Partida Rol por web

Cuando la señorita Vermillion asoma la cabeza por la puerta de su habitación, se encuentra a John Drake a la puerta, con la firme intención de llamar con los nudillos para interesarse por su estado. 

Al mismo tiempo, se escuchan pasos por las escaleras. El señor Berckley y el señorito Ralph están subiendo procedentes del vestíbulo, ambos enfrascados en una interesante conversación.

Allí estáis, los cuatro, dos en el rellano, donde las escaleras, dos a la puerta de la habitación de Vermillion. Cuatro desconocidos que han vivido más experiencias juntos que gente que lleva años conviviendo sin salir de una perpetua y segura monotonía. 

Porque parece una tontería, pero los cuatro habéis sobrevivido allí donde otros han muerto. La señorita Greygson, el señor Brewer, o el señor Janek... Y tan solo han transcurrido un par de horas. Poco más de cien minutos que os han parecido dos décadas.

-Oh, monsieur Drake - La sonrisa pícara de Jane había vuelto de nuevo a sus labios. -Veo que me venía a hacer una visita... puedo ayudarle en algo?

La joven se sentía aliviada y de nuevo de bueno humor. No sabía que le pasaba en aquella casa pero se sentía llena de miedos y malos presagios. Se sentía observada y vulnerable. No estaba acostumbrada a esas sensaciones. Ni siquiera en presencia de los loas se había sentido así.

Por un momento, esas sensaciones la habían hecho temer que el pasillo fuera a encontrarse vacio pese a lo que le decían sus sentidos. Ese miedo había anidado en su alma y crecido confrme se acercaba a la puerta de forma irracional. El alivio que había representado encontrarse con el vagabundo-policia a punto de picar a su puerta la había llenado de una corriente de buen humor que casi la había convertido en la Jane Vermilion de siempre.

Un par de segundos fueron los que tardó en darse cuenta que se encontraba en ropa de cama. Por un segundo, un ligero rubor se posó en sus mejillas aunque su sonrisa en ningún momento abandonó sus labios.

Subíamos las escaleras y llegamos de nuevo al pasillo. Allí estaba el señir Drake a la puerta de la señorita, y la señorita en ropa de cama. Chicas de hoy en día, no saben comportarse. Abrir la puerta en ropa de cama, qué falta de decencia... 

Me acerqué lentamente hacia los dos jóvenes interrumpiendo mi conversación con el señor Ralph puesto que no me parecía apropiado que los otros se enterasen de nada de lo que habíamos hablado (al menos de momento). No sé por qué, pero esta gente no acaba de inspirarme confianza. La chica, una descocada, como todas las jovencitas de hoy en día. Y el señor Drake... bueno, basta decir que ya tan solo su apariencia me causó desagrado nada más verlo. No obstante, se me educó para guardar las apariencias y saber comportarme y ser caballeroso con las damas, de modo que me acerqué al señor Drake y dije amablemente: 

Hola. Estaba paseando un poco con el señor Ralph. Esta casa es bastante impresionante, ¿no creen? 

Esperé unos segundos para comprobar la expresión de sus rostros ante mi comentario, aparentemente inocente, pero que esperaba encontrar una reacción inmediata como tensión en el rostro o las manos, alteración de algún tipo... Quería averiguar de forma discreta si mis otros compañeros también habían sufrido alguna extraña sensación. Después, como si tal cosa, miré con expresión paternal a la joven y le hablé calmadamente: 

¿Cómo se encuentra, señorita? Si necesita cualquier cosa no dude en decírnoslo.

Ver  a la señorita vistiendo una ropa tan ligera me causó una grata impresión a la vista, desgraciadamente nuestros dos acompañantes aparecieron sumamente pronto.

Me había pasado a ver si la señorita se encontraba bien, puede que les resulte difícil de entender, pero algo en mi mente me grita que debería salir de esta casa, eso solo... (me cuido en elegir bien las palabras adecuadas) Un instinto, dado mi trabajo tengo olfato para los problemas, solo que por una vez desearía evitarlos (comento mientras examino a los presentes con la mirada) ¿Han notado algo extraño en la casa?

Ya le había sido un poco embarazoso darse cuenta de que estaba en ropa de cama cuando abrió la puerta, pero encontrarse con los tres hombres en aquellas condiciones eran más de lo que en ese momento estaba dispuesta a tolerar. Con el rubor subiendo a sus mejillas, Jane se metió de nuevo en la habitación.

-Un segundo caballeros, me... me temo que no era consciente de mi vestimenta. - Rápidamente rebuscó en el armario hasta encontrar un batín que le diera una cierta sensación de decoro. Se lo ajustó cuidadosamente y volvió a abrir la puerta. -Ya está.

Devolviendo su sonrisa torcida a su lugar habitual, Jane contestó las preguntas del escritor y del ahora afeitado vagabundo. - Me encuentro mejor, gracias por preocuparse. El baño y los cuidados de Zoltan han hecho mucho por mi salud, pero creo que aún necesitaré cuuidados médicos una temporada.

Durante una fracción de segundo, consideró callarse sus sensaciones para no ser tildada de histérica. Desechó la idea, estaba claro que no era la única que estaba teniendo extrañas sensaciones aquella noche. -Lo cierto es que yo tengo sensaciones similares, monsieur Drake. Cómo si estuviera siendo observada... vulnerable