Encuentro infantil que el Ministro Veiner haya decidido ignorar mis sagaces apreciaciones únicamente como represalia a que yo haya tenido que anteponer a la provocativa Corianne a su mostacho. En cualquier caso, no me lo tomo como algo personal porque entran en escena nuevas distracciones mucho más apetitosas que nuestro patrón.
Primero la morena Corianne, con su inmejorable actitud; luego la pelirroja elfa modosita, el mujerón salvaje y ahora la despampanante burócrata rubio platino. ¡Full de reinas! Si sumamos a eso que mi mujer está embarazada, que viajamos en compañía de un gato sobrealimentado y que soy el único hombre completo del grupo, no me perdería esta aventura ni aunque me pagaran en cobres en lugar de en oro.
No puedo evitar que un escalofrío recorra de arriba abajo mi médula espinal cuando la juguetona beldad de ojos enormes me lanza un beso.
«Perdón por señalar» —me disculpo silenciosamente mientras trato de ocultar la felicidad que delanta mi vieja túnica de mago.
Mientras Clea saludaba con una cortés sonrisa a Nekaua y a Iskal. Veiner continuó respondiendo preguntas dirigiéndose en primer lugar a Daha.
—Los Jansen son una familia de gnomos que harán de intermediarios con mi contacto en Mena de Oro, hermana Phiatabel. No necesitan saber nada más al respecto—a continuación pasó su mirada en el félido—. El Colmado Jansen es una tienda señor Iskal. No importa quién les atienda, ustedes solamente pregunten por los rábanos. Y por favor, háganlo con discreción. A ser posible cuando no haya clientela.
En último lugar, el ministro principal dirigió su atención a Nekaua.
—Sí, saldrán hoy señorita Nekaua. Respecto a la forma de viaje, decídanlo ustedes.
Kifel, que había estado en silencio desde su torpe presentación, tomó la palabra. El pelirrojo estaba inquieto, moviéndose hacia adelante y hacia atrás levemente.
—¿Qué haremos con el polvo de escorpión cuando lo encontremos señor ministro principal?
—Los sanatorios necesitan dosis para tratar a los adictos, así que traerán a la ciudad la que puedan transportar. El resto la destruirán—entonces alzó la mano derecha con un dedo acusador a modo de advertencia—. Y espero que a nadie se le ocurra la idea de escamotear algo de droga para asuntos propios.
Stephen se tomó unos segundos para mirar fijamente a los ojos a cada uno de los presentes y luego volvió a entrelazar las manos.
—Creo que podemos dar la reunión por terminada. Clea, los dejo en tus manos. Buena suerte.
Clea asintió con la cabeza agradeciendo las palabras de Veiner.
—Muchas gracias señor ministro—la mujer se acercó hasta la puerta del despacho y la abrió mirando al grupo—. ¿Podéis seguirme por favor?
Las siete personas que conformaban el grupo reunido por el ministro principal abandonaron el despacho. Tras una breve discusión, decidieron que viajarían en un carromato. Tras arreglar el asunto del transporte y acopiarse del avituallamiento necesario, el grupo abandonaba Puerto del Amanecer cuando el sol ya había pasado su zénit.
El grupo continúa aquí.