Partida Rol por web

Cogió el extraño aparato mientras vigilaba a Tirso. Aún no se acostumbraba a él, y no tenía muy claro qué era lo que tenía que hacer para responder.

- Te escucho - Fue lo único lógico que se le ocurrió decir. Tenía que quemar al vampiro, así no le iba a dejar. ¿Cuánto tiempo quedaría para el amanecer? En otros tiempos hubiera sido más fácil quemarle en una hoguera. Nadie hacía preguntas por una hoguera. Pero en Barcelona no había visto ninguna, por lo que dedujo que muy normal no sería. Lo más sencillo era quemarle en la chimenea. 

Camino contesto con voz entrecortada, parecía nerviosa. Hola. Hoy no vamos a ir a dormir, no nos esperéis levantados. Hemos encontrado unas pistas sobre unos motoristas y su refugio en una mina abandonada de Fabero. Creemos que son los Lobos de Liega, uno de ellos llevaba una cazadora de cuero con la bandera francesa. ¿Qué tal Tirso, ha mejorado?

En una de las paredes del salón había una pequeña chimenea con unos cuantos palos, parecía haber sido puesta de adorno y no haberse usado nunca. 

Las palabras de Camino hicieron que Melania se replanteara el destino de Dario. Había pensado en no tener que cargar con él, pero siempre podían enterrarle en letargo para que no molestara y volver a por él cuando todo hubiera acabado.

- Estable - Respondió sin ninguna emoción en la voz - Que no os maten. 

Esperó a que la chica dijera algo más. Tampoco tenía muy claro como despedirse. Hablar tanto le resultaba incómodo. Resultaba paradójico que la asesina se quedara en casa "cuidando" del enfermo. Pensó en que podría ocuparse del vampiro y reunirse con ellos antes de que saliera el Sol.

- ¿Dónde descansaréis?

Paseó su mirada por la habitación. Estaba segura de haber visto un mapa en alguna parte. No sería muy difícil encontrarlos...y tampoco creía que fuera difícil rastrearlos. No tenía demasiada fe en ellos. 

Iremos hasta Fabero y trataremos de dar con la mina, puede que pasemos el día en alguna de los hoteles del pueblo.    El pueblo de Fabero quedaba a 45 minutos en coche,  te daría tiempo de llegar mucho antes del amanecer, pero el problema era buscar un medio de transporte. También había otro problema y era Tirso, había que hacer algo con él.

- Está bien - Melania no esperó a ver si Camino tenía algo más que decir y colgó. Se giró hacia Tirso. Ya no podía seguirnos...al menos no hasta que acabaran con los Lobos de Liega, y aún así, no podían estar seguros de que le hubiera visto alguien que no fuera de la banda. Lo más seguro era matarle. Podía quemarle o podía atarle a un árbol fuera de la casa. Se le ocurrió otra opción. 

Se dispuso a buscar una caja o baúl donde pudiera meterle. 

En el sótano de la casa encuentras un armario lleno de abrigos viejos, no es un lugar muy lujoso pero servirá para pasar el día. En cuanto a la cuestión de Tirso, siempre se podían dejar abiertas todas las ventanas de la casa dejando que se bronceara un poco, todo el mundo sabe que un poco de luz no hace daño a nadie. Pero antes de abrir las ventanas, estaría bien dejar fuera de combate a Tirso con una estaca en el corazón¹. 

Melania no perdió más el tiempo. Cogió una silla y la rompió, luego talló con un cuchillo la punta y se acercó a Tirso. Aún no reaccionaba. Lo arrastró hasta un punto por el que dedujo que saldría el Sol y le clavó la estaca en el corazón a su compañero. Corrió las cortinas y esperó pacientemente mientras leía a que amaneciera, quedándose siempre a la sombra. Cuando vió que iba a despuntar el amanecer, se transladó al sótano y esperó.

Triso no tuvo tiempo de reaccionar, la estaca atravesó limpiamente su pecho y llego a clavarse parcialmente en el sofá. Sus ojos suplicaban piedad, pero era incapaz de moverse o pronunciar palabra alguna. Mientras abrías una tras otras las persianas de la casa, y finalmente bajabas al sótano.

A la noche siguiente solo había un montón de cenizas con un palo clavado sobre el sofá, era lo único que quedaba del cuerpo. Ahora tenías que ir hasta la mina donde te reunirías con Camino y con Dario.

La primera idea de Melania fuer era intentar llegar andando al pueblo, y encontrar una caballeriza donde pudiera pagar por un caballo que le llevara hasta las minas. Luego se acordó de que llegaba algún siglo tarde para aquello. No había visto bestias de monta en Barcelona y dudaba que las fuera a encontrar allí. Antes de irse desclavó la estaca del sofá y recogió las cenizas de lo que quedaba de Tirso. Bajó las persianas y se aseguró de que todas las puertas y ventanas estaban bien cerradas, así como de que no había nadie más en la casa. 

En el viaje hasta León había advertido la existencia de vehículos a motor más grandes que la propia furgoneta que les había traído hasta allí. Sus compañeros de viaje los habían llamado "autobuses". Quizá podría encontrar uno. Comprobó que llevaba todo lo necesario antes de ponerse en marcha. La bolsa de deporte con algunas armas que se colocaría en las correas cuando llegara a las minas (una pistola, cartuchos de balas de ¿plata?, media docena de cuchillos arrojadizos y un par de machetes), el mapa de la zona, el móvil... Un momento. El móvil.

Lo cogió con la idea de llamar a su "querido Nosferatu" y que este le dijera de qué forma podía llegar hasta las minas. 

Melania llamo preocupada al Nosferatu, las tecnologías habían avanzado demasiado rápido como para que la vampiresa las pudiera ponerse al día. Gracias que su feo amigo estaba para ayudarla. Zigor le indico que tenía que hacer, donde tenía que llamar y como debía de actuar. Sobretodo recalco la importancia del fin del viaje. Hay que pagarle al conductor, y si no tienes dinero, bueno….. Ya sabe…. Llévale a un descampado y….

Al poco de llamar al número que Zigor te había indicado un coche blanco con una franja horizontal morada para enfrente de la casa. Un hombre de mediana edad vestido con camisa desabotonada hasta media altura saco la cabeza por la ventanilla. ¡Guapa! ¿Te llevo a algún sitio?

Melania no le siguió el juego al taxista. Le miró seriamente y le dijo.

- A las Minas. Si no es molestia.

Se sentó en la parte de atrás del taxi, justo detrás del conductor, observando sus movimientos.

La carretera fue evolucionando poco a poco, primero con pequeñas montículos que hacían que el taxi subiera y bajara hasta convertirse en una estrecha carretera que serpenteaba a lo largo de un valle siguiendo el curso del rio. El taxi al principio tomaba bien las curvas pero a medida que el recorrido se complicaba y las curvas se volvían más cerrada tuvo que bajar la velocidad, el recorrido que el llano no hubiera llevado más de diez minutos se convirtió en casi tres cuartos de hora al volante.

A unos cinco quilómetros de Fabero, donde se encontraba la mina, unas luces amarillas hacen señales al taxi indicando el arcén donde hay varios coches parados. Al acercarse más vez que las luces son un guardia civil que indica que el taxi se detenga. Es un control de carretera compuesto por una patrulla de la guardia civil.

Melania aprovechó aquel momento que el agente de la Guardia Civil enfocaba al taxista para moverse en las sombras. Se deslizó al otro lado del automóvil y mirando por la ventanilla evaluó la situación, pensando cuál sería su siguiente paso. Cuando abriera la puerta silenciosamente saldría a la oscuridad de la noche, iluminada por los faros de los coches de la Guardia Civil y se colocaría detrás del propio taxi. Luego echaría a correr a donde pudiera ocultarse y llegar por sus propios medios a la mina. Tanía el mapa y sabía orientrse, dudaba que fuera a tardar demasiado en llegar. Era extraño que no hubiera recibido ningún tipo de noticia de los otros dos...

Cogió el teléfono y buscó en la memoria de últimas llamadas el número de Camino. Rellamar.

El taxista asiente a las explicaciones del guardia civil y empieza la maniobra para alejarse del control y aparcar en el arcén. Pero para cuando el  taxista se gira dentro del taxi para comunicarte que no puede seguir y que le tienes que pagar ya estas demasiado lejos. Solo alcanzas a escuchar los gritos enfurecidos del taxista al darse cuenta que su cliente se ha largado sin pagar.

Empiezas a caminar por la cuneta de la carretera evitando las luces de los coches, no es difícil, los guardia civiles solo prestan atención a la carretera.

En un rincón apartado y en sobras te paras a llamar por teléfono a Camino. La llamada da dos tonos y luego, escuchas silencio. Subes un poco el volumen del altavoz del teléfono y empiezas a reconocer sonidos. Escuchas pasos lejanos sobre la arena, luego un golpe y gritos de personas que no conoces. Parece que Camino a descolgado el teléfono mientras lo tenía en el bolsillo.

***

- Vas a tener que amaestrar mejor a tu perro, se ha confundido de presa ¡Ese carbón y su putita pelirroja son los enemigos no Enma! Dice la voz de un hombre joven.

- ¡Yo no soy su puta! Entre los sollozos reconoces la voz de Camino ¡No le conozco de nada! Lo encontré en la mina y al decir que era un ducutus le seguí. ¡Yo no sabía nada!

Luego escuchas la voz de una mujer. ¡Ni siquiera un vampiro de la torre de marfil se comportaría de una forma tan humillante! Escuchas una bofetada. La camarilla no es tan estúpida como mandar a alguien tan…. 

- ¡Manipulable! Completa la frase la voz de un segundo hombre joven. Seguro que no es capaz de soportar la Vaulderie, sería estúpido desperdiciar un cuerpo como este, podría ser un fantástico cabeza-pala..

Entonces la mujer vuelve a hablar. La pelirroja puede esperar, ahora me interesa más lo que tiene que contar Antuan.  Antua, ilústranos. Ilústranos porque Yuri apunta a Enma.

***