—Mmh, Gabby no dijo nada sobre eso —admitió Joelle, frunciendo el ceño.
No era como si la desagradable impresión inicial de la estudiante de criminología volviera a tomar forma en la mente de Joelle, pero de alguna manera no le gustó que la chica se guardase el asunto del Asesino de la Tostadora, y menos considerando que habían hablado sobre una eventual colaboración periodística. Pero también cabía la posibilidad de que lo hubiera olvidado, uno de los efectos secundarios más frecuentes en Joelle cuando se pasaba de rosca. Entretanto Adrien, o el chico anteriormente conocido como Adrien, continuaba haciéndole muchas preguntas, y la verdad es que Joelle no tenía la cabecita muy en su lugar para procesarlo todo. Así que aquí, en este punto, Joelle se quedó dormida.
Realmente no se quedó dormida. Técnicamente había sido más bien una cabezadita. Power nap, como les llamaban. Probablemente no había ayudado tumbarse en el suelo y subir las piernas sobre el sofá tras leer lo que ponían los micrófonos. Porque Joelle ya sabía lo que tenían que hacer a continuación.
—Bueno, mi último artículo fue acerca El síndrome de Pueblo Lavanda, una teoría conspirativa sobre uno de los juegos de Pokémon. Aparentemente muchos niños japoneses se suicidaron cuando salió la primera versión del juego, y algunos afirmaban que era debido a la música que sonaba al entrar a Pueblo Lavanda —explicó, encogiéndose de hombros.
¿De qué hablábamos? Ah, sí. Adrien. Adrien le caía realmente bien, y no solo porque le siguiera el juego. Joelle adoptó una postura intrigante (o todo lo intrigante que podía, habida cuenta que continuaba tendida sobre el suelo) antes de pasar a explicar su teoría.
—Veamos —dijo, golpeándose repetidamente la mejilla con el índice y sin contestar la pregunta original del chico— Cuando alguien se cambia el nombre, hay dos alternativas. Una es usar un nombre extravagante, uno que jamás nos animaríamos a usar en la vida real. Como Regina Phalange. La otra... —continuó, entornando los ojos— Ocurre mucho en las películas, cuando un poli detiene al prota y este tiene que mentir rápido. Inventarse un nombre estando en apuros es difícil, y eso sin considerar el problema de adaptarlo a nuestra personalidad... Pero tú, "Adrien" —dijo, haciendo comillas con los dedos— Tú has escogido un nombre que no es tan raro. Así que si tuviera que apostar, diríaaaaaaaa. Diría que te llamas Andrew. ¿Cierto?
Los Beatles, Joelle. No te olvides de los Beatles.
—Oye, por cierto, en la rockola está All you need is love, de los Beatles. Me la juego a que ésa es la pista. Sé bueno, Andrew, y ponla, por favor, que me da vueltas la cabecita.
—A lo mejor le agobia la fama —comenté en respuesta al asunto de Gabrielle, encogiéndome de hombros.
Esperaba acordarme después de haberme inventado eso. No es que fuese importante, pero al menos era gracioso. La miré, dispuesto a decirle algo más y... ¿se había dormido?
Pestañeé sorprendido. Vaya habilidad. Eso sí era alucinante. Miré alrededor, buscando las cámaras, planteándome si aquello les estaría pareciendo bien. Antes de que les dijera nada, sin embargo, ella volvió a la vida. Quizá solo estaba descansando los ojos un momento... o algo así. Reflexionando sobre la prueba actual, por ejemplo. Claro, seguro que era eso.
—¿Qué? —pregunté cuando dijo lo de su último artículo—. ¿Pero cómo que se suicidaron muchos niños? ¿Y la música era la misma allí que aquí?
Me sorprendió, eso sí, que intentara adivinar mi nombre. Era de lo que menos me esperaba. Y la verdad es que me hizo gracia. La miré mientras aún no hacía su apuesta, curioso, y cuando dijo aquel nombre me reí con naturalidad.
—Vaya —le dije, levantando las cejas—. No sé cómo lo has sabido, pero eres increíble. Has acertado.
Era una mentira, claro. Pero estaba seguro de que no nos volveríamos a ver, de que a ella eso le haría feliz... y aún más, de que así no sonaría tan ridícula la explicación. Porque también sería inventada, claro.
—Es que también soy entrenador de polis encubiertos —le dije—, así que estoy practicando. Pero no se lo digas a nadie, por favor. ¿Nuestro secreto?
Y con esas palabras, mientras esperaba a que se pensara su respuesta —o se la durmiera— fui hacia la rockola para poner la canción que ella había dicho.
Adrian escoge en la rockola "All You Need Is Love" de The Beatles, y entonces notan un cambio en una de las líneas del estribillo:
All you need is love!
Sol sol la la re!
All you need is love, love
Love is all you need
Por situación de cortes de luz y otras cosas poco relevantes, extiendo hasta el Domingo esta sala. Gracias por su atención n.n
La pregunta de Andrew la descoloca por unos instantes. ¿Que la música era igual allí que donde? Por supuesto, Joelle está demasiado perjudicada y poco habituada a salirse de su más bien estrecho círculo virtual social como para percatarse que no todo el mundo es un friki de los juegos de Pokemon ni tiene porqué saber que Pueblo Lavanda no es un pueblo IRL.
Con cierta dificultad, apoyándo los brazos en el sofá, Joelle se incorpora a tiempo para ver cómo el muchacho se aproxima a la rocola, dispuesto a obedecer sus instrucciones.
—Es la primera cosa cierta que me ha dicho desde que nos conocimos, inspector Andrew —replicó Joelle ante la revelación del policía encubierto, acompañando la frase con una expresión intrigante— Pero sabe que no puedo confiar enteramente en usted sin antes ver una placa.
Y como si en verdad fueran una pareja noir de detectives, la canción de los Beatles parece poner fin al misterio de la clave oculta. Joelle no sabe si es porque han tenido suerte, pero aquella habitación se le ha antojado bastante más sencilla que las anteriores. Pero Joelle también sabe, por un defecto de formación profesional, que es fácil a veces descartar la configuración de un escenario: en todas las buenas historias la ambientación está tan profundamente tallada a lo que sucede con los personajes y la acción que una apenas advierte su presencia, a menos que sintonizaras con los ojos muy abiertos, lo cual después de todo era lo que había ido a hacer a aquel escape room, aunque luego todo hubiera salido patas para arriba.
Y así fue que, acercándose nuevamente a la alfombra, la chica salta dos veces sobre la nota «Sol» en una pierna, como quien juega a la rayuela, antes llamar a Andrew.
—¡Venga! ¡A saltar, que nos faltan tus ReLaMiDas!
La verdad es que, ya sin mirar el reloj, seguí el ritmo de la canción con los pies y con la barbilla. Más no, claro. Eso ya era bailar. Mantenía la sonrisa, eso sí, después de escuchar lo que había respondido a mi explicación. Aproveché para mirarla, poniendo cara de misterioso que está a punto de confesar una especie de verdad. Vamos, de misterioso por poco tiempo.
—Los dos sabemos —le dije—. Que alguien encubierto no puede llevar placa. Si se la descubren, se acabó todo.
Al oír el cambio en la canción, sin embargo, reaccioné de inmediato. Miré al reloj y... ¡Mierda!
Entonces miré a Joelle, ya encargándose de aquello, y corrí a su lado.
—¡Vamos a por ello! —le dije, antes de saltar como lo había hecho ella, dos veces sobre la tecla La y una sobre la del Re.
Después la miré, expectante.
—¿Crees que con esto ya está?
A medida que Joelle y Adrian saltan sobre los colores de la alfombra las notas que se acercan al sonido, el mensaje se modifica de inmediato:
Introducir Clave
[SOL] [SOL] [LA] [LA] [RE]
Se escuchan unos aplausos suaves, y el mensaje de la pantalla cambia.
Introducir nombres
(Usar micros)
De pronto suena un timbre fuerte.
Game Over
La música finalmente se detiene, y al hacerlo, las puertas con las pizarras se entreabren. -Es momento de continuar. Ya queda poco, ¿se divierten?- Suena la voz que guía. Con una última despedida, la pareja se separa hacia el siguiente destino.
¡Tercera habitación terminada!
Pueden poner un último post de despedida, y continuar a la siguiente sala.
Joelle se rió con el comentario del inspector Andrew. Se estaba por acabar todo, aunque no fuera precisamente porque este último hubiese entregado su placa.
—¡Eso parece! —exclamó, levantando una mano en el gesto universal de high five. Pero antes de que pudieran hacer nada sonó el timbre: el tiempo se había acabado— Oh no, mierda...
Habían estado tan cerca. Joelle frunció el ceño, resoplando con fastidio. La voz del guía parece querer infundirles ánimo, al menos. Aún quedaba una habitación.
—Bueno... Mejor suerte con la siguiente, supongo. Que tenga una larga y próspera carrera, oficial —finalizó Joelle, extendiendo una mano como despedida.