Jackie espera a que Olivia presione los botones, y en cuanto lo hace, sus espejos también se iluminan.
Disculpa la tardanza, este mes en particular se me está complicando con finalización de actividades de fin de año. Esta habitación estara disponible hasta el Viernes 20 de Diciembre.
Al sostener el pomo y sentir como se abría, noté una pequeña decepción y alegría al mismo tiempo. Era extraño poder albergar ambas emociones de triunfo y derrota al mismo tiempo, al notar que la primera puerta no era más que un engaño y que por alguna desoladora razón yo la llevaba, queriendo haberme equivocado.
— No puedo verte, pero ¿ves algo en tus espejos al ponerte las gafas? — pregunté.
No quería tocar los paneles de la otra habitación, por si la razón de convertirnos en elementos de una oda a la arrogancia de la juventud, se le aparecía a la muchacha al calzarse unas lentes en donde el mundo se convertía en otro sentido.
Otro paso y me acerqué a la siguiente puerta, la cual intente abrir nuavemente, sin la esperanza de éxito de la anterior. Dos veces el mismo truco si que sería algo inesperado.
— Lo mismo cuando te las pongas, estaría bien que encendieramos las luces, quizás haya una pista en el maniquí — agregaba pensativa. Iba a decir algo más, algo relativo a alguno de mis recuerdos, pero sentía como la propia barrera física, se había truecado en una mental y ese torrente que desprendía al tener un frenesí de ideas, se apaciguó como si en vez de cascada, terminasen en un río pacífico y anodino del terreno que recorría
No puedo escribirte por otro lado así que te lo pongo por aquí. Intentaré actualizar más tarde. He estado hasta arriba de trabajo y tengo una mano fastidiada que me complica la tarea de postear, pero si no puedo esta noche, mañana palabra que eres el primer post del día.
—Las tengo puestas —le dije a Olivia cuando me recomendó ponerme las gafas—. Yo también pude ver lo de Oscar Wilde —le confirmé antes de tocar los botones, notando su voz ligeramente diferente.
—No te veo a ti, pero veo luz —dije quitándome las gafas para comprobar si había diferencia entre ver con ellas y sin ellas, ahora que las luces habían cambiado.
—No he mirado a fondo mi maniquí, dame un segundo.
Me alejé de los espejos y empecé a tocarlo, buscando algún compartimento que abrir o algo de lo que tirar.
—Olivia —dudé un segundo antes de preguntar—. ¿Qué te ha traído hasta aquí? —La primera impresión que había tenido de ella en la sala donde habíamos coincidido todos era que era una mujer alta, elegante, madura, inteligente... pero algo la había impulsado a venir. ¿Qué estaba buscando o qué necesitaba encontrar?
Veo la diferencia de mirar los espejos con y sin gafas y reviso el maniquí de arriba a abajo.
Cuando Olivia pasa frente al espejo que dice "Wilde" para llegar a la segunda puerta, el espejo de pronto se desliza hacia la derecha, revelando una habitación del tamaño de un armario escondida trás el espejo. Una lámpara de techo ilumina el espacio. Allí puede ver todo tipo de accesorios: corbatas, cintas de pelo, bisutería, gafas oscuras, bufandas, calcetines, zapatos...
En el centro, en el suelo, hay un maletín oscuro con un contador que va en retroceso. Sobre el maletín hay una nota doblada. Y en la pared un mensaje escrito con la misma tinta invisible de los espejos.
...en los ojos de quien mira.
Al tratar de abrir la segunda puerta, se encuentra de nuevo con un muro. Otra puerta decorativa.
Jackie se quita y se pone las gafas, pero no parece haber nada distinto excepto las palabras escritas sobre el espejo.
Al revisar el maniquí, ve que es estático, no pueden moverse sus extremidades. Es solo un maniquí.
Una habitación secreta. Casi me echo a llorar. Como esas veces quede repente te encuentras en un tu sueño soñado y todo es como deseas. Una cueva de las Maravillas en los mil y un cuentos que mi propia imaginación pergreñaba. Un tesoro inexplicado entre los resquicios de las paredes, aunque sólo estuviera llena de prendas
— Jackie, he intentado abrir las puertas — recordé que al no verme apenas podría averiguar intuitivamente lo que había pasado — Parece que ambas dan a un muro, no es más que decorativa, pero al pasar por la segunda, he entrado en una sala ¿Has tocado algún botón? — tenía todavía las gafas puestas. Ver el mundo de color de rosa era infinitamente mejor que verlo de negro.
Rebusqué entre los avíos de la sala, recordando el maniquí y la cantidad de accesorios que tenía a mi disposición. Que tremenda pena que la moda no fuese una de mis habilidades. Tomé la nota sobre la cartera y la leí, frunciendo el ceño ante lo escrito en la pared.
— En mi nota pone"... en los ojos de quien mira". Así que calculo que en algún lado encontraremos el trozo de "La belleza está" ¿Hay una sala accesoria en tu lado? — retorné al espacio principal con mi nota, en la oscuridad del silencio. Lejos y cerca, sostenidas por una pared, casi como cualquiera de esas civilizaciones que se empeñan en poner trabas a lo que es natural
Suspiré. Sabía que la muchacha hizo una pregunta que me resultaba compleja responder. No me gustaba dejar nada en el aire y especialmente, me sentaba mal cuando me sentía ignorada. O incluso, cuando no me sentía invitada. Pero este no era el caso. Al contrario. Era algo tan personal, que notaba como las ideas sangraban. ¿Por qué estaba allí?
— Supongo que por lo mismo que todos, pasar un buen rato y ponernos a prueba — politicamente correcta en una de esas verdades asépticas a medias, donde el todo y la nada estaban incluidos en el vacío hueco del significado puro
Pulsé finalmente uno de los botones. El del número más bajo. ¿Quién sabe si ella podría hacer su Abracadabra? Si yo tenía una cueva, ella encontraría la lámpara.
— A veces, sólo buscas conectar con extraños de manera superficial, por la necesidad de evitar la implicación que comporta compartir cosas con alguien cercano. Supongo
Suponía demasiadas cosas y eso no era un buen indicativo. Al contrario. Entraba en la apatía de la indiferencia, en el disfraz de abulia indolente. En la tirita que no hace dejar de sangrar la herida.
— Quizás testar los límites e ir más allá. Escapar.
Leo la otra nota, reviso la ropa y aprieto uno de los botones de mi panel
Tras ponerme y quitarme las gafas, la única diferencia eran las letras del espejo, y el maniquí tampoco parecía tener nada especial. Resoplé, frustrada y nerviosa.
—Mis puertas tampoco dan a ningún lado. Igual... igual algo hace que los espejos se abran, tiene que existir algún modo de avanzar, ya sea en la misma dirección o por separado —contesté tocando el marco de los espejos.
—Espera. ¿Una de tus puertas es otra sala? —pregunté volviendo a las paredes que había tras mis puertas.
—La belleza está en los ojos de quien mira —dije, recordando esa frase después de haberla leído tantas veces.
Mis dedos buscaron entre los marcos de los espejos, de las puertas y de cualquier objeto que viera en la sala, preguntándome qué tenía que ver todo esto con Oscar Wilde.
Olivia siguió hablando con tono desganado, pero yo estaba centrada en no quedarme allí encerrada, buscando cualquier pista que me ayudara a avanzar.
—¿Y de qué quieres escapar? ¿De la sala o de tu vida? —pregunté, girándome sobre mis talones para revisar cada rincón de la sala con cierta ansiedad.
Al tomar la nota, Olivia lee lo siguiente:
¿Qué usarías para una cita especial? Que el maniquí sea tu modelo...
El contador en el maletín indica que quedan 2 minutos...
¿Qué botón presionas?
Al ponerse a revisar el espejo que dice Oscar, éste se desliza hacia la izquierda, como las puertas de algunos centros comerciales. Dentro puede ver una especie de armario iluminado por una lamparita de techo: blusas, pantalones, faldas, camisetas, vestidos... Con la misma tinta invisible, ve un mensaje en la pared:
La Belleza está
Cuando Jackie se acerca al espejo que dice "Wilde", éste de pronto se desliza hacia la derecha, revelando una habitación del tamaño de un armario escondida trás el espejo. Una lámpara de techo ilumina el espacio. Allí puede ver todo tipo de accesorios: corbatas, cintas de pelo, bisutería, gafas oscuras, bufandas, calcetines, zapatos...
En el centro, en el suelo, hay un maletín oscuro con un contador que va en retroceso. Sobre el maletín hay una nota doblada. Y en la pared un mensaje escrito con la misma tinta invisible de los espejos.
...en los ojos de quien mira.
De pronto, la luz detrás del espejo que dice Oscar se apaga, pero el espejo no se cierra.
Uno de los espejos se movió.
—¡Se mueve! —exclamé a Olivia con emoción—. El espejo que tenía la palabra Wilde se ha movido y puedo entrar a una habitación. Está llena de accesorios más que de ropa: corbatas, cosas para el pelo, algo de joyas... —informé mientras tocaba todo, hasta que el maletín del centro de la habitación llamó mi atención al ver que tenía una cuenta atrás.
—Hay un maletín que parece una bomba, contando hacia atrás —dije con una mueca—. Y hay una nota en la pared que dice "en los ojos de quien mira", pero si me quito las gafas no la veo.
Tomé la nota doblada sobre el maletín para leerla.
—¿Qué ves tú? ¿Has avanzado?
La luz tras el espejo se apagó y me asusté.
—¿Olivia?
En ese momento las luces se encienden, y el contador llega a 0. Se escucha una vez más la voz guía. -Es momento de continuar, pero esta vez no habrá despedidas. En el maletín encontrarán la indumentaria que deberán vestir para la siguiente sala.-
En la pared con espejo se desliza revelando un espacio de un metro que conecta con la habitación del otro.
Dentro del maletín encuentran un traje de trabajo de cuerpo completo color blanco. Y de pronto, la pared del panel detrás del maniquí empieza a moverse...
¡Cuarta habitación terminada!
Pueden poner un último post aquí, y pronto les daré apertura a la siguiente habitación.
— Perdona, Jackie, estoy aquí, si.
Es cierto que yo también tenía una habitación secreta pero no me dio tiempo a decírselo. ¿Habría fallado en mi comunicación? Valoraba eso mismo con la soledad que habíamos pasado en ambas salas y pensaba si era un error de rapidez en la respuesta.
— Tenia mucha ropa que me parece que no vamos a usar. Al menos no nos quedaremos encerradas, que era mi miedo — reconocí a la muchacha.
Al menos no tenía que vestir a un maniquí con el poco gusto que tenía o lo poco que me gustaba encargarme de esas cosas. Salvadas por la campana.
— Parece que hay que vestirse como si nos hubieramos escapado de Chernobyl — eso nos pondría a todos por igual, uniformados en un lugar donde cada uno era diferente.
Con cuidado de no darme un guarrazo, empecé a calzarme el mono entre las ropas propias, metiendo las deportivas hasta cerrarmelo
— Ha sido una sala extraña pero me ha gustado compartirla contigo, aunque haya sido a través del cristal — la voz era suave y cercana, de esas que suenan tristes a despedida — Creo que hay que pasar a la sala de descontaminación, aunque no se de que — solté una de esas risitas nerviosas que tenía en esas situaciones donde me sentía estúpida.
De pronto las luces se encendieron y me quedé a mitad de un movimiento, como cuando de niños jugábamos al escondite inglés, temiendo moverme por si me eliminaban del juego. El contador llegó a cero y una voz anunció que debíamos continuar. ¿Había vuelto a fallar? Después de que el tiempo se ralentizara tanto en la habitación con Adrian, las últimas dos pruebas habían pasado absurdamente rápido.
Abrí el maletín y encontré un traje. Me lo puse con rapidez, sin querer perder ni un segundo. Cuando la pared comenzó a moverse, la observé con temor, preguntándome qué vendría después. Entonces, escuché la voz de Olivia.
—Ha sido rara de narices, sí —dije ya vestida, cruzando la pared, esperando encontrarme allí a Olivia.
¡Un placer haber compartido sala! Paso a postear a la otra escena :)