“Lo que faltaba, un ambidiestro”, pensó con algo de acritud, dio una mirada enrededor y cerró suavemente los ojos en un gesto que se podía tomar como uno de dolor. Respondió a la pregunta del detective con un asentimiento. No obstante, la información que aportaba el médico era sumamente importante e iba despejando de a poco la intensa bruma que rodeaba la muerte del vicario.
Notó que el becario le contestaba que efectivamente tenía dudas y daba algunas pistas sobre a quiénes consultar en el próximo paso. Supuso que debido a que no había pruebas que pusieran en evidencia irrefutable la existencia de un asesinato el hombre no podía expresarlo asertivamente, solo en forma de suposición o duda deslizada.
-Qué maravilla que haya descubierto todo cuanto enumera de investigar a los difuntos, sin duda ayudará a resolver casos y a que queden impunes menos injusticias.
Volvió a retirarse detrás del detective con rostro circunspecto, meditabunda.
Y lo que no había conseguido aquella dieta semiestricta a base de arenque, lo logró al fin la saturante mezcla de olores que hizo palidecer el hedor a pescado que hasta ahora la había atormentado. Agnetha notó como si unos dedos fríos recorrieran su espalda y se sintió enfermar. El médico hablaba, pero ella apenas fue consciente de que decía que el vicario parecía usar ambas manos para escribir y el resto pareció escucharlo como si estuviera bajo el agua. Su vista se nubló y tuvo miedo de perder el sentido. Se apoyó pues en la pared temiendo caer y buscó desesperadamente algo en que fijar la atención, con la mala suerte de encontrar los ojos de Niles fijos sobre ella, esos ojos muertos como si la propia muerte estuviera observándola y esperando a que desfalleciera para llevársela.
Al final no fue el sentido lo que perdió, sino todo, absolutamente todo lo que llevaba en su estómago y terminó adornando el pulcro suelo de la morgue.
En Capítulos anteriores...
@Oystein: —Ciertamente, el avance de la medicina es notable. Hace poco llegó a mis manos un artículo donde un eminente investigador londinese analizaba la posibilidad muy real de reemplazar una válvula aortica defectuosa.
Niles arrugó el ceño.
—¿Insinúa usted que WE, THE PEOPLE OF ALBION, albergamos un espíritu gótico y lúgubre capaz de comparar el organismo humano con el motor de un automóvil?—preguntó el chambelán al tiempo que miraba de soslayo a Lady Lovisa con sus ojos vacíos.
—Jujuju... Tiene toda la razón, milady—dijo aplicando unas suaves palmaditas con su esquelética mano en el dorso de la mano de la aristócrata.
Podría haber sido arrastrada por las olas, por supuesto, o, más improbablemente, ser sustraída por alguien.
Niles sonrió y emitió esa risa muda que se quedaba justo a las puertas de la campanilla bucal y que tan tétrica resonaba en su caja torácica.
—Hm-hm-hm-hm-hm-hummmmm... Aaaaaah, me encanta el olor del sarcasmo por la mañana—comentó aprobando el humor de su amo mientras giraba con un espeluznante crujido su espigado cuello para focalizar su atención en la hermana Agnetha. —¿Quién birlaría el arma a un suicida? Es una pregunta legítima. ¿Tiene usted algún candidato para la sustracción, hermana?—.
De repente, la religiosa vomitó.
Salvajemente.
Quizás la palabra sustracción activó un impulso primitivo inserto en su memoria ancestral.
Niles no recordaba una vomitona que resonase con tal estruendo al impactar el suelo de un antes impoluto mármol que, ahora, más que mármol, parecía gotelé. Aquella explosión de bilis y jugos gástricos le había evocado el proceloso torrente del Támesis en invierno. Con la distintiva salvedad de que este nuevo torrente, este nuevo Támesis, incluía un banco de arenques a medio digerir.
Quite appropiate.
—Ea, ea, ea—dijo el chambelán ofreciendo su hombro a la monja como punto de apoyo. —Vayamos afuera, a que le dé el aire. Está muy afectada, ¿sabe?—dijo excusándose al proyecto de diseccionador. —Ya pasó, querida hermana. Ya pasó. Enhorabuena—felicitó el mayordomo fuera de la morgue, notando que la religiosa era, irónicamente, un peso muerto. No concretó el motivo de su congratulación hasta que pasaron unos enigmáticos segundos y Agnetha alzó la vista hacia él.
—Ha dejado su huella imborrable en este templo de la muerte. Ahora... los muertos la recordarán—Niles asintió despacio—Foreveeeer...—.
Agnetha se apoyó en el hombro que el mayordomo le ofrecía y agradeció profundamente que la llevara fuera de aquella sala que le revolvía literalmente las tripas. Trató de inspirar profundamente buscando un aire que no estuviera cargado de amoniaco y otros olores que hasta el momento desconocía, y cuando Niles le dio la enhorabuena, fijo su mirada inquisitiva en el rostro del chambelán. Ahí venía seguro, uno de sus comentarios jocosos.
Pero más flemáticas o jocosas, las palabras que le dedicó eran más bien siniestras. Una muestra más de aquel humor negro negrísimo que parecía solazar a aquel hombre. Ella quiso envararse pero la brusquedad con que lo hizo provocó que se tambaleara un poco, falta todavía de recuperar el equilibrio. Por su rostro cerúleo parecía que la sangre hubiera abandonado su cuerpo por completo.
—¡Déjese de chanzas! —le espetó con la voz ronca efecto de los ácidos del estómago sobre sus cuerdas vocales—. No me engaña usted, ¿sabe? —afirmó de pronto señalándole con su dedo acusador—. Ante el ultraje de aquella bestia portuaria defendió el honor de Lady Lovisa y el mío propio poniéndose en peligro y ahora viene usted a darme apoyo en un momento de… —iba a decir debilidad— necesidad, así que no quiera parecer peor cristiano de lo que usted es, señor mío. Entiendo que le resulta divertido importunarme, cosa que no logro entender pero parece una afición general y por lo tanto además muy poco original. Ahora, si quiere terminar de rematar su buena obra, acompáñeme hasta la calle antes de que quieran hacerme limpiar el estropicio.
Y aunque el señor Niles le ponía los pelos de punta más de una vez, quiso pensar que en realidad lo estaba desenmascarando. Algo que además no dejaba de ser una novedad para Agnetha: querer pensar bien de alguien. Pasó su brazo por debajo del de él para caminar juntos y estiró levemente incitando a que iniciara la marcha junto a ella.
—Ciertamente, el avance de la medicina es notable. Hace poco llegó a mis manos un artículo donde un eminente investigador londinese analizaba la posibilidad muy real de reemplazar una válvula aortica defectuosa.
—Me alegra saber que hay más hombres de ciencia en la tierra de su majestad Jorge VI. Debe ser un hombre muy religioso, pero me entusiasma saber que permite el avance inevitable de lo que será el futuro. Toda una actitud interesante si se me permite, dado el fervor y fanatismo de la Iglesia en la región.—
-Qué maravilla que haya descubierto todo cuanto enumera de investigar a los difuntos, sin duda ayudará a resolver casos y a que queden impunes menos injusticias.
—Desde luego estamos más que contentos y emocionados con la exactitud que empezamos a tener en los resultados de los análisis. Es posible que algún día consigamos evitar los crímenes incluso antes e que se comentan.—
—En todo caso, resulta harto peculiar que nadie encuentre el arma, si realmente se trató de un suicidio. Podría haber sido arrastrada por las olas, por supuesto, o, más improbablemente, ser sustraída por alguien. —
—Recuerden que como investigadores no se deberían llevar simplemente por meras conjeturas, teorías o una simple hipotesis. Sabiendo que se han encontrado el cadaver de este pobre hombre con el aspecto y paso del tiempo y agua por su cuerpo, bien podrían teorizar que el arma podría encontrarse en el fondo del mar. No obstante, si sospechan que alguien pudo haber robado ese arma in situ..... posiblemente debería tener cerca y bien informado al alguacil de la zona, o al mismo juez de paz. Bien, si no me necesitan para nada más, les ruego salgan de la sala, pues el cadaver aún debe ser usado para nuevas técnicas y aplicaciones.—
El doctor os hace salir y tras cerrar la puerta con llave, hace un amago de reverencia, como si no supiera muy bien el protocolo de saludo a un grupo así de dispar. Después se va.
Bien, que alguien me haga un resumen de lo que habéis sacado en claro, y en común y después me decis donde váis.