Partida Rol por web

Una hermosa mañana más despiertas en la taberna de San Gustabo, y una vez más lo haces acompañado de la dulce fragancia de una noche llena de placeres. Sobre tu pecho descansa una de las jóvenes del pueblo, prometida a un hombre de más de 40 años, con el que tomará matrimonio en dos meses.

Te has despertado con hambre, un desayuno no vendría nada mal.

Me levanto saciado al menos por unas horas de la necesidad que tantas horas de tiempo y esfuerzo me ocupa cada día. Mi maestro de esgrima, Esteban, siempre me decía que de invertir esas energías en la esgrima, seria la primera espada de Castilla.

Miro el rostro de la muchacha y sonrío con lascivia.

Me basta con ser el primer amante...

Me levanto sin hacer ruido y me visto. Lo cierto es que una vez consumido el fruto prohibido, la doncella pierde su gracia rápidamente. Salgo por la puerta sin hacer ruido y bajo a ver si encuentro algo para comer.

La taberna parece bastante vacía, apenas tres hombres dispersos en las mesas. El tabernero limpia las jarras, escupe y frota con el trapo con fuerza. No te parece que este especialmente ocupado. Quizá deberias averiguar que hay para desayunar.

Buenos días tengan ustedes caballeros. Es acaso el sol lo que veo asomarse a lo lejos por la ventana?...a fe mía que lo es, así que con gran apetito he de preguntaros mi querido posadero, cual la variedad de alimentos con la que contamos para comenzar con buen pie este bendito día.

Le hago una elaborada reverencia cortesana antes de acercarme con la mano sobre el pomo de mi espada a la barra.

El tabernero levanta la mirada y se te acerca confidente

- Se meterá en un buen lio si su prometido supiera que esta aqui... - deja caer susurrante, no sabes si como advertencia o como chantaje

Deja la jarra junto a las demas

- ¿Huevos, pollo guisado con cebolla o quizá algo de leche?

Miro al tabernero con una esplendida sonrisa.

Pero caballero, se equivoca usted. Yo no tengo prometido, soy libre como la brisa de las montañas. Y con el doble de apetito que un lobo de las mismas, así que si no le importa, me pone los huevos, el pollo y la leche sera también bien recibida.

Luego señalo a los tres que están en el fondo. Como no soy persona que le guste de comer solo, si les place, sirva a los caballeros unos huevos a mi salud.

- Como quiera...

Se retira a la cocina a preparar tu desayuno sin hacer comentarios.

Me apoyo en la barra mientras espero y con un pañuelo comienzo a sacar brillo al pomo de mi espada, soplándolo delicadamente y mirándolo al trasluz. Es una forma como cualquier otra de pasar el tiempo cuando no hay mujeres por las que interesarse.

De vez en cuando estoy pendiente de los ruidos que vienen de la cocina y miro por la ventana mientras silbo alegremente.

Un hombre engalanado y algo entrado en años se acerca al trote, con dos hombres más que parecen ser sus subordinados. No es un militar, más bien parece un hombre adinerado del pueblo.

Vaya...ese debe ser el afortunado novio y sus dos padrinos para la boda. Que detalle por su parte acercarse a presentar sus respetos a su amada en una mañana tan hermosa como esta.

Compruebo que como siempre la espada se deslice fácilmente en su vaina y me aparto un metro de la barra, acercándome mas a la pared, donde no se me pueda rodear por la espalda. También me fijo que no haya lamparas u otros posibles problemas sobre mi cabeza y me atuso el bigote mientras silbo una marcha militar de mi antiguo regimiento.

Los tres desmontan, entrando bruscamente a la taberna y el hombre más entrado en edad le grita al tabernero

- ¿Donde es que yace mi prometida, despues de pasar la noche con otro hombre? Gentes del pueblo la vieron entrar aquí con él.

El tabernero sale de la cocina con el pollo y unos huevos que deja sobre la barra, sin mirarte siquiera de reojo.

T: - Arriba - se limita a decir, sin hacer alusión a ti

Oh...esplendido, mi desayuno. Me acerco a por la comida y tomo un muslo de pollo al que doy un bocado. Realmente me encuentro hambriento, amigo posadero.

Uso la mano derecha después de quitarme el guante, mientras la zurda permanece libre y preparada, aunque sin tocar la espada para no advertir de que soy zurdo.

Esplendido el guiso...asiento mientras trago el primer bocado. Realmente es como me dijeron, y en estas pequeñas fondas de pueblo se come estupendamente.

Los hombres suben. El tabernero se acerca a servir los huevos a los otros hombres dejandolos sobre sus mesas, cuando un sonido retumba por la taberna. Un disparo, a tu parecer sin lugar a dudas en la habitación en la que descansabas.

Miro hacia arriba y cierro las mandíbulas con fuerza, de improviso no me apetece tanto comer. Dejo unas monedas en la barra y salgo fuera, desato los tres caballos de los hombres, y montado en el del rico comerciante me alejo de la posada poniendo rumbo a la ciudad.

Gritos y maldiciones a tu espalda, cuando estas demasiado lejos para que alguien te alcance. Parece que ya se dieron cuenta de tu robo.