Partida Rol por web

Unger al ingresar a la sala de celdas habló para el prisionero sin prestar demasiada atención. Con saber que el humano se encontraba en su celda es suficiente por el momento. Solo que luego, al acercarse para hablarle, el sargento se dio cuenta que el prisionero colgaba de la soga que había usado el comandante para atar al mercenario.

Unger temía una trampa, pero enseguida dio la alarma. Les ordenó que llamasen a personal sanitario con urgencia máxima. Sin que se abriese la sala de contención hizo que la guardia formase, 3 de ellos apuntando y tanto el orionita como otro más, indicando que la armas en aturdir, ya que podían darles a ellos, apuntasen, y a la más mínima reacción agresiva o sospechosa, fuego.

- Den alarma de suicidio a la enfermería, con carácter grave y lesiones nivel desconocido. Tú, tú y tú allí, apuntando, con las armas en aturdir. Compruébenlo. Ya listos y formados, al cuarto miembro de ordenó. - Ayúdeme a bajarlo y comprobar lesiones. Sabía que eran unos segundos preciosos, que podrían haber sido vitales para la recuperación del mercenario, pero, era más importante la seguridad de la nave y de ellos mismos que la vida de aquel mal nacido. - Lo descendemos, libramos la soga, comprobamos vías respiratorias por un lado y yo reutilizaré la soga para atarle las manos. Lo miró a los ojos y le preguntó: - ¿Listo? Miró a los demás, que apuntando esperaban, y el sargento, sin más demoras ¿Preparados? Y entonces abrió la celda y procedió. Esperaba que fuera una treta. Deseaba que fuera una treta, e incluso, cuando viniera el personal médico, le diría que le pusieran grilletes pies y manos, ya que temía que este ser fuera capaz de simular la ausencia de constantes vitales y montarles otra. Sabía que era capaz de realizar grandes prodigios y ese no le parecía tan complicado.

 Noté como comenzaron a bajarme, y escuchar las ordenes. Yo no moví el menor músculo y comencé a alterar tanto mi ritmo cardiaco como respiratorio, para simular la ausencia de constantes vitales. Debía de esperar a que me llevasen a la enfermería y eso pensaba hacer...

La puerta de entrada se abrió dando paso a Cristina de Alba y la doctora Walker.

Cuando la capitana y la medica en jefe de la nave ingresaron a la sala de celdas encontraron media docena de soldados apuntando al prisionero que era arrastrado fuera de su celda por el sargento Unger.

El prisionero estaba esposado con grilletes de microcarbono y atado de pies con cuerda especial. Al parecer según los informes previos el prisionero se había ahorcado con la misma cuerda que nuevamente lo retiene.

Físicamente el prisionero no presenta indicios significativos de violencia aunque su estado sea comatoso.

En camino se encuentra una partida de asistencia de la enfermería con equipamiento medico luego que los soldados dieran el aviso.

 Mientras notaba como era esposado y transportado, escuchaba voces, algunas conocidas, otras no, mientras me concentraba en tratar de alterar tanto mi ritmo cardiaco como respiratorio, para simular la ausencia de constantes vitales, para parecer fuera de combate y se confiaran con respecto a mí...

El análisis previo del tricorder muestra signos vitales mínimos, propios de las circunstancias en la que fue hallado dentro de su celda.

Ahora solo resta que los expertos médicos dictaminen el proceder.

Ordenó, tras abrir el comunicador.

- Tropa, no dejen de apuntar al cautivo.

- Comandante, corra a la celda.

No era normal que un subordinado ordenase a un superior, pero la última frase había sonado tan apremiante, que incluso parecía que el mando lo ostentase este MACO.

Sonó el comunicador y se escuchó la voz del Sargento MACO:

- Tropa, no dejen de apuntar al cautivo.

- Comandante, corra a la celda.

La última frase sonó a orden, pero este velaba que la última palabra, para ellos dos tenía un significado diferente y especial.

Cristina había esperado cualquier cosa menos lo que vio. Sabía que Unger se tomaba su trabajo muy en serio, que se lo dijeran a la lanzadera de al Archon... pero nuevamente aquella demostración de fuerza la pilló desprevenida,

- Señor Unger- dijo en tono muy serio- deje a la doctora hacer su trabajo, no creo que el prisionero esté en condiciones de hacer nada extraordinario. Con mantenerlo encerrado hubiera sido suficiente- sí, había reproche en su forma de hablar, había ordenado que lo interrogaran no encontrarlo entre la vida y la muerte.

-Parece que ni siquiera le da el cerebro para suicidarse como es debido...- Pensó Diane, con algo de rencor, en cuanto vio la inesperada escena del prisionero siendo arrastrado por el orionita. Sin embargo, su profesionalidad como médico en jefe era superior a sus emociones, por lo que se apresuró a acudir junto al cautivo para comprobar su estado: después de todo, aún no sabían cómo se había infiltrado en la Excalibur ni con qué intenciones, y aquella información bien valía salvarle la vida a ese animal.

-No hay indicios de paro cardíaco, muerte cerebral o fracturas en la traquea...- Masculló la doctora para sí misma, auscultándole con su tricorder a la espera de la llegada de sus ayudantes. -Capitana, es de esperar que sobreviva, pero solicito su traslado a la enfermería para someterlo a un tratamiento de estimulantes o respiración asistida de ser necesario y mantenerlo en observación. No será necesario retirarle las esposas y, en cuanto a la necesidad de desplegar una unidad de protección, lo dejo a su juicio siempre que no me estorbe en mi trabajo.- Añadió para la "tranquilidad" del sargento MACO... si es que esa palabra pudiera aplicarse con naturalidad a alguien de su raza.

-De todos modos no es como si fuera a lograr conciliar el sueño esta noche...- Pensó, mientras ocultaba el cansancio que se le comenzaba a acumular bao su máscara de frialdad característica.

Jankowsky salió lanzado del comedor directo a las celdas. No tardó en llegar, se temía que el aviso tenía algo que ver con el polizón, ese desgraciado estaba decidido a incordiarles.

Entró al lugar donde se encontraba el robusto orionita.

-¿Qué sucede aquí?

De Alba escuchó el diagnóstico de la doctora mientras miraba con curiosidad al polizón, para lo único que lo quería con vida era para obtener información y además, como capitán a debía hacer respetar ciertas reglas.

-Proceda señora Walker-asintió a la doctora, dándole el permiso que le había solicitado- Señor Unger, encargue se de que nuestro invitado esté vigilado e inmóvil... Pero deje trabajar a la doctora, necesitamos que se recupere.

Al llegar el comandante el último puede ver que la Señora Comandante acababa de ordenar algo al Sargento. Que varios soldados están apunando al polizón, que yace inconsciente, y que entre el sargento y otro Hermano MACO están tumbando al tipo, y desatando el cuello de este de unas sogas.

Los están empezando a preparar, inmovilizado, para transladarlo a enfermería. Señora comandante, habrá siempre dos hermanos vigilando al prisionero y uno de ellos tendrá el arma en las manos, presta para neutralizar al enemigo.

Había perfecto espacio para que pudieran disparale, y si alguien más tenía que meterse a trabajar entre las "medidas de seguridad" podrían hacerlo.

Al ingresar a las celdas nadie se encuentra allí. Sin rastros del Comandante Jankowsky ni del sargento Unger y mucho menos del prisionero.

En cambio el único presente es un soldado que monta guardia allí dentro, y bastante aburrido al parecer.

- ¿Señor? - pregunta el soldado, sorprendido por su visita.

Las celdas estaban vacías, sin duda había habido movimiento mientras Sirril había estado ocupado.

¿Donde se encuentra el prisionero soldado?

El soldado se rasca la barbilla pensativo y contesta. - En la enfermería. Esta allí hace dos o tres días porque la doctora lo examina. - responde tratando de quitarse de encima la pereza.

Las explicaciones del guardia son interrumpidas por el aviso de la comodoro desde el puente reclamando al oficial científico... Así pues el vulcano se apresura a acudir a su puesto