Partida Rol por web

Cuando apareció el florero con flores de distintos colores en el lienzo, Martha miró uno de los papeles. Tiene sentido, tiene sentido...

—... tiene sentido, tiene sentido —dijo, cuando su tren de pensamiento salió de su mente y se materializó en forma de sonidos (articulados, por suerte)—. Claro, buscamos flores azules, luego rojas, luego rosadas, y así, de fuera adentro.

Se dio unos toquecitos en los labios con dos dedos en los que se podían ver unas uñas pintadas de blanco. Tamborileaba con los dedos sobre su boca como si tocara un instrumento musical, pero en realidad estaba pensando, concentrándose. ¿Cuál de esas flores era azul? Por el nombre ninguna parecía azul. La Rosa Blanca sería blanca, y el Clavel Rojo sería rojo, pero no había ninguna que se llamara «Nosequé Azul».

Asintió distraída cuando Cillian el Infiltrado desveló que era Cillian el Informático. No le extrañó, en realidad. Muchísimos chicos eran informáticos, aunque normalmente tenían más pinta de frikis que él. Él era más bien un Informático Inglés. Había un montón de criptobros que querían ser como los billonarios que dirigían empresas de Silicon Valley. Era tan común que ni le llamó la atención.

—¿Esas? Ni idea. Voy a ver.

Mientras se acercaba al florero que le había señalado Cillian, a Martha se le ocurrió una idea.

—Igual hay dos papeles porque hay que leer una frase de cada papel o algo por el estilo. Quizá una la tengas que leer tú y otra yo. ¡Oye! —dijo, con el jarrón de las flores azules en la mano, mirando a Cillian el Informático Británico, mientras se le ocurría algo raro—. A lo mejor si cojo yo el pincel sale otra cosa en el cuadro. Otro orden distinto de colores.

Podía ser. Cosas más raras se habían visto en un scape room. Antes de probar a hacerlo, Martha miró el jarrón, para ver qué eran las flores azules.

Mirando las flores, Cillian y Marta terminan clasificándolas:

-Azules: Iris, Campanillas de Canterbury, Aciano, Jacinto.

-Rojas: Tulipán, Clavel, Aljaba, Amapola

-Rosadas: Cayena, Rosa Salvaje

-Amarillas: Pensamientos, Margarita Amarilla, Madreselva

-Blancas: Lirio, Margarita, Rosa Blanca, Flor de Manzano

Cuando Martha dijo que probaría el pincel, Cillian se lo cedió girando la muñeca para ofrecerle el mango. Mientras tanto, él le echó un vistazo al segundo pedazo de papel que había encontrado la chica. Dio un par de pasos para apartarse instintivamente de ella antes de que interactuase con el lienzo falso, solo por si acaso, y desde ahí empezó a mirar alternativamente el dibujo y los floreros.

—Lo primero es identificar qué flores están dibujadas —propuso—. Cuando las tengamos, podremos formar el mensaje entero. Y entonces… —Miró alrededor—. ¿Quizá tenemos que decirlo por ese micrófono que está al lado de la puerta?

Echó también un vistazo al reloj, para comprobar cuánto tiempo les quedaba.

Una vez tuvo el pincel en la mano, Martha se acercó al lienzo, sin ser consciente de que Cillian se apartaba de ella, en un encomiable ejercicio de autodefensa. 

Con el pincel cerca del lienzo, se esforzó para ver si aparecían flores distintas a las que le habían salido a Cillian. Y, en cualquier caso, tratando de distinguir cuáles eran. 

—Si se pueden distinguir las flores, sí, seguro que hay que ir diciendo las frases por el micrófono. A ver si vemos cuál es la azul de fuera...

El tiempo se les estaba terminando. Si podían identificar los seis tipos de flores, era solo cuestión de decir las frases en el orden indicado, de dentro afuera. 

O eso esperaba. Le fastidiaría perder en la primera prueba.

Marta toca el "lienzo" con el pincel esperando algún cambio, pero la imagen permanece con el mismo florero. Por medio de comparación entre la imagen del florero y las flores a su alrededor, descubren el siguiente orden:

-Campanillas de Canterbury.

-Clavel Rojo

-Rosa Salvaje

-Amapola

-Margarita

-Rosa Blanca

A medida que iban identificando las flores del cuadro, Martha iba anotando los nombres y las frases asociadas en su teléfono. Una cosa es que no tuvieran cobertura y otra que no funcionaran los dispositivos. Así que, usando su celular como bloc de notas, y escribiendo a una velocidad vertiginosa (fruto de años y años de práctica), finalmente tuvo todas las frases ordenadas.

—Vamos a probar, a ver si funciona.

La chica llevaba tanto tiempo jugando a escape rooms, que sabía que cada minuto contaba, así que iba de un lado a otro con rapidez, concentrada en cumplir la prueba. De nuevo cruzó la sala taconeando (tac-tac-tac-tac-tac), esta vez en dirección al micrófono que había junto a la puerta de salida. O eso esperaba Martha que fuera.

Le hizo un gesto a Cillian para que se acercara, se agachó junto al micrófono y comenzó a leer de su móvil.

—Recibí tu carta. Mi corazón arde por ti. Placer y dolor. No soy libre. Te amo con sinceridad. No puedo.

Cuando terminó de hablar, Martha miró a Cillian e hizo un gesto gracioso, sonriendo y medio encogiéndose de hombros. Si esta era la solución, lo habían logrado. Y si no... vaya, no se le ocurrían muchas soluciones alternativas.

Los números en la pantalla se iluminan en orden, del 1 al 6. Suena una campana a lo lejos, y lo que parecen aplausos lejanos. En la pantalla del lienzo comienza a verse como si una brisa suave moviera los pétalos dentro del florero, y una dulce voz femenina se escucha alrededor.

He recibido tu mensaje,

Mi corazón arde por ti

Pero es placer y sufrimiento

Porque no soy libre de elegir

Y aunque te amo con sinceridad

Contigo no puedo estar.

-Felicidades, han completado el primer reto.- Escuchan desde algún lugar de la sala. Frente a ellos notan el sonido de un cerrojo mecánico al abrirse, y la puerta se mueve levemente, como señal de que cederá si la intentan empujar. En la corneta, la voz suena de nuevo.

-A veces el camino nos obliga a separarnos, aunque duela. A veces no tenemos el control sobre estas decisiones, solo quedan los momentos compartidos, los recuerdos, y la esperanza de que mas adelante, los caminos pueden volver a cruzarse. Solo uno puede pasar por la puerta. Elijan quien será, y digan sus despedidas para continuar al siguiente tramo.-

A medida que Martha iba leyendo en voz alta las frases que correspondían a las flores del dibujo, Cillian iba asintiendo con la cabeza, como afirmando cada una de ellas. Sus ojos, en cambio, estaban rastreando el techo, en busca de algún parpadeo rojo que le indicase la presencia de cámaras.

Cuando llegaron la campana, la brisa, la voz, sonrió contento. ¡Lo habían logrado! ¡Y les había sobrado tiempo! Subió las dos manos hacia la chica, ofreciéndoselas para chocar en gesto de triunfo.

—¡Toma ya! ¡Martha de Brooklyn! ¡Misión cumplida!

Pero aún no habían terminado allí. La puerta se abría, pero solo para uno de ellos. Miró con aire desconfiado hacia arriba. Pasar o quedarse, ¿cuál sería la elección correcta? ¿Habría una elección correcta y una equivocada? Torció la boca hacia un lado y luego hacia el otro. Se le ocurrían teorías y argumentos para tomar cualquiera de ellas, y también para no hacerlo.

—¿Tú qué prefieres? ¿Salir o quedarte? —preguntó a Martha dejando que decidiese ella.

—¡Toma!

Martha hizo un gesto de victoria, cerrando el puño y sacando bíceps (no es que fuera muy impresionante, pero el gesto era lo importante). Después, riendo, chocó las dos manos con su compañero.

—¡Claro que sí, Cillian el Informático!

Estaba exultante; durante un momento había dudado de si sería la respuesta correcta, pero al final había sido así y lo habían logrado. ¡Estaba lista para la siguiente prueba!

Le llamó la atención que tuvieran que elegir sobre quién se mantenía allí y quien seguía adelante. ¿Eso quería decir que solo ganaba uno de los dos? Era algo raro, la verdad. Y, si fuera así, algo injusto. Pero igual había una segunda prueba en la sala. O después de que uno pasara por la puerta, se abría otra alternativa.

—Bueno, teniendo en cuenta lo mucho que has estornudado al entrar, casi mejor que pases tú y te alejes de las flores —dijo, con una mirada algo pícara, recordando el ataque que le había dado al muchacho al entrar en la sala. Menos mal que se había acostumbrado.

Después, Martha recordó algo.

—Ay, lo siento, no me te he preguntado. ¿Estás bien? Por la caída de antes. Lo siento mucho, me he tropezado y... bueno, suelo tropezarme, la verdad. Creo que el equilibrio —Hizo un gesto con la mano, como diciendo «comsí comsá»—... o igual es una maldición india, yo que sé. Pero bueno, ¿no te has hecho daño, verdad?

La naricilla de Cillian se frunció graciosamente cuando Martha mencionó su ataque de estornudos al entrar. Se llevó la mano a la nuca y se la frotó con un atisbo de timidez mientras se justificaba.

—Ah, sí. Es por los olores fuertes… 

Pero con las siguientes palabras de la chica volvió a recuperar su desparpajo natural y negó con la cabeza.

—No, no. Ni te preocupes. No me he hecho nada de daño. —Se rio al recordar el momento cuando habían rodado por el suelo, pero también se le colorearon suavemente las puntas de las orejas—. Fue solo el susto, estoy perfectamente.

Miró hacia la puerta que se había abierto para ellos, y le hizo un gesto de despedida a Martha con la mano mientras se dirigía hacia ella para marcharse.

—Voy saliendo entonces, no se vaya a cerrar otra vez. —Justo antes de salir añadió algo más con una sonrisa—. Nos vemos fuera.

—Adiós...

Martha hizo un gesto de despedida con la mano y se quedó esperando en la sala. Lo cierto es que no le hacía demasiada gracia quedarse allí sola, pero se hizo la valiente.

Con un poco de suerte, le darían instrucciones a no mucho tardar y no se sentiría atrapada entre estas cuatro paredes...

Al cruzar la puerta, no encontró otra habitación, sino un pasillo estrecho, iluminado suavemente por pequeñas lámparas. Luego de andar unos metros, el pasillo se desvía a la derecha, luego a la izquierda, y finalmente, ante una nueva puerta. Al abrirla...

La puerta se cierra, mientras las luces se hacen mas y mas tenues. El reloj cucú empieza a sonar, un alegre colibrí sale por la puertecilla. Sin embargo, no hace "cucú". El sonido que emite es "Now. Now. Now."

La habitación queda a oscuras, y en esa oscuridad, se ve una flecha que apunta hacia arriba. Del techo, un compartimento secreto se abre, y desciende una escalera para subir.

Arriba de la escalera se extiende un ducto iluminado suavemente por tiras fluorescentes que corren por el techo. Martha no sabe por cuanto tiempo avanza, cuando súbitamente, el ducto se inclina en una resbaladilla, por la cual se desliza inevitablemente...