Por fin se ha acabado la horrible velada. Puede que Willhelm sea un generoso anfitrión, pero como compañía deja mucho que desear. Es más, a ninguno se os ha escapado la posibilidad de que sea levemente idiota o meramente un excéntrico, pero desde luego habéis estado en mejor compañía que esta noche.
Por fin has aterrizado en tu dormitorio. Cuerpo aseado, ropa de noche aguardando sobre la cama y el estómago lleno. Sin duda, un reparador sueño es lo que necesitas para alejarte de los horrores del accidente y de la extraña sensación que te transmite la mansión. Te introduces en la cama, entre sábanas sedosas y gruesas mantas, y en escasos segundos caes en un profundo sueño reparador.
Apenas puedes respirar. Tus ojos se humedecen y comienzas a ahogarte. La opresión en el cuello es cada vez más y más violenta.
Puede que ese hubiese sido el plan desde el principio: traerte aquí para hacer de este tu último día en la Tierra... Un humillante día en un no menos ignominioso lugar para fallecer: una maldita y miserable carbonera.
Apenas puedes ver nada y respirar se convierte cada vez en algo más y más difícil... Si tan solo pudieras aflojar levemente la presión de aquellas manos de oso sobre tu cuello...
¡Qué rostro más congestionado el de Reinhardt! Y, a su vez, qué satisfacción muestra su expresión. Como si llevara mucho, mucho tiempo deseando que llegara este momento. El momento de acabar con tu vida empleando tan solo sus manos. ¡Y cuánto dolor pueden provocar un par de manos!
De todos modos, ya no durará mucho. Todos estáis sentenciados. Todos. Los dos estáis atrapados en algo más grande.
¡Dios! ¡Cómo duele! Te duele el cuello, te duele la cabeza por falta de oxígeno. También te duelen los pulmones, que parecen estar encogiéndose ante la falta de aire.
Ya no puedes ver lo suficiente como para distinguirle. Ya no puedes ver a Reinhardt.
Tu último pensamiento es para aquella daga, la que ahora yace a tu lado. La daga manchada con la sangre de Emil.
Emil...
Te despiertas empapado en sudor. ¡Qué vívido ha sido el sueño! Parecía tan absurdamente real que por un momento creíste ser...
Buscas los fósforos y enciendes una cerilla con la que prender la mecha del candil que Zoltan te ha dejado sobre la mesilla de noche.
Te llevas la mano al pecho. El corazón parece querer escaparse de tu cuerpo, latiendo agitadamente como si hubiese presenciado algo horrible en vez de un sueño. Tu cabello está empapado de sudor, la ropa de noche se adhiere a tu pegajoso cuerpo.
Haz una tirada de COR 1/1d6.
Motivo: COR
Tirada: 1d100
Dificultad: 55-
Resultado: 61 (Fracaso)
Motivo: Pérdida de COR
Tirada: 1d6
Resultado: 1
Pierdo un punto de cordura.
Estoy en un momento complicado de tiempo. Rolearé, lo prometo. :)
¿Qué.... qué ha sido... eso?
No era sólo una pesadilla, era mucho peor que eso. Porque la sensación había sido tan real como si hubiera estado absolutamente despierto en esa carbonera. Casi ahora sentía aún las manos en su cuello, su garganta luchando por dejar que el aire la atravesara, sin conseguirlo.
Y además... esa sensación difusa, sutil, y horripilante. Un déjà vu, o como se dijera eso. Un haber estado sin estar, un haber sido sin ser. Por mucho que intentara aclararse no lo conseguía. Era como si hubiese vivido aquello en la piel de otro. De otro hombre, con un realismo espantoso, atroz. ¿Habría realmente muerto ese otro hombre...?
¿Cómo era el nombre del tipo que le mataba...? Re... ¡Reinhardt! Pero, ¿porqué un apellido tan claro, tan concreto? ¿Porqué ése y no otro?
Y de pronto recordó también la daga. Y a Emil. Emil. Maldita sea, ¿quién es Emil...?
Dios mío, por Dios... ¿estoy enloqueciendo...? Joder, ¿estoy volviéndome loco...?
Tras el tempestuoso sueño que finalizó en pesadilla, medio incorporado en la cama, aún con la mano en el pecho y con ciertas dificultades para respirar, te llevas un nuevo sobresalto al percatarte de que la mecedora, la misma que habías inclinado antes de tratar de sestear al poco de llegar a la mansión, estaba otra vez de pie. Como si lo estuviera esperando, en el mismísimo momento en que pones tus ojos sobre ella, comienza a mecerse de forma prácticamente imperceptible, a no ser por el leve sonido renqueante que emite en su insignificante balanceo.
Pero tú recuerdas claramente que estaba tumbada cuando te metiste en la cama. No había duda posible al respecto. ¿Quién la había devuelto a su posición original? ¿Quién se había aventurado a hacerlo en mitad de la noche?
Nueva tirada de COR, pero más suave: 0/1d2.
Necesito también una tirada de Escuchar.
Sobre lo de postear, tranquila, la idea es mantener un ritmo fluido de un par de posts semanales, pero no voy con el látigo. Yo misma no he podido entrar de nuevo hasta esta noche :)
Desde luego, tras el realismo espeluznante de la pesadilla que acababa de sufrir, no esperaba que algo más perturbara su equilibrio. Pero así fue. Aún intentando recuperar el ritmo de su corazón acelerado, de su respiración trastornada, se dio cuenta de algo más.
La maldita mecedora...
De nuevo, en pie. Y tal como la miraba, el balanceo. Volvía a moverse. Casi nada, cierto, pero lo suficiente para que el sonido que producía se metiera en su cerebro como una carcoma insidiosa.
Sacudió la cabeza, estaba empezando a ceder ante cosas que, probablemente no tenían importancia.
¡Soy un tipo duro, joder, soy un poli! ¿Vas a dejar que una mecedora de mierda te de miedo...?
Motivo: COR
Tirada: 1d100
Dificultad: 55-
Resultado: 29 (Exito)
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 90-
Resultado: 59 (Exito)
No hay pérdida de COR. :)
Saco la tirada de escuchar.
No solo el sonido de la mecedora perturba la calma de la noche. Te percatas de que hay ruido en el exterior de la mansión, ya que percibes claramente las puertas de la gran casa abriéndose y cerrándose, así como el sonido de los cascos de varios caballos. Es un coche de caballos, a la antigua usanza, alejándose de la vivienda, no te cabe la menor duda al respecto.
Te mantienes unos segundos quieto, silencioso, tratando de percibir cualquier detalle. Crees percibir el sonido de la verja que separa la finca del terreno comunal, pero no podrías jurarlo ni pondrías tu mano en el fuego asegurando que es verdad.
Por fin, cuando todo se queda en calma, notas algo curioso. Procedente de una habitación, no sabrías decir cuál, se escucha el sonido de algo siendo arrojado violentamente contra el suelo, así como una puerta de un armario o un cajón cerrándose sin mucho cuidado, algo ciertamente extraño teniendo en cuenta que son las 3 de la mañana, acorde al reloj situado en tu mesilla de noche. Una conducta un tanto inapropiada para hallarse en mitad del tiempo destinado al sacrosanto sueño.
De pronto, la mansión ha vuelto a quedarse en silencio sepulcral.
¿Qué ha sido eso? ¿Acaso acabas de sentir una puerta abriéndose con suma cautela en esta planta de la casa?
Ya está claro que no voy a poder pegar ojo en lo que me queda de noche. La pesadilla primero, y la realidad después me han puesto los nervios a flor de piel. Así que me levanto de una vez, y busco algo como un batín que ponerme encima de mi pijama. Estoy empapado de sudor después de la terrible escena soñada, o percibida, o quién sabe qué. Pero seguro que entre todas las prendas que hay acumuladas en el armario encuentro algo con lo que cubrirme.
Además, todos esos ruidos... no entiendo qué está ocurriendo. Y si nuestro anfitrión, o su mayordomo, fueran gente... normal... pero, maldita sea, no lo son, no puedo negar eso. Podemos estar en peligro, y no saberlo. Lo intuyo, pero no hay nada que me confirme mis suspicacias. Así que, voy a echar un ojo. Por algo soy policía...
John hizo cuanto había pensado, paso a paso. Luego, mecánicamente, comprobó que la ventana estaba cerrada y que, por tanto, la mecedora no era impulsada por una corriente de aire imperceptible. Y luego volcó la mecedora, esta vez preparándose para encontrarla de nuevo en pie cuando regresara. Algo en su interior le había activado una alarma silenciosa pero persistente.
Y, finalmente, se dirigió a la puerta, la abrió sin cuidarse de no hacer ruido y salió al pasadizo, mirando a un lado y a otro, para determinar quién estaba a su vez fuera de la habitación.
Te percatas de que estás siendo observado. La puerta de Berckley está abierta y él, desde el umbral, escudriñando el pasillo como si esperara encontrarse algo extraño.
Con el candil en la mano y enfundado en un batín que cubre su pijama, aunque no su aspecto despeinado y sudado, John se da cuenta de que no está solo.
-Ah, buenas noches, Sr. Berckley. Bueno, madrugada en realidad. ¿Lo han despertado también todos esos ruidos? Ha sido un poco raro... por eso iba a echar un vistazo. No fuera que alguien se encuentre mal.
Seguimos en la escena 5E, ya que ahora estáis varios personajes juntos.