Una vez obtuve el colmillo guardé la daga y la coloqué en mi cinturón, para luego volver corriendo al carruaje con una sonrisa amplia y exhibiendo el colmillo.
-Mirá Veronika! Es mi trofeo!- le dije a mi hermana- se que no luché, pero cuándo sea grande me prepararé y seré un cazador de esas bestias, ya lo verás!- dije sosteniendo con fuerza mi nuevo tesoro.
Veronika observo con brillo en los ojos el nuevo trofeo de su hermano, después de aquello le dedico una amable sonrisa.
-¡Anda que bien Vikos! Seguro que seras un gran guerrero como Padre.
Dicho eso se sentó bien de nuevo en el carruaje esperando a que este volviera a ponerse en marcha. Aun quedaba un largo camino para llegar a Polonia.
Tras un buen rato apaciguando a los caballos, que habían quedado aterrados por el espectáculo de los hombres lobo, terminó de prepararse todo para la partida. Dejando a sus espaldas el resplandor de una pila funeraria que ya empezaba a extinguirse, los Basarab abandonaron aquel lugar, aunque no sin pérdidas... Todos los guardias, así como dos de los hijos de Blaatu. La sangre empezaba a ser escasa, y Vikos y Verónika deberían ocuparse, en un futuro, de hacer perdurar un linaje familiar que cada vez estaba más cercano a la extinción.
El viaje prosiguió hasta el mediodía, no teniendo valor para detener la marcha antes ante la posibilidad de estar siendo perseguidos. Sólo la seguridad del sol en lo alto y la necesidad de dar descanso tanto a las monturas como a todos los cansados miembros de la comitiva lograron conseguir un descanso para comer, que se alargó un poco más antes de continuar la marcha.
La siguiente parada fue para dormir, aunque todos tuvieron una mala noche, esperando en cualquier momento ser atacados por el resto de salvajes y abominaciones del Duque. No fue si no hasta la siguiente noche que comprendieron que, al menos en ese sentido, estaban a salvo. No les estaban persiguiendo. Quizás aún no sabían del fracaso de Flaviu, quizás el rastro había quedado frío, o quizás simplemente no les importaba. No había modo de saberlo.
Sin embargo, a pesar de esa buena noticia, aún sería muy presuntuoso decir que estaban a salvo. Las amplias y salvajes llanuras se abrían ante ellos, y quedaba un largo camino hasta Polonia. Todo aquel territorio apenas había sido cristianizado, y sin duda muchos creyentes podían dudar de la autenticidad de la conversión de los magyares a la Santa Cruz. A todos los efectos, aquel era territorio no amigable en el mejor de los casos, cuando no era directamente hostil.
Finalmente cruzaron aquella tierra llena de peligros, después de vérselas con ataques de bestias salvajes, bandidos, tribus errantes salvajes y un clima que a veces podía ser terrible e inclemente, y que consiguió retrasar su viaje en alguna ocasión. Sin embargo, consiguieron superar todas esas pruebas sin más pérdidas. Parecía que, a los ojos de Dios, ya habían sufrido suficiente tras el ataque de Flaviu y los hombres del duque. Ahora, todo eso había quedado atrás. Las tierras de Polonia se abrían ante ellos... Y ante un maniatado y amordazado Flaviu, que había hecho sin duda el viaje más duro y lamentable de toda su vida, perdiendo en el proceso peso, dignidad y el favor del Duque.
Y fin. Lográis llegar a Polonia enteros, con lo que se podría decir que los Basarab habéis superado esta partida.