Partida Rol por web

Apenas levanto la vista para ver quién está en el patio y posteriormente vuelvo a concentrarme en dirigirme a los aposentos de Durius.

- Los ojos de Durius, que vuelven a ser verdes y con un aspecto natural, repasan rápidamente el Patio sin detenerse apenas en nada mientras él prosigue su avance seguido de su séquito hasta llegar a sus aposentos.

No presté atención a lo que ocurría en el patio ni a las personas que pasaban por allí, estaba demasiado ocupado siguiendo el paso de Durius y su séquito hacia sus aposentos.

- Maserrak y el Chambelán Otto siguen a los sirvientes de Durius hasta los aposentos privados del Primer Caballero.

DOS Y MEDIA DE LA MADRUGADA.

El sudor frío de lo visto y oído en las mazmorras se resiste a abandonarme, pese que estamos en mitad de la noche. Mis huesos los noto congelados y la saliva espesa en mi boca, pero tras ver marchar a Durius sólo me queda esta oportunidad.

-Capitán, mi dama y yo os rogamos ayuda para sacar a Schar de donde se encuentra. No sabemos qué ha pasado, pero somos una especie de familia desde hace mucho- mira nerviosos a los lados disimuladamente- pero ahí abajo sigue Carcelero y sólo tú podrias despistarlo- mi gesto se vuelve desesperado por momentos- desapareceremos, ya lo hemos hecho antes, Capitán por favor...- el intrépido Tomescu, que se enfrentó a toda una compañía hace pocas horas, está completamente a merced de Ferenk para poder cumplir la última orden de su señora. - La dama Dubieta tiene el corazón roto. Me ha pedido que hable en privado con usted, porque lo tiene en alta estima y confía en su buen juicio por encima de lo que pase en una guerra.

Los párpados de Ferenk pelaron por completo sus ojos durante un instante. La osadía de tal demanda era casi inconcebible.

Si hubiera sido fiel a su deber, hubiera arrancado armas y armadura de la figura de Tomescu y lo hubiera arrojado sin contemplaciones a las mazmorras, seguido por su señora. El pimpollo de un problema arrancado de raíz antes de que su tallo se fortaleciera, y de él crecieran ramas y hojas y flores. Sin embargo, no era aquel el fin que deseaba para aquel asunto, y la elección todavía estaba en sus manos. Las acciones de Durius habían arrojado nuevas dudas sobre sus propósitos, y no pretendía entregarle el destino de otros habitantes del castillo si no era totalmente necesario.

Se inclinó aún más sobre el guardia, hasta rozar con los labios a los pliegues de su oreja. El olor agrio del sudor rancio de las ropas del guardia se mezclaba con el dulzón del sudor reciente que manaba de los poros del guardia.

—Pasaré por alto esta petición porque comprendo los sentimientos de la Dama —susurró el capitán—. No quiero volver a oír una palabra sobre ello.

Se despego entonces de Tomescu, retirándole la oportunidad de replicar y condenarse.

Tras intercambiar unas palabras en privado con el guardia Tomescu, el capitán se apartó de él.

—Regresa con tu señora —le exhortó—. La noche aún guarda peligros.

Diose media vuelta para observar el negro agujero que descendía a las mazmorras, de donde había emergido el apresurado séquito del Secretario Ducal. Llamó la atención del guardia Istvan con un gesto.

—Istvan, acompañame a las mazmorras —ordenó a su guarda, antes de dirigirse hacia ese destino.

—Continuad la guardia

No hacía falta decirlo. El resto de guardias parecía concentrado en la vigilancia. Pese a todo lo que había ocurrido, estos hombres empezaban a dar muestras de recobrarse.

Itsvan bajó de la barbacana y siguió a Ferenk hacia las mazmorras.

- El Capitán Zarak y el Guardia Itsvan se dirigen a las Mazmorras.

El Guerrero asiente marcialmente a la orden del capitán. Su gesto serio es inescrutable. Da la vuelta sobre si mismo y se dirige al ala de invitados.

- El Guardia Tomescu sale hacia las Estancias de Invitados.