En cuanto pronuncié aquellas dos palabras, sentí como si liberara algo. Adri, consciente o no de ello, se liberó también, y su boca encajó con la mía de la forma más perfecta en que dos bocas podían unirse.
Sus labios, ardientes y dulces, se fusionaron con los míos, sirviendo de puente para que nuestras lenguas se encontraran por fin. Aquella sensación fue, sencillamente, maravillosa.
Cuando nuestras lenguas se encontraron —no sé quién inició el contacto—, un pequeño jadeo escapó de mi garganta. Había estado contenido durante un tiempo, ascendiendo hasta estallar entre nuestras bocas, como las olas de un mar embravecido por la pasión desmedida que brotaba desde el centro de mi ser.
Mis brazos rodearon aún más su cuello, robándole el aliento mientras todo mi cuerpo palpitaba con una necesidad de él que jamás habría imaginado.
La textura de su lengua, el sabor de su saliva, el calor de su piel… todo parecía creado por la naturaleza para ser, en ese momento, perfecto para mí.
Aquel beso duró unos segundos, pero por mí habría durado horas. Me separé lo suficiente para respirar, pues su aliento no bastaba para llenar mis pulmones y evitar desmayarme en sus brazos. Sin embargo, apenas el aire fresco entró, volví a él renovada. Ya no solo quería, sino que necesitaba explorar cada rincón de su boca antes de que el reloj sonara y tuviéramos que separarnos.
Mis dedos se hundieron en su pelo, acariciaron su cabeza y mi cadera se apretó contra la suya. Tiré de él suavemente hasta que mi espalda topó con el mueble que sostenía el microondas, ese al que debíamos hacer caso y estábamos ignorando deliberadamente.
Sentirme presionada por su cuerpo era una sensación explosiva. De forma automática, al estar contra el mueble y él, una de mis piernas se elevó, acariciando su pierna con mi rodilla y mi muslo hasta acomodarse en su cadera.
Noté que aquella postura era insuficiente para satisfacer el fuego que brotaba de mi cuerpo. Quería más, necesitaba más… pero era imposible. No ahora, ni allí. Sin embargo, con gusto me habría dado el capricho en el sofá de su casa, ese al que supuestamente estaba invitada.
Necesité un segundo asalto para respirar, pegando mi frente a la suya y sintiendo que mi cadera buscaba frotarse contra él. Mi espalda, custodiada por sus manos, se arqueó.
Quise decirle algo, pero ¿qué podía decir en una situación así? ¿No estaba todo claro? Algunas cosas sí, otras no tanto.
—No quiero irme ahora —lamenté, besando brevemente su boca—. Secuéstrame —rogué en un susurro, acariciando su cráneo con mis dedos.
¿Sabes esas cosas que uno ve en las películas, y piensa «ni de coña»? Como cuando con un disparo un coche explota. Ese tipo de cosas.
Exactamente eso fue lo que me pasó.
Vale, no era el mismo tipo de película... pero era lo mismo. En ese otro tipo, con un beso los personajes parece que sientan una necesidad increíble y visceral.
Y así estaba yo, con Jackie y el mueble del microondas, creyendo que aún no estábamos lo suficientemente pegados, lo suficientemente apretados, lo suficientemente... lo suficientemente dentro. La buscaba una y otra vez con la boca, como si no fuera suficiente. Como si nunca fuera a ser suficiente. Y no me cansaba. De hecho, cada vez necesitaba más.
Tardé en ser consciente de que su pierna ya no estaba donde yo creía. Y entonces la agarré, claro, dispuesto a sostenerla. Imágenes difusas de lo que podía pasar, de mí colocándola sobre la isla de la cocina, de esa habitación donde el tiempo se dilataba llenándose de jadeos, transformándose en gemidos... esas imágenes se mezclaban con lo que ya estaba pasando. Y solo era capaz de buscarlo con frenetismo.
Alguna vez nos apartamos lo suficiente para coger una bocanada de aire, pero ni eso era parar. Seguía sintiendo su sabor en mis labios y en mi lengua. Seguía teniendo su calor. Mi cadera respondía a la suya con firmeza y clavaba más mis dedos en su espalda.
Cuando pegó mi frente a la suya, yo me quedé ahí, jadeando, como un animal contenido. Le daba el respiro que parecía necesitar. Y cuando oí sus palabras tardé un momento en procesarlas. Tragué saliva —la de los dos— y volví a jadear antes de responder.
Me dieron ganas de decirle que siempre podíamos quedarnos allí. O de recordarle lo que habíamos hablado antes, lo de pasar juntos por la puerta que fuera. Pero la razón y la responsabilidad por un momento se impusieron.
—No es secuestro si tú quieres —le dije antes de volver a tomar aire—. Pero puedo secuestrarte. Después. Ahora... ahora hay que hacer las cosas bien.
A pesar de mis palabras, me lancé a por su boca. Y es que puestos a hacer las cosas bien, aquello lo hacíamos genial.
Viendo como se ha desarrollado la escena entre ustedes, pregunto: ¿Desean continuar la partida? Es decir, si así lo desean, daría por terminada la participacion de Adrien y Jackie con el resto, y ya no tendrían que estar en mas habitaciones. No quiere decir que los sacaría de la partida, sino que les dejaré en la segunda habitación o se les dará la opcion de seguir por la salida de emergencia y pues les abriré una escena de rol libre hasta que haya acabado la partida...
Ustedes me dicen.
Como mujer joven, había experimentado momentos de envidia hacia las protagonistas de mis libros, películas y series favoritas durante sus encuentros apasionados. Más de una vez me había irritado por la poca credibilidad de esas escenas. ¿Cómo podía un beso robarte el aliento? ¿Y cómo era posible que una lengua te hiciera gemir de aquella manera?
Pues bien... a veces la realidad superaba a la ficción. Todo iba a ser cuestión de con quién, y no del qué.
Adri reaccionó de una manera que avivó mi propia bestia interior, esa que él mismo estaba despertando. Tras las risas y las bromas, todo podría haber quedado en un beso tímido, un pequeño adelanto para después, para esa cena prometida. Sin embargo, ambos debíamos haber estado acumulando deseo, o teníamos un exceso de necesidad, porque lo que ocurría entre nuestras bocas y nuestros cuerpos no era ni suave ni tímido.
En mi cabeza sonaba una banda sonora en ese instante, la música de una de mis escenas favoritas de la primera película de Kingsman. Así sentía mi interior: como una batalla a tiros contra mis instintos, destruyendo todas mis barreras y autocontrol. Cuanto más me besaba, más loca me volvía, y cuanto más loca me volvía, más le besaba yo a él.
Su mano sujetó mi pierna, permitiendo que su cadera se clavara más contra la mía, haciéndome suspirar. Como contraataque —porque veía bastante desequilibrado el asunto—, mordí su labio inferior con suavidad, tirando de él para que no pudiera separarse de mí, si es que a estas alturas quería hacerlo. Por cómo sus dedos se aferraban a mi cuerpo y su boca seguía buscando la mía, no parecía que eso fuera a ocurrir pronto. Y era un problema, porque definitivamente nos habíamos quedado sin aire.
Necesité soltar su labio para respirar. Le pedí que me secuestrara y él, como conocedor de las leyes y los vacíos legales, me recordó que no era secuestro si yo me dejaba. Mucho menos, imaginé, si era yo quien lo pedía.
—Sí... —jadeé, intentando encontrar el último resquicio de autocontrol.
Teníamos que introducir la clave, separarnos y continuar con el juego. ¿No es así? No estaba segura, y él tampoco parecía estarlo, pues su boca volvió a buscar la mía con avidez.
—Un minuto más —dije, como cuando de niña pedía dormir un poquito más antes de ir al colegio—. Solo... —susurré con el alma, temiendo que si dejaba de besarle, esto se acabara para siempre. Y eso que ahora me estaban gustando tanto los besos. Sus besos.
Mis dedos, que habían estado recorriendo la curva de su cabeza, bajaron hacia su cuello, sintiendo arder la piel de su nuca.
—Vale, ya paro... —susurré, intentando contenerme.
Pegué mi frente a su mejilla, con la respiración y el corazón completamente desbocados. Quería ser racional, pero mis labios terminaron acariciando suavemente la piel de su cuello. No podía irme de esa sala sin probarlo. Quizás luego podría seguir, ¿pero y si no? ¿Me arrepentiría el resto de mi vida por no haberlo hecho? Su cuello era irresistible... Mi lengua quiso comprobar si era tan sabroso como sus labios, recorriéndolo con una calma medida que me derritió con cada milímetro de piel que exploraba. Terminé mordiéndole suavemente antes de darme cuenta de que una cosa era besarle y otra aquello —quizás me estaba excediendo.
Me separé lo suficiente para mirarle a los ojos y le vi más guapo que nunca, con ese aire salvaje que incrementó x20 su magnetismo y atractivo.
—¿Perdón? —pregunté, no muy convencida, con el inicio de una sonrisa en mis labios.
Por mi parte... todo depende de lo que te fastidie a ti como directora, tus planes y tu esquema para la partida. Claramente no me gustaría tener que separarlos ya, pero lo último que quiero es romperte los esquemas si tenías preparado otra cosa.
Lo que Adri y tu queráis :)
-Ahem...- De algún lugar de la cocina suena nuevamente aquella voz que ha estado guiando desde el inicio. -Apreciados jugadores, no creí que fuera necesario informarlo al inicio, pero aprovecho para aclarar que esto no es un motel.-
Luego de un segundo, continúa. -El tiempo está por acabarse, y así como la vida, la separación a veces es dolorosa pero necesaria, y permite que emociones repentinas maduren y se conviertan en realidades. Mas no soy yo nadie para impedir u ordenar. Esta aventura puede dar por terminada aquí, en este momento, y podrán seguirse conociendo fuera del Escape. Pueden también continuar, juntos, el resto de las pruebas. O pueden seguir a las salas, por separado, con la promesa de que podrán encontrarse al final del camino. La decisión es solo de ustedes.-
Bueno, pues allí les dejo las opciones:
-Terminar allí y abrirles una escena de rol libre.
-Continuar, juntos, el resto de las salas (recordando que no es un motel). No les di esta opción de antes porque he sentido que lo menos que quieren hacer Jackie y Adrian en este momento es resolver acertijos.
-Continuar, como se tenía planeado, por separado.
Yo creo que es más interesante continuar como estaba previsto. :)
(Por la noche posteo, antes imposible)
Sí, yo creo que será interesante desde el punto de vista narrativo que van a sentir después, cuando se separen. A favor de seguir entonces y al final, ver que pasa :)
Como es domingo y tenemos que cerrar ya, si quieres cerrar post esta noche, yo me despido también tras tu post ^_^
Solía hacer ejercicio a diario. A veces con lo del trabajo me bastaba, otras aún continuaba fuera. Y aún así, a pesar de todas las intensas rutinas que intentaban marcar el ritmo para los alumnos, exigiéndoles más de lo que necesitarían realmente para las pruebas... no solía quedarme sin aliento tanto como en aquella habitación. En aquellos besos.
Una vez tras otra la buscaba. Era necesidad. Y una vez tras otra la encontraba. Era reciprocidad. Sus caricias en mi piel lo hacían aún más difícil. Mi forma de asentir a su petición de un minuto más fue, de hecho, un nuevo envite de mi boca y de mi cuerpo.
Y aún así, a pesar de cómo estábamos los dos, me creí cuando dijo que se detendría.
Fui un iluso.
Lo que empezó a hacer con mi cuello era de todo, menos parar. Yo trataba de contenerme, de sujetarme a mí misma al menos el tiempo suficiente para que... seré sincero: para que siguiera un poco más. Y luego ya sería mi turno.
Me reí cuando pidió perdón, claro, con una risa grave y alegre, y la busqué con los ojos.
—¿Perdón por qué? —pregunté en un susurro jadeante.
Sin embargo, como si alguien más que Jackie quisiera responderme, llegó esa voz. Escuché lo que decía al principio algo aturdido, pero cuando dijo la palabra motel me puse totalmente rojo y la solté. No me aparté de golpe, pero... vaya imagen habríamos dado, la verdad. Me reí entonces, nervioso, y la miré a ella para comprobar que estaba bien.
—No, está bien —dije, levantando la voz—. Era una prueba, estábamos comprobando si... —Si le llegaba al corazón con la lengua a través de la boca— si teníais cámaras. Pero ya hemos visto que sí. Las tenéis bien escondidas, ¿eh?
Miré a Jackie con una sonrisa cómplice.
—Yo creo que es creíble, ¿no? —pregunté, antes de preguntar lo que de verdad quería—. ¿Nos vemos luego?
Por una vez decidí soltar el control. Me dejé llevar por lo que sentía y mi cuerpo pedía: besar a Adrián hasta olvidar que el mundo podía ser un lugar cruel. Aun así, él podía solucionarlo solo con su presencia. Disfruté de su boca, dispuesta a entregarme por completo, en cuerpo y alma, de un modo que no habría imaginado hacía una hora.
Él se había abierto paso hacia mi interior, sorteando todas mis barreras mentales a través del humor. El resultado era que yo había cogido su mano y me estaba dejando llevar de la forma más deliciosa en que dos personas pueden dejarse arrastrar la una por la otra.
Su boca, su cuello, todo él era un manjar por explorar. Cuando quise ir más allá, sonó aquella voz misteriosa cuyo origen desconocíamos. Nos hizo separarnos de un salto, ambos completamente rojos de vergüenza.
Adrián dijo que solo estábamos comprobando si tenían cámaras y era evidente que sí. Realmente nos habíamos olvidado del mundo.
Le miré y me reí, tapándome la boca de pura vergüenza.
—¿Qué? Ni de broma puedo hacer el resto de las pruebas con él. Ya estáis viendo que es un saboteador. No hace más que distraerme. Es un pésimo compañero de equipo —dije divertida, aunque mirándole a los ojos aún con deseo—. Exijo un cambio o… —Me contuve, pensando que de lo contrario terminaría en cualquier rincón arrancándole la ropa de forma descontrolada, con los del otro lado disfrutando del espectáculo.
—Nos vemos luego —asentí con una sonrisa dulce, acercándome para darle un último beso en los labios. Fue mucho más comedido y suave, sin lengua, aunque seguía cargado de necesidad por él.
—El que gane elige peli —le propuse antes de separarme definitivamente y meter el código.
5683.Si no era ese el código correcto, estaríamos jodidos.
¡Buenos días! Creo que nos toca separarnos. Ha sido un auténtico placer compartir estas semanas de rol contigo. Disfruta del resto de las pruebas y nos vemos al final :3
Jackie mete el código: 5683. Entonces... Nada pasa.
Sólo entonces se da cuenta que ha pensado en los números como una Boomer, donde en el móvil el 1 no tenía letras; al fijarse mejor ve que el 4 es L, el 5 es O, la V es 8, y la E el 2. Cuando está por meter el código una vez más...
El reloj de la cocina empieza a sonar estridentemente, y el montacargas se enciende.
La misteriosa voz se escucha una vez más. -A veces se cometen errores, pero la vida no se detiene. Hicieron un gran trabajo y estuvieron muy cerca, sin embargo el tiempo ha terminado y deben continuar con la siguiente prueba. Sólo pueden entrar uno a la vez al montacargas, esta vez no tendrán que decidir por quién lo usará, pues ambos tendrán que hacerlo. Repito, sólo uno a la vez. En "A Escape to Date" no nos hacemos responsables por daños ocasionados por no seguir las instrucciones.-
¡Segunda habitación finalizada! Pueden poner un último mensaje de despedida, y de allí les daré paso a la siguiente habitación. No tienen que decidir quien se sube y quien no, pues ambos usarán el montacargas, solo que no al mismo tiempo.
Por un momento me dio cierto apuro que Jackie se tomase a mal lo que había dicho. Aquello no era renegar de ella, pero... después de lo que me había contado, quizá veía una similitud, o algo así. Después de todo, yo no conocía los detalles. Pero no se parecía en nada, ¿no? Esperaba que no.
La miré tras hablar, nervioso. Inquieto. Y cuando me miró y se rio, sentí alivio. Me reí yo también, nervioso y un poco idiota, mientras escuchaba lo que ella decía. Puse cara de indignado cuando me acusó de distraerla, y supe que iba a tener que replicar al respecto.
Dejé que hablase, que dijera lo que tuviera que decir... y le devolví el beso cuando vino a por él. Sin embargo, retuve un instante sus dedos antes de mirar alrededor, buscando la cámara.
—Vosotros lo habéis visto: empezó ella distrayendo. Y besando —les recordé—. Y me ha dicho como diez códigos falsos. Deberíais vigilarla —La miré con complicidad—. Quizá va acosando a gente en todas las salas.
Acaricié su mano antes de desviar la mirada un momento al montacargas.
—Sí que hemos estado cerca, sí... —dije en respuesta a aquella voz.
Y lo habíamos estado. Cerca de perder los papeles del todo. De dejar de lado el concurso. Y quizá también de pasar de largo, o de no atrevernos. Pero al final, aquello no podía haber salido mejor.
Le dediqué una última sonrisa.
—Hasta ahora —me despedí, antes de dirigirme al montacargas.
Muchas por estas semanas. :)
Había llegado el momento. Muy a mi pesar, era hora de despedirse, aunque intenté ser positiva y no caer en el pánico de "esto se ha terminado". Racionalmente, me dije que el juego seguía y que, después, cuando terminara, nos veríamos de nuevo.
Había estado a punto de no ir, pero fui valiente y mi recompensa fue conocerle y descubrir tanto en ese corto periodo de tiempo. Así que ya había salido ganando.
Un último beso nos dio finalmente el valor para separarnos. Junto al montacargas, fingí ser valiente.
—Hasta luego, tonto —le sonreí con cariño, observando cómo se iba.
Me había dado el impulso de energía y amor propio que necesitaba para afrontar la vida de otro modo.
Igualmente! Disfruta de las salas :)
Al bajar del montacargas, un pasillo de paredes de metal se extiende y cruza. Cada pocos pasos hay un cruce a derecha o a izquierda, hay momentos en que se escucha golpes metálicos y deslizantes. Finalmente está una puerta. Al abrir...