Los cadáveres de los orcos y hombres se fueron apilando a vuestro alrededor, los tres juntasteis espaldas y aprestasteis vuestras armas: cada golpe un muerto o un tullido incapaz de devolverlo, vender cara vuestra vida y ganar tiempo para vuestros camaradas. Saber que hoy es el último día de vuestras vidas no os causa tanto pavor como el de averiguar al despuntar el día que todo ha sido en vano.
Guardáis la esperanza muy profundo en el corazón, vuestras almas al unísono gritan "no desfallezcais, aún es pronto", el cansancio os hace temblar y caer pero enseguida una mano amiga os levanta "hay que darles otro segundo... otro minuto... " repetís entre dientes, mientras vuestra sangre y la de vuestros enemigos empapa vuestras ropas.
La sangre tiñe el campo, ríos de sangre junto a miembros mutilados, escudos rotos, espadas clavadas en el suelo, miradas de miedo e ira en los rostros de cada caído. Y vosotros seguís allí, sin rendiros a la muerte cuando ya sabéis que es inevitable. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Quizás dos horas? Tanto tiempo combatiendo. Pura fuerza de voluntad y determinación. La vida os abandona inexorablemente "un poco más... sólo un poco más"
¿Cuántos de ellos hay? ¿Cuántos de ellos hemos matado ya?
El sonido de los tambores se va apagando... no, espera, un sonido como un trueno pero mucho más largo y ruidoso se va abriendo paso en el aire. Ergon es el primero en reconocerlo, "estan llamando las armas en Caern Andhren", uno tras otro los cuernos de la ciudad resonaban en toda la vasta llanura, al norte atravesando un antiguo y temerario túmulo funerario y llegando hasta el linde del maldito bosque de Fangorn, al este en dirección a la torre de guardia de Taurn Andhren, ya oculta bajo el manto de las fuerzas de los hombres de la oscuridad, al oeste traspasando el abundante río de Onodio y alcanzando la torre de Barahdren, quienes repetirían la señal hasta que llegase a la misma casa de uno de los seis Altos Thanes. Y al sur, donde el combate se ha recrudecido por momentos y perdida toda esperanza de sobrevivir los tres amigos tan sólo esperaban saber que Demian y los demás habían llegado.
A pesar del estruendo, no puede ser más dulce el sonido que llega a vuestros oídos. Ellos han llegado, han dado la noticia, están a salvo.
Los orcos os rodean nuevamente, la ira les mueve a cargar sin darse cuenta de las consecuencias. La rabia les ciega, habéis matado demasiados como para abandonar ahora que vosotros, sus presas, están cansadas y medio muertas. Escuchar los cuernos no ayuda, lejos de atemorizarlos y hacerlos abandonar les empuja a acabar con vosotros cuanto antes.
Son demasiados y el alba está aun lejos. No esperáis ayuda, incluso si la hubiera no llegarían a tiempo.
Demasiado tiempo combatiendo, el sueño eterno os espera...
La mano me tiembla, apenas tengo fuerza para empuñar el arma. El brazo izquierdo está roto, lo usé para detener un golpe y poder clavar mi espada en su pecho, un tajo en el vientre me hace detenerme y un fuerte golpe con una maza en el esternón me hace escupir sangre. La visión está empañada, nublada por la sangre y confundida por un fuerte dolor de cabeza fruto de un golpe con una manopla de hierro, la frente arañada, la mejilla y el labio sangrando por el roce de un filo oxidado evitado por los pelos.
Las piernas apenas me sostienen. Tampoco es que pueda moverme mucho... un tajo en el muslo me seccionó el cuadríceps. Duele como si me hubieran cortado la pierna y aun no sé cómo no me he desmayado del dolor.
Mi espada ha bebido la sangre de ya no sé cuántos orcos. Su sangre se mezcla con la mía y tiñe el suelo, de un rojo oscurecido. Sangre negra como sus almas -si es que la tienen.
Mis rodillas se vencen por undécima vez, y a pesar de que intento ponerme en pie no responden. Un orco ha lanzado un arco oblicuo y ahora vuela directo a mi rostro, tampoco mi brazo me responde.
Mi voluntad dice que debo detenerlo, pero mi cuerpo ya no me obedece. Cierro los ojos. "lo siento hermanos, Es el fin".
[...]
Y entonces lo escucho. Nunca antes había albergado tanto júbilo en mi pecho como en este momento, al reconocer el sonido, los cuernos de guerra de Caern Andrhen están sonando. Y tan sólo por un momento dejo el cansancio a un lado, el dolor, el miedo... y levanto mi arma, bloqueo la espada con tal fuerza que la mía se rompe. Y aun así, me echo hacia delante y la alojo hasta la empuñadura en el pecho del enemigo.
Buen servicio has hecho. Me despido de mi arma, forjada en Caern Andrhen, la primera. Que enarbolé en combate a los catorce años con la mayoría de edad. Con la que aprendí a vivir y luchar con honor, con la que vertí tanta sangre sirviendo a mis hermanos y hermanas.
Otros orcos se abalanzan. Es el fin para mí, pero no para Ellos. Miro a mis compañeros, Isilwen y Ozbeorn. Un placer compartir este último aliento con vosotros. Sonrío, pues mi alma está henchida de orgullo. He dado todo lo que tenía y un poco más.
No en mi turno, las sombras no alcanzarán Caern Andrhen.
No en mi turno. - muero, con estas palabras en mis labios, musitadas en un suspiro. Los orcos caen sobre mí y la oscuridad de la muerte me abraza.
[pnjotizado]
La batalla llegaba a su fin con la caida del Capital Orco. Sin embargo con el, la vida de una elfa, un humano y un enano tambien pendian de un hilo. Ensangrentado, sucio y cansado, el enano luchaba por mantenerse en pie, blandiendo su hacha.
El sonido de los cuernos era lo mas bello que habia escuchado desde aquella maldita tormenta. Habian triunfado, penso el enano. Dio unos cuantos hachazos mas aunque no con la misma fuerza ni exactitud y finalmente, rodeado por aquellas pestes de piel acre, sintio el filo de una espada o quizas una navaja, penetrar por sus costillas.
Vio caer al humano y la vista se le nublo mientras el hacha se le resvalaba de las manos. A continuacion vio todo negro y lo ultimo que sintio fue su cuerpo golpeando contra el humedo barro.
Pues si murio o no, no lo se :P
El capitán orco había caído, pero a pesar de ello no se iban a rendir... ahora no, los orcos seguían con sus embestidas Acometida tras acometida la elfa, junto con el enano y el humano intentaban dar más tiempo, orco tras orco. La sangre negra tenía la espada de la elfa... pero en el suelo el negro se entremezclaba con el rojo que manaba de su propio cuerpo... su vida, fluyendo fuera de ella en forma de un pequeño riachuelo carmesí.
La elfa siente frío, las fuerzas y el calor abandonan poco a poco su cuerpo, la espada se le mela tras tantos golpes en los escudos orcos y en las armaduras y huesos de éstos. Ya apenas puede discernir en qué parte del cuerpo golpea su arma, pero sigue blandiéndola, desesperada hasta que todo acabe, aunque sea para ganar un segundo más.
Finalmente cae de rodillas, sin más fuerzas, justo para escuchar como lel sonido de los cuernos vuela en el aire, por encima de las flechas orcas. Sería su final, pero su cometido ya estaba cumplido... su muerte no sería un fracaso y no habría sido en vano...
Ve como más y más orcos se aproximan, y aún de rodillas y con todas las fuerzas que le quedan se lanza hacia otro cogiéndole de los tobillos, derribándolo al suelo. Levanta la espada con ambas manos para clavarla en la carne fétida del orco...
Pero no puede sacar su arma a tiempo, había sido un último ataque desesperado. Un ataque que sólo habia sido hecho para llevarse consigo aunque fuera a uno más..., sin tiempo y sin fuerzas asiente a Ergon, a sus palabras... para ella también había sido un placer.
Sabiendo que, lo último que puede hacer es abrazar su muerte apoya su mano en la empuñadura de su espada y con todas las fuerzas que le restan se levanta para encarar al siguiente orco, desarmada y con la vista nublada... no iba a caer bajo ese hacha... no de rodillas. Lo último que sus ojos alcanzan a ver es el acero oxidado, que a sus ojos no es más que un borrón gris y marrón, aproximándose a su cuerpo... después... la oscuridad se hace presa de ella.