Descripción: En el lado este de Central Park, el Upper East Side es conocido principalmente por ser el barrio más caro de Manhattan, sólo permisible para altos ejecutivos. Es sinónimo del lujo y el glamour y la zona en la que confluyen las avenidas comerciales como la conocida Quinta Avenida, Madison Avenue y Park Avenue. También se puede encontrar la Milla de los Museos, donde están el Metropolitano y el Guggenheim. 

Botín y premios: [Algún rico caritativo puede dejarles pasar a su hogar si no les están persiguiendo muy de cerca (curación)]

Personajes: Uno de los hermanos puede ser quien ayude. Estan en la lista de "trabajos" de la Dark Web.

Eventos: 14 (la Caceria)

Otras características: Casas infranqueables, museos y comercios ricos bien protegidos, PNJs de nivel alto (buen equipo para la Purga y buenas características)

Puntos de entrada:

• Oeste (Central Park): Quinta Avenida, Milla de los Museos
• Sur (Midtown East): Quinta Avenida, Madison Avenue

Imágenes relevantes:

• Quinta Avenida:
• Madison Avenue:
• Milla de los Museos:

UPPER EAST SIDE

En el lado este de Central Park, el Upper East Side es conocido principalmente por ser el barrio más caro de Manhattan, sólo permisible para altos ejecutivos. Es sinónimo del lujo y el glamour y la zona en la que confluyen las avenidas comerciales como la conocida Quinta Avenida, Madison Avenue y Park Avenue. También se puede encontrar la Milla de los Museos, donde están el Metropolitano y el Guggenheim. 

Entradas/Salidas:

• Oeste: Central Park
• Sur: Midtown East

Tamaño de zona: Grande 

La mayoria de las ventanas mostraban con orgullo los ramos de flores azules, indicativos de que aunque no se participara activamente en la Purga, se apoyaba al gobierno y admitian la Purga como sistema de liberación de la bestia interior para luego ser ciudadanos ejemplares.

Los comercios parecian infranqueables, con grandes puertas blindadas tanto en entradas como en escaparates. Y de ser asaltados, los seguros cubririan los desperfectos que sufrieran aquella noche. De hecho, a lo lejos veias como dos adolescentes iban armados con bates y barras de hierro dispuestos a intentar atentar contra una de aquellas tiendas. Pero aún no habia sonado la alarma que daba comienzo a la Purga por lo que estaban expectantes.

Tu por tu parte, obervabas la fachada valorando como acceder al piso donde vivian los gemelos, el cual parecia hermeticamente cerrado. Al menos desde ese lado de la calle. En una de las ventanas aledañas, una que no estaba "tapiada", se descorrió la cortina y la cara de un chico de unos 12-13 años asomó curiosa, clavando con cierto susto sus grandes ojos en ti.

Casi casi era la hora, aunque aún no había sonado la alarma, sintió en cada centímetro de su piel como esta se transformaba en escarpias y su corazón, extrañamente calmo, se aceleraba apenas un poco. Una malsana emoción inundaba su ser, pero mantuvo la calma, como en tantas cirugías donde el tiempo estaba en su contra y una vida dependía de sus gráciles manos. Este era un caso similar… pero también opuesto.

El Doc destacaba ahí donde estaba, al acecho, esperando el momento y observando el inexpugnable sitió al que debería ingresar… un par de ideas acudieron a su mente, maravillándose de lo que podía uno llegar a pensar cuando se borran los límites de lo legal y moral. Un movimiento llamó su atención, notando a un niño que le devolvía la mirada a través de un cristal.

Alzó con deliberada lentitud su mano, sin perder su sonrisa, saludando al niño y ladeando su cabeza un poco hacia un lado. Siempre hacia eso en el hospital, mostrando sus grandes ojos claros y rostro inocente… solo que ahora no parecía inocente en lo absoluto. Era un burlón gesto de anticipación. ¿Sería esa su entrada al edificio? Quizás. Esperaba la sirena para poder hacer su movimiento. Mientras se quedó dónde estaba, esperando, como una macabra estatua olvidada de Halloween.

La alarma dió paso al tan ansiado momento en que por fin podias dejar salir a DOC. Donde ya no eras Jimmy. Donde no tenias familia.

El niño se habia apresurado a soltar la cortina para esconderse detrás de ella cuando lo habias saludado, pero sabias que seguía ahí detrás. Recorriste con tus ojos todos los detalles que se alzaban ante ti de aquel bloque de pisos carisimos

Observaste que habia una camara a la derecha de la puerta y que si seguias el embellecedor que bajaba cubriendo los cables, llegaban hasta un cajetin de luz. Tambien te fijaste que no te sería muy dificil escalar hasta el balcón, pues la fachada parecia permitirtelo. En ese primer balcón parecian estar las ventanas de la vivienda de los gemelos, con su persiana metálica echada, y la de la casa de aquel crio.

Al fin la sirena sonó, dándole una descarga de adrenalina por todo su cuerpo, casi haciéndole desear gritar de la emoción. Pero controló su respiración, calmando ese primer impulso animal que le embargó. Por esa sensación fue que decidió abrazar la Purga, sintiéndose por primera vez libre.

Siguió el cable de la cámara, acercándose al cajetín de luz. ¿Quién dejaría eso a simple vista? Alguien seria despedido por ese desliz. Buscó abrir la caja, buscar como sabotear las conexiones y dejar sin cámaras o luz el lugar. Sería más divertido si el miedo se apodera de sus víctimas, incluso antes de verle. El cuerpo humano realiza distintas acciones cuando se asusta, métodos de supervivencia que fueron perfeccionados desde que el ser humano vivía en cavernas… no cambiaron tanto.

Sin perder más tiempo y viendo que podría trepar hasta su objetivo, esa aberrante criatura se acercó a la fachada de edificio. Sus dedos largos y delgados se afianzaron fácilmente, comenzando a subir como si de un insecto se tratara. El traje fue confeccionado de tal manera que resultara cómodo, pues sabía que necesitaría moverse rápidamente llegado el caso. Solo esperaba no ensuciarlo… odiaba estar sucio. Le daba un muy mal aspecto.

Abriste el cajetín y pudiste apreciar que uno de aquellos cables estaba protegido con una funda de plomo, hierro o a saber que material que te impedia cortarlo. Cortaste el resto y te percataste que hubo un pitido de desconexión en casi todo el bloque, pero la pequeña luz que a veces emitia la cámara seguía encendida, indicativo que seguía funcionando, pero... la luz de la ventana de aquel pequeño se habia apagado.

¿Habias cortado tú la luz? ¿La habian apagado desde dentro? Subiste al balcón casi sin mucha dificultad y una vez arriba pudiste tantear las dos opciones. Las ventanas sin persianas metálicas serían fáciles de romper pero harias ruido. Las que si las tenian parecian fáciles de levantar ahora ¿El sistema electrónico de seguridad se habria desconectado también?

¿Que camino ibas a elegir?

Alguien protegió los cables en parte, evitando así que cortara la electricidad de todo el lugar, así que se podría decir que no era un trabajo enteramente mal realizado. De todos modos, luego de una divertida lluvia de chispas al cortar unos cables, gran parte del lugar quedó a oscuras. El Doc aplaudió contento, sin emitir sonido alguno, como la antítesis de un niño asombrado cuando se enciende un árbol de navidad.

Luego, abrigado por la oscuridad que él mismo provocó, trepó hasta su objetivo, deslizándose hasta el balcón. Revisó cada ventana, buscando luces que le indicaran que el sistema de seguridad seguía encendido. Como la cámara estaba aún funcionando, era fácil pensar que no logró desactivar nada más allá que las luces. Podría romper un vidrio, generando mucho ruido en un determinado lugar… o intentar abrir unas persianas de hierro, provocando una posible alarma o similar. No le gustaba el ruido, al menos no en ese ambiente y con esa personalidad, pues siempre había música y risas en su otra vida.

Apoyó su dedo índice sobre su barbilla, dando pequeños golpes en la zona, decidiendo que hacer. Ruido podría haber en ambos casos, pero levantando la persiana provocaría ruido en todos lados, evitando que supieran de donde venía. Al menos momentáneamente provocaría el pánico, solo quienes tuvieran algo de entrenamiento y vieran cámaras, servicios de seguridad o similar podrían identificar donde era la irrupción. Esperaba que la oscuridad mantuviera sus movimientos en secreto, incluso con la alarma sonando y si no sonaba… Sonrió ampliamente.

Alzaste con algo de esfuerzo la persiana metálica, pero lo suficiente para colar tu delgado cuerpo por ella. La alarma no sonó. Rodaste hasta una esquina en una habitación oscura. De momento no veías nada pero si escuchabas en las estancias aledañas ruido de pasos apresurados y muy lejano, un pequeño grito de miedo. Parecia que el corte de luz los habia asustado pero los pasos parecian de dos personas cercanas a ti, pero el grito no parecia ir con esos pasos....

Cuando tu vista se acostumbró pudiste ver que la habitación era pequeña. Habia dos puertas y encima de una de ellas lo que parecia un conducto de ventilación.

Su sonrisa se hizo más amplia al comprobar que no sonó ningún tipo de alarma, aunque también podría ser de la silenciosas… de todos modos nadie vendría a ayudarles. ¡Era la Purga! Se deslizó al interior de la morada, desdoblándose luego y planchando su traje con su mano. Nadie estaba allí para recibirle, pero oyó a los moradores, algunos corriendo buscando algún tipo de refugio. El Doc, sacó su pequeño bisturí, viéndolo brillar por última vez antes de internarse en la oscuridad.

Primero, comprobó si alguna de las puertas estaba abiertas, intentando ser lo más discreto posible. El arrastrarse por un conducto de ventilación era el sueño de cualquier niño, pero poco práctico, sobre todo para alguien tal alto. Iría a lo seguro de momento. Si amabas puertas estaban abiertas, revisaría la que le llevara a los pasos que podía oír.

Abriste la puerta de enfrente, que era donde habias escuchado los pasos. La oscuridad era casi total, pero tu vista se habia acostumbrado. Y allí, en el pasillo os mirasteis cara a cara a la vez. Pero no era uno de los gemelos, sino un hombre enchaquetado con un pinganillo. Él aceleró el paso hacia ti dispuesto a placarte para tirarte al suelo y reducirte.

El camino hasta el Upper East Side fue tranquilo. La mayoría de las ventanas mostraban con orgullo los ramos de flores azules, indicativos de que aunque no se participara activamente en la Purga, se apoyaba al gobierno y admitían la Purga como sistema de liberación de la bestia interior para luego ser ciudadanos ejemplares.

Los comercios parecían infranqueables, con grandes puertas blindadas tanto en entradas como en escaparates. Y de ser asaltados, los seguros cubrirían los desperfectos que sufrieran aquella noche. De hecho, al pasar por delante de una tienda te fijas en un par de adolescentes armados con bates y barras de hierro, golpeando con saña uno de los escaparates, sin llegar a romperlo pero con bastantes partes a punto de quebrarse. 

K. se mantiene con la mirada fija en la carretera, aunque puedes ver cómo de vez en cuando recorre tu cuerpo con miradas rápidas y resopla ligeramente, como si se estuviera conteniendo. La primera parada es para dejar a la mayoría del grupo unos bloques más atrás, dejando la furgoneta vacía a excepción de vosotros dos. Después de comprobar que los demás ya están lejos, se vuelve hacia ti con una mirada salvaje, recorriéndote con ella unos largos segundos. Te mira a los ojos y se acerca hasta quedar a pocos centímetros de tu rostro, acariciando tu mejilla casi con dulzura... Finalmente, se aparta con una sonrisa burlona y pone ambas manos en el volante, como si supiera el efecto que te está causando todo eso. 

- Vamos a vigilar la parte de la fachada. Después de eso... Ya sabes lo que te espera. - se ríe entre dientes, aunque por lo abultado que está su pantalón, sabes que tiene tantas ganas como tú por acabar con ese "trabajito" cuanto antes.

La furgoneta acelera por las amplias avenidas del UES hasta detenerse frente a una casa bastante pija. Enciende un walkie-talkie y va comprobando la señal mientras todos le dan el mensaje de recibido y le informan de la posición. Mientras tanto, K. sigue echándote miradas de reojo. En una de las veces que no estás mirándole, te fijas en vuestro edificio. No se ven excesivas luces en el interior, pero lo más importante es que una de las rejas metálicas de las ventanas del primer piso, justo el de vuestro objetivo, está medio levantada. Sabes que K. suele ser infalible, pero distraído como está contigo, es posible que se le pase ese detalle.

Menuda sorpresa. Alguien corría a gran velocidad hacia él, dispuesto a hacerle chocar contra la pared o derribarle. Intentó esquivarle, pero el pasillo era pequeño y dedujo que le atraparía antes de poder moverse… Cuando alguien hace un movimiento como ese, agacha el cuerpo, convirtiéndole en un ariete humano, aprovechando la fuerza y peso para provocar un gran daño y mover objeto o persona. Pero también exponía su cuello y nuca, zonas tremendamente vulnerables a un arma cortante de gran filo, empuñada en las manos de un experto.

No podría aguantar el golpe, pero si aprovechaba la fuerza de su contrincante, solo tenía que colocar su arma de tal manera que le permitiera cortar su arteria de un solo y fluido movimiento. Aunque lograra tumbarle, perdería sangre en pocos segundos, haciendo que tuviera que taponarse la herida, dejándole vulnerable a un nuevo ataque o dándole tiempo para recuperarse.

Lo más curioso es que la sonrisa del Doc continuaba en su rostro, demostrando lo emocionado que se encontraba en ese momento. Nunca se sintió tan vivo, tan libre y a las puertas de la muerte. Todo valía y si moría nadie preguntaría por él… bueno, su familia, pero con suerte no sabrían que le ocurrió.

Lo único que no le gustaba de K. era lo difícil que le resultaba mantener la guardia cuando lo tenía cerca. Algo que resultaba ser de lo más peligroso en la noche de La Purga. El trayecto fue tranquilo, mucho más de lo habitual. Becky permaneció en silencio, deleitándose cada segundo. La estampa era conmovedora. Un paraíso azul símbolo de la barbarie que se había convertido en su religión.

Podía escuchar cómo su nariz y boca expulsaban el aire. Ese suave, cálido y áspero sonido que tantas veces había sido el telón de un imponente gutural jadeo. Su mente empezó a juguetear con media docena de escenas. Todas ellas acababan con Becky desnuda cabalgando a su acompañante en el asiento del conductor.

El último portazo le devolvió a la realidad. Permaneció quieta, con la mirada perdida en las oscuras pupilas de K. Estremeciéndose por dentro al notar el áspero tacto de su mano. Quería abalanzarse sobre él. Arrancarle hasta la última prenda de ropa. Pero sabía que no debía. No era el momento. Y ella no era una débil estúpida como Lory. 

K. se alejó de ella con esa estúpida sonrisa en la boca. Había superado la prueba por los pelos. Aprieta los puños con disimulo intentando contener el escalofrío. Necesitaba reventar un par de cabezas para retomar la calma.

- Se acabaron las tonterías Beck. Te estás jugando la vida.

Y entones la vió. La verja levantada. El nuevo escalofrío no tenía nada de erótico. Se pusieron alerta todos sus sentidos.

- Algo no va bien. - Se removió en el asiento. Su primer impulso era ir directa hacia su objetivo. Los años le habían dado experiencia, pero esa vena no la había mitigado. Inconscientemente llevó su mano izquierda hasta su machete.

- La reja está subida. - Su tono de voz era serio, firme y profesional. - Avísales de que vayan con cuidado. Creo que se nos han adelantado. 

Algo en su interior le decía que debía salir de allí. Su cabeza le obligaba a permanecer en el interior. Ese era el plan. Una parte de ella deseaba que, fuera quien fuera el intruso, se cargara a Lory antes de morir. Pero allí también estaba Sue.

- ¿Qué quieres hacer?

En cuanto pronuncias esas palabras, el gesto de K. se tensa. Primero te mira a ti y luego sigue tu mirada hacia el edificio, mientras terminas de explicar qué pasa. Con un gruñido, le da un puñetazo de lado a la puerta del conductor y asiente, volviendo a conectar las frecuencias de los walkie-talkies. 

- Chicos, me da que o alguien se nos ha adelantado o nos están tendiendo una trampa. Seguimos con el plan, intentad entrar por el tejado a toda costa. Carl, tienes libertad para destrozar todas las putas puertas que hagan falta. Becky y yo vamos por la fachada. Recordad que si pasa algo, Joe queda a cargo de las misiones. Corto y cambio.

- A la orden, jefe. Cambio. - se escucha la voz grave de Carl con algunas risas desquiciadas de los gemelos de fondo.

- Claro clarinete, K., cambio. - después llega la voz chillona de Lory.

- Entendido... Tened cuidado, cambio. - en contraste, se escucha la voz suave de Sue, con un ligero tono de preocupación. 

Finalmente K. suspira y corta la comunicación, colocándose sus puños americanos y comprobando que su pistola sigue en su sitio. Se le nota muy cabreado y mira al edificio mientras te habla a ti.

- No parece muy difícil de trepar, así que no descarto que sea una trampa. Sea como sea, no pienso dejar que se nos adelante algún puto aficionado. Así que podemos seguirle por esa ventana o intentar abrir la reja de alguna de las otras... No sé si le adelantaremos pero es posible que no lo tengan tan vigilado. 

Te hace un gesto con la cabeza para salir de la furgoneta y baja contigo, dejándola cerrada. Finalmente te mira, esperando que seas tú la que empiece a trepar y decida por qué ventana ir.

El lujoso pasillo, a pesar de no ser muy estrecho, tampoco dejaba mucho espacio para esquivar, por eso te viste arrollado por aquel segurata que logró tirarte al suelo mientras tú intentabas clavarle el bisturí en el cuello. Sentiste que algo de piel cedía bajo tu preciado instrumento, pero solo un poco de sangre brotó. No era lo que querías. No era suficiente. Él ni se percató de que le habias herido, por eso, una vez en el suelo trató de inmovilizarte.

Sentías su peso sobre tu escualido cuerpo, su olor a sudor debido al esfuerzo de tener que forcejear contigo. Desde luego, no era un segurata de los mejores, pues el resuello de su respiración te indicaba que le faltaba forma física. Quizás tenías otra oportunidad...

El golpe fue muy fuerte, tanto en su cuerpo al chocar violentamente el de seguridad como cuando cayó contra el suelo. Intentó no quedar en una posición desfavorable, pero el otro era más pesado, aunque no mejor entrenado. El Doc no emitió queja alguna, apretando los dientes en esa sonrisa eterna, silenciosa e incómoda. El bisturí tenía algo de sangre, pero estaba lejos de ser suficiente. Apenas atravesó la epidermis, en un par de semanas no dejaría ni cicatriz. Calculó mal el movimiento de su mano, un error que podría costarle caro. ¿Terminaría sus andanzas en la purga por un barato empleado de seguridad? Sería muy decepcionante.

Movió su mano de derecha a izquierda, esta vez buscando los ojos del sujeto, si fallaba lograría hacer que se asustara lo suficiente como para querer alejarse de él y si intentaba detener su mano armada, usaría la otra para atacar los ojos o la garganta. A pesar de la situación, continuaba pensando con frialdad, buscando una ventaja.

Lejos de asustarle, la reacción de K. le puso más cachonda. 

Joe queda a cargo de las misiones. Corto y cambio.

Solo en instantes como ese era cuando Becky se daba realmente cuenta de donde estaba. Era la maldita noche de La Purga. Podía estar escondida en su minúsculo pisito de soltera, encerrada a cal y canto acompañada por el rezo a Dioses ajenos a su religión. Podía estar en la Feria de la Carne, dejándose los ahorros del último año en conseguir al joven más atractivo del lugar. Disfrutaría como nadie profanando ese precioso cuerpo y dejándolo irreconocible para amigos y familiares.

Podía estar follándose a K. en la parte trasera de esa furgoneta, o disfrutando de un buen Whisky en la barra del bar de Jessie. Ese hombre seguía en su lista de objetivos para llevarse a la cama. Había resultado ser un hueso duro de roer.

En esos momentos, cualquier plan parecía más atractivo que la misión suicida en la que su 'líder' les había metido.

- Claro, clarinete... menuda estúpida - no pudo evitar repetir la frase de Lory. Lo hizo mascullando en bajo, con la boca prácticamente cerrada, claramente sin intención de compartir ese pensamiento con su acompañante. La detestaba con toda su alma. - Más te vale que no le pase nada a Sue. 

- No seguiremos sus pasos. 

Algo le decía que no era una trampa. Pero la sola idea de entrar por un sitio que parecía estar listo para su llegada le revolvía el estómago. Tampoco podía controlar a dónde le llevarían el resto de ventanas. Pero para eso tenía su  machete y su escopeta semi-automática. Estaba deseando usarlas.

- Entraremos por la segunda ventana.

Se refería a la que estaba justo a la izquierda de la ventana trampa. Podía no tener ningún sentido, pues de ser una trampa estarían demasiado cerca. Pero Becky no quería separarse mucho de la ruta de la supuesta competencia. El tiempo ya corría en su contra.

Salió de la furgoneta sin reparos. Como si fuera una noche normal en la que acudes con tu pareja a una fiesta casual. - La fiesta de la muerte... - pensó. No miró hacia los lados, ni hacia los edificios. La calle era suya. La ciudad era suya. La misión también.

Fue directa hacia la fachada del edificio y empezó a escalar. No era la primera vez que lo hacía. Cada edición se complicaban más las misiones. Ella lo sabía, y tenía un año entero para prepararse. Llevaba dos años yendo a clases de escalada. Le gustaba la sensación que le proporcionaban las alturas... y su monitor cuando le invitaba a su ducha.

Podía notar a K. justo detrás. No le había tocado pero no hacía falta. Tenía la capacidad de dejar claro en todo momento quién dominaba la situación. No tuvo que hacer fuerza para abrir la verja.

- Esto tiene que ser una trampa... - susurró, mientras se giraba para mirar a K. 

No había miedo en sus ojos. Tampoco ganas de echarse para atrás. En realidad, le cabreaba la posibilidad de ser la estúpida mosca que quedaba atrapada en la tela de araña. Estaba lista para luchar.

Instinto de supervivencia. Puro y llano. Esa cosa que nace de lo más hondo de nuestro cuerpo y que aflora cuando más lo necesitamos. El hombre solo intentaba reducirte, con lo que no te fue dificil clavar el bisturí. Sentiste como el globo ocular  izquierdo cedia con facilidad ante tu filo y como acababa reventando al ejercer más presión. El grito de dolor reverberó hasta que alcanzaste el cerebro y el hombre se apagó. Literalmente cayó sobre ti todo su peso muerto.

Por el pinganillo que llevaba en el oido pudiste escuchar claramente como otro hombre intentaba ponerse en contacto con él. Seguramente los gemelos no eran tontos y habian contratado seguridad para aquella noche, pero ¿cuantos? Tras unos segundos, una puerta al fondo se abrió con lentitud. Tenias algo de tiempo de reacción....

El frescor del aire que acariciaba tu cuerpo mientras trepabas contrastaba con el calor que desprendia tu piel, logrando erizar el vello de tu piel. ¿O quizás era ese regusto al temor a no tener todo controlado? Subisteis y pasasteis de largo por la primera ventana, la que tenia la reja metálica semi alzada.

Si te asomabas, a pesar de la penumbra de la habitación podias ver lo que parecia una sala pequeña. Encima de la puerta de la derecha parecia existir un conducto de ventilación.

Llegasteis a la segunda ventana, por la que tu habias decidido entrar, y no fue dificil para K elevarla. Te fijaste como sus músculos se remarcaban bajo la tela de su ropa cuando lo hizo como si no pesara nada.

- Definitivamente alguien ha desactivado el sistema de seguridad de la casa - te susurra antes de hacerte una señal para que pases tu primero. Tanto si entras, como si no, puedes vislumbrar los contornos de los muebles de la habitación, y justo en el lado puesto de la ventana está la puerta. No hay nadie dentro, pero ¿es eso que escuchas más allá de aquel elegante y algo estrambótico dormitorio un ruido?