18 de enero de 1866
Alrededores del Templo Xi-Tao, China
El aire de la mañana parecía más frío que de costumbre. Sin embargo, el monje Lee se centraba en el sonido del agua de la cascada al caer, y en los cantos de los pájaros. La meditación le conectaba con la naturaleza y le ayudaba a desprenderse de su yo para alcanzar un estado elevado de conciencia.
Practicaba aquél ejercicio todos los días, sin excepción. La rutina de un monje shaolín era estricta e inviolable, pues de fallar a ella el cuerpo y la mente se resentirían y perderían sus nexos y sus capacidades.
Sin embargo, aquél día Lee estaba inquieto. Presentía que algo estaba a punto de ocurrir, aunque no sabía qué. Pero no tenía más opción que dejar que el mundo le diera las señales oportunas, y hasta entonces, meditar. No tuvo que esperar mucho, pues enseguida oyó un sonido familiar y característico. El gong del Templo sonaba arriba en la colina, llamando a los hermanos a reunirse. Efectivamente, algo ocurría esa mañana.
Como todas las mañanas, la sagrada meditación ocupaba todo su tiempo.Sin duda un aspecto esencial del monje Shaolín, necesario para el control de la conexión alma cuerpo, y como no, haciéndolo rodeado de la naturaleza.Sentado sobre una de las rocas del lago sobre el cual caían magestusamente múltiples cataratas, practicaba la meditación sin que al parecer nada le molestara.No obstante, algo perturbaba su tranquilidad.Un escalofrío recorrió su cuerpo y le alejó de alcanzar el estado máximo de conciencia.
Fue justamente en ese momento, cuando el bong sonó a la par que este abrió los ojos.Separó sus manos lentamente mientras aspiraba profundamente el aire hinchando sus pulmones, para luego soltarlo pausadamente.Su mirada denotaba seriedad y preocupación a pesar de estar perdida en el más lejano vacío.Un oscuro presentimiento sin duda perturbador sentía Lee el monje shaolín, y pronto lo averiguaría.
Con una agilidad felina, se levanta de aquel pedrusco, saltando para evitar todo el agua que separaba la roca de la tierra firme.Nada más cae sobre sus pies, se apresura entre la espesa vegetación para llegar al templo donde seguramente su maestro y sus hermanos le esperarían para compartir la noticia, sentimiento que no hacía más que acelerar el pulso del joven monje...a la par que tensar su cuerpo.
Lee no se había alejado mucho del Templo, así que no tardó demasiado en cubrir la distancia que le separaba del edificio. Dejó atrás las cascadas del bosque y llegó hasta el muro, franqueándolo por la puerta principal. Algunos de sus hermanos volvían a la vez que él y le saludaban con deferencia, pero sin decir ni una palabra. El gong siguió sonando unas cuantas veces más, hasta que finalmente se hizo el silencio.
En el patio del templo, el Monje Superior esperaba. Anciano y arrugado, pasaba sus viejos ojos por todos los presentes, hasta que los detuvo en el joven Lee. Se mesó la larga y fina barba blanca y señaló a Lee, haciéndole una seña para que se acercase. Luego se dio la vuelta y se internó en el Templo. Daba la impresión de que quría que el joven monje lo siguiera.
¿Habrían hecho sonar el gong para que Lee regresara? Tal vez el Monje Superior tenía algo importante que decirle...
Se quedó más tranquilo al llegar al templo y ver que todo iba bien, pero en el fondo sabía que ese no era el principal problema que le preocupaba, sino uno más tenebroso y escalofriante hasta para el más bravo guerrero.Formó junto a sus hermanos en el patio.Cuando vio aparecer al monje superior, inclinó la cabeza hacia abajo a modo de humilde saludo y eterno respeto.Cuando el monje le señaló, dio un paso al frente y preguntó de forma retórica si necesitaba de sus servicios.El silencio era pesado y lo sentía en cada uno de sus huesos, denso como el cemento, un silencio sin duda preocupante.
-¿Maestro?...- cuando vio que este se alejaba hacia el interior del Templo, Lee le siguió con paso firme mientras se temía lo peor en lo más profundo de su ser.En el momento en el que se percató de que el sabio anciano requirió de su atención es que sin duda sería algo de suma importancia, no sólo para China, sino para el mundo entero.
En el interior del Templo, todo estaba silencioso, como era costumbre. Lee siguió al Monje Superior hasta el centro del recinto, donde ya había otro hombre esperando. Lee lo reconoció al instante. Pequeño de estatura, insondablemente anciano y con una mirada jovial. ¡Era el maestro Okina, de Japón!
Lee, junto a un grupo de guerreros, había conseguido sellar la Puerta del Infierno hacía más de un año. Y sabía que Okina era uno de los hombres que hacía de recipiente para uno de los Cuatro Dioses de los Puntos Cardinales. Era el portador de la Tortuga del Norte.
- Encantado de volver a verte, Lee -saludó el viejo-. Os he hecho una pequeña visita para encontrarte, ¿cómo va todo?
Lee siguió al anciano superior hacia el interior del templo.Sólo se escuchaban los pasos de ambos hombres, el silencio era predominante.Poco a poco, en la lejanía, Lee comienza a observar una figura de un anciano que le resultaba familiar.Una vez logra distinguirlo, algo se alegría junto con sorpresa se adueñan de sus gestos faciales.
-Maestro Okina, que agradable sorpresa- habló con voz suave.Se alegraba mucho de volver a verle, pero debía mantener su energía controlada y no armar mucho alboroto con la potencia de sus palabras.Hizo la pertinente reverencia hacia el viejo maestro para luego posar amistosamente su mano en el hombro del anciano.
-Se ve igual que siempre, está hecho todo un jovenzuelo, maestro- piropeó graciosamente, y sin mucha falta de razón, pues ese hombre no era ni más ni menos que uno de los cuatro recipientes.
-No del todo bien maestro- le respondía ahora a su pregunta-.Hay algo que perturba mi tranquilidad, no puedo meditar como me gustaría, presiento que algo se avecina maestro, algo que se ha ocultado todos estos años y que ahora pretende volver a salir, algo oscuro...- le confesó a Okina al que le tenía mucho aprecio y no dudaría en contarle todos sus problemas.
Okina asintió al saludo y las palabras de Lee, y con un gesto le indicó al Monje Superior que le agradecía que hubiera avisado al joven. El Superior saludó a Okina y luego, con una mirada a Lee, se retiró para que pudieran hablar a solas.
- Tus presentimientos están bien fundados, jovencito -dijo el viejo con voz grave-. Seguro que recuerdas los sucesos de hace más de un año, en Japón. Viniste en busca de respuestas y te encontraste metido en un embrollo del que todos salimos a duras penas...
Hizo una pausa para que Lee pudiera recordar toda su aventura en las islas, hacía poco más de un año. El monje recordaba todo muy bien. Su llegada a Osaka, su viaje al templo de los Ichijo, el camino que había compartido con Akari y Juzoh y finalmente el enfrentamiento con Suzaku junto a su mansión. Un enemigo tan formidable que había sido tremendamente difícil acabar con él.
- Me temo que he venido por un motivo oscuro... -continuó Okina-. La Puerta del Infierno amenaza con abrirse de nuevo. Por alguna razón, el ritual de sellado fue mal. Tenemos que averiguar por qué, y sellarlo adecuadamente en esta ocasión, para que nunca más vuelva a abrirse. Hay una reunión en Kyoto, dentro de unos días. Si te pones en marcha pronto, podrás llegar a tiempo de asistir. ¿Qué dices?
Escuchó atentamente, serio y algo preocupado las palabras de Okina.Su mirada, tras verificar sus peores temores, se tornó triste, dirigida al suelo de madera del templo, como si intentará averiguar la solución entre aquellos robustos y antiguos tablones.
-Osea que es cierto...mis temores no parecían alejarse mucho de la realidad...- temió meditabundo ahora mirando directamente a los ojos del maestro Okina.
-Se debe cerrar inmediatamente- respondió ahora tajante mostrándose firme y sintiéndose responsable de tal catástrofe-.Ah si....aquellos tiempos...- Lee recordó esos duros momentos frente a la mansión y la larga, peligrosa pero también fructífera aventura que vivió.Sin duda aprendió mucho de ella.
-Saldré hoy sin más premura maestro Okina, pues "mientras el tímido reflexiona, el valiente va, triunfa, y vuelve"- termina por reverenciar de nuevo al maestro humildemente.
-Gracias por su visita y esta valiosa información.Pero lo que más valoro es la confianza que ha depositado en mí- termina por decirle al maestro aún manteniendo su espalda inclinada hacia adelante.
-Daré mi vida si es necesario por acabar con este mal que asolará el mundo si alguien no lo encierra y para siempre- se vuelve a incorporar esperando la despedida del maestro.
Okina se levantó satisfecho con la respuesta de Lee.
- ¡Estupendo, muchacho! -celebró con una sonrisa-. Si es así, creo que mi tarea aquí ha terminado, así que regresaré inmediatamente a Japón. El viaje es largo, y aún hay gente a la que debo avisar de la reunión. Espero que entre todos encontremos una solución.
Recogió su equipaje, que esperaba al lado de él y se dirigió a la puerta.
- Agradece de mi parte a vuestro superior su hospitalidad. ¡Nos veremos dentro de unos días en Kyoto!
Y dicho aquello, salió por la puerta del Templo y se alejó tras montar en su enorme tortuga de caparazón amarillo.
Estás avisado de la reunión. Hasta que toque hacer el cambio de escena eres libre para actuar como quieras, ir a donde te parezca, hacer acopio de equipo, etc.
Despidió al maestro Okina con una apacible sonrisa mientras hacía una reverencia y suplicaba que los espíritus le protegiesen en su camino.
Acto seguido, se dirigió a encontrarse con el monje superior.Una vez da con él se dispuso a pedirle humildemente algo de su sabiduría.
-Sabio maestro....Ante todo, el maestro Okina está muy agradecido por su hospitalidad y en general por la del todo el templo.Le agradezco yo también que me haya llamado sin falta, es un tema muy importante el que está en juego, aunque supongo que ya debe hacerse una idea como mínimo.Pero dejando de lado todo esto, he venido para pedirle humildemente su sabio consejo.Sus palabras seguro que me ayudarán en esta peligrosa aventura, ¿podría darme algún consejo por favor?- rogó reverenciando serenamente al maestro esperando pacientemente su respuesta.
El anciano Monje miró a Lee con ojos contemplativos. No podía ayudar a su pupilo más que con buenos deseos ya que, en el fondo, el joven sabía más de todo aquél tema que él mismo.
- Debes confiar en tu propia fortaleza, Lee -dijo-. No obstante, cuenta con tus hermanos. Sabes donde estamos si es necesario para frenar el peligro que se cierne sobre nosotros...
Tras aquello, saludó a su alumno y le despidió. Lee debía ponerse en camino hacia Japón una vez más.
- Fin del capítulo -