Partida Rol por web

Rosen necesitaba a Ezy lo mas despierto posible tan rápido como fuese, así que, ya que dudaba que alguien en su casa tuviese unas buenas dosis de Adrenalina, el hospital le parecía la mejor idea.

- ¡Gracias amigo, gracias! -Le dijo al guardia.

Entonces Rosen se encamino a Lower East Side, en busca del hospital. O ese era su plan, al final de la calle vio unas luces bien convenientes, así que sin perder tiempo, piso a fondo el acelerador y arranco el cacharro en el que estaba a full-power para alcanzar la ambulancia.

El Profesor revisa las cercanías del edificio con calma pero sin pausa, imaginando que ahora mismo Kenny debe estar volviendo a toda velocidad. Porque sí, por un momento ha podido pensar que Kenny no daría importancia a sus padres, pero tal y como ha reaccionado está claro que sí le importan. Pero...

"¿Qué ha sido eso qué ha dicho?"

Por un momento, Kenny parecía estar hablando con un fantasma. Y sí, no va a negar que ha sentido cierto placer al oírle gimotear de miedo, pero no era el terror que estaba buscando provocarle.

Después de pensarlo un poco, El Profesor llega a una única conclusión. No le habían rematado porque se habían pensado que estaba muerto después del batazo en la cabeza. ¿Quizá no le habían sabido tomar el pulso? Puede que hasta realmente estuviera muerto por un rato.

En fin, no es algo relevante para lo que se tiene que hacer en estos momentos. El Profesor se coloca bien los guantes baratos y trata de subir por la escalera de incendio con cuidado, evitando ruidos innecesarios. Sube tranquilamente hasta la tercera planta y se acerca a la ventana pobremente protegida, intentando observar el interior para decidir el plan de acción.

Al llegar a las luces, te fijas que efectivamente es una ambulancia, ligeramente más distinta a las habituales. Al acercarte y parar el coche a su lado, el conductor te mira de forma analítica, casi con indiferencia, y no lleva máscara ni disfraz alguno. Se nota cada músculo de sus enormes brazos remarcarse contra la camiseta de lycra que lleva debajo del chaleco antibalas. Una sobaquera le cruza el pecho y puedes ver la culata de su arma asomar.

De copiloto, hay una chica menuda, con otro chaleco antibalas y una cruz roja bordada en un lado. Ella te mira con cautela, como si temiera que fueras a arrollarles en cualquier momento. Contiene la respiración cuando cruza sus ojos con los tuyos y parece que le dice algo a su compañero al fijarse en tu gesto. La ambulancia se detiene a un lado de la calle, cerca de ti, y aunque oyes movimiento en el interior, parecen estar esperando a qué tú des el primer paso.

La calle sigue tranquila, afortunadamente para ti. No tienes mucho problema en alcanzar la escalerilla de incendios y no parece que nadie te lo vaya a impedir. Al acercarte a la ventana, puedes escuchar ruido en el interior, como una música bastante alta y ruidos de vajilla rompiéndose. 

Al asomarte a través del triste y sucio cartón que cubre la ventana, puedes ver parte de la escena del salón. La casa en sí se nota que es de una clase media-baja, con muebles usados y antiguos pero no lo suficiente como para ser de diseño. Por el suelo, hasta donde puedes ver hay algunos platos rotos caídos, igual que algunos vasos. Parece que se han caído de la mesa sobre la que en este momento cae una chica de bruces, agitando los brazos y luchando por agarrarse a algo. Tiene pequeños regueros de sangre en las manos y le sangra la nariz. En ese momento, una mano le empuja la cabeza contra la mesa. 

- ¡DÉJAME! ¡SUÉLTAME! - puedes oír los chillidos desesperados de la chica a pesar de la música. 

- ¡A CALLAR, ZORRA! - oyes la voz más o menos familiar del señor Mendels, aunque obviamente la chica no es la señora Mendels. 

Aparte de la ventana del salón, otra ventana de la vivienda da al mismo balcón, aunque en esta no parecen estar las luces encendidas. 

Te percatas de que alguien se acerca por detrás con algo en la mano, pero que parece ser un arma, pero no es un arma blanca.

La chica tirada en el suelo empieza a removerse, como si se estuviera despertando

Los conductores de la Ambulancia parecen problemáticos. Lo mas probable es que si Ezy despierta y esta consiente pida ayuda a las personas de la ambulancia y a juzgar por las pintas del conductor, pelear dentro de la ambulancia no es una opción, tengo que asegurarme de que le inyecten algo, morfina o alguna droga. Pero por ahora me tengo que asegurar de que no me disparen al verme o algo. Para esto, apago el cacharro una vez ellos se detienen y salgo con las manos en alto, llevo mi B&T colgada al hombro pero la tiro al suelo vistosamente para que ellos vean bien. Entonces abro la puerta de atrás donde tengo a Ezy, lo agarro por las axilas y lo jalo fuera del auto y lo comienzo a arrastrar hacia la ambulancia mientras grito.

- ¡Ayuda! ¡Ayuda por favor! ¡le dieron a mi amigo! ¡por favor ayuda!

Para fingir estar preocupado o asustado, Rosen es un buen actor. Hacer esto lo a sacado de varias situaciones difíciles.

El conductor de la ambulancia abre la puerta y baja de ella, casi al mismo tiempo que las puertas traseras. La chica da un pequeño salto y comienza a bajar la camilla mientras el conductor se te acerca y te hace un gesto para que te detengas con la mano. 

- No lo muevas. Nosotros nos encargamos. - su voz suena profunda y autoritaria pero parece más preocupado por Ezy que por ti - Déjalo con cuidado en el suelo y dinos qué le ha pasado.

Mientras esperan a que respondas, la chica se acerca con la camilla, bajándola al suelo y subiendo entre ambos el cuerpo de Ezy encima. Ya en la camilla alzada, lo llevan más cerca de la ambulancia mientras la chica saca unas tijeras y empieza a cortarle la pernera del pantalón donde está la herida de bala. El hombre te hace un gesto con la cabeza para que te acerques, seguramente desarmado, mientras ayuda a la chica con lo que le va señalando.

- Parece que ha perdido mucha sangre... Y su pulso es muy débil. - dice, apartando la mirada apenas un instante para girarse hacia ti - Has tenido suerte de que estuviéramos aquí, pero no sé si podrá salir de esta... No tenemos material para hacerle transfusiones, lo máximo que podemos hacer es evitar que siga perdiendo sangre, pero necesitará descansar y recuperarse. 

"Oh, qué sorpresa. El señor Mendels está más podrido que su hijo..." piensa El Profesor desde su ubicación privilegiada. "No es de extrañar que su hijo sea un delincuente en potencia, con un padre así. Si no ha sabido ser educado, ¿cómo va a educar a otro?"

El Profesor se dirige hacia la otra ventana con una resolución aún más fuerte. Los Mendels están más allá de redención. Son un fruto podrido que contaminará todo lo que esté a su alrededor. Así que por el bien de América, como buen americano que es, El Profesor no puede estar sin hacer nada.

Antes de entrar, primero revisa el interior de la otra habitación desde la seguridad del balcón y al ver vía libre, comienza a despegar el cartón con cuidado de no hacer ruido, a pesar de que la música esté alta y los gritos de la chica puedan silenciar cualquier sonido que El Profesor haga mientras entra en el interior de la vivienda. Se toma su tiempo aunque la chica está en peligro. Apresurarse no haría bien a nadie y... a decir verdad... salvar a la chica es algo secundario. Lo va a hacer, porque es lo que se tiene que hacer. Pero no piensa arruinar sus planes por una desconocida.

Así que en lugar de ir a por el hombre de inmediato, intentando ser lo más sigiloso posible, busca la cocina para agarrar el cuchillo más grande que haya a la vista para después acercarse, paso a paso evitando lo máximo posible hacer movimientos bruscos o pisar algún trozo de vajilla que llamen su atención. Hasta aguanta la respiración cuando ya está más cerca de él. ¿El objetivo? Rajarle el cuello de izquierda a derecha.

Quizás el movimiento de la joven incosciente, o tal vez la música de la feria, pero el caso es que no te dió tiempo a volverte con rápidez y un duro cordón de algún material resistente te envolvió el cuello. El tipo parecia ser un poco más alto que tú y por la tensión que comenzaba a crecer en tu garganta, parecia bastante fuerte.

Mientras intentabas zafarte tu mundo se iba volviendo poco a poco más borroso... hasta que todo se volvió... nada.

Al apartar el cartón, te encuentras con una ventana corredera y oxidada que cede tras un par de tirones hacia un lateral. Seguramente no hayan sido capaces de cerrarla del todo. La habitación parece la del matrimonio de los Mendels. Una colcha vieja de flores cubre una cama hundida por el uso, adornada con un crucifijo en la pared sobre ella. Hay una cajonera cuya parte de arriba está llena de marcos de fotos y un armario que parece que ha sido revuelto. 

La habitación está a oscuras y tiene dos puertas. Una está entreabierta y da un pasillo desde el que se accede por la derecha al salón, y de frente hacia la cocina, vacía en estos momentos. Si te asomas un poco, puedes ver que para llegar hasta ella tendrías que ser muy rápido para evitar que te viera el señor Mendels. La otra puerta está cerrada y con la música no puedes escuchar nada viniendo de ella.

Tu conciencia flotaba entre el olor del asfalto, la sangre y el dolor hasta que unos gritos de mujer terminaron de devolverte a la realidad y pudiste abrir los ojos. Podias respirar con normalidad, nada te rodeaba el cuello privándote del preciado oxigeno que necesitaban tus pulmones, pero... tus manos estaban atadas por encima de tu cabeza mientras te arrastraban por el duro suelo al lado de una chica que se revolvia desesperada sin éxito

Un tipo con una grotesca máscara tiraba de vosotros con mucho esfuerzo - ¡¡¡ESTATE QUIETA ZORRA!!! - le gritó a la chica con esfuerzo. Era fuerte, mucho, pero con ella pataleando, era más dificil.

Veias a mucha gente pasar alrededor vuestra, cada vez más, y sabías donde os llevaba... a la Feria de la Carne. Si es que no estabais ya en los terrenos aledaños de donde se entregaban las "mercancias".

Parase que el desgraciado de Ezy todavía tenia suerte para gastar. La situación estaba poniendo a Rosen en desventaja, Ezy ya las tenia todas para sobrevivir, y sus ordenes decían que Ezy debía morir. Le tocara ver como hace para salir de esta después por ahora le toca segur con esto.

- Un par de ¡enfermas sádicas! atacaron la casa donde nos quedábamos. Ezy, mi amigo, logro matar a una pero la otra le disparo antes de que yo pudiese ayudarlo... ¿Se pondrá bien? -Dijo con preocupación a la chica- ¿Se despertara de nuevo.?

El Profesor mira el crucifijo de la habitación de los señores Mendels con algo de cinismo, pensando en la ironía de dormir cada noche bajo la cruz de Jesús mientras, ahora mismo, está intentando... ¿qué, violar a la chica? ¿Matarla en un ritual pagano?

Inicialmente, la idea era ir a la cocina a coger un cuchillo de cocina para rajarle el cuello a ese desgraciado, pero tras pensarlo un poco, El Profesor decide que no es necesario. En su lugar, se toma su tiempo para sacar un pañuelo y rociarlo con el cloroformo del Laboratorio.

Abriendo la puerta poco a poco, se dirige con extremo sigilo hacia el señor Mendels con el pañuelo en la mano y se acerca a él por detrás, envolviendo su cuerpo con sus brazos para llevar el pañuelo a su cara y mantenerlo durante unos segundos.

- Shh, shh, shhh... -le dice mientras forcejean. - No luche, señor Mendels, usted ya ha suspendido.

Llegar al salón se te hace más fácil, ya que la música está bastante alta y la chica no deja de chillar y revolverse. Es en uno de estos momentos, cuando parece que la chica se va a escapar, que el señor Mendels te da directamente la espalda por intentar agarrarla de nuevo. 

- ¡VUELVE AQUÍ, ZORRA! No sabes cómo voy a disfrutar esto... - gruñe, incluso le puedes oír relamerse. 

Es en ese momento cuando consigues abrazarte a su seboso cuello, con el trapo sobre su cara. Sus brazos te agarran con fuerza y por un momento parece que piensa tirar de ti y estamparte contra la mesa que tiene delante. Pero poco a poco notas cómo las fuerzas se desvanecen de él. El cuerpo cae de rodillas obligándote a echarte un poco hacia delante para seguir con aquella mordaza y finalmente cae al suelo. 

La chica consigue retroceder hasta chocarse contra la pared y allí se hace un ovillo, todavía gritando y llorando pero esta vez mirándote a ti. Lleva la ropa algo rotosa y desgarrada y puedes ver algunas marcas y heridas de uñas que ese hombre le ha dejado por los brazos y parte de la cara durante el forcejeo. La chica también tiene una herida en el brazo y viendo los cristales y platos rotos por el suelo, no te extraña demasiado. La chica empieza a decir algo pero por culpa de esa terrible música no logras entenderla, aunque está echando varias miradas a la puerta.

El conductor de la ambulancia escucha tu historia asintiendo de vez en cuando, aunque está claro que parece más preocupado por el convaleciente que por lo que sea que le puedas contar. La chica mientras se dedica a desinfectarle la herida y a vendársela como puede, aunque a juzgar por la cantidad de sangre que tiene, seguramente las vendas terminen rojas en poco tiempo. 

- Como ya te hemos dicho ha perdido mucha sangre... No sabemos cuándo despertará pero lo mejor es que vaya a un hospital en cuanto pase La Purga. - te explica el conductor con calma - Lo mejor es que busquéis un lugar seguro para esta noche. 

- Hay otro hospital de campaña en el Lower East Side. - dice la chica sin pararse un segundo - Allí también tienen lo básico... Y con la noche que es no sé cuánto tendrás que esperar para entrar. Pero necesita descansar. Mañana será otro día. - dice, con un deje de resignación en la voz. La chica hace lo que puede pero está claro que no será suficiente y es muy probable que hasta mañana no despierte a menos que encuentres alguna forma de despertarle tú.

Wiliam, eres un subnormal... ¿Despistarte el día de la purga? ¿En serio? Te lo mereces,  puto imbécil.

Su cabeza empezaba a aclararse a cada paso que el purgador iba dando, haciendo que el policía fuese plénamente consciente de su situación, si bien no estaba dispuesto a darse por vencido porque eso equivalía ni más ni menos que a la muerte.

Pero no empezó a patalear sin más como aquella desdichada muchacha. Sabía por experiecia que de poco servía. Las únicas maneras que tenía un detenido de liberarse de una conducucción como aquella era o bien por sobrepasar con creces la fuerza del captor o bien tomarle por sorpresa. Y su intención era la de aprovechar ambos factores.

Él no parecía especialmente más fuerte que el purgador, pero  si unía la fuerza de la muchacha a la suya, ni que fuese un instante debería poder rebasar la de aquel que les trataba de llevar a una muerte segura. Por otro lado, sí que contaba con el factor sorpresa puesto que no parecía haberse dado cuenta de que había recuperado el sentido.

Siendo así lu primero que hizo fue tratar de notar si aún tenía el cuchillo tomado del cadaver de Blair o su porra esxtensible; luego se concentró unos segundos en tratar de encontrar el desesperado compás de as arremetidas de la otra cautiva y cuando creyó tenerlo claro se preparo, lanzando una acometida explosiva con todas sus fuerzas en cuanto notó que ella iba a hacer otra buscando liberarse de la presa.

El estómago del Profesor se encoge como si un puño se lo apretara con fuerza cuando, por un momento, parece que el Señor Mendels va a librarse de él. Pero por suerte, el Profesor ancla los pies en el suelo con fuerza y él pierde la energía antes de que esto suceda. Mientras va perdiendo la consciencia, el Profesor le dice casi al oído:

— Deja de luchar, cerdo. No sabes cómo voy a disfrutar esto... 

Una vez el Señor Mendels se queda dormido por efectos del cloroformo, el Profesor suelta su cuerpo como si lo estuviera manchando y deja que éste caiga al suelo con un golpe sordo. Es una suerte que llevara guantes, sino probablemente habría tenido que ir a lavarse las manos ipso-facto.

El Profesor observa a la chica y, aunque ve que mueve la boca, no puede escucharla por culpa de la fuerte música. Quizá ni siquiera está hablando, sólo balbuceando, pero la ve observar la puerta, así que le hace un gesto para que espere un momento.

A pesar de que el cloroformo debería aguantar durante un buen rato, ya ha pagado antes las consecuencias de haber sido demasiado arrogante y confiado, así que ahora se toma su tiempo en poner al señor Mendels boca abajo con un par de patadas, coloca sus brazos detrás de su espalda con tan poco cuidado que no habría sido extraño si le dislocara el hombro y ata sus muñecas con las bridas. Le levanta las piernas y hace lo mismo con sus pies, dejándolo atado como a un ganado recién capturado.

Después se dirige hacia el reproductor de música y lo apaga. Está harto de esa música.

— ¿Está bien, señorita? —le pregunta, con cierta incomodidad debido a lo sucedido y a sus propias vestimentas, nada aptas para tratar con una mujer que acaba de sufrir una agresión. — No soy ningún héroe, pero tampoco pretendo hacerle ningún daño, así que no tiene nada de qué temer. Entiendo que quiera irse inmediatamente, pero creo que será más seguro para usted si se queda aquí hasta el fin de la Purga. A fin de cuentas, este bastardo ya no podrá hacerle nada. —le dice a la vez que pisotea los riñones del señor Mendels. — En cualquier caso, si desea irse, es libre de irse.

Al acabar de hablar, busca en los bolsillos del señor Mendels en busca de su móvil para enviarle una foto a su querido hijo junto al mensaje "La reunión de padre-profesor ha comenzado. Puede venir si así lo desea, señor Mendels". Después deja caer el móvil y lo pisotea.

— Bien, bien... ¿qué haré con el señor Mendels mientras espero? —el Profesor vuelve a mirar a la chica, recordando súbitamente su presencia. — ¿Tal vez quiera usted vengarse? Este cerdo sólo me sirve como cebo para mi verdadero propósito, así que puede usted hacer con él lo que quiera.