Tenía una buena vida. Trabajaba en el negocio familiar, tenía una bella esposa y tres hijos a los que adoraba.
Se podía decir que lo tenía todo, salvó por esas ganas de volver a coger el martillo e impartir un poco de justicia a la vieja usanza.
Su mujer le hizo prometer que no volveria a las calles y mientras lo cumpliera ella tambien se mantendria alejada de ellas.
Se veia obligado a soltar su adrenalina demoliendo tabiques en las obras.
Era una dia como otro cualquiera. John se levanto respirando olor a café y tostadas hechas, orino, bajo a la cocina y vio a su mujer sirviendo el desayuno a los pequeños.
Un beso de buenos dias le recordaba que todo lo que habia dejado atras era un pequeño precio por lo que tenia delante.
- Buenos dias familia.- saludo a los crios. La mayor no era suya pero estaba con el desde los cinco años, tenia sus apellidos y cualquiera que dijera que no era una Callahan se comeria la parte mas dura de su mazo.
- Hoy voy a llevaros yo al cole.- afirmo mirando a su mujer de reojo. Ella ya hacia mucho cuidando de las tres fieras todos los dias.- Ayer adelantamos mucho el trabajo, puedo permitirme llegar cinco minutos tarde.
La pequeña dio unas palmitas contenta.
Tu mujer estaba intentando que terminara su desayuno para llevarla a la guarderia y agradecio el respiro con una sonrisa. Se levanto y te sirvio café.
- ¿Estas seguro?.- pregunto ella y le parecío que no hablabas en broma. Notaste el alivio en su cara. Tres niños eran mucho trabajo.
Estabas a punto de salir cuando sono el telefono. Carol estaba ocupada terminando de vestir a Zoe, quien había decidido que los zapatos no entraban dentro de su estilo.
John sonrio con cara de tonto. - Claro, me va de camino, no hay problema.
Se sirvio una taza de cafe y mientras se la terminaba escucho sonar el telefono. Juro internamente que si era alguien para ofrecerle un seguro o cualquier mierda se le iban a quitar las ganas de por vida jodiendo el desayuno a la gente.
Descolgo el telefono y gruño.- Diga.
Al otro lado del telefono una voz familiar, aunque algo distorsionada. De fondo decenas de voces y pasos, seguramente te llamaran desde un lugar publico y concurrido.
- ¿John? Soy Edgar. Voy a coger un vuelo con destino Washington, llegare en tres horas y media al Dulle. ¿Puedes venir a buscarme?.- sonaba serio, frio, un poco extraño.