Partida Rol por web

Cuando Yuki pasó a su lado, Moriya desvió la mirada. Parecía debatirse internamente consigo mismo, pero el motivo no era claro desde el exterior. ¿Se habría dado cuenta por fin de lo que todo aquello implicaba? Nunca había correspondido a los sentimientos de Yuki... pero eso no significaba que pudiera quedarse indiferente ante la idea de no volver a verla nunca.

Moriya era tan hábil como una piedra a la hora de exteriorizar lo que sentía, todos lo sabían, y sus hermanos mejor que nadie. Pero la expresión que ahora exhibía dejaba claro que, a pesar de que le resultaba muy difícil, la situación estaba a punto de forzarle a dar un paso en esa dirección tan incómoda para él.

Kagami había escuchado sin decir nada el parlamento de Gaisei con su hijo e hija adoptiva. Herido y debilitado, había considerado por un momento escapar de allí... pero se había dado cuenta de que era inútil. Si Kouryu hubiese ganado, le hubiera dado caza sin remedio.

Cuando Yuki se acercó a él, revestida aún con el poder de la Dama, desvió la mirada con arrogancia. Pero aún así, respondió.

—No temas, niña. He aprendido la lección —dijo el portador de Suzaku—. Los humanos se han convertido en una desgracia para este mundo... pero es mayor desgracia una destrucción sin sentido. Pensé que un Guardián podría controlar el poder que hay más allá de la Puerta. Pero me equivoqué. Y además, no preví que podría haber consecuencias como esta...

Con un gesto señaló a Gaisei, aunque sin duda se refería a la aparición de Kouryu.

—No cabe duda, podéis estar orgullosos de vuestro padre. El Dragón Amarillo no hubiese escogido a cualquier guerrero como avatar. Sabía que no me equivocaba con él cuando...

Pero prefirió callar. No era sensato continuar por ese camino.

—En fin... os ayudaré. Cerraremos la Puerta, y esta vez para siempre —dijo con solemnidad—. Pero para ello son necesarios los Cuatro Guardianes. Así que además de tu sacrificio, necesitaremos la fuerza de tu hermano, Byakko y Genbu. Y también la ayuda de tu amiga onmyoji —terminó, señalando a Akari, inclinada sobre Juzoh.

Si es porque su hermano está malherido, le daría una colleja. 

-Anda, quédate quieto si no quieres que te de una colleja. Lo que has hecho no es de ser valiente, es de ser tonto. Podría haberte matado. ¿Qué pasaría entonces con Hikari?

Comienza a tratar las heridas como buenamente puede. La verdad es que no está prestando atención a lo que pasa a su alrededor pues las heridas de su hermano son más importantes. Parece que todos se han salvado por los pelos. 

-Pero ya te acabaré de reñir más tarde.

Juzoh no dijo nada. Sabía que su hermana hablaba movida por la preocupación, y además no había quedado más remedio que luchar. Pero también se alegraba de estar vivo, y al escuchar el nombre de Hikari no pudo evitar que una sonrisa dolorida apareciese en su rostro. Todo apuntaba a que, una vez más, lo habían conseguido. Habían sido capaces de proteger a aquellos que más querían...

Mientras Akari se afanaba en ocuparse de su hermano, le alivió comprobar que las heridas, aunque graves, estaban estabilizadas. Quizá el grandullón tardase un tiempo en recuperarse, pero saldría de aquello sin muchas más secuelas que unas buenas cicatrices de las que presumir.

Amano había escuchado en silencio las palabras de Gaisei y Kagami. Cuando este último habló, rió entre dientes ante la ironía de que el que había empezado todo eso un año antes, ahora estuviese dispuesto a ayudarles a terminarlo. Pero más valía eso que lo contrario...

—Si necesitamos a los otros dos Guardianes, habrá que buscarlos —dijo—. Hace días que no sabemos nada de los maestros Shigen y Okina. Ni siquiera sabemos si siguen vivos...

Pero Gaisei negó con la cabeza levemente.

—Los Guardianes están bien —dijo—. No hay prisa para encontrarlos. Ahora que Kouryu ha desaparecido, tenéis tiempo de sobra para cerrar la Puerta. Pero lo primero es lo primero...

Se volvió hacia sus hijos. Su rostro parecía de repente muy seco y agrietado, como si estuviese hecho de una tierra que había sufrido una grave sequía. Y sin embargo, Gaisei sonreía.

—Mi tiempo aquí se acaba. Noto cómo la energía espiritual que me mantiene empieza a disiparse, debo volver a donde ahora pertenezco. Pero soy muy feliz por haber tenido esta oportunidad de despedirme de vosotros. Moriya y Kaede, seguid fuertes y valientes como hasta ahora, no puedo estar más orgulloso los hombres en los que os habéis convertido. Yuki... sabes lo que te queda por hacer, y eres la más decidida de los tres. Confío en ti. Volveremos... a vernos... pronto...

Mientras hablaba, su forma iba descamándose como si un viento invisible la arrastrara, y para cuando dijo aquellas últimas cuatro palabras, se había disipado por completo en la noche.