Partida Rol por web

Por fin se ha acabado la horrible velada. Puede que Willhelm sea un generoso anfitrión, pero como compañía deja mucho que desear. Es más, a ninguno se os ha escapado la posibilidad de que sea levemente idiota o meramente un excéntrico, pero desde luego habéis estado en mejor compañía que esta noche.

Por fin has aterrizado en tu dormitorio. Cuerpo aseado, ropa de noche aguardando sobre la cama y el estómago lleno. Sin duda, un reparador sueño es lo que necesitas para alejarte de los horrores del accidente y de la extraña sensación que te transmite la mansión. Te introduces en la cama, entre sábanas sedosas y gruesas mantas, y en escasos segundos caes en un profundo sueño reparador.

Allí estabas, frente al retrato de ella. ¿Acaso un último deseo cumplido o una macabra ironía del destino?

Tus ojos lo contemplaban por primera vez en años. Tuviste que venderlo para poder volver a verla en carne y hueso. Ahora vuelve a estar frente a ti y, de alguna forma, no te sorprende. Fue tu mejor obra, tu gran obra maestra. ELLA fue la gran obra maestra que jamás pudiste poseer.

Intentas inhalar una bocanada de aire, pero lo único que consigues es que tu garganta emita un nuevo borbotón de sangre que penetra en tu boca y salpica el resto de tu rostro.

Morirás ahogándote, agónicamente, entre insoportables dolores. Una muerte muda, no tan rápida como habrías deseado, pero muerte al fin y al cabo. Agria muerte. Dulce descanso.

Te ahogas. Casi parece que tus pulmones se hubieran contraído a causa de la imposiblidad de enviarles un poco de aire...

Escuchas los pasos de Xavier, alejándose de ti, satisfecho, puñal en mano. La sangre de tu garganta brota del puñal, dejando un reguero de gotitas mientras él sale de la sala con una sonrisa triunfal en su rostro.

Tus ojos apenas pueden percibir nada más ya. Tan solo suplicas un instante más, un momento más para poder seguir contemplándola, todo ello mientras tus destrozadas cuerdas vocales inútilmente intentan emitir un último nombre, un último intento por pronunciar el nombre que más has idolatrado toda tu vida: KARIN.

Te despiertas empapado en sudor. ¡Qué vívido ha sido el sueño! Parecía tan absurdamente real que por un momento creíste ser...

Buscas los fósforos y enciendes una cerilla con la que prender la mecha del candil que Zoltan te ha dejado sobre la mesilla de noche. 

Te llevas la mano al pecho. El corazón parece querer escaparse de tu cuerpo, latiendo agitadamente como si hubiese presenciado algo horrible en vez de un sueño. Tu cabello está empapado de sudor, la ropa de noche se adhiere a tu pegajoso cuerpo.

Con el corazón palpitando furiosamente en el pecho Marvin salió de la cama. Se quitó la empapada chaqueta del pijama y la usó para secar su sudoroso cuerpo, después la tiró a los pies de la cama.  Se miró las manos, no dejaban de temblarle.

Miró de rojo el cuadro de la mujer que le había hecho sentir tan nervioso desde el momento en que entró en ese cuarto. Karin. Se llamaba Karin. Sintió un leve estremecimiento, quizá el frío de la noche sobre su húmeda piel desnuda, pero le erizó completamente el pelo de la nuca.

Agarrando con fuerza el candil se acercó al cuadro. Necesitaba ver la firma del autor. Quizá fuera una locura hacer caso a un sueño, pero necesitaba conocer la identidad del hombre asesinado .

Te incorporas y te acercas al cuadro, que no es más que una vulgar reproducción del maravilloso lienzo que se halla en el salón de la casa. Contemplas toda la pintura, tratando de localizar la firma. 

Sí, allí está. Emil. Solamente Emil. Un nombre que no te dice nada.

De pronto, te percatas de un pequeño detalle. El cuadro está en la pared, no en el suelo, donde lo habías dejado cuando te sentiste inquieto por su causa y donde aún reposaba cuando te acostaste. 

¿Cómo había llegado de nuevo a la pared? ¿Quién había entrado en tu cuarto en mitad de la noche para disponerlo de nuevo en su lugar?

Te percatas del sonido de una puerta abriéndose, así como de pasos en el pasillo. Pasos cautelosos pero perfectamente perceptibles.

No entendía lo que estaba pasando, esto ya no podía achacárselo a sus nervios. Estaba seguro al 100% de que había dejado el cuadro en el suelo. No habría podido dormir de no haberlo hecho. Algo extraño ocurría en esa casa.

Se mordió el labio pensativo tras escuchar los ruidos en el pasillo. Alguien se movía sigilosamente por el pasillo, tal vez la misma persona que había vuelto a colocar el cuadro en la pared. Dudó un momento, pero enseguida se puso la bata para cubrir el torso desnudo, metió los fósforos en el bolsillo y tras ponerse las zapatillas se acercó con cautela a observar desde el marco de la puerta.

Te percatas de que el señor Drake está en el pasillo, vestido con un batín, hablando con Berckley, que asoma la cabeza desde el umbral de su puerta entreabierta.

-... noches, Sr. Berckley. ...madrugada en realidad... todos esos ruidos... raro... por eso iba a echar un vistazo. No fuera que alguien se encuentre mal.

Abriendo la puerta Marvin salió al pasillo y tímidamente se unió a los otros dos hombres. Lleva un candil en la mano y con la otra mantenía cerrada su bata.

- Buenas noches caballeros. Parece que no soy el único que está despierto.  No he podido evitar escuchar parte de su conversación ¿He entendido bien? ¿han oído ruidos?