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SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

ALGO MÁS DE MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Ridwan una vez más. Así que ellos eran las sanguijuelas que succionaban la riqueza de aquel pueblo y no los bandidos, apareciendo cada final de mes. De hecho, aquellos robagallinas no daban el perfil de asesinos y violadores. ¿Qué era verdad y qué era mentira?

Y entonces llegó la sorprendente invitación y las aún más sorprendentes preguntas acercas de los K´Hala, sus particulares demonios negros. No le fue difícil reprimir la risa aunque una amplia sonrisa afloró en sus labios. Sin embargo, aquella premura no era algo para lo que estuviera preparado. Debía negociar algo más que alojamiento para una docena de personas y un caballo.

-Son hombres libres. Todos en la Compañía lo son. Y no, no transmiten enfermedades, ni muerden. No son bestias. Son hombres -dijo con sencillez y sin pretender ofender a nadie-. Alcalde Gennus Monteleal, agradezco vuestra hospitalidad. Mucho más de lo que podéis llegar a imaginar pero... no puedo aceptar -alzó una mano en previsión de alguna protesta o un sentimiento de ofensa-. Dejad que me explique. Habéis sido sumamente sincero conmigo. Vos y vuestras gentes os habéis mostrado hospitalarios y generosos. No puedo ni quiero sino corresponder con idéntica moneda. Con la sinceridad. No nos envía Ridwan. Somos una Compañía Mercenaria y hace dos días llegamos a las inmediaciones del lago próximo a Verdín. El viaje que nos trajo hasta aquí fue difícil en el mejor de los casos y nuestra situación, en el presente, es precaria. Esa ha sido la razón de nuestra llegada, la de una partida de exploración, a vuestro pueblo. Deseábamos comerciar para adquirir víveres fundamentalmente -dijo mirando directamente al Alcalde primero y a su mujer después-. Si tras saber esto, mantenéis vuestra invitación, aceptaré de buen grado. Y tras ello y tras todo cuanto me habéis relatado, me gustaría proponeros algo.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

ALGO MÁS DE MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

El Alcalde parece que va a decir algo, pero se queda parado, con la boca entreabierta, sin saber bien qué decir ante la confesión de Analista.

- "¿Cuántos sois...?" - Pregunta en un susurro.

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ALGO MÁS DE MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Los ojos de la esposa del Alcalde brillan con un brillo especial difícil de interpretar.

- "Si sois un grupo numeroso, se me ocurren al menos dos lugares distintos que os podemos ofrecer para acampar.

Mi Señor, para nosotros, tratar y comerciar con forasteros no afiliados es... complicado. Seguramente antes o después tendremos que afrontar un duro castigo, aunque ya estamos acostumbrados." - La mujer se levanta y levanta en parte la camisa de su esposa, mostrando una espalda cuajada de viejas cicatrices de latigazos.

- "Pero aún así, os ayudaremos en todo cuanto esté en nuestra mano. Personalmente, tengo algunos conocimientos de sanación con hierbas, en el caso de que tengáis heridos o enfermos." -

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ALGO MÁS DE MEDIA TARDE.  - CIELO GRIS.

Aquellas gentes le agradaban. Eran buenas personas. Era algo que podía percibirse a través de sus palabras y de sus gestos. Por ello, cuando Fringilda alzó la camisa, mostrando las viejas cicatrices, la mirada de Lengua Negra se endureció. Entendía lo que era la disciplina. Él mismo la había impartido. Pero era capaz de distinguir entre el castigo como reparación y escuela y entre los latigazos como medida de represión y acallamiento.

Se levantó para mirar mejor las heridas.

-Esto es... -no concluyó, de igual forma que la mano se congeló en el aire sin llegar a tocar las cicatrices-. La Compañía está integrada por treinta y cinco miembros. Contamos igualmente con cinco caballos y dos mulas -relató casi de forma mecánica.

Miró al Alcalde y su esposa. Eran valientes, especialmente ella.

-No sé en qué consiste exactamente ser un no afiliado, aunque me gustaría saberlo, y de igual modo, no quisiera que sufrierais daño alguno por nuestra causa. Pero no mentiré. Necesitamos un lugar donde establecer un campamento y no algo provisional. Y vamos a necesitar por ello alimentos y ciertos servicios que, sin duda, podríais llegar a ofrecernos en circunstancias de normalidad. Respecto a vuestras habilidades como curandera, serán más que bienvenidas. Tenemos algunos heridos, fruto de un enfrentamiento con unas criaturas junto a los túmulos a las que abatieron en su mayoría -explicó-, amén de que el frío y la humedad han pasado factura. Yo mismo me hallo aterido desde hace dos días, pero eso no es importante ahora mismo.

Se acercó a la mesa una vez más, tomó la jarrita de vino sin sentarse y bebió un sorbo. Cuando acabó, chasqueó la lengua.

-Mi señor Monteleal, mi Señora Fringilda, somos mercenarios y siempre buscamos un patrón que nos contrate para llevar a cabo un trabajo. Os propongo que seais nuestro nuevo patrón. Tenéis algunos problemas evidentes, como los Capas Rojas, de los cuales nos encargaríamos. Y otros quizás no tan evidentes, como Ridwan. Posiblemente, haya que sumar más cosas. Como potenciales patronos, decidiréis de qué queréis que nos encarguemos. A cambio, alimentos y servicios. Lo que obtengamos de nuestro trabajo en la misión o misiones que nos encomendéis, será para nosotros. Y mientras nuestro acuerdo esté en pie, os protegeremos -propuso-. No somos dados a juzgar las motivaciones de quienes nos contratan y cumplimos indefectiblemente con aquello para lo que se nos contrata -declaró con firmeza-. Nuestra lealtad para con nuestro patrón será inquebrantable.

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- "Este es el país de Nidal, un país dedicado por completo a servir al Señor de la Medianoche. Cualquier pensamiento contrario a esto no es sólo traición, es herejía, y es impensable.

Una fuerza no alineada es una fuerza que no sirve a Zon-Kuthon, y que, por tanto, es enemiga de todo Nidal y debe ser exterminada.

No soy el Alcalde de Verdín por ser el más listo del pueblo precisamente, ni por ser carismático, ni siquiera por mi sangre, aunque hay predecesores en el cargo en mi familia. Es por mi capacidad para soportar los latigazos y aceptar en mi carne el castigo para todo el pueblo.

Puedo aceptar y soportar muchos latigazos, y es seguro que antes o después deberé de hacerlo por el simple hecho de haber estado en contacto con extraños. Lo que no puedo hacer en modo alguno es albergar pensamientos impuros que se acerquen siquiera a la herejía, pues el castigo para algo así no son unos simples latigazos..." -

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- "Os ayudaremos." - La mujer suspira pesadamente. - "Hemos dicho que os ayudaremos, y eso es lo que haremos." -

Se queda un momento pensativa, con la mirada perdida.

- "De todos modos, Verdín ya está condenado. Los Recaudadores de Impuestos simplemente vienen a finales de cada mes y se llevan toda la comida que pueden cargar. Pero antes o después, Ridwan enviará un nuevo Clérigo, y cuando descubra el estado de ruina y abandono en el que está la iglesia... estaremos perdidos.

No sabemos cuándo ocurrirá eso, así que hemos de ocuparnos de las necesidades inmediatas.

Tenemos dos posibles zonas de acampada para un grupo tan numeroso como el vuestro. Al Sur de Verdín está la Granja del Tío Samuel, el Ernestol de Verdín. No tiene agua, pero tiene algunos edificios en pie y cuenta con sótanos, aunque no estarán en muy buen estado.

Al Norte del pueblo tenemos un campo de cultivo en barbecho. No lo necesitaremos seguramente en los próximos seis meses y tiene pastos para los animales y un pozo con agua limpia y fresca." -

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-Pensar ha sido siempre un acto libre y lo que hace de nosotros humanos y no ovejas -respondió Lengua Negra-. En cuanto a las localizaciones que nos proponéis, cualquiera de ella sería válida, pero prefiero consultar antes de tomar decisión alguna, si bien la presencia de un pozo de agua fresca haría de vuestras tierras al norte mi emplazamiento favorito. Sea pues. Tenemos un trato. Aceptamos vuestra ayuda. Y aceptad la nuestra. Os mantendremos a salvo de los Capas Rojas. Y nadie os hará pagar por el estado en que se halla la Iglesia. Al igual que vos poseéis habilidades de curandera, yo poseo conocimientos de ingeniería que estaría dispuesto a poner a vuestra disposición si, lo que realmente queréis, es arreglar ese templo.

Era evidente que el patronazgo no era algo factible en aquel primer término. Pero el derrotismo que destilaban, fruto de generaciones de opresión, era su principal enemigo. Verdín solo estaría condenada si se rendían de antemano. Y Verdín, solo era un pueblo, un conglomerado de casas y tierras. Bien sus gentes podrían ser los siguientes seguidores de campamento. Pero aquello, era algo que solo el futuro desvelaría. 

-Una última cuestión. Vimos antes de llegar a Verdín, el cuerpo casi desecado de un hombre. Calculamos que muerto hace siete años. Parecía haber sido torturado y en los palos que lo sujetaban, símbolos que no acertamos a descifrar pero que parecían runas mágicas.

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La mujer se marcha bruscamente a la cocina.

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- "Era... era nuestro pequeño, Tobleau. Era muy devoto, siempre pensamos que acabaría siendo algún día el Clérigo del pueblo. Pero cuando hizo falta renovar el sacrificio que protege el camino... él... se ofreció voluntario.

Pocos días después, el honorable Harastus Siega sufría un desdichado infarto y la situación del pueblo empezaba un lento, pero inexorable declive.

Al menos el sacrificio de Tableau hace que sea seguro viajar, al menos durante el día." -

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La brusca partida de Fringilda pilló por sorpresa a Lengua Negra que logró entender el porqué de su reacción cuando Gennus reveló la identidad del desdichado que habían visto. Su propio hijo.

-Yo... yo... No entiendo -y realmente no lo entendía. No entendía aquel horror, aquella desdicha ni fatalismo, que la sangre no hirviera ante la injusticia-. Proteger el camino, ¿de qué? ¿Y por qué solo de día?

Se acercó a la puerta de la cocina.

-Mi Señora Fringilda, lo siento. Lo siento de veras. No pretendía con mi curiosidad despertar el dolor de una pérdida. Si hay algo que pueda hacer por aliviaros.

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- "Forma parte del Pacto, un pacto sagrado que forjaron nuestros antepasados con el Señor de la Medianoche hace miles de años. Es lo que dio origen al Triunvirato Negro, a la Corte Umbral, y a la propia nación de Nidal.

Parte de ese pacto implica proteger los caminos de las influencias sobrenaturales a cambio de sacrificios. El resultado, es que en casi todo Nidal es bastante seguro viajar si uno no se sale de los caminos.

De noche los fantasmas, las Sombras, y otros seres inhumanos son más fuertes. Nadie del pueblo viajaría de noche si pudiera evitarlo. Supongo que hasta los recaudadores de impuestos se detendrán en el propio camino cuando cae la noche." -

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- "No os preocupéis, noble señor." - Sale de la cocina, al parecer tras haberse limpiado los ojos llorosos con un trozo de tela.

- "Hemos tenido cuatro hijos, todos valientes, y todos han servido a su manera al Señor del Dolor. Podemos sentirnos orgullosos..." - Se le corta la voz.

- "No, no podéis hacer nada. Cuidad de los vuestros, elegid dónde acampar, y llevaros este saco de harina como muestra de nuestra hospitalidad. No es mucho, pero espero que sirva para alimentaros a todos, al menos durante unos días.

Recibiremos latigazos por esto cuando se sepa, pero hemos dicho que os ayudaremos, y es lo que haremos." -

Le entrega a Analista un saco de harina que debe de pesar unos diez kilos. Como bien sabe Analista, con agua y harina se hacen gachas, si se consiguen cazuelas y material para hacer fuego. Las gachas son un alimento muy básico, pero la Compañía entera ha sobrevivido en más de una ocasión a base de gachas de harina de trigo.

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¿Cómo no preocuparse?

Era algo inaudito, inédito incluso. La empatía de Lengua Negra era absoluta para con aquella familia y a pesar de haberlos conocido hacia apenas una hora, lo que iban desgranando acerca de su experiencia personal, le afectaba y no podía sentirse no afectado.

Asintió mudamente ante la información del Alcalde, pero no dijo ni replicó nada. Necesitaba meditar sobre ello. En su mente, Zon-Kuthon, era algo que debía ser eliminado, así como su negativa influencia y el diezmo que implicaba. 

-Cuatro hijos... -masculló intuyendo su realidad ante el relato de Fringilda-. Me preocupo. Lo siento, no podéis ni puedo evitarlo. Las preguntas se agolpan en mi garganta pero evitaré formularlas ahora. No quiero acrecentar vuestro dolor. Gracias por este saco que nos salva la vida. Y no os engaño. Sois gentes de palabra y mientras nosotros estemos aquí, nadie os hará daño -su promesa no era vana-. Volveré donde mis hombres y haremos noche en la granja abandonada que hemos visto fuera de vuestra aldea. No quiero que ninguno de vuestros paisanos se sienta incómodo con nuestra presencia -dijo tomando el saco y dispuesto a partir-. Tan solo una cosa más. ¿Podríais ofrecernos una cazuela y material para hacer fuego? Sí, estamos en precario. Y Fringilda, una cosa más si no es abusar de vuestra hospitalidad, ¿os importaría acompañarme? - Era una invitación a hablar, a solas, que podía aceptar o no.

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- "Creo que nuestro herrero tiene perolas grandes, y también soportes de hierro para sostenerlas sobre el fuego. Os acompañaré, loado sea el Señor de la Medianoche.

Venid conmigo, mi señor." - La mujer se levanta y se acerca a la puerta de la casa.

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- "Mi señor, ha sido un honor conoceros." - Le tiende la mano a Analista, que es como una forma de sellar el acuerdo que tendrá desde este momento el Pueblo de Verdín con la Compañía Negra.

El pueblo le da a los mercenarios un lugar para acampar, así como agua, algo de comida y enseres básicos. La Compañía ofrece protección al pueblo, en particular contra los bandidos Capas Rojas.

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Lengua Negra estrechó la mano del Gennus, con un apretón firme y fuerte.

-El honor ha sido enteramente mío, mi señor Monteleal. 

Eran buenas gentes que no se merecían todo lo que les había pasado. 

-Os sigo -dijo a Fringilda, acercándose a la puerta en la que le esperaba. 

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La señora Fringilda conduce al Analista cruzando la plaza central de la aldea hasta la herrería. El Herrero parece un hombre un tanto hosco y taciturno. Sin duda es el hombre más fuerte y musculoso del pueblo, aunque salta a la vista que no es un combatiente.

No demasiado intimidado por la presencia de Analista, lo primero que hace es reclamar su pago. La esposa del Alcalde echa mano a su monedero y sale a relucir la plata. Siguiendo sus instrucciones, el hombre prepara en el mostrador de su negocio una gran perola de hierro, diversos soportes de hierro, uno para la perola, y otros que se podrían usar para sostener una barra de hierro horizontal que se puede usar para asar al espetón sobre el fuego una pieza de caza de buen tamaño, como un ciervo, por ejemplo; y un par de cucharones para dar vueltas a la comida mientras se está haciendo y para servirla después en escudillas.

Analista observa con ojo crítico la herrería. Ve que no hay nada parecido a armas o armaduras, seguramente estén prohibidas, pero sí hay herrajes para caballos, aperos de labranza, material para el tiro de carros, ejes de carretas, cubos, clavos, y diversos utensilios, incluyendo picos y palas.

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Sin duda alguna, Fringilda era una mujer excepcional. No solo lo conducía a la herrería sino que abonaba el pago de aquellos aperos.

-Muchas gracias -dijo-. A ambos. Veo que cuenta con mucho material. Me pasaré por aquí, si no tiene inconveniente, en otro momento, para adquirir más cosas y preguntarle por sus servicios. De igual modo, dejaré esto aquí de momento y regresaré con más gente para llevárnoslo. Y en otro orden de cosas, ¿podría decirme si por aquí hay caza? -preguntó al herrero. No tenía intenciones de alargar la conversación más allá de aquella pregunta. Quería hablar con Fringilda a solas.

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- "El Bosque Sombrío es muy grande y sí que hay caza, pero es un lugar peligroso. Muchos animales se han vuelto sombríos, e incluso los ciervos se defienden..." -

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-Gracias, herrero -dijo ante la información.

Tras ello, inició camino hacia la salida del pueblo, con ganas de ver ya a los suyos.

-Mi señora, la vuestra o parece una vida fácil y a mis ojos, habéis sacrificado muchas cosas. Decías que habéis tenido cuatro hijos y que todos ellos, de un modo u otro, han servido a vuestro dios. Sé el destino de uno de ellos y lamento su pérdida. ¿Y los otros tres? Y disculpadme de antemano si entro donde nadie me llama. Estáis en vuestro derecho de callar y mandarme a tomar gárgaras. No es una curiosidad morbosa la que me lleva a haceros estas preguntas sino el deseo de saber.