Dos horas después de la llegada de noticias de Taurn Andrhen los cuernos llamando a las armas comenzaron a resonar por toda la llanura. A pesar de tan intempestuosas horas, los rohirrim fueron concentrándose alrededor de la plaza central, donde el Thane les esperaba a todos con las ordenes para organizar la defensa de Caern Andrhen.
En menos de una hora al menos un centenar de habitantes se habían congregado, ya pertrechados, sacando de sus viejos arcones, de paredes donde colgaban y vetustos armarios donde yacían ocultas mas no escondidas las armas y armaduras que llevaban a la batalla. Hasta los ancianos y los niños capaces de cargar el peso de un arco y una aljaba eran necesitados en estos tiempos y el Thane no rechazaba a nadie... salvo las mujeres, el mayor bien que un rohirrim y cualquier hombre puede tener. Las mujeres estaban preparándose para partir, usando los botes iban a atravesar el río y en la otra orilla marcharían hasta el pueblo más cercano donde estarían a salvo.
El Thane ya había enviado un mensajero hacia el Oeste, ante la certeza de que los caminos del Este y el Sur estaban bloqueados por el enemigo.
Todo el pueblo se preparaba, voluntarios cerca de los pozos preparados con cubos por si atacaban con fuego, algunos preparando flechas para los arqueros y otros ensillando los caballos, bloqueando las puertas y reforzando las zonas más débiles. En el embarcadero, un numeroso retén vigilaba las aguas al tiempo que preparaban carros para bloquear los accesos.
...
Por su parte, los orcos y los hombres de la oscuridad, al escuchar los cuernos de alarma comenzaron a moverse. Descubiertos, encendieron hogueras, y sus tambores de guerra retumbaron respondiendo al sonido de los cuernos rohirrim. Caern Andrhen estaba rodeada, tan solo el Oeste estaba libre. El enemigo no había podido atravesar el río y colocar un punto de vigilancia al otro lado en tan poco tiempo.
Sin embargo las unidades de avanzada del ejercito eran numerosas, incluso suficientes para arrasar Caern Andrhen antes de que llegara el grueso del ejército. Y eso es lo que debieron pensar los líderes reunidos, oficiales con más ganas de verter la sangre de los hombres que de vencer con la menor cantidad de bajas.
Tras un tiempo para organizar sus filas, comenzaron a marchar hacia el pueblo. Los orcos rugían y los hombres de la oscuridad seguían martilleando sus tambores hasta que ahogaron por completo el sonido de los cuernos. Cuando estuvieron suficientemente cerca de las murallas, los tambores se detuvieron y el ejercito rugió a un tiempo, como una bestia temible lo haría contra una presa antes de clavarle las garras, haciendo su presencia visible e intimidándola.
Se lanzaron a la carga desde todos lados.
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Los rohirrim no se dejaron amedrentar, el Thane, un veterano de la guerra expulsó el miedo e incitó a sus hombres a aprestar sus armas, animándoles a presentar pelea, a acabar con cuantos se pusieran a tiro de arco, hoja o garrote hasta rechazarlos de sus amadas tierras. Esta noche se teñiría de sangre la llanura y se cantarían las gestas de los valerosos guerreros rohirrim.
El thane separó a los jinetes de los soldados. De estos últimos, los voluntarios salieron de la muralla a vender cara sus vidas, ganando tiempo para el resto de sus hermanos de batalla, mientras el resto de soldados disparaban flechas o defendían la empalizada contra cualquier intento de asalto.
Una vez los jinetes estuvieron preparados, con el Thane a la cabeza, salieron al trote y cambiando rápidamente de velocidad arrollaron a los guerreros enemigos con una sorprendente fiereza y letalidad.
Tras recibir numerosas bajas, el enemigo se replegó a la seguridad de sus campamentos mientras el Thane volvía junto al resto de jinetes supervivientes. A pesar de haber repelido el ataque, la batalla estaba lejos de ser ganada. Muchos buenos hombres habían perecido bajo las hachas de los orcos y los hombres de la oscuridad.
Aun así, Caern Andrhen sobreviviría otro día más.
Este es el fin, sé que no está todo lo bien que se merecía esta partida, pero llevo unos días pensando y ando algo falta de inspiración.
Los que quedéis podéis narrar si combatís o ayudáis en el interior del pueblo, incluso si defendeis la empalizada de cualquier asalto o si rompéis las formaciones enemigas a lomos de un corcel.
Como podéis notar dejo un final abierto, no pongo nada sobre lo que les sucede a Isilwen y los demás, más allá de lo que ellos han narrado y lo mismo sucede con Caern Andrhen, creo que es mejor así.
En medio de las almenas, Borgos observaba, aun vendado, como los orcos embestian las murallas como olas sobre las rocas de la costa. En los brillantes ojos del mediano se sucedian escenas leidas, estudiadas, admiradas... la caida de Gondolin, el sitio de Minas Morgul... aquellas historias habían inflamado su espíritu ya en la Comarca y lo habían hecho dejar sus campos, sus rios y su tabaco y lo habían lanzado a aquella aventura.
Pensó en su maestro y en lo que haría él allí en medio. Un anciano sin armadura en mitad de un mar de guerreros con tan solo un báculo de madera...
Un grupo de orcos alcanzó la muralla a los pies de Borgos. Un guerrero del Thane le gritó en la oreja que se apartara pero Borgos se subió a la almena de forma que su pequeña cabeza sobresalía por encima de los espigados humanos y adelantó su propio bastón.
Al instante el aire se electrizó y una descarga eléctrica, como si un rayo hubiera caido de los cielos, alcanzó al grupo de orcos haciéndolos volar por los aires. Otro rayo siguió al primero y el sudor perló la frente de Borgos, que seguía, tozudo en lo alto de la almena. Los vítores de los defensores lo reodearon y lo llevaron en volandas cuando otro rayo alcanzó esta vez a una de las máquinas de asedio, que prendió fuego y se desplomó aplastando a varios enemigos.
El cansancio hizo presa de Borgos y empezó a sentirse flaquear. Además, los orcos empezaron a lanzarle flechas, que fallaban gracias a su tamaño. Aun asi, los humanos lo agarraron y lo bajaron entre gritos de admiracion y de voctoria.
Con sus ultimos segundos de consciencia antes de desmayarse, Borgos dijo:
-No se trata de ser alto. Se trata de ser GRANDE...
Seguía en la enfermería, débil, hastiada de todo aquello. El ruido de los combates traspasaba todos los muros. No era posible hallar la paz en ningún lugar dentro de aquella ciudad sitiada.
Me llevé las manos a las orejas en un vano intento de alejar de mis oídos el ruido de los combates. Dejé de hacerlo, pues era absurdo e inútil. ¿Qué habría de hacer? ¿Pasarme todo el tiempo cubriéndome los oídos? Apenas amortiguaban el sonido y los gritos. ¿Cerrar los ojos para no ver a los heridos entrando en la enfermería por docenas? No evitaría que sintiese los lamentos, los aullidos de dolor, los rugidos de rabia e impotencia...
No me hallaba en condiciones de ayudar en combate. Aún me resentía de mis heridas y mi pericia con el arco dejaba mucho que desear. Pero quería ser útil. Ya llegaría el momento en que pudiera ser eficaz en el campo de batalla. Aún debía practicar y entrenar mucho más si quería llegar a ser como mi hermano. Pero por ahora... Por ahora algo sí podía hacer. Podía ayudar a curar a los heridos. Allí sí podía ser útil. Mi mente cultivada siempre podría ser útil para tales menesteres, y aprendía deprisa.
Y así ayudaría a los heridos en combate, como otros me habían ayudado a mí. Era lo menos que podía hacer por aquellos que me habían devuelto la salud. Curar a todos estos pobres valientes, alentarlos, convencerles de lo útil que había sido su sacrificio.
No fue sino al poco de comenzar la batalla que Borgo acabó en la enfermería. Era consciente de que le debía la vida, a él y al resto de mis compañeros, alguno de los cuales aún no había regresado, lo cual no dejaba de ser indicativo de su cruel destino. Sí, sería útil en la enfermería. No quería que ni uno solo perdiese la vida. No quería que sus amigos y familiares se sintiesen como me sentía yo en ese momento, pensando en los caídos, en nuestros amigos...
El joven capitán rohirrim no necesitó tomar decisión alguna, pues ésta ya fué tomada el día que juró lealtad a Rohan y a su rey. Después de que el Thane abandonara la tienda donde se encontraba, Demian se incorporó mecánicamente, se volvió a poner la armadura con gestos decididos i asió las armas evitando en todo momento fijar sus ojos en su hermana. Cuando estubo preparado sí la miró, y en esa mirada resplandecía el amor y el orgullo fraternal hacia aquella pequeña que había soñado ser grande y que lo había conseguido. Se acercó a ella y se inclinó para darle un beso en la frente, acariciándole la mejilla y cerrando los ojos con fuerza.
- Sigue siendo así de valiente, Norwyn, y no habrá sueño que no puedas alcanzar- le susurró en voz queda, sin añadir nada más pues sabía que muy probablemente no volvería a verla y no quería que ella notara su tristeza.
Se incorporó sin esperar su respuesta y salió de la enfermería, rumbo a la batalla.
...
Interminables horas después, manchado de sangre de sus enemigos, mugre, cortes y moratones, pero absurdamente feliz por haber sobrevivido y sabiendo que encontraría a su hermana donde la había dejado, Demian abrió la puerta de la enfermería y examinó en el interior buscándola. Cuando la vió, gritó su nombre, arrojó las armas a un lado y, casi a la carrera, se dirigió a ella para atraparla en un abrazo de oso.
- Maldita sea, Norwyn- maldijo emocionado en cuanto la emoción le dejó hablar- Arriesga tu vida así otra vez y te encierro en una mazmorra para toda la vida- bromeó mientras intentaba evitar que se le escapara la risa.