Partida Rol por web

¡Joder, tío! Menuda escabechina. Ezequiel permaneció una momento callado mirando los montones de ceniza, hasta que se dio cuenta que todas las miradas estaban fijas en él. ¿Qué os pasa, tengo monos en la cara? Entonces alguien carraspeo. Si, joder. ¿Qué ha pasado a bajo? ¿Verdad?

Pues Guy ha encontrado una trampilla debajo de la cama de este mal masido. Dice señalando al montón de cenizas que era Saúl. El muy hijo puta no guardaba porno debajo de la cama como todo hijo de madre, sino un puñetero centro satánico como los que salen en los videoclips de los metaleros.

El inquisidor y nuestro líder están allí abajo ahora, buscado cosas. La monja está bien, simplemente esta tiesa como el palo de una escoba, el inquisidor decidió inmovilizarla por si las moscas. 

Los descubrimientos que estaba haciendo el inquisidor me sorprendían, pero la verdad, me mostraba impertérrito ante ellas, pues no quería dar síntomas de novicio. No quería que me tratara de menos. La sala blanca... ya directamente hacía que tuviera escalofríos, pero la negra... la negra me helaba los huesos. Los gritos de agonía que se percibían eran mucho más audibles en la sala negra y aquí... aquí estaba el foco de todo mal. Y lo peor de todo, trataba de controlarme. 

Miré a Guy y no parecía estar teniendo los mismos síntomas que tenía yo. Sólo yo parecía escuchar esa voz.. y no podía dejar que me controlara, no podía acabar igual que aquello que había venido a buscar. Iba a pararlo. Y la bestia debía de saberlo.

-¡NO!

Miré a Guy. Si pudiera, no me cabe la menor duda de que estaría sudando como un cerdo en una tarde de calor californiana.

-Acabemos pronto con esto... No se si seré capaz de mantenerlo a raya... ¿Qué hay que hacer?

De nuevo agradezco no seguir viva ya que mi suspiro de alivio lo habrían escuchado todos.

Te equivocaste Helena, los gritos no eran porque estuvieran luchando, afortunadamente atacamos a un diabolista.

Cambio mi expresión de preguntar a aprecio. – Gracias Ezequiel, pensaba que también habían encontrado la muerte definitiva.

Me vuelvo a centrar en mi cometido como sacerdotisa del Sabbat. Mirando al padre Velasco le digo. – Padre Velasco, me atrevo a recomendarle que sea usted mismo quién informe directamente al Arzobispo Moncada. – Con una mirada directa a su cara, pero sin centrala en sus ojos. – Seguro que sabéis mucho mejor que nosotros como son de peligrosos los rumores que seguramente le acabarían llegando.

Guy se sobresaltó ante la negación gritada en voz alta. Creo que lo mejor será salir de aquí y sellar esta sala. La fuerza que habita esta estancia es demasiado fuerte como para poder purificarla. Sin esperar contestación comenzó a subir las escaleras para salir de las horribles salas.

Al llegar a la celda y el pasillo, se inclinó sobre el cuerpo paralizado de Azur extrayéndole la estaca. ¡Bien! Creo que no tienes nada que ver con esto ¿Verdad? La monja asintió con la cabeza. ¿Alguien de la cofradía lo sabía? La monja negó esta vez y Guy sonrió satisfecho. Creo que deberíamos reunirnos con el resto de tu cofradía.

Rápidamente recorriste los pasillos de vuelta al claustro y llegasteis a la habitación donde se había quedado el resto del grupo. En la sala estaban todos salvo Antuan y Saul, sus lugares ahora lo ocupaban dos montones de cenizas. Las caras eran largas.

Justo antes de que Velasco pudiera contestar llegan a la habitación Scot y Guy, los dos parecen estar bien. Detrás de ellos con la cabeza gacha llega Azur. 

Velasco asintió con la cara seria mientras miraba el montón de cenizas que había sido Saúl Montague. Él era mi chiquillo, el único chiquillo que he creado en toda mi existencia. En mis cinco siglos de existencia, Montague fue la única persona digna de recibir el abrazo. Murmuraba el arrogante ducuts. Sí, yo informare personalmente de esto. Esto ha sido un fallo mío, tendré que asumir las consecuencias.

La llegada de muestro ductus es inmediatamente después de mis palabras y dado el evidente dolor del Padre Velasco opto por no decir en este momento que Antuan no ha sobrevivido al combate.

El tiempo normalmente no va tan rápido para nosotros por lo que podemos esperar a decírselo, ademas aparte de nosotros mismos no tenemos mas familia.

La actual amabilidad con el Padre Velasco es una apuesta de futuro, si logra no ser eliminado no hay duda de que se reforzará su posición y todos en un momento u otro necesitamos alguien que diga unas palabras por nosotros o nos acoja.

Al llegar vemos un par de montones de ceniza en el suelo. La situación parece que ha sido capeada por el equipo y no puedo sentirme más orgullo de ellos. Habíamos perdido a Antuan, pero la verdad es que había aportado bastante poco, casi no recuerdo el sonido de su voz de las pocas veces que he podido escucharle hablar, pero al menos, permanecerá en mi memoria como el que dio su vida por salvar la de los demás. Por eso no voy a preguntar qué había pasado, porque me hacía a la idea y de lo que no sabía, esperaba poder montarme la película como a mi me parecía correcto. 

Miro a los que quedan en pie, el que ha caído es aquel cuya habitación tiene acceso a aquella sala maldita donde se ha instaurado la presencia maligna. Niego con la cabeza solo por recordar la fuerza de voluntad de la que he tenido que hacer uso para aguantar el influjo de las promesas que me ofrecía. Aunque Velasco parecía convencido de lo que tenía que hacer, no me apetecía que le diera la vuelta al asunto. Era una de las manos derechas del arzobispo y no quería que ello pudiera jugarnos una mala pasada. Por ello lo tendríamos controlado.

-Sea como fuere, debemos salir de aquí. Todos. Avisaremos de nuestra investigación al Arzobispo y a partir de ahora será cuestión suya, y sólo suya, lo que ocurra. Nuestro trabajo ha terminado aquí. Movámonos.

Espero a que se pongan por delante los "ajusticiados" para poder hablar con mi equipo.

-El inquisidor ha descubierto la sala ritual, la presencia es demasiado poderosa como para purgarla. No podemos dejar que nadie se quede en el refugio, en realidad, no sabemos si sólo el culpable era su chiquillo, o si lo son todos.

Al final sí que había un culpable de pactar.