Mientras esperaba a que el orondo hombre se presentase, Yuki hizo un par de gestos afirmativos apoyando las palabras de Akari. Si bien creía que la joven Ichijo había utilizado un poder demasiado llamativo e intenso para hacer frente a una menudencia de enemigo, no tenía ningún sentido que hiciesen más alboroto al respecto. Había ocurrido, no había más. Ahora solo cabía esperar al famoso Omi, que seguramente no tardaría en aparecer.
"Probablemente dándose aires" se decía la joven, sorprendiéndose a sí misma por aquel arrebato de cinismo, nada habitual en ella. ¿Pero qué demonios le ocurría últimamente? Desde que volvió...no, incluso estando en Rusia se había sentido inquieta, nerviosa. Nada de eso era habitual en ella.
Juzoh abrió la boca para responder a Akari... pero debió darse cuenta de que la chica tenía razón, porque se quedó callado y se rascó la cabeza. Por fin, se encogió de hombros y suspiró. Siempre que andaban por ahí acababan pasando cosas como esa... y él se llevaría la regañina.
- Está bien, está bien... ¿y ahora qué hacemos?
En ese momento, se dieron cuenta de que la esposa de Kuro había regresado y estaba a su lado. Parecía tener un don para la discreción, porque ni siquiera unos guerreros como ellos habían notado que se aproximaba. Aunque teniendo en cuenta que los nervios estaban a flor de piel con todo aquél asunto de los samuráis, no era raro que se hubiesen distraído.
La mujer, joven y menuda al lado de su enorme marido, esbozó una leve sonrisa y se inclinó ante los tres jóvenes.
- Me llamo Reiko, y os doy las gracias -dijo-. Perdonad la brusquedad de mi marido, pero no suele ser muy reflexivo.
El grandullón gruñó por toda respuesta y ella se rió entre dientes. Parecía bastante aliviada.
- De no ser por vosotras, no quiero ni pensar lo que esos salvajes hubieran hecho. Estamos en deuda. Si podemos hacer algo para devolveros este favor, no dudéis en decírnoslo, os lo ruego.
Yuki iba a responder a Juzoh cuando de pronto, la voz de la jovencita que pretendían proteger le sobresaltó. Su aparente tranquilidad contrastaba con la ira de su marido y la histeria del dueño del local.
–No es nada, de verdad– la guerrera se pasó el pelo por detrás de la oreja, y lanzó una rápida mirada a su espalda, algo incómoda. Siempre le ponía nerviosa que le agradeciesen algo de corazón.– Tan solo... No dejen que esto les arruine su viaje.
Durante unos segundos se quedó en silencio, sin saber muy bien que decir antes de darse cuenta que no había respondido a Juzoh. Despacio sus ojos pasaron del gigantesco hermano de Akari -"no tan gigantesco", se dijo al recordar al espíritu que había invocado Akari- al cuerpo inconsciente del samurai.
–Deberíamos meterlo dentro de la taberna, y luego retirarnos a descansar. Si su señor finalmente viene, pueden despertarnos sin problema. ¿os parece bien?– preguntó dirigiéndose a los hermanos.
Sin duda, la chica que ha aparecido de repente entre ellos es muy guapa. Comienza a entender lo que ha pasado y por que. Aunque no aprueba el comportamiento de los dos samurais. Además, aquella mujer está casada y tienen que respetar eso.
-No hay nada que agradecer, Reiko-san. El comportamiento de estos hombres fue inaceptable. Lo hemos hecho de buena gana.
Mira hacia el hombre que aun está inconsciente y sigue pensando que el mejor plan es hacer ver que se ha emborrachado con el sake. Si son capaces de comportarse así, también son capaces de propasarse con la bebida. Al fin y al cabo, no hay honor en ellos y se puede percibir.
-Quizá sea mejor que hagamos ver que se ha emborrachado. Nadie le creerá cuando lo cuente... y menos si apesta a alcohol. En cuanto a su amigo, quizá le crean en un principio, pero cuando vean que este engendro está borracho, podrán en duda sus palabras... espero.
El posadero no dijo nada más, abatido como estaba porque unos sucesos tan lamentables hubieran perturbado la paz de su habitualmente tranquila posada. Pero Juzoh asintió con la cabeza al escuchar la sugerencia de Akari.
- Buena idea -dijo-. Seguro que se lo tragan. Mientras tanto...
Se acercó al samurái desvanecido y lo levantó como si fuese un saco de arroz.
- Decidme dónde lo pongo mientras se despierta, no lo dejemos aquí al fresco. Y luego será mejor que durmamos un poco o mañana el camino hacia Edo se nos hará mucho más duro...
Y la boca se le abrió en un bostezo enorme.
El hombre rollizo asintió con la cabeza.
- Nosotros deberíamos hacer lo mismo -rezongó-. Mi intención era salir mañana al alba, pero tendremos que retrasar un poco la partida. Dormir en el carro no es nada agradable.
A Reiko se le iluminó un poco el rostro al escuchar las palabras de Juzoh, aunque se contuvo para no dejar traslucir su emoción.
- ¿También viajáis hasta Edo? -preguntó-. No quisiera entrometerme en vuestros asuntos... pero si lo deseáis podéis uniros a nosotros. Vamos en carro y podríamos haceros el viaje más rápido y ligero.
Se interrumpió un momento, pero después se acercó a Yuki y Akari y habló en voz baja, para que su marido no la oyese.
- Y... sería más seguro viajar con vosotros después de esto -dijo azorada-. Temo que el bandido que ha escapado nos busque problemas. Pero no se atreverá a meterse con vosotros otra vez.
Casi puede ver como a Juzoh se le encienden los engranajes e intenta convencerla para ir con esa buena gente. Por no por protegerlos, sino porque podrá ir en el carro. Ir en carro puede aligerar el viaje y hacer que lleguen antes a su destino. Han recorrido un buen trecho, pero les va a llevar bastante llegar al Mt Fuji.
-Supongo que podemos acompañaros un trecho, así nos aseguramos que no os ataquen ni nada por el estilo. A saber que podrían llegar a haceros para restaurar el honor que no tienen.
Se queda un poco pensativa.
-No sé, Juzoh... el algún lugar que parezca adecuado para beber. Tendríamos que mojarle con sake también, para que parezca que ha bebido y no se lo crea nadie.
Aquello no convencía a la guerrera. Avanzar en carro significaría dejar atrás definitivamente a Okina...por no hablar de su misión original. La Dama aparecería (si los dioses así lo querían) de camino al monte Fuji. Si la casualidad hacía que la Dama apareciese cuando estuviesen acompañados de aquel matrimonio, la discreción que tanto necesitaban se vería en peligro. Tampoco creía que los samurais los persiguiesen. Las dudas aparecieron en el rostro.
–No es buena idea, tenemos que encontrarnos con un amigo y si vamos con vosotros no creo que pueda alcanzarnos– comenzó antes de detenerse al ver la expresión en el rostro de Reiko. Yuki se maldijo a sí misma: era incapaz de estarse quieta mientras alguien lo pasaba mal, aunque ello le supusiera quebraderos de cabeza. Tenían una misión importante, pero tampoco quería negarse a una petición de ayuda. –Pero bueno... Podríamos salir juntos supongo, dejando caer en la posada que vamos juntos todo el camino. Pero será muy poco trayecto, un par de horas... Eso si no nos molestan en lo que queda de noche.
El semblante de Reiko se iluminó cuando Akari mostró su conformidad, para luego desanimarse un poco al notar las reticencias de Yuki.
- Claro -dijo-. Será como mejor os venga, desde luego. Pero os agradezco que accedáis a acompañarnos al menos un trecho, me sentiré mucho más segura.
Se volvió para mirar a su marido, que permanecía en silencio. Entonces se inclinó un poco otra vez.
- Será mejor que nos retiremos si queremos salir temprano. Mil gracias una vez más por todo...
Kuro hizo una reverencia a su vez, sin cambiar un ápice la expresión de su redondo rostro. Se volvió y se dirigió hacia la posada, seguido de su esposa. Las dos chicas y Juzoh se dieron cuenta de que el posadero se había ido y se quedaron allí, un poco atolondradas después de todo lo que había pasado. Estaba claro que el peligro no sólo vendría de aquellos que pretendían abrir de nuevo la Puerta del Infierno.
Pero Reiko tenía razón, empezaba a hacerse tarde y a pesar del baño reparador, notaban el cansancio en sus cuerpos después de toda una jornada de marcha y una pelea como colofón. Sobre todo Akari, invocar a Konchuu siempre la agotaba. Sería mejor retirarse y pensar con claridad en la ruta al día siguiente.
- Fin del capítulo -