18 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón
Las calles de la capital estaban casi vacías a primera hora de la mañana. El frío del invierno hacía que sólo los que no tenían más remedio que salir para ir a sus trabajos dejaran el calor de sus casas, y las caras de buen humor no abundaban por la ciudad.
Ni siquiera había salido el sol todavía, y el horizonte amenazaba tormenta. En ese momento no caía mucha nieve, pero seguro que más tarde caía más. Juzoh caminaba junto a Akari, sintiendo el suelo frío bajo los pies descalzos. A lo mejor no habría sido tan mala idea ponerse unas sandalias, por mucho que las detestara. Y ni siquiera podía frotarse los corpulentos brazos para conseguir un poco de calor, cargado como estaba de papelotes viejos. Claro que su hermana no estaba mucho mejor que él... La joven onmyoji comenzaba a notar el frío en sus piernas, sólo cubiertas por el pantaloncito corto que siempre llevaba. Al menos ella tenía calcetines...
Los dos hermanos regresaban de otro templo de Kyoto, a donde Padre les había ordenado ir para que pidieran prestados unos libros al anciano sacerdote, que era amigo suyo. Con lo temprano que era y el frío que hacía, el encargo había sido un fastidio, sobre todo para Juzoh... pero la mirada de Padre no había dado lugar a la más mínima discusión. Los dos habían podido notar que estaba preocupado por algo, y en esas situaciones era mejor no rechistar. Ni siquiera habían tenido tiempo de decir "buenos días" a Hikari y a Madre, habiendo salido a toda prisa para cruzar medio Kyoto.
Al menos, ya estaban de vuelta...
Tendría que cambiar el vestuario. ¿A qué cabeza de le ocurre ir en pantaloncitos en invierno? Vale que es una persona bastante activa, pero con la que está cayendo y el frió que hace tendría que ir tapada hasta arriba. Y tampoco pueden correr porque van cargados de manuscritos hasta arriba, sobre todo su hermano.
-Tendrías que haberte puesto, al menos unas sandalias. Te tendremos que cortar los dedos como sigas caminando por la nieve con los pies descalzos.
Tiene curiosidad por saber que es lo que preocupa a su padre, pero no es el momento de preguntar. Si es algo que deben saber, ya se lo dirá cuando sea el momento si el considera que es correcto, pero debe de ser algo importante para que les haya mandado a primera hora con todo el frío y sin posibilidad de vestirse mejor para la excursión al templo vecino.
-¿Qué es lo que le tendrá preocupado? Tengo un mal presentimiento.
El rostro de Juzoh era un poema. Aún no había podido desayunar, tenía frío y estaba cansado. Y además, su hermana le recordaba algo que él se había estado reprochando todo el viaje. Pero odiaba tener que llevar sandalias, porque sus pies eran muy grandes y todo eran arreglos temporales hasta que acababan en algún rincón, y todo el mundo le miraba raro.
- Ya te lo he dicho, el día que encuentre un artesano que me haga unas sandalias a medida, seré su mejor cliente - dijo, sorbiendo repetidas veces. Estaba claro, se había resfriado - Además, tú no eres la más indicada para darme lecciones de vestuario.
Se encogió de hombros ante las palabras de su hermana. Él también había notado la preocupación de Padre.
- Será la edad, y encima hace frío, se estará volviendo más gruñón - añadió, riendo levemente por su ocurrencia.
-Quizá, pero te recuerdo que soy yo la que lleva manga larga y calcetines.
Acelera un poco el paso para regresar cuanto antes al templo. Hay miles de cosas por hacer como retirar la nieve o atender a aquellos que se acercan con ofrendas al templo o van a rezar a los dioses para que les concedan la primavera antes de tiempo, aunque una primavera antes de tiempo puede hacer que los cerezos no florezcan cuando deben.
-Por cierto... cuando lleguemos, no te vayas muy lejos que tenemos que retirar la nieve del patio. Que seguro que te escaqueas de tus obligaciones y vas al puesto de ramen.
Si algún día no encuentra a su hermano, sabe que puede buscarlo en el puesto de ramen o en algún lugar durmiendo. Lo segundo, sobre todo, cuando llega el buen tiempo pues su padre no deja que duerma al lado del brasero y si le ve, siempre le pone a trabajar.
Los dos hermanos siguieron caminando y pasando frío, lanzándose de vez en cuando alguna que otra pulla inocente para entrar en calor. Finalmente, dejando una hilera de huellas a su paso, llegaron a la puerta del patio del Templo. Se apresuraron a franquearla, para entrar en calor dentro lo antes posible.
La sala principal estaba vacía, y lo único que la iluminaba eran las velas que se habían colocado en ofrenda a los dioses. El silencio era preocupante. Se dieron cuenta de que había luz en el corredor que daba acceso al cuarto de Padre, el sacerdote debía estar trabajando allí.
- Akari, Juzoh... ¿sois vosotros?
La voz de Padre sonaba preocupada aún, y tenía cierto deje de impaciencia, como si estuviera deseando que llegaran. Y también hablaba bajo, para no molestar a los que aún descansaban. Pero no venía de su habitación, si no de la izquierda... la habitación de Hikari.
Los pies del gigantón agradecieron la cálida bienvenida de la madera del suelo del Templo, y suspiró complacido. Ahora sólo tenía que dejar ese montón de papeles y darse un homenaje por realizar tan buen trabajo: quizás una buena olla de arroz acompañada de unos tragos de sake...
- Sí Padre, ya hemos regresado - respondió Juzoh, acercándose a paso ligero hacia el origen de la voz, quizás preocupado porque la salud de la dulce Hikari hubiera empeorado - ¿Todo bien por aquí? El tiempo es frío últimamente...
Juzoh se acercó a la habitación de la que venía la voz de Padre, mientras Akari dejaba los pesados fardos de papel en el suelo. Sin embargo, antes de que el grandullón llegara al pasillo, unos pasos se oyeron al otro lado del marco de la puerta. Dos personas se acercaban, y de pronto los hermanos tuvieron un mal presentimiento...
- Hola, Juzoh. Hola, Akari... -saludó Hikari con voz débil.
Tanto Akari como Juzoh sabían que su hermana era la más delicada de los tres... pero su aspecto era espantoso. No porque pareciera terriblemente enferma, ni nada parecido. Era algo que ya habían visto antes. Su rostro enrojecido y sudoroso, y sobre todo aquellos ojos cansados, eran exactamente iguales a los que tenía cuando aquél espíritu infernal la había mordido hacía más de un año.
Les bastó ver su rostro para estar seguros de que, de alguna forma, su hermana había recaído de su mortal enfermedad.
Padre caminaba al lado de Hikari, sosteniéndola. Su rostro estaba serio como una roca, pero los dos hermanos se dieron cuenta de que su preocupación era intensa.
- Me alegro de que hayáis vuelto... -murmuró el sacerdote-. ¿Tenéis lo que os pedí que trajérais? Como veis... tenemos un problema, hijos míos.
Tras dejar su montón de papeles al lado de la puerta para poder abrirla y meterlos dentro, se acerca a la puerta justo cuando se abre para dejar ver a su hermana y a su padre... y su hermana no es que tenga muy buena cara. Se acerca rápidamente a ella y le toma las manos.
-¡Hikari! ¿Otra... otra vez?
Hace un año que cerraron la Puerta al Inframundo. No tendría que tener ese aspecto si la puerta sigue cerrada... mira preocupada hacia su padre. ¿Es eso lo que le tiene tan preocupado?
-¿Cómo es posible? Si la cerramos... hace un año. Hikari debería estar bien...
Perdón por no haber escrito... he comenzado un curso y por las mañanas no puedo escribir >.<
Jo... soy la fea de las hermanas.. u.u XD
Juzoh dejó a un lado los paquetes de libros, con cierta ligereza, y se arrodilló frente a su hermana adoptiva. Aún así, su corpachón era mayor que el de la muchacha, que al estar además encogida por la enfermedad, la hacía parece incluso más frágil.
- Hikari-Chan - dijo, extendiendo leve y temblorosamente las manos hacia ella, para retirarlas rápidamente. No quería lastimarla. Con el rostro descompuesto, se giró hacia Genbo - ¿Sí, cómo es posible, Padre?
Hikari fue a responder algo, pero Padre puso una mano en su hombro y la obligó a sentarse con delicadeza. Luego se sentó a su lado e invitó a sus hijos a hacer lo mismo.
- No lo sé con certeza, pero parece que hay algo que va mal con la Puerta del Infierno -explicó-. Según me contaste, Akari, Genbu Okina y tú cerrasteis el portal al Otro Mundo con la ayuda de los otros dos dioses. Al saber que el maestro Okina había supervisado el ritual, me quedé muy tranquilo y pensé que el peligro había pasado, pero...
Miró a su hija mayor y negó con la cabeza.
- Ambos nos equivocamos. El maestro me visitó hace unos días, pues somos viejos amigos. Me dijo que había notado una inquietud creciente en su interior, y que pensaba que tenía que ver con la Puerta. El estado de Hikari deja muy claro que el anciano tenía razón.
Luego miró a Akari y a Juzoh con expresión grave. Sus ojos destilaban preocupación e impotencia.
- No sé cuánto tiempo tenemos, pero no creo que sea mucho -dijo-. El maestro Okina y yo hemos decidido atajar este problema, y por eso os he encargado que fuérais a varios templos de Kyoto para reunir documentos. Tenemos que averiguar cuál fue el fallo del ritual y solucionarlo. Y tengo otra tarea para vosotros...
Se levantó y caminó hacia el centro del Templo, donde las efigies de los dioses dominaban todo y al pie de las cuales se depositaban las ofrendas.
- Dentro de tres días celebraremos una reunión aquí, en casa. Todos los que os conocísteis en aquél viaje y que saben lo que pasó están invitados. Entre todos debemos decidir qué hacer y cómo enfrentarnos a esta amenaza. Ya sabéis lo que está en juego, y por eso quiero que vosotros dos os encarguéis de que todo esté listo para esa reunión, ¿de acuerdo?
Para Juzoh, todo aquello había pasado hacía mucho tiempo, y casi no se acordaba* de lo sucedido, pero sí que recordaba el fragor de la batalla, el calor de su arma mientras combatía a ese poderoso enemigo, y el júbilo que sintió al derrotarlo junto a ese espadachín. No sabía bien por dónde empezar, pero si aquella reunión iba a descubrir lo que debían hacer para curar a Hikari de una vez y para siempre, sería la madre de todas las reuniones.
- Cuenta con nosotros, Padre - dijo, inclinándose - ¿Debemos contactar con ellos, o saben dónde encontrarnos?
*xD
EDIT del Master: Y en mi caso es peor, porque me acuerdo de la trama del juego, pero como la partida fue bastante diferente se me mezclan ambas cosas y cuando reviso lo que en realidad pasó en la partida me quedo en plan "WTF...? O_o"
xD
Es un motivo de preocupación. No pueden dejar que vuelva a abrirse la puerta y no se perdonará nunca el haber fallado con el sello si es por eso que se está abriendo de nuevo... una sacerdotisa y exorcista no puede permitirse el lujo de fallar en los rituales.
-Haré todo lo posible. No me lo perdonaré si el ritual falló por mi culpa.
Si hay que volver, será la primera en presentarse voluntaria para hacerlo y seguro que Juzoh la sigue.
Sorprendentemente, Genbo negó con la cabeza y puso una mano reconfortante en el hombro de su hija menor. Era un gesto que no solía hacer a menudo.
- No es culpa tuya, Hikari -dijo-. El maestro Okina es un gran conocedor del mundo de los espíritus. Si él dio por bueno el sellado, ni tú ni yo nos habríamos podido dar cuenta de que el ritual no se había completado...
Luego se volvió hacia Juzoh para responder a su pregunta.
- Me he encargado de enviar emisarios para darles un mensaje a cada uno de ellos. Vosotros tendréis que adecentar el Templo y ocuparos de que todo esté listo para dentro de tres días. Cuando lleguen, confío en que haréis que se sientan cómodos aquí. Al fin y al cabo, sois vosotros los que les conoceis...
Genbo no tuvo que decir más. Todos se levantaron y ayudaron a Hikari a acostarse para que pudiera descansar. Las pesadillas de hacía más de un año habían vuelto a resurgir, y tenían que acabar con ellas para siempre.
Fuera, los copos de nieve continuaban cayendo. Tenían tres días para prepararlo todo para la gran reunión...
- Fin del capítulo -