Partida Rol por web

A Escape to Date

Prólogo: Cuatro Puertas de Colores

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04/10/2024, 20:56
Yoel
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Como el que tiene una limita reluciente en su mano hice hueco para mirar a través de los dedos a la manera de un marinero que busca encontrar algo en la alta mar y curiosamente, ayudado por la bajada de luz ambiente, pude ver como en mi mano se realzaba el color...

¡Verde!—grité con expresión de júbilo levantando el puño celebrante hacia la chica que había mostrado la otra bola del mismo color—. Te tocó conmigo. Has tenido suerte, jovencita.

Lo de jovencita era un auténtico eufemismo pues probablemente parecía yo más joven que ella, o era porque yo sonreía más o vestía más alegre. O porque simplemente lo era. Tampoco podía decir que su rollo me rechinara, porque yo también andaba tan a lo medio mendigo que iba por la vida andando con los codos y con el miedo de que de un momento a otro se me acabara el pan de piquito.

me moví con un superfluo andar ditirambo, como si flotara, desde mi espacio hacia la puerta verde y, al igual que ella pero con mucha más determinación, dejé mi bola en el boquete antes de mirar con genuina curiosidad a mi compañera de jueguito. 

Mi greencard dice que me llamo Yoel—dije mostrando mi característica sonrisa con mi boca de buzón poblada de dientes blancos—. Pero todos me llaman "El ruso". Ciertamente el rojo hubiera sido infinitamente peor.

La siguiente cuestión fue escudriñar al resto de presentes y con el reto dibujado en la mirada me dirigí a los demás descolgándome el estuche de la guitarra y tomándolo como si fuera un fusil.

¿Y ahora qué? —pregunté dejando las palabras colgadas en el aire levantando el mentón con aire fanfarrón—¿Podemos sacar ya las pistolas?

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04/10/2024, 21:59
Olivia Ackerman
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Llegó entonces el momento, sin embargo el placer de verlo era la mitad que cuando no era prohibido o cuando la duda sobre si desvelarlo no reconcomía los cimientos tangenciales de lo correcto.

Antes de que nadie pudiera atisbarlo busqué su brillo de refilón, apenas moviendo el índice y chasqueando la lengua por la ironía. Un par de pasos me separaban de mi puerta a la cual, sin mucha parsimonia me dirigí, aún plantando la mirada en los primero asignados.

— Rojo — sujetaba la esfera con ambos dedos — Rojo pasión  — dije entusiasta — Increíble y sólo superable por el amarillo. ¿No os parece tan brillante y reconfortante? Adoro el amarillo. Todo es siempre cuestión del punto de vista. Creo que el verde no me gusta tanto, era el color de la bruja mala del Oeste. Verde envidia  — otro paso más observando la llave redonda y luego al resto al tiempo que me encogí de hombros —  ...aunque también es el color de la esperanza y de los tréboles.

La mano jugaba con la bola lanzándola nerviosa hacia arriba para esperar que bajase a la palma.

Me quedo con la pasión. Nos va a hacer falta —  a dos pasos de la puerta titubeé —  Por que es rojo ¿verdad?  — miré el verde y luego el rojo. Estaba claro que eran diferentes "No, ese no era mi problema. Menos mal, qué alivio" — Si, definitivamente no es igual que ese. ¿Os imagináis que no alguien no puede diferenciarlos? Menudo corte — ahogué un escalofrío ante la vergonzosa posibilidad de tal pifia y sin más dilación, para evitar el bochorno que iba a juego con mi pelota, tras tantas palabras, la introduje en la cerradura.

Era rojo.

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04/10/2024, 22:30
Martha
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Una chica muy guapa vestida con un chándal (¿habría sido mejor traer ropa cómoda en lugar de una blusa y un traje de chaqueta?) se había ocupado de ayudarla y otros dos chicos se habían interesado por ella, pero aunque les agradeció a todos lo mejor que pudo su amabilidad, sonriendo y asintiendo, lo cierto es que poco a poco le invadió un sentimiento de vergüenza que hizo que fuera dando pasitos para atrás para dejar que todo el mundo cogiera lo que hubiera en la caja.

La mayoría de la gente se fue presentando, pero a Martha le dio reparo dar su nombre, por no interrumpir a nadie y porque no veía el momento de intervenir. Bueno, no pasaba nada, después ya... bueno, ya vería si surgía la ocasión de dar su nombre. Una mujer mayor le hizo una broma sobre no matarse antes de empezar que hizo que Martha sonriera, quizá exageradamente, pero luego la referencia al Juego del Calamar hizo que abriera un poco los ojos, asintiera y su sonrisa se convirtiera en una mueca rara cuando frunció los labios, mientras pensaba en quién sería la primera o el primero en morir. Diossss, ¿por qué había visto tantas series coreanas? Era culpa de su padre, con el que se había pegado tremendas sesiones de binge watching de todo tipo de series, pero a estas alturas, ya poco se podía hacer. Y además, bueno, siempre le había gustado que pasarán tiempo haciendo ese tipo de cosas juntos.

Perdida en esos pensamientos, Martha casi no se enteró de lo que decía la Voz misteriosa. Pero al ver a una de las chicas sacar una bolita verde de su mano, y a uno de los chicos mostrando la suya a su vez, entendió que iban a ir en parejas: había cuatro puertas y eran ocho. 

Abrió su mano, que había estado sujetando muy fuerte, y vio que sostenía una pequeña bolita de plástico azul. La levantó.

La mía es azul —dijo, mirando a su alrededor para ver quién era su pareja. 

El chaval de la bolita verde tenía un estuche de guitarra y estaba apuntándoles mientras decía algo de sacar unas pistolas. Suponía que era una broma, pero la verdad es que no le pareció graciosa. No le gustaban nada las armas.

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04/10/2024, 23:00
Joelle Kittenplan
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La mujer que responde al nombre de Olivia parece ser ese tipo de ser humano capaz de hacerse dueño del espacio ajeno sin vergüenza alguna, sin que resulte violento o apabullante para los otros. A Joelle le gustaría ser esa persona. Sin embargo, parece que en la escala cromática de valores Joelle incluso la supera, al menos de acuerdo a las preferencias confesadas por Liv, pues al abrir el puño contempla como una pequeña bolita se balancea levemente en la palma de su mano.

—Amarillo —dijo en voz alta. Joelle tiene una capacidad inigualable para establecer lo obvio— Mmmh... —chasqueó la lengua un par de veces, desconforme. En su escala cromática personal aquel color estaba bastante bajo, el amarillo le recordaba a los desórdenes mentales, a la prensa amarillista, a The King in Yellow... Un estremecimiento le recorrió por la espalda —Si quieres, te lo cambio —le propuso a Olivia— Podría usar algo de pasión en mi vida, y tampoco es que sea muy fan del amarillo —añadió entre susurros.

El hombre con el que aparentemente comparte nombre, al menos fonéticamente, era parecido a Olivia en su tendencia de apropiarse del espacio ajeno, solo que él sí que resultaba apabullante y hasta un poquito violento. La broma hortera del arma no le había hecho ni un poco de gracia.

—Creía que solo los americanos estaban chalados por las armas —dijo, apuntando al hombre-Joelle con una pistola imaginaria— Mi nombre también es Yoel Joelle, por cierto...

Toda aquella habladuría sobre colores le recordaba vagamente a algo, algún detalle que debía recordar pero que ahora mismo se le escapaba. Oh bueno, al menos eran más chicas que chicos, aquello le pondría las cosas más fáciles...

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05/10/2024, 13:45
Jackie Collins
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Hice un pequeño mohín cuando, emocionado, uno de los chicos gritó que también le había tocado el verde. Le miré, curiosa, mientras decía que me había tocado con él y que había tenido suerte. Eché un vistazo rápido a los otros chicos, sopesando si realmente lo era.

Yoel... un placer —dije con educación, aunque con cierta reticencia. No tenía nada en contra de él, pero siempre me costaba abrirme a la gente nueva, y este chico parecía tener mucha más energía de la que yo podía manejar en ese momento—. ¿El ruso? —pregunté, algo sorprendida cuando mencionó su apodo. Me obligué a sonreír un poco, aunque tímidamente—. Lamento decir que yo no tengo ningún apodo... interesante. Solo Jackie.

Yoel parecía el típico bromista. Genial, íbamos a hacer un equipo desastroso. Mi sentido del humor no daba para mucho, y él seguro que lo notaría enseguida. Miré de nuevo a los demás, buscando una especie de apoyo silencioso.

Ahora entiendo lo de "el ruso" —murmuré para mí misma, sintiendo que esto iba a ser más complicado de lo que pensaba.

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05/10/2024, 14:11
Cillian Doherty
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No necesitó que se lo dijeran dos veces, en cuanto la voz metálica les invitó a mirar el objeto que tenía en la mano, Cillian la abrió y contempló la bolita en su palma. Hubo también una leve mirada de desconfianza hacia el juego de luces que había tenido lugar en la sala. ¿Se trataba de un exagerado gusto por la puesta en escena? ¿O era un movimiento de distracción como el juego de manos de un ilusionista llevando la mirada justo donde quería? 

Los ojos de Cillian estaban precisamente moviéndose por las sombras en busca de lo que no debían mirar cuando sus compañeros en aquella aventura empezaron a hablar de sus colores. Contempló unos segundos a la chica que tenía el verde y su sonrisa se acentuó ligeramente al mirar a la que prefería el rojo de boquilla, pero quizá sentía la envidia del verde que criticaba. A él no parecía importarle demasiado tener un color u otro, aunque había algo en aquella clasificación aleatoria que le dejaba una sensación molesta en la nuca. La participante que despertó un reflejo de interés en su mirada fue la que se negaba a ser etiquetada con un color y alegremente ofrecía el cambio. Una suave risa escapó por la nariz de Cillian al escucharla.

Yo también tengo azul —le dijo a la chica que había hecho la entrada más memorable.

Alzó la mano sosteniendo la bola entre los dedos y se acercó a la puerta del mismo color. Desde allí estudió a la que parecía que iba a hacer equipo con él, o eso imaginaba. Se fijó en su rostro y también en su ropa antes de hacerle un gesto simpático con la cabeza señalando la puerta azul.

Espero que nuestra puerta sea a prueba de balas. —Su voz bromeaba, pero por el rabillo del ojo mantenía vigilado al chico de la guitarra. Por si acaso.

Metió la bolita en el hueco que se había revelado y esperó a que ella hiciera lo mismo.

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06/10/2024, 11:10
Martha
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Al ver que una de las chicas quería cambiar su bolita, Martha se quedó un poco sorprendida.

No sé yo si —comenzó a decir, pero luego bajó la voz, porque tampoco quería llamar mucho la atención—... si podemos cambiarla.

De hecho, estaba casi segura de que no era legal intercambiar las bolitas para entrar con quien tú quisieras. Pero, pensándolo bien, nadie había dicho nada de que no se pudiera hacer. Por si acaso, Martha decidió que ella entraría con quien le hubiera tocado. Que, al menos, no era el chaval de la guitarra ametralladora.

(¿Dónde había visto antes una guitarra ametralladora? ¡Ah! ¡En Desperado, secuela de El Mariachi, con Antonio Banderas y Salma Hayek! Mediados de los 90, de Robert Rodríguez; visualmente potente, narrativamente desquiciada)

Su mirada se cruzó con la compañera de El Mariachi. Martha detectó en los ojos de Jackie una silenciosa petición de ayuda, a la que no pudo sino responder con un pequeño encogimiento de hombros y un gestito de apoyo, subiendo los pulgares, mientras movía los labios para soltar un silencioso «suerte».

Alguien anunció entonces que tenía también una bolita azul. Era uno de los chicos, uno que vestía de forma elegante y parecía moverse como si el sitio le perteneciera. Martha pensó inmediatamente que parecía inglés. Y, después, que lo mismo era un infiltrado, alguien que no había entrado a participar sino a estudiarlos en algún tipo de experimento sociológico.

(¿Dónde había visto algo así? ¡En muchos sitios! ¡Demasiados! ¡En El Jefe Infiltrado! ¡En una comedia francesa sobre personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo! ¡En una obra de teatro de cuyo nombre no podía acordarse que hablaba sobre un método para escoger a un directivo de una empresa! ¡En Hombres Lobo de Castronegro!)

El caso es que, en lugar de mostrar todos los rasgos de un maquiavélico manipulador, el chico le hizo un gesto simpático y soltó una broma sobre El Mariachi mientras Martha se acercaba a él.

Claro está, eso es lo que haría el Infiltrado.

Eso espero yo también —dijo, mientras metía su propia bolita en el hueco—. Por cierto, me llamo Martha —añadió, mientras le ofrecía su mano.

(Recuerda, hija, cuando se le da la mano a alguien se aprieta firme pero no fuerte, se mira a los ojos y se mantiene el apretón un par de segundos. No más, unos segundos; si no, la cosa se pone rara).

... y, vaya, no me he quedado con tu nombre.

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06/10/2024, 15:02
Gabriela "Gabby" Romano
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Se empezaron a presentar unos y otros. Quise decir algo, quizá ingenioso, algo que me permitiera encajar con facilidad. Levanté un poco la cabeza y abrí la boca, sintiendo cómo el calor subía rápidamente a mis mejillas. Las palabras estaban ahí, formadas en mi mente, pero se quedaron atrapadas en mi garganta, incapaces de salir. La familiar sensación de presión en el pecho me hizo rendirme y finalmente no fui capaz de pronunciar palabra. Bajé la mirada de nuevo, como tantas veces antes, sintiendo la frustración arremolinarse junto con el calor en mi rostro.

Mi atención quedó fijada en la recién presentada Olivia cuando empezó a hablar de "El Juego del Calamar". ¿Cómo podía pensar que algo con tanta ficción podía pasar en la realidad? 

Noté cómo el ambiente cambiaba, más tenso, más concentrado. Todo eso parecía estar a punto de empezar y, con cada segundo que pasaba, me sentía más y más abrumada. Abrí un poco la mano, lo suficiente para ver el color que había tocado, pero sin enseñarlo aún. Decir en voz alta dónde me había tocado haría todo esto demasiado real y no estaba preparada. No todavía. La confusión y el miedo se enredaban dentro de mí y, por un momento, me quedé inmóvil, apoyada en la pared, tratando de controlarlo.

Un comentario en el aire me sacó de mis pensamientos. Una diminuta sonrisa se dibujó en mis labios al escuchar el mote de "El ruso" y verlo posicionar el estuche de su guitarra como si fuera un fusil. Todo esto parecía tan sencillo para él, tan natural. Le envidiaba en silencio, deseando tener su despreocupación, su facilidad para adaptarse. 

Con la cabeza gacha, mi mirada se escondía entre el flequillo mientras cotilleaba las manos del resto, intentando ver sus colores, casi esperando adivinar quién iba a ser mi compañero. La idea de interactuar con todos al mismo tiempo me resultaba demasiado abrumadora así que prefería concentrarme en uno, en alguien con quien pudiera manejar la situación.

Joelle abrió la mano y, en ese instante, supe que ella sería mi compañera. El alivio fue breve, porque antes de que pudiera enseñarle mi bolita o presentarme, escuché su comentario, ya estaba pensando en cambiar su elección. Mi mente empezó a girar en espiral. ¿Había pensado que le había tocado conmigo? ¿Quería evitarlo? El pensamiento me golpeó con fuerza. No era nuevo. Lo había sentido tantas veces antes, pero eso no hacía que doliera menos.

Me mordí el labio, estirando de las mangas de mi jersey con nerviosismo, como si el gesto pudiera calmar la inquietud creciente en mi pecho. Todos habían empezado a hablar, compartiendo sus ideas, sus colores, y yo volvía a quedarme apartada, atrapada en esa burbuja silenciosa que parecía seguirme a donde fuera. Con un suspiro casi inaudible, me recordé a mí misma la promesa que había hecho antes de entrar.

Mis pasos se dirigieron hacia la puerta amarilla, como si estuvieran tomando la decisión por mí. Introduje la esfera en el agujero y me giré hacia el resto, sintiendo una oleada de vergüenza por lo que iba a hacer.

—Me llamo Gabby —dije en voz baja, apenas más que un susurro, insegura de si alguien me había oído o si siquiera les importaba. El impulso de dar un paso atrás era fuerte, pero entonces las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas—. Da igual que la puerta fuera a prueba de balas. Si alguien nos hubiera traído para matarnos, lo haría dentro, teniéndonos separados.

En el instante en que terminé de hablar, me di cuenta de lo que acababa de hacer. Me ruboricé intensamente, como si todo el calor de mi cuerpo se concentrara en mis mejillas. Quería desaparecer en ese mismo momento, fundirme con la pared y borrar cualquier rastro de mi presencia. ¿Por qué había dicho eso? No sabía si alguien me había escuchado, y de repente, deseaba con todas mis fuerzas que no lo hubieran hecho.

—¡De todas formas...! —levanté las manos y las moví, nerviosa—. No estamos en una serie ni en una película, esto no es ficción, no van a venir a matarnos —traté de decir sin poder evitar una risa avergonzada. 

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06/10/2024, 16:21
AdrianAdrien Joyce
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Va... le.

Intenté aprenderme los nombres. Solía dárseme bien. Al parecer, mejor que dar el mío propio. Vaya cagada.

Bueno, pues eso. Que lo intenté. Jackie era fácil. El nombre, no ella. Como Jackie Chan. O la de That '70s Show. Sí, esa referencia estaba mejor. Cillian también era fácil, como el de los Peaky Blinders. Y Olivia como la de Popeye. Vale, podía hacerlo. The Last of Us uno y dos, y la madre que tenían en común Superman y Batman cuando se peleaban. Hasta ahí bien. Y por último, Mujeres Desesperadas. Todo controlado.

Todo menos lo de que nos matasen, claro, pero tampoco creía que los tiros fueran por ahí. Los tiros. Ja.

En cualquier caso, miré disimuladamente el color de mi bola. Me dio un poco de cosa decirlo en voz alta por si todos me miraban. Pero al menos ya había salido otra igual, así que no debía ser para tanto.

Miré a la mujer. A Olivia, como la de Popeye.

—Yo también la tengo roja —dije, aún un poco cortado. Por instinto decidí aclararlo—. La bola, digo.

Y entonces me di cuenta de que probablemente lo había empeorado al hacer esa aclaración... y empecé a ponerme rojo yo. Como la bola. Intenté cambiar de tema. La broma de las pistolas me causaba cierto rechazo.

—¿Nos dejarán usar los móviles?

Eso estaba mejor. Aproveché para echar un vistazo a Olivia mientras me acercaba a la puerta roja. Vaqueros limpios, chaqueta, ella sí que parecía elegante. Esperaba darle el pego.

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06/10/2024, 17:50
Olivia Ackerman
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Todo era trepidante. Hasta la forma en la que funcionaban las múltiples posibilidades. Por ejemplo como cuando cada uno extrajo su papeleta. Entonces se escribió un destino que solamente una persona se atrevió a sugerir cambiar. Las permutaciones de ese destino al menos se alteraron en cuatro caminos divergentes puesto que ¿no podría haberle dado mi bola a cambio de la amarilla? O podría haberle pedido a la muchacha de las gafas que cediera la suya. Otras pocas de combinaciones. Futuros convergentes en este instante que se escapaban de mis posibilidades.

Y sin embargo, para cualquier opción, ya no había vuelta atrás. Alea jacta es, puesto que en un segundo impulsivo — o pudiera ser reflexivo de corta reacción, ya que era lo más sensato a realizar — mi mano indómita  —y rebelde, no recuerdo haberle dado permiso  — había insertado la ficha de pase, sin dar mucho pie a cambios. La suerte estaba echada.

Por suerte.

— Muy tentador, Joelle — comencé pausada como si realmente valorase la propuesta.

¿Te imaginas la disyuntiva de tener que decidir si deseaba cambiarle la pelota a Joelle? En tal caso, me acompañaría Gabby. ¿Me preguntaría o arrepentiría después si quisiera haberla acompañado? De hecho, podría haberle sugerido a Joelle que convenciese a Adrien o Adrián — como sea — de truecar la bola, agregando dos caminos alternativos más (si no infinitos hasta la saciedad de líneas rojas conectándose). Me resultó agradable compañía en un primer vistazo y también podría preguntarme después, como habría sido cruzar la puerta roja junto a él.

En mi interior inquieto agradecía haber elegido la última y dar por cancelados todos los improbables caminos que no fueron. La imposibles posibilidades de Olivia. Es por esto que elegir, nunca fue una buena elección, válgame la redundancia; porque ahora tenía las manos vacías y una conciencia libre de dilemas. Las cosas son como son, por un motivo. Aunque ese sea el ocurrente  azar.

Pero si te lo cambio podría ofender a alguien por un color que ni tan siquiera es importante — finalicé declinando su sugerencia de la mejor de las maneras — ¿Sabes que me gustaría realmente? Tener la capacidad de poder entrar con todos; como un superpoder de multiplicación que me permitiera vivir esta aventura desde varias perspectivas. Así, el tema de elegir color, sería algo irrisorio. Una mera anécdota para la primera de las experiencias — confesé para luego notar que se acercaba mi compañía a través de la puerta roja — Hemos venido a darlo todo ¿no? Veamos que hay tras la cortina roja

Un gesto concedía el espacio al joven para que, como yo, firmase su sentencia de participación tras el receptáculo rojo pasión — o rojo sangre — esbozando una mueca tranquilizadora

— Has dicho Adrién — apunté casi al oído obviando su rubor y reafirmando su identidad, si es que era esa — Encantada. Y espero que nos los dejen. Si hay que hacer cuentas, tengo el cálculo mental inmediato algo oxidado.

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06/10/2024, 19:31
Joelle Kittenplan
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—¿Oh? —tal vez Martha tuviera razón, y cambiar las esferas fuera un no-no de manual— Ya, no se me había ocurrido...

Fue entonces que su match decidió revelarse en la forma de Gabby, 1.60m, gafas que no tenían mucho que envidiar a las de Martha pero que no podían ocultar el azul de unos ojos nerviosos, dueña de un aura tímida pero amable, como un roedor pequeñito que vive dentro de un pozo de miedo constante, y aquella tal vez hubiese sido su impresión inicial de no ser porque las primeras palabras que pronuncia la chica la hacen ver como una mastermind del asesinato profesional, y Joelle no puede evitar imaginarse la NRA emitiendo un comunicando afirmando que la tragedia del escape room de Nueva York se podría haber evitado si todos los jugadores hubieran llevado consigo un rifle escondido en un estuche de guitarra, como sabiamente había hecho el único sobreviviente de la masacre, un tío que curiosamente iba por la vida con el nombre de Joelle. 

Olivia por su parte declina la propuesta, y eso sí puede entenderlo. Cuando Joelle lo propuso aún no sabía a quién correspondía la media manzana (o el medio limón), pero la incertidumbre del gato de Schrondinger (o como se escriba) se había arruinado ni bien el resto de los participantes develaron sus destinos, convirtiendo aquel intercambio lúdico en una afrenta más bien personal.

—Descuida, te entiendo. Seguro que habrá tiempo más adelante. Si sobrevivimos... —añadió, algo insegura por toda la vorágine de bromas macabras.

Con el paso incierto de quien se ha resignado a ser la primera en morir, Joelle se acercó a Gabby junto a la puerta amarilla, con una sonrisa vacilante en el rostro.

—¿Preparada?

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06/10/2024, 23:38
Yoel
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No me hacía falta una mirilla telescópica para ver la tibieza con la que era recibida la broma para distender el ambiente. Estaba claro que el humor negro no primaba en aquel grupo de yankees que encajaban la bala con silencio o sarcasmo. Como se notaba que la greencard la traían de serie estampada en el culo. Algo había cambiado en mi ceño, tal vez el desencanto que tantas veces había recibido en mi condición de expatriado.

Nadie encuentra un hogar donde no lo reciben con una sonrisa.

Con una aparente calma, o eso creía aparentar con mi máscara, recibí los comentarios con una sonrisa impermeable al sarcasmo y sin bajar la guitarra aún pasé mis dedos sobre el mástil como si marcara unos acordes, o tal vez estaba accionando la recámara del fusil (Schrödinger sabrá)...

No creo que te puedas hacer ni una ligera idea de por qué me llaman así—dije con una neutra condescendencia a mi pareja forzosa que parecía más desdichada que encantada con el resultado del sorteo. No me creaba bronca aunque sí una ligera y mutua decepción para el comienzo de mis interacciones en el jueguito yankee.

Al igual que alguna que otra mirada supremacista entre los invitados que corroboraba una proporción de tres entre cinco americanos medios criados en la sopa boba con más problemas de empatía que de desarraigo. Recorrí el cañón del fusil de Schrödinger entre los presentes con paciencia de francotirador mientras todos los blanquitos se enseñaban mutuamente las bolas, e incluso se proponían intercambiarlas. Estaba claro que entre todos ellos yo era el blanco fácil.

El destino sí que sabe de ironías, bro.

Disparé al aire apuntando hacia la puerta azul y un segundo proyectil invisible hacia la roja. Sendos proyectiles sonaron a Sol Mayor lo que dejó, si es que en alguna mente no había quedado claro, que era el punteo de una cuerda de guitarra y que tras mi animada sonrisa podían ir en paz, al menos de momento. Hacia la amarilla lancé un guiñó cómplice.

Algunas canciones duelen más que las balas... —referí con dedicada burla—Espero que sobrevivas para contarlo.

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07/10/2024, 02:18
La Sala
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Mientras agregan las esferas, los ocho participantes pueden notar como la habitacion se hace mas y mas oscura, y el marco de la puerta mas y más iluminados, hasta que todo queda negro excepto por los cuatro arcos: azul, amarillo, verde, rojo.

Y de pronto, las puertas se abren hacia una luz blanca y cegadora...