Partida Rol por web

Por fin se ha acabado la horrible velada. Puede que Willhelm sea un generoso anfitrión, pero como compañía deja mucho que desear. Es más, a ninguno se os ha escapado la posibilidad de que sea levemente idiota o meramente un excéntrico, pero desde luego habéis estado en mejor compañía que esta noche.

Por fin has aterrizado en tu dormitorio. Cuerpo aseado, ropa de noche aguardando sobre la cama y el estómago lleno. Sin duda, un reparador sueño es lo que necesitas para alejarte de los horrores del accidente y de la extraña sensación que te transmite la mansión. Te introduces en la cama, entre sábanas sedosas y gruesas mantas, y en escasos segundos caes en un profundo sueño reparador.

Te despojas de tus ropas sin el más mínimo pudor, doblándolas y dejándolas a continuación apliadas sobre la alfombra del baño. Abres el grifo de la bañera, cubriendo el desagüe con el tapón una vez que comienza a correr el agua caliente. Una vez que el agua llega cerca del borde, cierras el grifo y te metes en el agua, tumbándote sobre la bañera, dejando solamente la cabeza fuera del agua.

¡Qué ironías del destino! Una vez que la muerte se hubo llevado a esa rata de Xavier, ahora era el sino quien tendía la espada de Damocles sobre tu cabeza.

Quizás habrías podido huir, o al menos enfrentarte a ella...

No, no era una opción. No cuando ella se hallaba a la puerta del baño, sin quitarte los ojos de encima, contemplando con deleite todos y cada uno de tus movimientos mientras te apuntaba con el revólver...

Quizás un disparo había sido más clemente que la muerte que ella había preparado para ti. Quizás tuviera a bien acabar contigo de forma menos dolorosa...

-Karin, ¡por el amor de Dios!

Pero la dama no movió ni un solo músculo de su cara ante tu desesperada súplica. Se limitó a señalarte con el cañón de la pistola la cuchilla de afeitar que había dejado sobre el canto de la bañera. Esa cuchilla que tomaste en tus manos, obligado, con la que entre insufribles dolores empleaste para cortarte las venas, primero de la mano derecha, luego de la izquierda, todo sin dejar de mirarla a los ojos, desafiante...

El agua fue poco a poco tiñéndose de rojo. La vista se te fue nublando hasta que la propia mujer parecía desaparecer de tu campo de visión.

Pero hasta el mismísimo instante en que perdiste la consciencia, solo hubo una cosa que seguiste percibiendo a la perfección: esos inmensos ojos triunfantes. Esos ojos deleitándose con el espectáculo de tu muerte.

Si ella tan solo hubiese querido comprender...

Karin...

Te despiertas empapado en sudor. ¡Qué vívido ha sido el sueño! Parecía tan absurdamente real que por un momento creíste ser...

Buscas los fósforos y enciendes una cerilla con la que prender la mecha del candil que Zoltan te ha dejado sobre la mesilla de noche. 

Te llevas la mano al pecho. El corazón parece querer escaparse de tu cuerpo, latiendo agitadamente como si hubiese presenciado algo horrible en vez de un sueño. Tu cabello está empapado de sudor, la ropa de noche se adhiere a tu pegajoso cuerpo.

Estaba empapado en sudor. Temblaba de pies a cabeza y no era capaz de mover un solo músculo de mi cuerpo. Tan solo había sido un sueño... Sí... Un sueño... Pero parecía tan real... Podía sentir el miedo, la desesperación, el dolor al cortarme la piel, el calor de la sangre... Nunca me había pasado nada parecido. Todos hemos tenido sueños que parecen reales. Incluso a veces dudamos de si lo que hemos soñado ha sucedido en realidad. Pero este fue distinto. Era DEMASIADO real. Era como si, más que una pesadilla, hubiese sido un recuerdo que me atormentara en mi sueño.

Con la débil luz del candil encendida, repaso cada rincón de la habitación con la mirada, como esperando ver a las personas de mi pesadilla aguardando tras una cortina.

Esto es absurdo... Me digo intentando tranquilizarme. Respirando profundamente, apoyo la cabeza en la almohada y alargo la mano para apagar la luz. Sin embargo, al ver cómo mis dedos temblaban todavía, la retiro y dejo que la pequeña llama siga alumbrando. Sabía lo que debía parecer: un hombre hecho y derecho temblando asustado y sin atreverse a apaga la luz por una simple pesadilla. Pero así era... No podía apagar la luz. No podía cerrar los ojos.

Karin... Repetía el nombre en mi mente una y otra vez. ¿Acaso la conocía? ¿La había visto antes y por algún motivo ahora la recordaba? Era posible, aunque improbable.

Me preguntaba si mis compañeros de viaje lograrían dormir plácidamente o se sentirían como yo. No sabía qué impresión producía la casa a la señorita o al señor Drake, pero sí al joven Ralph. Me incorporé en la cama, decidido a salir del pasillo e ir al cuarto del joven a ver cómo se encontraba. Salté de la cama y me dirigí a la puerta, cuando, sin saber por qué, sentí la necesidad de abrir el armario y rescatar la estatuilla que tanto pavor me había provocado al llegar. Tras esa pesadilla necesitaba comprobar si aquella figura seguía produciéndome la misma sensación.

Lentamente caminé hacia el armario y, agudizando el oído por si percibía el menor movimiento o sonido en la casa, alargué la mano y abrí el armario.

Abres el armario y, para tu sorpresa, compruebas que la figurilla del ángel no está en él. Raudo y con cierto nerviosismo, te giras hacia el lugar en el que se hallaba cuando llegaste a la Mansión Negra. 

Allí, reposando en la repisa, como si nunca lo hubieses movido, se encuentra la estatuilla, con su sonrisa condescendiente y burlona dirigiéndose directamente hacia ti.

Pero tú sabías que la figura se encontraba en el armario antes de acostarte. La habías visto allí cuando guardaste la ropa antes de retirarte a dormir. ¿Qué demonios estaba sucediendo allí? ¿Quién la había devuelto a su lugar en mitad de la noche?

Me quedé petrificado al verla. No podía ser... ¿Acaso Zoltan se había colado en mi habitación mientras dormía? La figurilla estaba en la repisa, mirándome... Sentía escalofríos. Quería salir de aquella habitación, pero no me atrevía. ¿Y si es criad estaba esperando en el pasillo? O peor aún, ¿y si estaba en la habitación de otro de los huéspedes? No me preocupaba el señor Drake, pues por su experiencia y su trabajo era muy capaz de defenderse, pero ¿y la señorita Vermillion y el joven Drake? No me quedaba alternativa, tenía que comprobar si los otros estaban bien.

Muy despacio, con todos mis sentidos alerta y atento al más mínimo sonido que pudiese escuchar, me acerqueé a la peruta y puse la mano en el pomo, girándolo muy lentamente. Si no había nadie en el pasillo, saldría en busca del joven Ralph. Sabía que podía parecer un viejo paranoico, pero en ese momento lo único que me importaba era escapar de mi habitación y no sentirme solo en esa siniestra mansión.

Te percatas de que hay ruido en el exterior de la mansión. Percibes claramente las puertas de la gran casa abriéndose y cerrándose, así como el sonido de los cascos de varios caballos. Es un coche de caballos, a la antigua usanza, alejándose de la vivienda, no te cabe la menor duda al respecto.

Te mantienes unos segundos quieto, silencioso, tratando de percibir cualquier detalle. Crees percibir el sonido de la verja que separa la finca del terreno comunal, pero no podrías jurarlo ni pondrías tu mano en el fuego asegurando que es verdad.

Por fin, cuando todo se queda en calma, notas algo curioso. Procedente de una habitación, no sabrías decir cuál, se escucha el sonido de algo siendo arrojado violentamente contra el suelo, así como una puerta de un armario o un cajón cerrándose sin mucho cuidado, algo ciertamente extraño teniendo en cuenta que son las 3 de la mañana, acorde al reloj situado en tu mesilla de noche. Una conducta un tanto inapropiada para hallarse en mitad del tiempo destinado al sacrosanto sueño.

De pronto, la mansión ha vuelto a quedarse en silencio sepulcral. Abres la puerta del pasillo con inmensa cautela y echas un sutil vistazo. Allí no hay nadie.

De pronto, una puerta se abre y ves claramente al señor Drake en estado de alerta, contemplando todo cuanto le rodea como si lo viera por primera vez. Deambula con sigilo, atento a todo.

Con el candil en la mano y enfundado en un batín que cubre su pijama, aunque no su aspecto despeinado y sudado, John se da cuenta de que no está solo. 

-Ah, buenas noches, Sr. Berckley. Bueno, madrugada en realidad. ¿Lo han despertado también todos esos ruidos? Ha sido un poco raro... por eso iba a echar un vistazo. No fuera que alguien se encuentre mal.

Cuando iba a abrir la puerta me di cuenta de que no llevaba el candil, de modo que me di la vuelta y lo cogí. Entonces empecé a sentir ruidos. Ruidos de puertas, de verjas, de caballos... ¿Será posible que nuestro anfitrión abandone la casa en plena noche y subido a un carruaje? Estaba claro que aquel hombre no vivía acorde a los tiempos actuales, pero de ahí a tener un carruaje... Por no mencionar las extrañas horas para salir de casa... ¿Quizás alguna emergencia?

Lo mejor será que salga a echar un vistazo.

Fui de nuevo hacia la puerta y al salir al pasillo me topé de pronto con el señor Drake, levemente alumbrado por su candil.

Es muy amable por su parte preocuparse así por nosotros, señor Drake. Me encuentro... bien... gracias... no me hacía gracia contarle lo de mi sueño. A fin de cuentas hasta ahora él y yo no nos hemos caído muy bien, y además, ¿qué iba a pensar si un hombre de mi edad se deja asustar de esa manera por una simple pesadilla? 

Yo también he oído esos ruidos. Me ha parecido oír ruido de armarios y de la puerta de la casa y... bueno, tal vez me equivoque, pero me pareció escuchar los cascos de un caballo... Lo cierto es que no me han despertado, puesto que ya me hallaba despierto. Esta noche no consigo conciliar bien el sueño, pero supongo que tras tantas emociones es algo normal.¿Quiere que vayamos a ver si la señorita y el joven se encuentran bien? Usted puede ir a ver a la señorita Vermillion y yo iré al cuarto del señor Ralph.