Partida Rol por web

Ataco, cada vez mas cerca

QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

Oscuros y abotargados nubarrones se cernían sobre Verdín a medida que los combatientes cambiaban golpes y paradas, fintas y gruñidos. Keropis no apartaba la verde mirada de su contrincante, que escondía sus movimientos tras el gran escudo pintado para lanzarle estocadas con el cuchillo a cada instante. El ermitaño evitaba con facilidad los ataques del antiguo chamán de los Pies Rojos, usando antebrazos y codos para detener o desviar los vanos intentos del k'hlata. Sin embargo, sus contraataques parecían desprender un hálito de incertidumbre e indecisión, pasando cerca de la negra piel de Chamán Rojo sin llegar a impactar.

Desencadena tu alma, Renacido... Él exige su tributo...

Unas tímidas gotas de lluvia empezaron a caer sobre el campo de entrenamiento, como lágrimas de un destino infausto e inexorable. El suelo arenoso empezó a oscurecerse por la humedad, como si la misma tierra deseara mimetizarse con el muro de vociferantes rostros negros que rodeaba la contienda. 

Llega la Oscuridad... Él se acerca...

Chamán Rojo asomó los ojos por encima del borde del escudo, estudiando a su contrincante en busca de un hueco por el que superar sus defensas. Un grueso goterón, mezcla de sudor y lluvia, atravesaba su frente tiñéndose con el rojo de la pintura de guerra del k'hlata; dibujaba un surco que descendía desde el nacimiento del pelo hasta media mejilla. Una grieta que dejaba al descubierto la negra piel del salvaje, convirtiendo su cara en una máscara quebrada. En un mismo movimiento, el guerrero de la sabana apartó el escudo y lanzó una cuchillada a fondo, dirigida al cuello del eremita. 

KEROPIS...

La voz resonó retumbante y rotunda en la mente del Guardián de los Muertos, encendiendo recuerdos perdidos en el alma del mercenario. Esa voz aterciopelada a la vez que subyugante. Un sonido henchido de poder en cada una de sus sílabas. Un aliento preñado de energía y fuerza. La voz de un Dios olvidado.

NO ESTÁ MUERTO LO QUE YACE ETERNAMENTE, HIJO MÍO...

El ensordecedor estruendo de un relámpago devoró el resto de sonidos que rodeaban a los dos soldados. Se apagaron las risas, enmudecieron las bravatas, murieron los aplausos. Una dorada luz inundó el valle y el tiempo pareció ralentizarse. El brazo de Chamán Rojo avanzaba directo hacia su objetivo, atravesando un aire que había tomado la consistencia de la melaza. Keropis podía distinguir cada una de las fibras musculares que se dibujaban abultadas por la tensión en el antebrazo del k'hlata; los restos de barro y arena que se pegaban a la oscura piel como negras joyas encastadas en una escultura tallada en ébano; cada uno de los blancos dientes que el labio fruncido del chamán dejaba al descubierto.

PLANTA MI SEMILLA, KEROPIS... ENTRÉGAME ESTE NUEVO MUNDO...

¡Essstásss muerrrto...! ¡Nosssotrrrosss te enterrrramosss porrr sssiemprrre...!

La hoja del cuchillo relucía bajo el amarillo resplandor como si ardiera al rojo blanco, acercándose lentamente al cuello del eremita, y un brillo de anticipación iluminaba las pupilas del chamán y su fiera sonrisa. Keropis no se movía. El golpe era certero y el objetivo claro. Al fin iba a lograr abrir esa lata herrumbrosa y demostrar ante todos que la bravura de su pueblo corría libre por sus venas. Era un chamán, pero también un Pies Rojos. Un guerrero de la sabana. Un mercenario de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar.

VUESTRO DIOS ÁRBOL ENVEJECE... SUS RAÍCES SE RESQUEBRAJAN... MI CÁRCEL MUERE...

¡Nooo...! ¡Ya no te perrrtenezco...!

El áureo rayo impactó con fuerza en la cimera del yelmo del Guardián de los Muertos. Por un instante, un momento tan fugaz que ninguna pupila humana pudo llegar a apreciarlo, la abollada y oxidada coraza pareció cambiar y volver a relucir sin mácula ni arañazo alguno. Los glifos, grabados y runas que el tiempo había borrado o desdibujado, regresaron como si nunca hubieran desaparecido. Y el Renacido volvió a hollar el mundo.

REFRENDA ESTA TIERRA CON MI HUELLA, HIJO MÍO... MI DESPERTAR SE ACERCA... VUELVE A MÍ, RENACIDO...

Y Keropis murió, como tantas veces, como todos los días de su aciaga existencia, para volver a vivir instantes después. A sus pies yacía Chamán Rojo, con la garganta cercenada y su sangre derramándose implacablemente sobre el valle de Verdín. El eremita no lograba entender los gritos y las órdenes que sus compañeros vociferaban a su alrededor, pero su lenguaje corporal no dejaba lugar a dudas. Los hombros del ermitaño se hundieron cansados y sus brazos quedaron colgando inertes a sus costados. Soltó el kopesh que cayó teñido de rojo a sus pies, para luego derrumbarse de rodillas en el embarrado suelo.

QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

Los ojos de la mujer de piel blanca se giraron hacia lo que acababa de ocurrir en otro de los combates de honor que estaba teniendo lugar y estos se desorbitaron al ver lo que acababa de hacer uno de sus compañeros contra el otro, algo impensable, algo logicamente maligno.

Su pie izquierdo dio un pqueño paso para avanzar hacia allá, pero su corazón lo frenó, al fin y al cabo debian acabar este combate o rendirse. Golpeó dos veces con su espada en el escudo, para llamar la atención de su primo, no seria justo acabar un combate de honor por estar despistado aunque fuera muy grave lo ocurrido y cuando Campaña se giró, lanzó otro golpe bajo con la parte plana de su arma, golpeando con fuerza en el exterior del muslo izquierdo de su contrincante pero sin estar segura de haber llegado a causar daño.

QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

El rostro de Ponzoña era tan oscuro y tormentoso como el cielo que poco antes y de forma antinatural había cubierto aquellas tierras. Su puño se cerraba sobre su maza, haciendo empalidecer sus nudillos. De buena gana hubiera descargado sus púas sobre el cráneo de Keropis pero, la mentablemente, no podía. Miró al Capitán, que corría hacia el moribundo Chamán Rojo, nunca su nombre tan oportuno gracias a la sangre que brotando de su garganta cercenada se extendía por todo su cuerpo.

Ante las voces de Barril, cogió una cuerda y se acercó a Keropis.

-Los brazos atrás, Keropis -ordenó y cuando este cumplió, hizo una fuerte lazada inmovilizando sus puños a la espalda.

QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

Intenté seguir el combate, tu mente no está en lo que estás haciendo sucede lo que tiene que pasar.

Tras engañar a Romo intento lanzar un mal golpe buscando acertar en sus costillas y quitarle el aire para así terminar el combate.

Por desgracia mis movimientos se volvieron demasiado predecibles y Romo solo tuvo que apartarse para evitar el golpe y mover el escudo. El golpe fue demasiado fuerte para poderme recuperar.

Lo vi como en cámara lenta, como el escudo se movía; cómo golpeaba mi mejilla, mi hombro y mi sien; y como Keropis estaba siendo atado justo antes de que la oscuridad me invadiera.

QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

Combate de honor.

Hoy iba a ser un día especial para la Compañía, puesto que se iban a celebrar no uno, sino tres combates de honor, y Romo era uno de los participantes. Su rival era Piojillo, un rival que no era para tomarse a la ligera. Si bien es cierto que no tenían aún las armas de entrenamiento, había un acuerdo tácito de utilizar las armas pero de forma no letal, puesto que lo último que querían eran herirse de gravedad en un combate de estas características. A pesar de todo, no faltaba riesgo, puesto que un golpe mal ejecutado podría resultar fatal. Aún así y todo era algo que aceptaban todos los participantes.

Tras dar la señal, cada combatiente se coloca en su posición. Romo llevaba su armadura y escudo, pero esta vez combatiría con la espada larga que le regaló Lagrimita. No quería usar la lanza que le habían prestado, solo por si la estropeaba. Además, le apetecía familiarizarse con la espada. 

Tras dar la señal, el combate (los tres combates) empezaron. Romo solo tenía ojos a su rival, que se movió con suma celeridad cargando contra él y lanzando un rápido golpe con su lanza que le hirió en el costado. Respondió con un tajo torpe que esquivó su rival con facilidad. Dio un par de pasos atrás. A su alrededor, los otros dos combates habían empezado y se dio cuenta que él había sido el único golpeado. 

Concéntrate- se dijo a si mismo, mientras se movía alrededor de Piojillo, el cual hace un movimiento que le desconcierta: suelta su lanza y desenvaina su daga. Sin embargo, al poco rato entiende el movimiento. Piojillo se maneja mejor con esa arma y ha pensado que con ella tendría mas posibilidades de herirle. No era un mal razonamiento. 

Su rival lanza un golpe, pero por su posición parecía que estaba actuando más a la defensiva, puesto que Romo no tiene dificultades en desviar el golpe y lanzar otro tajo con su espada, pero que solo da en el escudo de su contrincante. Por el momento estaban igualados en sus defensas.

Ve como su rival le observa pacientemente, esperando el momento para golpearlo. Romo hace lo proipio, analizando por donde puede lanzar su golpe para impactarle. Piojillo se adelanta, y con un rápido movimiento y gran destreza logra pasar las defensas del guerrero para golpearle con el plano de la daga en su cara, haciendo farfullar al guerrero que lanza de nuevo un golpe que no logra impactar a nada más que al aire.

No hay tiempo para pensar, puesto que Piojillo vuelve al ataque, moviéndose a la derecha para en el último momento, moverse rápida y furtivamente hacia la izquierda y lanzar un golpe a ese lado. Sin embargo, Romo se da cuenta del engaño en el último momento y bloquea su golpe con su escudo, lanzando un lento contraataque que no impacta a su objetivo.

Es bueno- piensa Romo. Quizás no tenía una buena pegada, pero era bueno aguantando a su rival y esperar su punto flaco para maximizar el golpe. Debía andarse con mucho ojo.

Piojillo vuelve a la carga, lanzando un golpe hacia su costado derecho para en el último momento cambiar de dirección el ataque y golpear el costado izquierdo. Romo no tiene posibilidad alguna de esquivar el golpe, que le deja algo atontado. Aún así, su rival ante aquel movimiento había desprotegido sus defensas, y aprovecho ese momento para lanzara un rápido golpe que golpea en plena nuca de su rival, el cual da varios pasos hacia atrás. Justo en ese momento, el guerrero se da cuenta que el cielo se ha vuelto negro y un extraño rayo amarillo cae y golpea a Keropis. En otras circunstancias hubiera parado a averiguar que diablos había ocurrido, pero estaban en un combate de honor y no podía bajar la guardia en ningún momento. Por la actitud de Piojillo, hace lo propio y mantiene su posición de combate. 

Piojillo empieza a moverse su daga en todas direcciones posibles y dando una vuelta y un giro lanza un poderoso golpe. Romo da un brusco giro y su escudo, más que por casualidad que por habilidad, golpea en el hombro a Piojillo tumbándolo en el suelo y dejándolo inconsciente.

Romo había vencido en el combate, pero no tiene tiempo de celebrar nada, puesto que a su alrededor ve como sus compañeros de arma están atendiendo al pobre Chaman Rojo que se encuentra agonizando y a punto de morir, mientras atan las manos a la espalda a Keropis.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

Varias cosas habían pasado mientras Capitán se afanaba en el malherido. Desde un Lombriz llamando zombu al agresor, con las terribles implicaciones que ello tenía, hasta un Rastrojo que acababa de conjurar agua ante sus ojos, algo que nunca había creído posible. El Falso Chamán puede que resultara ser un chamán auténtico, después de todo. 

-En el sótano hay grilletes. Hemos de interrogarle y ver qué diablos ha sido todo... Esto-replicó el oscuro, asegurándose de que el vendaje alrededor de la seccionada garganta del k'hlata estuviera firme. Sobreviviría... Aunque le había ido literalmente de unos pocos segundos. El único sentido que podía tener aquello es que no hubiera pillado de forma tan definitiva una de las arterias principales, o el yaciente Chamán Rojo ya estaría muerto en un charco de ese mismo color. 

-Vamos a necesitar también una camilla y porteadores, cuanto menos se le mueva, mejor...

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - TIEMPO: CIELO GRIS.

Barril agradeció con un movimiento de cabeza la rápida reacción de Ponzoña, al que cubrió maza en mano mientras ataba al Guardián de los Muertos. Había así mismo dado un paso hacia adelante, colocando su acorazada bota encima de la espada de Keropis. No la había alejado, y era mejor no dejar nada al azar en estos asuntos.

Una vez constató que el acecinado Campamentero estaba atado, enfundó la maza, que no el escudo, y usó parte de su prodigiosa fuerza para levantar con una mano al enlatado guerrero del suelo.

— Arriba Keropis, vamos a ir al sótano. Dolor, conmigo. Mira a ver si tiene algún otro arma encima. —

Tomó camino hacia la granja principal, con intención de colocar los grilletes de los que había hablado el Capitán en las muñecas de Keropis, dejándolo fuera de la vista de los agitados soldados en el sótano de la edificación principal. "Zombu" le había gritado Lombriz, una palabra que Barril esperaba no volver a oír nunca. La verdad es que el comportamiento de Keropis había sido impropio, como si algo dirigiera su mente desde otro lugar. Mientras caminaba, dirigió una mirada al caído Chamán Rojo. Sin duda sus compañeros podrían transportarle de manera adecuada a la granja.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

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Keropis había sido detenido sin oponer resistencia, no parecía ser consciente de la fuerza oscura que durante unos segundos se había apoderado de él.

Entretanto, Chamán Rojo había sido estabilizado y trasladado a la Enfermería. Si el capitán le operaba tal vez pudiera salvarle las seccionadas cuerdas vocales...

Piojillo fue llevado también a la Enfermería, aunque en su caso sólo tenía contusiones leves y seguramente se despertaría por sí solo tras unas horas de inconsciencia.

Con el desastre de la lucha de Keropis y Chamán Rojo, la victoria de Romo había quedado un poco ensombrecida, aunque el Cabo Barril sí se había estado fijando en su estilo de combate con gran concentración. Entendía por qué el Sargento Gulg le había apodado Romo, pues todo el estilo de luchar del K'Hlata se centraba casi exclusivamente en la defensa y muy poco en el ataque. Era bueno con el escudo y también apartando el cuerpo de los ataques. Eso le había permitido vencer a un oponente más ágil y astuto, como era Piojillo, que pese a todo hubiera podido vencer con sus tácticas de confusión, como atestiguaban los dos grandes moretones que Romo se había llevado de aquel combate.

Mientras, la lucha entre Campaña y Palomita seguía. Palomita casi había conseguido impactar una vez en Campaña, le faltó bien poco, pero después se distrajo y Campaña le arreció con una lluvia de golpes. Uno de ellos impactó con tal fuerza en la coraza pectoral de la luchadora de Caballería que sonó como una campana.

Ninguno de los dos contendientes parecía dispuesto a ceder, y las pesadas armaduras que portaban les protegían demasiado como para que fuera fácil que alguno alcanzase la victoria, si bien poco a poco Palomita se aproximaba más y más a dar en el blanco. Campaña no acusaba cansancio alguno, Palomita sí, pero su determinación seguía siendo fuerte. Campaña buscaba distanciarse, buscando sitio para hacer una carga, aunque Palomita no le dejaba y le seguía como un lobo a un rinoceronte. Si bien Palomita comenzaba a considerar la posibilidad de dejarle a Campaña cargar, tal vez eso le diera una oportunidad de superar su formidable armadura...

Ataque de los cinco siguientes asaltos, no se si hay que hacer los dos extras que propusisteis o están incluidos. De momento, hago solo los cinco que habeis dicho en la escena privada.

Le impacto en el asalto 1, 2 y 4

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El intercambio de golpes entre los dos oscuros continuaban y parecia que nunca iba a terminar. Palomita sin embargo no pretendia que esto durara eternamente, y parece que ahora ya se habia aconstrumbrado a la resistencia que oponia el aire a los golpes dados con la parte mas ancha de su espada de acero oscuro.

El primer golpe fue dirigido con mucha pericia hacia el hombro izquierdo de su rival y esto hundió levemente la guardia cuanto la propia armadura le causó daños. Esto era cuanto necesitaba alguien como Palomita, y girando sobre si misma, interpuso el escudo con la guardia alta para evitar lo pero del golpe de su rival y atacó la pierna izquierda, el blanco mas facil en una pelea contra alguien que lleva un arma de gran tamaño.

Su siguiente golpe falló, pero dejó suficiente espacio para una entrada a fondo la permitió golpear en el vientre por tercera vez a su rival, rezando para que cayera de rodillas al fin

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Y entonces, de repente, todo cambió. Palomita estaba obviamente extenuada y sin aliento, mientras que Campaña parecía inmune al desamparo y buscaba, sin conseguirlo, espacio para maniobrar.

Entonces volvió a verse a la Palomita que dijo no a Zon Kuthon. Saltó a los hombros de Campaña y comenzó a estrellar el plano de su espada una y otra vez contra el yelmo acorazado en la cabeza del enorme Oscuro. Sonaba como un campanario, y a la tercera campanada, inopinadamente, el coloso de bronce cayó al suelo. Campaña quedó tendido y no volvió a levantarse.

El gigantón parecía confuso y extrañado, intentaba levantarse, pero no podía, sus manos no conseguían sostener la magnífica Svraisse, sus piernas se negaban a moverse. Y entonces se quedó dormido.

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Había permanecido contemplando el combate entre ambos, uno largo y extenso, más de lo que que a él le parecía oportuno y mas teniendo en cuenta el reguero de sangre que había dejado uno de los combates anteriores. Palomita que aparejaba la fama de ser una de las grandes promesas del pelotón de su padre demostró su enorme talento para el combate dejando fuera de combate al colosal Campaña que parecía algo menos aterrador que en Galdan.

Para evitar resquemores, posibles lesiones o cualquier otro inconveniente Pelagatos se acercó con rapidez a los dos combatientes para felicitarlos.

—¡Enhorabuena! Ha sido un gran combate, hace mucho que no veía una disputa tan interesante y pareja, mis felicitaciones a ambos —dijo mirando especialmente a Palomita que era la vencedora del enfrentamiento. Agachó su cuerpo con calma para buscar la mirada de su primo.

—¿Estás bien Campaña? ¿Puedes caminar o necesitas ayuda? —al no encontrar una respuesta inmediata zarandeó el enorme cuerpo del hostigador. Había visto a Campaña volver terriblemente herido de su combate con Segadora, aquello no podía ser peor. En un momento de desconcierto miró al cielo, rezando para que no volviera a estar oscuro.

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Asiento a las palabras del Cabo Barril, listo para ayudar a transportar a Keropis al sótano de la granja, donde hay suficientes implementos antiguos para dejarle retenido (y brindarle tormento si es deseo del Capitán, aunque no me imagino a la Compañía haciendo eso a uno de los suyos).

Mi mirada se concentra en el detenido, que no opone resistencia alguna y ni siquiera parece ser realmente consciente de lo que ha hecho. Es extraño, alguna vez había visto fanáticos posesos actuar así pero en general pregonaban una gran convicción a sus actos y devociones. Este caso es diferente pues, aunque no sé nada de Keropis además de las singularidades que se captan a simple vista, no calza con ese perfil.

"Parece más alguien que lleva una pesada carga o un deber ineludible que alguien que disfruta con aquello."

Pero la verdad es que no lo conozco y eso es algo que no debo desconocer. Las personas tienen naturalezas muy diferentes de las que muestran y eso es algo que he visto toda mi existencia. Jamás confiar más de lo necesario, más de lo que mis entrañas me lo permitan pues son la única guía en la que realmente creo ciegamente. Aquel sexto sentido me ha mantenido vivo hasta ahora y por lo tanto merece mi oído.

Así es como sigo las órdenes hasta trasladar al prisionero, perdiendo completamente el interés de los combates que acaban de terminar, a favor de Romo y de Palomita, llevando a Keropis al sótano y con la esperanza de que se consiga sacar luz acerca de lo ocurrido.

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Indiferencia.

Definía a la perfección lo que significaban para mí aquellos estúpidos combates que se estaban llevando a cabo. Un intercambio absurdo de golpes sin mayor finalidad que la de que uno de los contendientes quedara inconsciente. Sin duda servía al ego del vencedor, para la vergüenza del perdedor, y para el entretenimiento de lo más simples de los de los presentes que acompañaban los jadeos y el entrechocar del metal con vítores, apuestas y maldiciones.

No obstante, en aquella ocasión, algo completamente extraordinario ocurrió y que el cielo se encapotara en apenas un instante no fue sino el mágico presagio de tan fascinante evento.

Primero la luz lo inundó todo y más tarde la sangre corrió por el suelo. Se alzaron las voces, las armas salieron, volaron reproches y más órdenes se dieron. La gente veía sin observar, reprochaba sin conocer y gritaba sin saber. ¿Pero qué se podía esperar del ganado? Sus mentes oscuras, como el cielo hacía nada encapotado, y cada vez quedaba más claro que por su cielo jamás cruzaría ni la triste y fugaz luz de un rayo.

Me acerqué al Capitán con premura.

- Necesito hablar con él lo antes posible. A solas – recalqué con una sonrisa. - Es importante.

¿He percibido o percibo algo mágico relativo a lo ocurrido en el combate de Keropis?

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Mientras ataban a Keropis para llevárselo, Ballestero se acercó a él. Al principio lo había hecho por si el ermitaño presentaba resistencia, aunque estaba seguro de que no lo iba a hacer.

Una vez dejaron de dar gritos y se podía hacer uno oír, le preguntó: ──ab ara kan. Ea, ab ara makhan Keropis? ──Empleaba la lengua Ancestral a la manera de Idon.

Keropis conocía bien a Ballestero, lo suficiente como para interpretar solicitud e interés por comprender y ayudar en su expresión pétrea, solo por un leve hálito.

──Has abierto la puerta de los mundos. ¿Por qué la has abierto, Keropis?

Y mucho más bajo, susurrado también en su extraña versión de la Lengua Ancestral, sin mover los labios: ──¿Ha venido un dios a hacer su voluntad?

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Se había mantenido apartada, molesta y dolida. Humillada. La excusa de no tener una enfermería en condiciones había capado su Combate de Honor de la manera más inexplicable, y ahora, sólo porque tenían el suelo algo más limpio, tres Combates de Honor con armas reales se habían permitido. 

No ella. No, Derviche no perdonaba con facilidad, y se había tomado la negativa de Barril como una afrenta personal. No se presentó por tanto al llamamiento para nuevos combates, ajena a lo que sucediera en la arena.

Los contendientes, sin embargo, eran interesantes. En su mente apostó por Keropis, por Campaña y por Romo. Se equivocó con Campaña, la "dulce" Palomita le había dado una buena paliza. Romo no la defraudó, como buen Infante. Y Keropis... bueno, lo que había pasado con el Guardián de los Muertos, era previsible, por lo menos para ella. Derviche quizá habría herido de gravedad a Dolor, si hubieran usado sus armas, pero habría sido por su habilidad. Así lo sentía la fanática, muy poco humilde y más ante ella misma. Sin embargo Keropis había casi rebanado la garganta al falso chamán no por su habilidad, sino por su esencia. Lo había estado observando cuando el cielo se oscureció, y se oscurecieron sus ojos tras la máscara. La comunión del guerrero con la muerte y sus poderes inquietantes era algo que todos conocían bien, y ella aún más. 

Ahora yacía de rodillas, atadas sus muñecas a la espalda, y su arma sagrada, tan querida para él como sus cimitarras para ella, ardía bajo la bota de Barril. No reaccionaba, aturdido por alguna revelación interior, y a su alrededor los demás se movían como moscas, zumbaban como insectos, unos y otros.

Sintió lástima. No por la vida casi agotada del rojo chamán, ni por la cabezota aturdida del infantil oscuro que acababa de perder su combate, ni por el escurridizo Piojillo que no había podido con su romo oponente. No, sintió lástima por Keropis, por su sino. No había sido él mismo, otro había guiado su Kopesh. 

Se alejó de allí. No quería verlo, no así. Y su humillación desapareció de pronto, y su rabia, sin embargo, se duplicó.