujidos y cosas blandas. Y se te queda el olor en la armadura...

Sólo de revivir en su mente tan traumáticos recuerdos le vino una arcada. Tras lo que en previsión, busco un trozo de tela entre sus cosas y sé lo puse como una bandolera.

En fin, como bien decís luego tendremos tiempo de compartir bebidas en la taberna, y le pediré al tabernero que me deje la cocina y prepararé un bizcocho y bollos para celebrarlo.  Y ya que nadie nos presenta. Somos los Guardianes Errantes. Encantados 

—Parece que val de mal en peor—le murmuró Eiren a Vincenza al oído, después la antigua bandida se dirigió directamente a Klaus—. Siento ser quién te amargue la fiesta, pero lo que está atacando el pueblo no son animales, son muertos vivientes. Las artes druídicas no van a servir de forma directa en la confrontación.